¿QUIÉN MANDA
EN LIBIA?
Por: Javier Fernando Miranda Prieto
En la actualidad, cuatro
años después del inicio de la aventura belicista de las potencias occidentales
contra el gobierno libio, cabe preguntarse, ¿Quién manda en Libia? El otrora
país con los más altos estándares de vida del continente africano, la nación
con los mayores recursos petrolíferos e hídricos del Magreb, ahora está sumida
en una crisis total y cerca de convertirse en un “Estado fallido”, si no lo es
ya.
La situación
catastrófica que vive Libia, pasa por lo ocurrido en el 2,011, cuando occidente
estimuló las inconformidades de algunos grupos sociales que exigían al gobierno
ser reconocidos y que aceptaran sus reglamos, mediante manifestaciones tribales
marcadas por un gran acento étnico-religioso. Ante estas demanda, aparentemente
justas y en un contexto regional de revueltas populares, en lo que se llamó la “primavera árabe”, las potencias occidentales
y el aparato militar de la OTAN, montaron un bien planificado operativo de desestabilización
política, orientado a tumbarse a regímenes adversos y hostiles, como Libia o
Siria.
No podemos olvidar, que
el 17 de marzo del 2,011, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ONU,
emitió la resolución 1973, que declaraba el establecimiento de una zona de exclusión
aérea autorizando a los Estados miembros de la ONU el uso de “todas las medidas
que sean necesarias” para proteger a la población civil de Libia, con exclusión
expresa del uso de fuerzas de ocupación en cualquier lugar del territorio. Lo
ocurrido después, fue otra burla más para el sacro santo Consejo de Seguridad,
por cuanto la aviación de la OTAN no tardó en bombardear el territorio de esa
nación árabe hasta que fue “capturado, torturado y asesinado como un perro el
presidente Muhamar al Gadafi” como lo describe acertadamente el ex presidente
ghanés Jerry Rawlings, en una reciente entrevista.
“En un contexto regional de revueltas populares, las
potencias occidentales montaron un bien planificado operativo de desestabilización
política, orientado a tumbarse a regímenes adversos y hostiles, como Libia o
Siria”
El 19 de marzo de ese
año, Francia, cuyo gobierno siempre tuvo hegemonía en lo que al uso de la
fuerza se refiere, lanzó contra el territorio libio, una ofensiva con 20
aviones de guerra, incluyendo los potentes cazas Rafale y una cuadrilla de
Mirage 2000, entre otros. La situación de caos fue tal, que solo en los
primeros cuatro meses de enfrentamientos la cifra de muertos sumó entre 10 mil
y 15 mil personas, principalmente entre la población civil.
Un Estado que contaba
por esos años, con las reservas de petróleo más grandes de África y la novena
en el mundo y que producía 1,8 millón de barriles por día, lo que le
garantizaba 63 años de reservas al ritmo de producción, ha sido llevado a
precarias condiciones de inestabilidad, unido a una pobreza jamás vivida y a la
falta de perspectivas para una solución que beneficie al pueblo.
Por tratarse de un
petróleo liviano y por su bajo costo de producción, el gobierno libio antes de
la invasión militar, concibió planes de desarrollo y mejoras económicas y
sociales que la hacían acreedora a un aceptable beneficio, no obstante
diferencias marcadas en algunos lugares del país. Cuando occidente logró su
objetivo de tumbarse al gobierno libio, abrió las puertas de los recursos
energéticos a las transnacionales petroleras extranjeras, generando entonces el
peor desenlace.
Organizaciones yihadistas como Ansar Al Sharia y el ya conocido Estado Islámico EI han expandido su nefasta influencia violentista en esta devastada Nación. |
Las diferencias
sociales se acentuaron, la violencia tribal lejos de acabarse se exacerbó; en
un país tradicionalmente laico y en donde la mujer había logrado alcanzar sus
plenos derechos, entraron en juego diversos grupos yihadistas como Al Qaeda y
el Estado Islámico, fracturándose el país y haciéndose verdaderamente
ingobernable y por lo tanto inviable.
En medio de este
infierno, que ha significado estos cuatro años de intensos enfrentamientos, en
la actualidad dos gobiernos se disputan el poder, mientras los yacimientos
petroleros, fuente de la riqueza de la Nación, están en manos europeas y
norteamericas. En Libia hay dos primer ministros, dos parlamentos y dos
ejércitos -al menos formales, sin contar el archipiélago de grupos armados que
existen en todo el país-. Ambos luchan por imponerse desde ciudades distantes a
más de 1,300 kilómetros de distancia. Uno de los gobiernos tiene su sede en
Trípoli, la capital y el otro se encuentra refugiado en la ciudad de Tobruk,
pero es reconocido por la comunidad internacional.
“Las diferencias sociales se acentuaron, la violencia tribal
lejos de acabarse se exacerbó; en un país tradicionalmente laico, entraron en
juego diversos grupos yihadistas como Al Qaeda y el Estado Islámico”
En Tobruk radica el
parlamento, que tiene su sede en un hotel. Esta entidad del poder legislativo,
sin poder real, lucha por establecer desde una constitución, hasta
instituciones que permitan administrar el país, aunque no controlan sus tres
principales ciudades. Ahora, el gobierno de Tobruk está en la práctica acéfalo,
luego de la sorpresiva renuncia, esta semana, de su primer ministro Abdulá al
Thinni, por discrepancias con sus ministros, en lograr un acuerdo para que su
gobierno y el de los rebeldes asentados en Trípoli compartan el poder. Un
acuerdo que para muchos no tiene futuro.
La importante ciudad de
Bengasi, está controlada por grupos islamistas y Misrata, la ciudad con el
mayor enclave portuario es leal a las rebeldes autoridades de Trípoli, donde
está instalado el gobierno rival. El gobierno de la capital lo dirige la
organización Fayer Libia -Amanecer en Libia- integrada mayoritariamente por
misratíes (habitantes de la ciudad de Misrata) que el año pasado instauraron el
llamado “Gobierno de Salvación”, que fue una fuente de inestabilidad política.
Así las cosas, Libia
está profundamente dividida, sus dos gobiernos, no solo luchan por tener más
poder y así controlar el país, sino también por contar con el apoyo de las
milicias armadas que han desatado la violencia. El martirio que vive Libia,
tomó mayor violencia a causa de la presencia de grupos terroristas de filiación
yihadista. Organizaciones como Ansar Al Sharia y el ya conocido Estado Islámico
están expandiendo su nefasta influencia en esta devastada Nación.
A estas alturas, está
claro que fue peor el remedio que la enfermedad. El resultado de la invasión
militar de occidente, para derrocar a Gadafi, a generado un país con grandes e
insalvables rivalidades, que cuestan miles de vidas humanas y destrucción. Más
que fallido, Libia está cada día más cerca de ser un Estado inexistente, en donde
recurrentemente surge la pregunta: ¿Quién manda en Libia?