sábado, 8 de noviembre de 2014

ÉBOLA: EL
OTRO VIRUS
MORTAL

Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

Aunque ahora ya no es el principal tema informativo en los medios internacionales, el Ébola sigue afectando a los
países de África Occidental, con 10,000 casos confirmados y más de 5,000 victimas mortales.

El escritor francés del siglo XVII Daniel Defoe, autor del entrañable Robinson Crusoe, escribió otro título memorable “Diario del Año de la Peste”, el autor narra allí con angustiosa minuciosidad, las desgracias de una peste que atacó a la ciudad de Londres en 1,665, generando en su población un cuadro espantoso de: egoísmo, discriminación, prejuicios y racismo. Como vemos, no hemos cambiado mucho, por desgracia. Los virus mutan más rápido que nuestras propias mentes.

Como ha ocurrido varias veces en la historia humana, un virus -ese pérfido microorganismo que se burla de los antibióticos- esta asustando a países enteros, a aeropuertos, a hospitales, a ciudades, al mundo. El Ébola ha desatado una alerta de tal magnitud que ahora el recuerdo del VIH o de la H1N1, parece un lejano y leve recuerdo.

A partir de su amenaza, se han hecho visibles otros males que los tuvimos latentes, pero que en la actualidad lucen potenciados, como esa peste que afecto las conciencias de los londinenses en el siglo XVII, el otro virus de la xenofobia, el clasismo, el racismo, el egoísmo extremo. Pero para ese tipo de virus, lamentablemente no hay antídoto, ni cura posible.

En el primer momento de la emergencia, a pesar de sus pocos recursos los
activistas de salud y los médicos de los países de la zona, gracias a su
experiencia, supieron asistir a los infectados.
Aunque ahora ya no es el principal tema informativo en los medios internacionales, quizás por el cansancio de los consumidores de estos medios, según la lógica perversa del mercado; el Ébola sigue siendo una grave amenaza para los países de África Occidental. En la actualidad la cifra de casos confirmados sobrepasa los 10,000 enfermos y de ellos 5,000 son víctimas mortales. Adicionalmente, esta epidemia está dejando más de 3,000 niños huérfanos. Lo cual nos demuestra, que a pesar de la agenda informativa de algunos medios, este virus sigue demostrando su virulenta crueldad.

Manuel Fontaine, director regional de Unicef para el África Occidental y Central, lo dijo con desoladora claridad a fines de octubre, cuando el virus se acercaba a las dimensiones tenebrosas que hoy va adquiriendo: “El Ébola está convirtiendo una reacción básica, como el consolar a un niño enfermo, en una potencial sentencia de muerte”.

              “A partir de la aparición del Ébola,
                 se han hecho visibles otros virus
              que los tuvimos latentes: la xenofobia,
          el clasismo, el racismo, el egoísmo extremo”


Su metáfora se ha hecho realidad en los países más afectados, donde el mal avanza sobre las personas sin piedad. Liberia es la nación más aplastada por esta epidemia, a la que el Consejo de Seguridad de la ONU, ya ha rotulado como “una amenaza para la paz y la seguridad mundial”. Según la OMS en la ciudad de Monrovia, capital de Liberia, han muerto 2,300 personas.

Un reciente reportaje de la cadena Vice News, retrata el drama sin sedantes: hospitales que rechazan a gente que comienza a presentar los síntomas, gente tirada en la calle, sin que nadie se le quiera acercar; enfermos que se escapan de los centros de salud en busca de comida.

Niños, como dijo Fontaine, a los que no se toca, de quienes sus propias familias toman distancia por temor a contagiarse, o huérfanos abandonados, como ha relatado para el diario madrileño El País Massimo Galleoti, un enfermero que trabaja para Médicos Sin Fronteras -MSF- desde la ciudad de Guéckedou en Guinea. Galleoti sigue la ruta de Mary, una niña de 13 años que ve morir a su padre, a su madre y a sus hermanitos, todos victimas del virus. Que también se contagia, que no quiere comer, pero que finalmente sobrevive al trance, luego de soportar días de espanto en un centro de aislamiento, entre lagrimas y desesperanza.

Situaciones análogas se viven en Sierra Leona, donde ciudades como Kenema han sido paralizadas por el avance del contagio. Allí, en solo un día -el sábado 11 de octubre- como lo reportó el diario El País, murieron 121 personas, con lo que la cantidad de víctimas fatales en esa nación, una de las 10 más pobres del mundo, se elevó a 1,287.

