miércoles, 28 de agosto de 2013

ESTADOS  FALLIDOS  Y  EJERCITOS  COLAPSADOS


Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto 

Los Estados fallidos están íntimamente vinculados con la existencia de unas fuerzas armadas desestructuradas
o ejércitos colapsados.

En algunos medios de comunicación y en los análisis políticos de ciertos periodistas, se suele caracterizar, con muy poco rigor, a los países africanos como Estados fallidos, abusando de una generalización del término que lo único que genera es exageraciones, mitos y desinformación.

Para evitar equivocaciones cabria precisar, que el  Estado fallido se caracteriza por un fracaso gubernamental en el ámbito social, político y económico, caracterizándose por tener un gobierno tan débil e ineficaz, que tiene poco control sobre vastas regiones de su territorio, no provee ni puede proveer servicios básicos a su población, presentado altos niveles de corrupción y criminalidad, una frágil institucionalidad y una nociva interferencia militar en la política, lo cual generaría notables repercusiones geopolíticas. 

Esta caracterización del Estado fallido, podría tener clarísimas y graves expresiones políticas como: guerras civiles; existencia de guerrillas que disputan, con el ejército regular, el control territorial; falta de control de sus fronteras; guerras con el exterior; por lo cual podríamos concluir que el concepto de Estado fallido está íntimamente vinculado con la existencia de unas fuerzas armadas desestructuradas o ejércitos colapsados.

La entrda de la guerrilla del M 23 en la ciudad de Goma en la Republica
Democrática del Congo hizo huir  en desbandada al ejército estatal.
En el último año, África ha vivido tres experiencias traumáticas de inestabilidad política, que ilustran perfectamente el proceso de colapso de los ejércitos regulares y fatalmente la configuración de Estados fallidos en estos tres países del continente: El año pasado una revuelta armada protagonizada por independentistas Tuareg en Malí y apoyada por yihadistas expulsan del norte del país al ejército regular en muy poco tiempo, un ejército que termina dividiéndose en dos fracciones, una apoyando a un oscuro capitán del ejécito que da un golpe de estado al presidente de turno y otra fracción que responde a los intereses del gobernante destituido. Solo la intervención militar francesa, ha podido devolver el control de esa parte del país.

Desde fines del año pasado un puñado de rebeldes  del autodenominado Movimiento 23 de Mayo -M 23- ponen en jaque al ejército de la Republica Democrática del Congo en la estratégica región del este del país, entrando y saliendo de la ciudad de Goma a su antojo y haciendo huir en desbandada al ejército regular.

A principios de este año, el movimiento Seleka, que aglutina distintos grupos rebeldes de la Republica Centroafricana, se paseo por medio país en muy pocos días, ante el desconcierto y huida de las fuerzas estatales. Rebelión que terminó con un golpe de estado y el ingreso triunfal a la capital, la ciudad de Bangui, de las huestes sediciosas.

Estos tres casos, a los que podrían sumarse otros más, como Somalia, Guinea Bissau o Sudán del Sur, ilustran lo que está sucediendo en algunos paises del continente africano, donde todo apunta a un colapso de sus fuerzas armadas regulares. Aunque siempre habrá que partir, no obstante, del hecho que África es un continente y la realidad puede variar de un país a otro.

Ahora, para no generalizar ni desinformar sobre este tema, como lo advertíamos líneas arriba, habría que precisar, que únicamente la existencia de ejércitos desestructurados o desorganizados no siempre significa que estemos hablando de Estados fallidos, la falta de una buena preparación y calificación militar o la ausencia de un asesoramiento externo, podrían explicar la precariedad del ejercito. 


Entrada triunfal de efectivos del Movomiento Seleka a la capital de la
Republica Centroafricana, luego de derrotar al ejército regular.
Además, en la última clasificación realizada por la revista Global Firepower, -publicación que evalúa: la conformación, equipamiento y preparación de los ejércitos regulares del mundo, documento que se puede leer por internet- varios países africanos figuran entre los cincuenta y cinco mejores del mundo: Sudáfrica, Egipto, Argelia, Etiopía, Nigeria, Angola, Senegal y Chad, son los países más destacados en esta clasificación. Aún así, no pocos de los cincuenta y cinco Estados del continente cuentan con unas fuerzas armadas, a todas luces, deficientes. Entonces, cabria preguntar ¿Por qué?

