miércoles, 19 de agosto de 2015

¿QUIÉN  MANDA  EN  LIBIA?

Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

En la estratégica región del Magreb, entre la revolución "continua" que se vive en Egipto, la precaria estabilidad
de Túnez y el peligro de los yihadistas enclavados en el sur de Argelia, se ubica Libia, que luego de
cuatro años, la crisis existente ha impedido constituir un gobierno estable.

En la actualidad, cuatro años después del inicio de la aventura belicista de las potencias occidentales contra el gobierno libio, cabe preguntarse, ¿Quién manda en Libia? El otrora país con los más altos estándares de vida del continente africano, la nación con los mayores recursos petrolíferos e hídricos del Magreb, ahora está sumida en una crisis total y cerca de convertirse en un “Estado fallido”, si no lo es ya.

La situación catastrófica que vive Libia, pasa por lo ocurrido en el 2,011, cuando occidente estimuló las inconformidades de algunos grupos sociales que exigían al gobierno ser reconocidos y que aceptaran sus reglamos, mediante manifestaciones tribales marcadas por un gran acento étnico-religioso. Ante estas demanda, aparentemente justas y en un contexto regional de revueltas populares, en lo que se llamó la  “primavera árabe”, las potencias occidentales y el aparato militar de la OTAN, montaron un bien planificado operativo de desestabilización política, orientado a tumbarse a regímenes adversos y hostiles, como Libia o Siria.  

No podemos olvidar, que el 17 de marzo del 2,011, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ONU, emitió la resolución 1973, que declaraba el establecimiento de una zona de exclusión aérea autorizando a los Estados miembros de la ONU el uso de “todas las medidas que sean necesarias” para proteger a la población civil de Libia, con exclusión expresa del uso de fuerzas de ocupación en cualquier lugar del territorio. Lo ocurrido después, fue otra burla más para el sacro santo Consejo de Seguridad, por cuanto la aviación de la OTAN no tardó en bombardear el territorio de esa nación árabe hasta que fue “capturado, torturado y asesinado como un perro el presidente Muhamar al Gadafi” como lo describe acertadamente el ex presidente ghanés Jerry Rawlings, en una reciente entrevista.

“En un contexto regional de revueltas populares, las potencias occidentales montaron un bien planificado operativo de desestabilización política, orientado a tumbarse a regímenes adversos y hostiles, como Libia o Siria”  

El 19 de marzo de ese año, Francia, cuyo gobierno siempre tuvo hegemonía en lo que al uso de la fuerza se refiere, lanzó contra el territorio libio, una ofensiva con 20 aviones de guerra, incluyendo los potentes cazas Rafale y una cuadrilla de Mirage 2000, entre otros. La situación de caos fue tal, que solo en los primeros cuatro meses de enfrentamientos la cifra de muertos sumó entre 10 mil y 15 mil personas, principalmente entre la población civil.

Un Estado que contaba por esos años, con las reservas de petróleo más grandes de África y la novena en el mundo y que producía 1,8 millón de barriles por día, lo que le garantizaba 63 años de reservas al ritmo de producción, ha sido llevado a precarias condiciones de inestabilidad, unido a una pobreza jamás vivida y a la falta de perspectivas para una solución que beneficie al pueblo.

Por tratarse de un petróleo liviano y por su bajo costo de producción, el gobierno libio antes de la invasión militar, concibió planes de desarrollo y mejoras económicas y sociales que la hacían acreedora a un aceptable beneficio, no obstante diferencias marcadas en algunos lugares del país. Cuando occidente logró su objetivo de tumbarse al gobierno libio, abrió las puertas de los recursos energéticos a las transnacionales petroleras extranjeras, generando entonces el peor desenlace.

Organizaciones yihadistas como Ansar Al Sharia y el ya conocido Estado
Islámico EI han expandido su nefasta influencia violentista
en esta devastada Nación.
Las diferencias sociales se acentuaron, la violencia tribal lejos de acabarse se exacerbó; en un país tradicionalmente laico y en donde la mujer había logrado alcanzar sus plenos derechos, entraron en juego diversos grupos yihadistas como Al Qaeda y el Estado Islámico, fracturándose el país y haciéndose verdaderamente ingobernable y por lo tanto inviable.

En medio de este infierno, que ha significado estos cuatro años de intensos enfrentamientos, en la actualidad dos gobiernos se disputan el poder, mientras los yacimientos petroleros, fuente de la riqueza de la Nación, están en manos europeas y norteamericas. En Libia hay dos primer ministros, dos parlamentos y dos ejércitos -al menos formales, sin contar el archipiélago de grupos armados que existen en todo el país-. Ambos luchan por imponerse desde ciudades distantes a más de 1,300 kilómetros de distancia. Uno de los gobiernos tiene su sede en Trípoli, la capital y el otro se encuentra refugiado en la ciudad de Tobruk, pero es reconocido por la comunidad internacional.

“Las diferencias sociales se acentuaron, la violencia tribal lejos de acabarse se exacerbó; en un país tradicionalmente laico, entraron en juego diversos grupos yihadistas como Al Qaeda y el Estado Islámico” 

En Tobruk radica el parlamento, que tiene su sede en un hotel. Esta entidad del poder legislativo, sin poder real, lucha por establecer desde una constitución, hasta instituciones que permitan administrar el país, aunque no controlan sus tres principales ciudades. Ahora, el gobierno de Tobruk está en la práctica acéfalo, luego de la sorpresiva renuncia, esta semana, de su primer ministro Abdulá al Thinni, por discrepancias con sus ministros, en lograr un acuerdo para que su gobierno y el de los rebeldes asentados en Trípoli compartan el poder. Un acuerdo que para muchos no tiene futuro.

La importante ciudad de Bengasi, está controlada por grupos islamistas y Misrata, la ciudad con el mayor enclave portuario es leal a las rebeldes autoridades de Trípoli, donde está instalado el gobierno rival. El gobierno de la capital lo dirige la organización Fayer Libia -Amanecer en Libia- integrada mayoritariamente por misratíes (habitantes de la ciudad de Misrata) que el año pasado instauraron el llamado “Gobierno de Salvación”, que fue una fuente de inestabilidad política.

Así las cosas, Libia está profundamente dividida, sus dos gobiernos, no solo luchan por tener más poder y así controlar el país, sino también por contar con el apoyo de las milicias armadas que han desatado la violencia. El martirio que vive Libia, tomó mayor violencia a causa de la presencia de grupos terroristas de filiación yihadista. Organizaciones como Ansar Al Sharia y el ya conocido Estado Islámico están expandiendo su nefasta influencia en esta devastada Nación.

A estas alturas, está claro que fue peor el remedio que la enfermedad. El resultado de la invasión militar de occidente, para derrocar a Gadafi, a generado un país con grandes e insalvables rivalidades, que cuestan miles de vidas humanas y destrucción. Más que fallido, Libia está cada día más cerca de ser un Estado inexistente, en donde recurrentemente surge la pregunta: ¿Quién manda en Libia?