ÉBOLA: EL
OTRO VIRUS
MORTAL
OTRO VIRUS
MORTAL
Por: Javier Fernando
Miranda Prieto
El escritor francés del
siglo XVII Daniel Defoe, autor del entrañable Robinson Crusoe, escribió otro
título memorable “Diario del Año de la Peste”, el autor narra allí con angustiosa
minuciosidad, las desgracias de una peste que atacó a la ciudad de Londres en
1,665, generando en su población un cuadro espantoso de: egoísmo, discriminación,
prejuicios y racismo. Como vemos, no hemos cambiado mucho, por desgracia. Los virus
mutan más rápido que nuestras propias mentes.
Como ha ocurrido varias
veces en la historia humana, un virus -ese pérfido microorganismo que se burla
de los antibióticos- esta asustando a países enteros, a aeropuertos, a
hospitales, a ciudades, al mundo. El Ébola ha desatado una alerta de tal
magnitud que ahora el recuerdo del VIH o de la H1N1, parece un lejano y leve
recuerdo.
A partir de su amenaza,
se han hecho visibles otros males que los tuvimos latentes, pero que en la
actualidad lucen potenciados, como esa peste que afecto las conciencias de los londinenses
en el siglo XVII, el otro virus de la xenofobia, el clasismo, el racismo, el egoísmo extremo.
Pero para ese tipo de virus, lamentablemente no hay antídoto, ni cura posible.
En el primer momento de la emergencia, a pesar de sus pocos recursos los activistas de salud y los médicos de los países de la zona, gracias a su experiencia, supieron asistir a los infectados. |
Manuel Fontaine,
director regional de Unicef para el África Occidental y Central, lo dijo con
desoladora claridad a fines de octubre, cuando el virus se acercaba a las
dimensiones tenebrosas que hoy va adquiriendo: “El Ébola está convirtiendo una
reacción básica, como el consolar a un niño enfermo, en una potencial sentencia
de muerte”.
“A partir de la aparición del Ébola,
se han hecho visibles otros virus
que los tuvimos latentes: la xenofobia,
el clasismo, el racismo, el egoísmo extremo”
Su metáfora se ha hecho
realidad en los países más afectados, donde el mal avanza sobre las personas
sin piedad. Liberia es la nación más aplastada por esta epidemia, a la que el
Consejo de Seguridad de la ONU, ya ha rotulado como “una amenaza para la paz y
la seguridad mundial”. Según la OMS en la ciudad de Monrovia, capital de
Liberia, han muerto 2,300 personas.
Un reciente reportaje
de la cadena Vice News, retrata el drama sin sedantes: hospitales que rechazan
a gente que comienza a presentar los síntomas, gente tirada en la calle, sin
que nadie se le quiera acercar; enfermos que se escapan de los centros de salud
en busca de comida.
Niños, como dijo
Fontaine, a los que no se toca, de quienes sus propias familias toman distancia
por temor a contagiarse, o huérfanos abandonados, como ha relatado para el
diario madrileño El País Massimo Galleoti, un enfermero que trabaja para
Médicos Sin Fronteras -MSF- desde la ciudad de Guéckedou en Guinea. Galleoti
sigue la ruta de Mary, una niña de 13 años que ve morir a su padre, a su madre
y a sus hermanitos, todos victimas del virus. Que también se contagia, que no
quiere comer, pero que finalmente sobrevive al trance, luego de soportar días
de espanto en un centro de aislamiento, entre lagrimas y desesperanza.
Situaciones análogas se
viven en Sierra Leona, donde ciudades como Kenema han sido paralizadas por el
avance del contagio. Allí, en solo un día -el sábado 11 de octubre- como lo
reportó el diario El País, murieron 121 personas, con lo que la cantidad de
víctimas fatales en esa nación, una de las 10 más pobres del mundo, se elevó a
1,287.
En la República de
Guinea, donde se inicia el actual brote, los muertos llegan a 1,470. La
fatalidad también ha tocado a 370 médicos, enfermeras y personal asistencial
que sucumbieron cuando cumplían su deber.