Yendo al grano, es porque muchos Estados africanos, están recién construyendo un proyecto de sociedad y de país. Los intereses particulares suelen prevalecer sobre el bien común, con el consiguiente usufructo del aparato del Estado y muy especial, de las fuerzas armadas en pro de esos intereses individuales.

Es preciso recordar, que luego del proceso de independencia, muchos países africanos se encontraron con un doble ejército: el clásico o el ejército regular, nacido de la transferencia organizacional de las metrópolis a sus antiguas colonias; y el  popular o ejercito irregular, proveniente de las luchas locales por la emancipación, o como consecuencia de los primeros golpes de estado. Si los ejércitos clásicos se han distinguido siempre por su carácter apolítico y su papel de garantía de seguridad nacional e integridad territorial, en el África postcolonial se convertirían en meros instrumentos políticos al estilo de los ejércitos populares.

Algunos ejércitos solo defienden los intereses del gobernante de turno
y no los intereses ni la soberanía de la nación.
Desde entonces, el ejército es utilizado como medio para alcanzar el poder o mantenerse en él. El jefe de Estado de turno lo configura a su imagen y semejanza, reclutando para su guardia pretoriana, exclusivamente a gente procedente de su tribu o clan, con la consiguiente exclusión de los demás grupos étnicos o políticos que conforman el país. Es decir, los ejércitos se forman con personas de la entera confianza del líder de turno, estableciendo un ejército que sirva a sus propios intereses y no a los intereses de la nación.

De hecho, nos encontramos un ejército dentro del ejército: el núcleo duro, bien pagado y protector del jefe y los demás, que sobreviven en base al sometimiento del pueblo a través de prácticas corruptas.

Es por ello, que desde hace tiempo en varios países africanos, en los llamados Estados fallidos, se desvirtuaron las funciones fundamentales y el verdadero rol de las fuerzas armadas. La pérdida de su carácter nacional, unitario, neutral y soberano explicaría, a nuestro entender, porqué, ante cualquier incursión enemiga, como lo hemos visto en muchos casos recientes, impera la desorganización, el desbande, el “sálvese quien pueda” en la mayoría de los ejércitos y el desmoronamiento de los mismos. Poniendo en riesgo, la integridad y seguridad del Estado y lo que es más importante, poniendo en peligro la protección y tutela de su pueblo.
 

   

lunes, 26 de agosto de 2013

“¿Por qué será que hay muros tan 
    altisonantes y muros tan mudos?”


Como consecuencia del Congreso de Berlín de 1,884, convocado por el canciller Otto von Bismarck, las potencias europeas formalizaron la rapiña y el reparto de África, cuya nefasta herencia colonial se prolongan hasta la actualidad. La monarquía española oficializó entonces la ocupación de un vasto territorio desértico, ubicado en la costa nor-occidental del continente y poblado por tribus nómadas, que a partir de entonces pasó a conocerse como el Sáhara Occidental o “español”.

Los habitantes resistieron durante 91 años la ocupación y la explotación de sus recursos por parte de España y en 1973 la resistencia del pueblo saharaui creó el Frente Popular de Liberación del Sáhara o Frente Polisario, para luchar contra el ejército colonial y por la independencia del territorio saharaui.

En noviembre de 1975, cuando el dictador Francisco Franco murió, su sucesor el rey Juan Carlos de Borbón decidió retirarse de la región y repartirla entre sus dos países vecinos, a cambio de ciertos privilegios económicos: el norte correspondería  a Marruecos y el sur a Mauritania.
En febrero de 1976 el Frente Polisario proclamó la Republica Árabe Saharaui Democrática y pasó a combatir a los nuevos invasores. Varias naciones reconocieron al flamante país, que desarrollo una activa labor internacional. En 1979 Mauritania se retira del territorio saharaui invadido y firma la paz con el Frente Polisario.

