sábado, 6 de diciembre de 2014

BURKINA  FASO:
LA  PRIMAVERA
FALLIDA

Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

"BLAISE FUERA" esa frase pintada en las paredes de la capital burkinesa
graficába el repudio de todo un pueblo luego de 27 años de dictadura.
Un mes después de la rebelión popular que desalojó del gobierno al ex presidente burkinés Blaise Campouré, truncando sus ambiciones de perpetuarse en el poder, las protestas en las calles están en un compas de espera en Burkina Faso. No obstante, la restauración de la democracia avanza a marcha forzada, a un ritmo en el cual no se visualiza una ruptura total con el antiguo régimen. El desenlace no está nada claro, secuela de la gravitante presencia de la antigua cúpula militar en el actual gobierno de transición

En un principio, tanto la Unión Africana, como las potencias tutelares de la región -Francia y Estados Unidos- exhortaron a la junta militar encabezada por el coronel Isaac Zida a entregar de forma rápida el control politico a los civiles, para que constituyeran un gobierno de transición creíble y poder convocar en el lapso de un año a elecciones libres y democráticas. Pero lamentablemente, la conformación del nuevo gobierno transitorio evidencia el poder real que siguen manteniendo las Fuerzas Armadas y la cúpula militar que detentaron el poder en el derrocado régimen autoritario.

Aunque las primeras medidas publicitadas por el gobierno presidido por el coronel Zida, han tenido un cierto impacto positivo entre la población, estas buscarían más un efecto distractivo. La anulación de un contrato de explotación de oro con una empresa minera; la reapertura del proceso judicial por el asesinato del líder burkinés Thomas Sankara o la solicitud de extradición del ex dictador Campouré, han dominado los titulares de la prensa del país africano en las últimas semanas, a pesar que muchas de estas noticias no tendrían resultados concretos.

      “La conformación del actual gobierno, evidencia
              el poder que siguen teniendo las FFAA
           y la cúpula militar que detentaron el poder
               en el derrocado régimen autoritario”

La decisión del gobierno de pedir la extradición de Campouré a su vecino Costa de Marfil, para ser juzgado por corrupción y por violación a los derechos humanos, sería más una medida política para consumo interno, que una real apuesta por la justicia y contra la impunidad. La designación del coronel Zida como primer ministro, ministro de Defensa y hombre fuerte del país, ha mellado la imagen y la credibilidad del gobierno de transición; por eso esta decisión efectista serviría para limpiar su imagen y legitimar su gobierno interna e internacionalmente, aunque sabe perfectamente que dicha extradición no va proceder.

Hace un mes una rebelión popular desalojó del gobierno a Blaise Campouré,
truncando sus ambiciones de perpetuarse en el poder.
Las siempre cordiales y estrechas relaciones comerciales y diplomáticas mantenidas entre el régimen marfileño y el gobierno de Campouré, harán difícil y hasta casi imposible su extradición. Por otro lado, los militares burkineses no verían con buena cara un proceso judicial contra la corrupción y la política represiva del anterior régimen, ya que estas mismas FFAA, durante los largos años de dictadura, estuvieron directamente vinculadas con estos delitos. Y sobre reabrir el caso Sankara, es darle en el gusto al pueblo burkinés, pero por el tiempo transcurrido y por la falta de información confiable, es muy difícil que se llegue a alguna conclusión judicial valedera.

Pero la cereza de este pastel mediático, es la denuncia de un acuerdo con una pequeña empresa minera canadiense para la explotación de oro. Una sonora ruptura de contrato, que estaría evidenciando más, una pugna entre transnacionales mineras, con mucha corrupción de por medio, que una impronta nacionalista de una cúpula militar que siempre defendió los intereses económicos de las transnacionales. 

Este gobierno de transición, que más parece en gobierno de “transacción”, porque las condiciones de su accionar fueron transadas con las FFAA, vive en una paradoja, por una parte mantiene la misma estructura autoritaria y poco democrática, que la une al antiguo régimen y por otra parte, aplica medidas y practicas algo democráticas, para evitar una confrontación con la sociedad civil y la necesaria aceptación de parte de la comunidad internacional.

