BURKINA FASO:
LA PRIMAVERA
FALLIDA
Por: Javier Fernando
Miranda Prieto
"BLAISE FUERA" esa frase pintada en las paredes de la capital burkinesa graficába el repudio de todo un pueblo luego de 27 años de dictadura. |
Un mes después de la
rebelión popular que desalojó del gobierno al ex presidente burkinés Blaise
Campouré, truncando sus ambiciones de perpetuarse en el poder, las protestas en
las calles están en un compas de espera en Burkina Faso. No obstante, la
restauración de la democracia avanza a marcha forzada, a un ritmo en el cual no
se visualiza una ruptura total con el antiguo régimen. El desenlace no está
nada claro, secuela de la gravitante presencia de la antigua cúpula militar en
el actual gobierno de transición
En un principio, tanto
la Unión Africana, como las potencias tutelares de la región -Francia y Estados
Unidos- exhortaron a la junta militar encabezada por el coronel Isaac Zida a
entregar de forma rápida el control politico a los civiles, para que
constituyeran un gobierno de transición creíble y poder convocar en el lapso de
un año a elecciones libres y democráticas. Pero lamentablemente, la
conformación del nuevo gobierno transitorio evidencia el poder real que siguen
manteniendo las Fuerzas Armadas y la cúpula militar que detentaron el poder en
el derrocado régimen autoritario.
Aunque las primeras medidas
publicitadas por el gobierno presidido por el coronel Zida, han tenido un
cierto impacto positivo entre la población, estas buscarían más un efecto
distractivo. La anulación de un contrato de explotación de oro con una empresa
minera; la reapertura del proceso judicial por el asesinato del líder burkinés Thomas
Sankara o la solicitud de extradición del ex dictador Campouré, han dominado
los titulares de la prensa del país africano en las últimas semanas, a pesar
que muchas de estas noticias no tendrían resultados concretos.
“La conformación del
actual gobierno, evidencia
el poder que siguen teniendo las FFAA
y la cúpula militar que detentaron el
poder
en el derrocado régimen autoritario”
La decisión del
gobierno de pedir la extradición de Campouré a su vecino Costa de Marfil, para ser
juzgado por corrupción y por violación a los derechos humanos, sería más una
medida política para consumo interno, que una real apuesta por la justicia y
contra la impunidad. La designación del coronel Zida como primer ministro, ministro de Defensa y
hombre fuerte del país, ha mellado la imagen y la credibilidad del gobierno de
transición; por eso esta decisión efectista serviría para limpiar su imagen y legitimar
su gobierno interna e internacionalmente, aunque sabe perfectamente que dicha
extradición no va proceder.
Hace un mes una rebelión popular desalojó del gobierno a Blaise Campouré, truncando sus ambiciones de perpetuarse en el poder. |
Las siempre cordiales y
estrechas relaciones comerciales y diplomáticas mantenidas entre el régimen marfileño y el gobierno de Campouré, harán difícil y hasta casi imposible su
extradición. Por otro lado, los militares burkineses no verían con buena cara
un proceso judicial contra la corrupción y la política represiva del anterior
régimen, ya que estas mismas FFAA, durante los largos años de dictadura,
estuvieron directamente vinculadas con estos delitos. Y sobre reabrir el caso
Sankara, es darle en el gusto al pueblo burkinés, pero por el tiempo
transcurrido y por la falta de información confiable, es muy difícil que se
llegue a alguna conclusión judicial valedera.
Pero la cereza de este
pastel mediático, es la denuncia de un acuerdo con una pequeña empresa minera
canadiense para la explotación de oro. Una sonora ruptura de contrato, que
estaría evidenciando más, una pugna entre transnacionales mineras, con mucha
corrupción de por medio, que una impronta nacionalista de una cúpula militar
que siempre defendió los intereses económicos de las transnacionales.
Este gobierno de
transición, que más parece en gobierno de “transacción”, porque las condiciones
de su accionar fueron transadas con las FFAA, vive en una paradoja, por una
parte mantiene la misma estructura autoritaria y poco democrática, que la une
al antiguo régimen y por otra parte, aplica medidas y practicas algo
democráticas, para evitar una confrontación con la sociedad civil y la
necesaria aceptación de parte de la comunidad internacional.