La razón por la cual
estos países están ahora destrozados es evidente: se tratan de territorios
pobrísimos, que guardan aún las cicatrices de interminables guerras civiles,
que por lo tanto, tienen una infraestructura sanitaria frágil, desarmadas para
enfrentar una crisis que requiere de centros de internamiento bien equipados y
personal profesional especializado.
“La crisis del
Ébola podría significar una pérdida
de 32,600
millones de dólares para los tres países.
Por: la
disminución del comercio, la caída de los vuelos
a la zona
afectada y la mengua de la actividad turística”
Como lo señalan numerosos testimonios de cooperantes -que cumplen una labor casi heroica en la zona- un brote de estas características es soportable sólo cuando hay instalaciones, recursos y todo aquello que permite que los protocolos de prevención se cumplan a cabalidad.
Anticipándose a las
consecuencias el Banco Mundial -BM- ya ha dicho que la crisis sanitaria del
Ébola podría significar, para fines del 2015, una pérdida de 32,600 millones de
dólares para estos tres países martirizados. Es la lógica consecuencia de la disminución
del comercio, principal actividad económica de las ciudades fronterizas en
estas naciones, así como la caída de los vuelos a la zona afectada y la notable
mengua de la actividad turística.
Se avizora una catástrofe,
especialmente para Liberia, un país que sufrió dos guerras civiles
devastadoras. Una entre 1,989 y 1,996 y la otra de 1,999 al 2003. Es la zona, por
si no bastara, de los tenebrosos “diamantes de sangre”, que en este país y en
Sierra Leona justificaron la esclavización de miles de seres humanos sin importarle
su género o edad.
La situación es dramática: hospitales que rechazan a la gente que comienza a presentar los síntomas, gente tirada en la calle sin que nadie se quiera acercar. |
Las justificadas críticas
a la ONU y a su organismo dedicado a la salud mundial como la OMS, por su
burocratismo, falta de iniciativa ante la emergencia y su rigidez en la aplicación
de sus protocolos, contrastan con la meritoria actuación que han tenido las
agencias humanitarias internacionales privadas e intergubernamentales, que
desde el primer momento de la emergencia actuaron con rapidez y eficacia, sin
olvidar a los colectivos de activistas y médicos de los países de la zona, que
a pesar de sus escasos recursos, pero con su inmensa experiencia en este tipo
de enfermedades, supieron asistir a los infectados desde el primer caso
confirmado.
“El solo
hecho que haya niños sin abrazos,
gente que
no se puede tocar ni en la hora de la muerte,
implica
también una dolorosa tragedia”
Un caso a destacar es la iniciativa de Cuba, de enviar a la zona afectada 461 médicos y personal asistencial. Además, La Habana preciso que estaba dispuesta a trabajar con especialistas de cualquier país, incluyendo profesionales norteamericanos, lo que sugiere una cooperación libre de prejuicios ideológicos.
¿Esto es suficiente? No
en absoluto, durante la reunión del Consejo de Seguridad en el mes de
setiembre, en la que se emitió por unanimidad la resolución 2177, que llama a
una respuesta mundial “urgente y coordinada”, el Banco Mundial se comprometió a
movilizar 400 millones de dólares, mientras el Fondo Monetario Internacional desembolsaría
un crédito de 130 millones, está claro que ante las mortales proporciones que
esta cobrando esta epidemia, esto es realmente insuficiente.
Lo sabe perfectamente
Patrick, un niño liberiano a quien una psicóloga noruega acompaño en su paso
por un centro de aislamiento, hasta que superó la enfermedad. Tal vez, el
pequeño Patrick no tenía un perro como Excalibur, la mascota española que tanta
atención concitó en la prensa mundial. Pero estoy seguro que los niños
liberianos afectados por este cruel virus, no gozan de los cuidados, ni merecen
la atención de la prensa, como la famosa mascota madrileña. El virus de la discriminación,
el prejuicio y el racismo es tan cruel como inmortal.
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