En la República de Guinea, donde se inicia el actual brote, los muertos llegan a 1,470. La fatalidad también ha tocado a 370 médicos, enfermeras y personal asistencial que sucumbieron cuando cumplían su deber.

La razón por la cual estos países están ahora destrozados es evidente: se tratan de territorios pobrísimos, que guardan aún las cicatrices de interminables guerras civiles, que por lo tanto, tienen una infraestructura sanitaria frágil, desarmadas para enfrentar una crisis que requiere de centros de internamiento bien equipados y personal profesional especializado.

         “La crisis del Ébola podría significar una pérdida
          de 32,600 millones de dólares para los tres países.
      Por: la disminución del comercio, la caída de los vuelos
      a la zona afectada y la mengua de la actividad turística”

Como lo señalan numerosos testimonios de cooperantes -que cumplen una labor casi heroica en la zona- un brote de estas características es soportable sólo cuando hay instalaciones, recursos y todo aquello que permite que los protocolos de prevención se cumplan a cabalidad.

Anticipándose a las consecuencias el Banco Mundial -BM- ya ha dicho que la crisis sanitaria del Ébola podría significar, para fines del 2015, una pérdida de 32,600 millones de dólares para estos tres países martirizados. Es la lógica consecuencia de la disminución del comercio, principal actividad económica de las ciudades fronterizas en estas naciones, así como la caída de los vuelos a la zona afectada y la notable mengua de la actividad turística.

Se avizora una catástrofe, especialmente para Liberia, un país que sufrió dos guerras civiles devastadoras. Una entre 1,989 y 1,996 y la otra de 1,999 al 2003. Es la zona, por si no bastara, de los tenebrosos “diamantes de sangre”, que en este país y en Sierra Leona justificaron la esclavización de miles de seres humanos sin importarle su género o edad.

La situación es dramática: hospitales que rechazan a la gente que comienza
a presentar los síntomas, gente tirada en la calle sin que nadie se quiera
acercar.
Tan demoledora como la pérdida de vidas humanas y la sangría económica es el impacto cultural, una dimensión que corre por el alma de la gente. El solo hecho que haya niños sin abrazos, gente que no se puede tocar, ni en el momento de la hora final -la gente en África, tiene la costumbre de tocar a los muertos- implica también una dolorosa tragedia. Un cambio radical de una conducta cultural de la población africana, que para el futuro, puede cambiar su forma de relacionarse.

Las justificadas críticas a la ONU y a su organismo dedicado a la salud mundial como la OMS, por su burocratismo, falta de iniciativa ante la emergencia y su rigidez en la aplicación de sus protocolos, contrastan con la meritoria actuación que han tenido las agencias humanitarias internacionales privadas e intergubernamentales, que desde el primer momento de la emergencia actuaron con rapidez y eficacia, sin olvidar a los colectivos de activistas y médicos de los países de la zona, que a pesar de sus escasos recursos, pero con su inmensa experiencia en este tipo de enfermedades, supieron asistir a los infectados desde el primer caso confirmado. 

              “El solo hecho que haya niños sin abrazos,
       gente que no se puede tocar ni en la hora de la muerte,
                implica también una dolorosa tragedia” 

Un caso a destacar es la iniciativa de Cuba, de enviar a la zona afectada 461 médicos y personal asistencial. Además, La Habana preciso que estaba dispuesta a trabajar con especialistas de cualquier país, incluyendo profesionales norteamericanos, lo que sugiere una cooperación libre de prejuicios ideológicos.

¿Esto es suficiente? No en absoluto, durante la reunión del Consejo de Seguridad en el mes de setiembre, en la que se emitió por unanimidad la resolución 2177, que llama a una respuesta mundial “urgente y coordinada”, el Banco Mundial se comprometió a movilizar 400 millones de dólares, mientras el Fondo Monetario Internacional desembolsaría un crédito de 130 millones, está claro que ante las mortales proporciones que esta cobrando esta epidemia, esto es realmente insuficiente.

Lo sabe perfectamente Patrick, un niño liberiano a quien una psicóloga noruega acompaño en su paso por un centro de aislamiento, hasta que superó la enfermedad. Tal vez, el pequeño Patrick no tenía un perro como Excalibur, la mascota española que tanta atención concitó en la prensa mundial. Pero estoy seguro que los niños liberianos afectados por este cruel virus, no gozan de los cuidados, ni merecen la atención de la prensa, como la famosa mascota madrileña. El virus de la discriminación, el prejuicio y el racismo es tan cruel como inmortal.





No hay comentarios:

Publicar un comentario