jueves, 2 de octubre de 2014

BURKINA  FASO:
27 AÑOS SON  MÁS  QUE   SUFICIENTE

Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

Como decían los cables internacionales, ese 23 de agosto: "Decenas de miles de personas asisten a las protestas
en Burkina Faso". Ese día los burkineses salieron a las calles a impedir un nuevo mandato presidencial
de Blaisse Compouré.
                                      

                                                    A mis amigos burkineses Salco Jesu y Abdoul Malick
                                             por sus valiosos testimonios y al pueblo de Burkina Faso por su
                                         fe inextinguible en un futuro más democrático y libre para su país.

                                                                           
El próximo 5 de diciembre el mundo recordará la partida a la eternidad de Nelson Mandela, quien ha pasado a la historia no solo por su abnegada lucha contra el apartheid, sino por ser un demócrata y un líder respetuoso del orden constitucional. A Madiba también se le recordará, como el presidente que supo renunciar a un segundo mandato, incluso cuando la constitución le permitía volverse a presentar, demostrando su desprendimiento, generosidad, humildad y su profunda convicción democrática.

Pero en la actualidad lamentablemente, ese tipo de líderes no son muy comunes en África, el devenir reciente del continente, está lleno de mandatarios que se quieren eternizar en el poder. Tenemos los casos de: Teodoro Obiang Nguema de Guinea Ecuatorial con 35 años como mandatario; José Eduardo Dos Santos de Angola (35 años); Robert Mugabe de Zimbabwe (34 años); Paul Billa de Camerún (32 años); Yoweri Museveni de Uganda (28 años) y Idriss Déby de Chad (24 años), por citar solo a los más longevos, quienes han conseguido por ahora, su objetivo de mantenerse en el sillón presidencial más allá de lo razonable.

La experiencia de los últimos años, nos hace ver que una forma recurrente, en que algunos presidentes africanos aspiraran a perpetuarse en el poder, es haciendo uso de los métodos y recursos legales que paradójicamente, les faculta el mismo régimen democrático que ellos desprecian. El uso del referéndum, la consulta popular, la modificación de la constitución por un poder del Estado como el Congreso, son pervertidos o manipulados a su favor por estos gobiernos autoritarios.

El presidente burkinés Bleisse Compouré piensa modificar la constitución
para poder reelegirse. Son más de 27 años que está en el poder.
Es precisamente, el caso de Burkina Faso, cuyo presidente Blaisse Compaoré, lleva más de 27 años en el poder y pretende ahora presentarse a las presidenciales del año que viene para acceder a un nuevo mandato, que sería el sexto desde que en 1,987 encabezara un golpe de Estado y asesinara a su antecesor, el legendario líder revolucionario Thomas Sankara.

Sin embargo, para ello deberá recurrir a un instrumento legal y constitucional como el referéndum, para lograr la modificación de la Constitución que le permita una nueva reelección. Pero esta vez, el presidente burkinés deberá enfrentar un fuerte movimiento de oposición popular, que en numerosas manifestaciones le han hecho llegar el mensaje de la calle; que ya está bien, que el poder tiene un limite, que debe de partir de una vez y permitir la alternancia democrática.

El pasado sábado 23 de agosto, se llevó a cabo una de las más multitudinarias manifestaciones populares convocadas por los partidos de la oposición, para exigir que no se reforme el artículo 37 de la constitución, el que le impide al presidente Compaoré presentarse de nuevo a las elecciones. La oposición asegura que fueron más de 100,000 los manifestantes que marcharon ese día por las calles de Uagadugú, capital de Burkina Faso, para exigir al gobierno el respeto al actual ordenamiento electoral.

         “Una forma recurrente, en que algunos presidentes
               africanos aspiraran a perpetuarse en el poder,
      es haciendo uso de recursos legales que paradójicamente,
           les faculta el mismo régimen democrático que ellos
                                             desprecian”

Portando pancartas y banderolas los ciudadanos, en un ambiente de júbilo marcharon más de 6 kilómetros para hacer sentir su voz. Por primera vez una marcha de la oposición lograba reunir tal número de personas para plantar cara al poder. Como me lo reseñó, dos días después de la manifestación, mi amigo burkinés Salco Jesu, a través del Messenger: “Ese día no lo voy a olvidar, me siento orgulloso de mi pueblo, de su valentía, ya no tenemos miedo, tenemos que luchar hasta el final”. Salco un joven activista de derechos humanos, no podía contener su emoción: “Hemos trabajado dos semanas antes, para concientizar a la gente sobre la importancia de hacer sentir nuestra palabra, el objetivo era llegar al mayor número de personas, en especial a los jóvenes, para ello utilizamos las redes sociales, blogs, twitter y facebook”.  Y lo lograron, la manifestación de ese sábado y de las marchas de los días siguientes, estaban conformadas predominantemente por jóvenes, por la juventud burkinés.