Campouré se convirtió en pieza clave dentro de la estrategia de Francia
de dominar los recursos naturales de sus ex colonias. 
Para entender esta paradoja, habría que recordar que no era extraño que un régimen como el de Campouré virara tan fácilmente de un ciclo dictatorial a una simulación de democracia occidental, obteniendo prontamente la legitimación de la antigua metrópoli y del gobierno norteamericano. Recordemos, que partiendo de la reforma constitucional, como estrategia, logró una serie de elecciones dudosas y alianzas con un sector de la oposición creada a su medida, garantizándose una estadía de 27 años en el poder. Los brotes insurreccionales acentuados recién desde el 2011, agravaron la estabilidad del país. Sin embargo, para la Unión Europea, Burkina Faso se había convertido en un modelo estable en África, en el niño mimado de Francia en especial, principalmente por cumplir puntualmente con los paquetes de restructuración económica impuestos por los organismos multilaterales de crédito y por entregar al capital transnacional los ingentes depósitos de oro y manganeso.

         “Burkina Faso se convirtió en una pieza clave
           en el dominio francés en la región del Shael
              y Campouré en el hombre de confianza
          de las potencias neo-coloniales de la región”

Durante ese tiempo, Burkina Faso se convirtió en una pieza clave en el dominio francés en la región del Shael (con 25 millones en crisis alimentaria según la ONU), interviniendo en forma directa, bajo la mascarada diplomática, en los conflictos de Malí, Níger o Sudán. Campouré aprovechó la desestabilización regional del África occidental para convertirse en un hombre de confianza de las potencias neo-coloniales.

Un breve vistazo a la participación en la crisis de Chad, República de Guinea o Costa de Marfil revela la estrecha colaboración y la hoja de ruta seguida por la élite burkinesa en base a intereses geo-económicos de las grandes potencias. El papel jugado por el gobierno de Burkina Faso, no se limitó a la disposición diplomática o al envío de tropas, tomó parte de esa plataforma franco-estadounidense que se desplegó junto a otros gobiernos africanos escuderos de la región, para facilitar el paraguas necesario para la famosa Operación Barkhane, para excusa presentada como lucha contra el terrorismo islamista en la zona, pero que encubre la creciente militarización de África.

El coronel Isaac Zida, Primer Ministro, Ministro de Defensa y hombre
fuerte del país, encabeza la misma cúpula militar que detentó
el poder en el anterior régimen autoritario.
La rebelión popular, que tomó la Plaza de la Nación en Uagadugú, hoy llamada la Plaza de la Revolución, no puede entenderse como una simple oposición a la enmienda al artículo 37 de la Constitución (para extender el mandato presidencial), esa masiva movilización popular que venía manifestándose desde meses atrás, se convirtió en un bien organizado movimiento político plural, de rechazo al régimen autoritario imperante. Los diferentes sectores sociales que rápidamente se convocaban, vía redes sociales, para las marchas de protesta en las calles, principalmente de los segmentos juveniles y estudiantiles, vislumbraban ya una agenda más amplia de reivindicaciones, que incluía el cambio del régimen político.

          “La etiqueta de “primavera subsahariana”
          fue desatinada, al obviar las características
         propias de un país abrumado por la pobreza, 
              las seguías y la injerencia de Francia
            en sus decisiones políticas y económicas”

La etiqueta de “primavera subsahariana” o “primavera negra” que precipitadamente se le quiso asignar a la revuelta popular en Burkina Faso, fue desatinada, al obviar las características propias de este país, una nación abrumada por la pobreza extrema, los largos periodos de seguía y el control e injerencia de la antigua metrópoli en las decisiones políticas y económicas. El colapso de Campouré no significó el fin de las desigualdades, ni el renacimiento de la revolución al estilo Thomas Sankara en agosto de 1,983. 

Las potencias occidentales se han encargado de controlar el movimiento, al establecer condiciones hacia la restauración y contención al movimiento popular, en una línea en donde se degrada el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Como lo hemos anotado líneas arriba, los intereses de las grandes potencias, en especial de Francia en esta región de África, son tan importantes y estratégicos que no se van a desprender tan fácilmente de este territorio.

Por lo cual, lo que vamos a ver en Burkina Faso, en los próximos meses, a través del accionar de este gobierno de “transacción”, es la consolidación del antiguo régimen político, con pequeños espacios de libertad y participación ciudadana, una democracia tutelada por las Fuerzas Armadas, es decir un tipo de estructura de poder autoritaria, anti-democrática, alejada de la voluntad popular. Un modelo de sociedad por la cual no luchó el pueblo burkinés, cuando masiva y valientemente salió a las calles hace un mes.