Campouré se convirtió en pieza clave dentro de la estrategia de Francia de dominar los recursos naturales de sus ex colonias. |
Para entender esta
paradoja, habría que recordar que no era extraño que un régimen como el de
Campouré virara tan fácilmente de un ciclo dictatorial a una simulación de
democracia occidental, obteniendo prontamente la legitimación de la antigua
metrópoli y del gobierno norteamericano. Recordemos, que partiendo de la
reforma constitucional, como estrategia, logró una serie de elecciones dudosas
y alianzas con un sector de la oposición creada a su medida, garantizándose una
estadía de 27 años en el poder. Los brotes insurreccionales acentuados recién
desde el 2011, agravaron la estabilidad del país. Sin embargo, para la Unión
Europea, Burkina Faso se había convertido en un modelo estable en África, en el
niño mimado de Francia en especial, principalmente por cumplir puntualmente con
los paquetes de restructuración económica impuestos por los organismos
multilaterales de crédito y por entregar al capital transnacional los ingentes
depósitos de oro y manganeso.
“Burkina Faso se convirtió en una pieza clave
en el dominio francés en la región del Shael
y Campouré en el
hombre de confianza
de las potencias neo-coloniales de la región”
Durante ese tiempo,
Burkina Faso se convirtió en una pieza clave en el dominio francés en la región
del Shael (con 25 millones en crisis alimentaria según la ONU), interviniendo
en forma directa, bajo la mascarada diplomática, en los conflictos de Malí,
Níger o Sudán. Campouré aprovechó la desestabilización regional del África
occidental para convertirse en un hombre de confianza de las potencias
neo-coloniales.
Un breve vistazo a la
participación en la crisis de Chad, República de Guinea o Costa de Marfil
revela la estrecha colaboración y la hoja de ruta seguida por la élite
burkinesa en base a intereses geo-económicos de las grandes potencias. El papel
jugado por el gobierno de Burkina Faso, no se limitó a la disposición diplomática
o al envío de tropas, tomó parte de esa plataforma franco-estadounidense que se
desplegó junto a otros gobiernos africanos escuderos de la región, para facilitar
el paraguas necesario para la famosa Operación Barkhane, para excusa presentada
como lucha contra el terrorismo islamista en la zona, pero que encubre la
creciente militarización de África.
El coronel Isaac Zida, Primer Ministro, Ministro de Defensa y hombre fuerte del país, encabeza la misma cúpula militar que detentó el poder en el anterior régimen autoritario. |
La rebelión popular,
que tomó la Plaza de la Nación en Uagadugú, hoy llamada la Plaza de la
Revolución, no puede entenderse como una simple oposición a la enmienda al
artículo 37 de la Constitución (para extender el mandato presidencial), esa
masiva movilización popular que venía manifestándose desde meses atrás, se convirtió
en un bien organizado movimiento político plural, de rechazo al régimen
autoritario imperante. Los diferentes sectores sociales que rápidamente se
convocaban, vía redes sociales, para las marchas de protesta en las calles, principalmente
de los segmentos juveniles y estudiantiles, vislumbraban ya una agenda más
amplia de reivindicaciones, que incluía el cambio del régimen político.
“La etiqueta de “primavera
subsahariana”
fue desatinada, al
obviar las características
propias de un país abrumado
por la pobreza,
las seguías y la injerencia de Francia
en sus decisiones políticas
y económicas”
La etiqueta de “primavera
subsahariana” o “primavera negra” que precipitadamente se le quiso asignar a la
revuelta popular en Burkina Faso, fue desatinada, al obviar las características
propias de este país, una nación abrumada por la pobreza extrema, los largos
periodos de seguía y el control e injerencia de la antigua metrópoli en las decisiones
políticas y económicas. El colapso de Campouré no significó el fin de las
desigualdades, ni el renacimiento de la revolución al estilo Thomas Sankara en
agosto de 1,983.
Las potencias occidentales se han encargado de controlar el
movimiento, al establecer condiciones hacia la restauración y contención al
movimiento popular, en una línea en donde se degrada el derecho a la
autodeterminación de los pueblos. Como lo hemos anotado líneas arriba, los
intereses de las grandes potencias, en especial de Francia en esta región de África,
son tan importantes y estratégicos que no se van a desprender tan fácilmente de
este territorio.
Por lo cual, lo que
vamos a ver en Burkina Faso, en los próximos meses, a través del accionar de
este gobierno de “transacción”, es la consolidación del antiguo régimen político,
con pequeños espacios de libertad y participación ciudadana, una democracia
tutelada por las Fuerzas Armadas, es decir un tipo de estructura de poder
autoritaria, anti-democrática, alejada de la voluntad popular. Un modelo de
sociedad por la cual no luchó el pueblo burkinés, cuando masiva y valientemente
salió a las calles hace un mes.
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