Algo menos emotivo, pero más radical en su posición política, fue Abdoul Malick, profesor universitario y antiguo militante de la Unión por el Progreso y el Cambio -UPC- el principal partido de la oposición, cuando me hizo llegar sus comentarios por correo electrónico: “Ese día se pudo notar que el país ha cambiado, el pueblo ahora está dispuesto a luchar por sus derechos. No queremos a un presidente para toda la vida. Estamos seguros, que no solamente estamos luchando contra Compaoré, sino también contra los intereses económicos y estratégicos de Francia”. Concluyendo con algo muy cierto: “Compaoré es solo un instrumento de Francia, dentro de los intereses geopolíticos que tienen los franceses en África”.

El pueblo salió a las calles en repudio a los intentos reeleccionistas del presidente
 Compouré y revindicando la figura del líder revolucionario
Thomas Sankara.
Luego de estas dos conversaciones, puedo concluir que en Burkina Faso, si no se arriba a un verdadero y serio acuerdo pacífico entre el gobierno y la oposición para que Compaoré deje el poder, se estarían dando los ingredientes para una posible exposición social. Porque la actual “mesa de diálogo” que el gobierno ha convocado, es solo un recurso de distracción para acallar la enorme protesta social.

Y más aún teniendo en cuenta, que el gobierno no tiene las manos atadas, muy por el contrario tienen todo el poder y los recursos para organizar sus propias manifestaciones a favor del referéndum y de la reforma constitucional. Como lo dejaron en evidencia, días después de la marcha opositora, cuando convocaron a nutridas manifestaciones pro Compaoré. Como todo régimen autoritario, el gobierno burkinés a creado una base social a partir del clientelismo político, es decir, la prebenda fácil, la dadiva económica, han sido los instrumento para la formación de un caudal electoral, nada desdeñable, proveniente paradójicamente, de los sectores económicos más pobres y menos politizados del país.

                  “No solamente estamos luchando contra
               Compaoré, sino también contra los intereses
                    económicos y estratégicos de Francia”

Burkina Faso es uno de los países más pobres de África. Con una economía basada en la agricultura y la ganadería dependiendo en buena medida de la ayuda exterior. Sin embargo, su vida política ha sido agitada y albergó una de las revoluciones más emblemáticas del continente africano. La antigua Alto Volta, ex colonia francesa independizada en 1,960, tras un primer gobierno marcadamente autoritario y muy dependiente de las decisiones de Francia, le siguió una larga dictadura de 14 años (1966-1980) y una sucesión de golpes de Estado, hasta la llegada al poder en 1,983 del capitán Thomas Sankara. El llamado “Ché Guevara africano” inicia un proyecto revolucionario de corte marxista que incluyó: la nacionalización de tierras, la lucha contra la corrupción, la negativa a pagar la deuda externa, la apuesta por la educación y la promoción de la mujer, entre otras medidas.

Thomas Sankara inicia un proceso revolucionario que le cambio el
rostro a la sociedad burkinesa, pero esos cambios chocaron con
muchos intereses económicos que luego le fueron cobrados. 
Como era de esperarse, el proyecto político de Sankara tuvo que enfrentarse a poderosos enemigos, tanto dentro como fuera del país. El golpe definitivo le llegó el 15 de octubre de 1,987 de la mano, precisamente de su compañero de armas Blaisse Compaoré, capitán como Sankara y su brazo derecho, quien con el apoyo de Francia, protagoniza un alzamiento militar y ordena el asesinato del líder de la revolución, conduciendo al país hacia la restauración del antiguo régimen, siguiendo las instrucciones de los organismos financieros internacionales. La revolución de Sankara había muerto con él.

Desde entonces, Compaoré no ha dejado el poder. Tras presidir la Junta Militar que llevó las riendas del país y aprobó una nueva constitución, se izo elegir presidente, en unas amañadas elecciones en 1,991. Durante estos 27 años, en donde ha venido ganando comicios tras comicios, como me cuenta Salco Jesu desde Uagadugú: “su régimen se ha visto salpicado por constantes violaciones a los derechos humanos, como persecuciones y asesinatos a periodistas y políticos que no le eran afines, clausurando medios periodísticos y encarcelando a los principales líderes de la oposición; mientras internacionalmente, el presidente comenzaba a jugar un rol cada vez más activo en la diplomacia de la región”.

Está demostrado que Compaoré suministró armas al señor de la guerra Charles Taylor, hoy condenado a 50 años de cárcel por crímenes de guerra por la Corte Penal Internacional, durante el conflicto de Liberia, así como a los rebeldes de Sierra Leona. De igual modo, es sabido que mantuvo estrechos lazas de amistad con el dictador togolés Gnassingbé Eyadema, padre del actual presidente y con el mejor amigo y aliado de Francia en la región, el conservador presidente marfileño Félix Houphouét-Boigny. Estas amistades peligrosas no le impidieron ir adquiriendo un creciente peso como mediador en numerosos conflictos, en los que no siempre supo estar exactamente en el medio, como en el caso de Costa de Marfil en el que jugó un papel clave para el ascenso al poder de Alassane Ouattara con la complicidad de Francia y la comunidad internacional.

           “Compauré es solo un instrumento de Francia,
               dentro de los variados intereses geopolíticos
                     que tienen los franceses en África”

Más recientemente, el gobierno de Compaoré ha sido decisivo en la liberación de rehenes occidentales capturados en el Sahel y Uadagudú acogió el año pasado las negociaciones entre los grupos yihadistas, los milicianos tuaregs y el Gobierno de Mali, en el violento conflicto que se dio al norte de este país. Asimismo, el presidente burkinés ofreció sus servicios de mediador tanto a Guinea Bissau, luego del golpe de Estado en el 2012, como a la República Centroafricana, a raíz de la espiral de violencia desatada en marzo del 2013.

Los jóvenes fueron los más entusiastas participes de las protestas y marchas
pro democracia, quienes utilizaron las diversas redes sociales para
convocar a la juventud burkinesa.
Como vemos, Compaoré ha sabido estar en todos los conflictos, jugando un rol clave en la región, aunque siempre representando y defendiendo los intereses de Francia en el continente africano. Es paradójico que un líder, que está demostrando con sus acciones de gobierno, un estilo autoritario, represivo y antidemocrático, se presente ante la comunidad internacional, como un pacificador, un hábil negociador por la paz, un defensor del estado de derecho. Lo que demuestra, que está ofensiva diplomática y sus recientes  llamados al dialogo a la oposición, solamente los utiliza para lavar su imagen y poder alcanzar su objetivo de seguir usufructuando ilegalmente del poder.

           “Lo que demuestra, que está ofensiva diplomática,
              lo utiliza para lavar su imagen y poder alcanzar
      su objetivo de seguir usufructuando ilegalmente el poder”

Por otro lado y volviendo al tema central que alienta las reciente manifestaciones, el problema actual en Burkina Faso está en el artículo 37 de la Constitución, aprobada en el año 2000 bajo una fuerte presión popular, que exigía limitar los mandatos presidenciales. Entonces se decide fija que estos debían durar cinco años y que el presidente podía ser reelegido sólo una vez, es decir, dos mandatos como mucho. Al no tener carácter retroactivo, Compaoré, que ya había sido elegido en 1991 y 1998, pudo presentarse sin problema a las presidenciales del 2005 y 2010. Hasta aquí todo bien. Sin embargo, a fines del año pasado el presidente anuncia su intención de modificar el artículo 37 mediante un referéndum, lo que en realidad significaba que podía volverse a presentar.

Al frente del rechazo a la reforma del artículo 37 se ha situado la única persona que, hasta ahora faltando un año para las elecciones, representa una alternativa creíble al poder omnímodo de Compaoré, el líder opositor Zéphirin Diabré, presidente de la Unión por el Progreso y el Cambio -UPC-, de él el profesor Abdoul Malick me refiere: “Diabré tiene un origen socialdemócrata, aunque también tiene muchos intereses económicos que defender, tanto tiempo en política su figura se ha desgastado.  Ahora debe lidiar con Rock Marc Kabore del Movimiento por la Gente y el Progreso -MPP- un antiguo colaborador del presidente, que ahora está en la oposición. Creo que en la actualidad a la oposición le falta un liderazgo solido”.

Lo cierto es, que estas masivas expresiones de descontento de la mayoría de los burkineses, evidencian el hartazgo de la población a los intentos del presidente Compaoré de perpetuarse en el poder. Como me lo explicó gráficamente Salco Jesu: “Debemos continuar la lucha en todos los frentes y en todas las regiones de Burkina Faso para defender nuestra constitución y nuestra democracia. Como en un partido de futbol, le hemos sacado tarjeta roja a Compaoré, lo que significa que el juego ya terminó para él; 27 años son más que suficiente”.