El corrupto y autoritario reino de Marruecos, un viejo aliado de Estados Unidos, España, Francia e Israel en el mundo árabe, persiste en continuar ocupando y explotando los recursos minerales del pueblo del Sáhara Occidental. A principios de los años noventa, el rey marroquí aceptó la propuesta de las Naciones Unidas de realizar un plebiscito donde los saharauis escogieran entre la pertenencia a Marruecos o la autodeterminación.

Hasta la fecha el gobierno marroquí ha evadido con mil pretextos la realización de esta consulta al pueblo saharaui. Ante el mutismo internacional y la falta de interés de los medios de comunicación por la independencia del Sáhara Occidental, el pueblo saharaui sigue tercamente luchando por sus legítimos derechos soberanos de independencia en el último reducto colonialista del continente africano.

Es por ello, que en esta oportunidad les ofrecemos las reflexiones que el periodista, escritor y humanista uruguayo EDUARDO GALEANO, realizaba hace un tiempo, respecto a los muros de piedra y hormigón, pero también de los muros figurados, muros de la incomunicación y el silencio, que se alzan frente a los pueblos como el saharaui.

                                                                                     JAVIER  FERNANDO  MIRANDA  PRIETO




El brillante escritor uruguayo Eduardo Galeano reflexiona
sobre los muros del silencio que se alzan frente a los pueblos
como el saharaui.
El Muro de Berlín era la noticia de cada día. De la mañana a la noche leíamos, veíamos, escuchábamos: el Muro de la Vergüenza, el Muro de la Infamia, la Cortina de Hierro. Por fin ese muro, que merecía caer, cayó. Pero otros muros han brotado en el mundo y aunque son mucho más grandes que el de Berlín, de ellos se habla poco o nada.

Poco se habla del muro que Estados Unidos está alzando en la frontera mexicana y poco se habla del muro de Cisjordania, que perpetúa la ocupación israelí de tierras palestinas y de aquí a poco será 15 veces más largo que el muy publicitado Muro de Berlín.

Y nada, de nada se habla del Muro de Marruecos, el segundo muro más largo del mundo después de la Muralla China, que desde hace 20 años perpetúa la ocupación marroquí del Sáhara Occidental. Este muro minado de punta a punta, vigilado por miles de soldados, mide 60 veces más que el Muro de Berlín.

¿Por qué será que hay muros tan altisonantes y muros tan mudos? ¿Será por los muros de la incomunicación, que los grandes medios de comunicación construyen cada día?

En las largas costas del Sáhara Occidental residen el mayor tesoro pesquero
del Océano Atlántico.


En julio del 2004 la Corte Internacional de Justicia de la Haya sentenció que el muro de Cisjordania violaba el derecho internacional y mandó que se demoliera. Hasta ahora, Israel no se ha enterado.

En octubre de 1975, la misma Corte había dictaminado: “No se establece la existencia de vínculo alguno de soberanía entre el Sáhara Occidental y Marruecos”. Nos quedamos cortos si decimos que Marruecos fue sordo. Fue peor, al día siguiente desató la invasión, la llamada Marcha Verde y poco después se apoderó a sangre y fuego de esas vastas tierras ajenas y expulsó a la mayoría de la población. Y ahí sigue.

Mil y una resoluciones de Naciones Unidas han confirmado el legítimo derecho de autodeterminación del pueblo saharaui.

¿De qué han servido todas esas resoluciones? Se iba ser un plebiscito para que la población decidiera su destino. Para asegurarse la victoria, el monarca de Marruecos llenó de marroquí el territorio invadido. Pero al poco tiempo, ni siquiera los marroquíes fueron dignos de su confianza. Y el rey que había dicho sí, dijo que quién sabe. Y después dijo no y ahora su hijo y heredero al trono, también dice no. La negativa equivale a una confesión. Negando el derecho al voto, Marruecos confiesa que ha robado un país. ¿Lo seguiremos aceptando, como si tal cosa? ¿Aceptando que en la democracia universal los súbditos sólo podemos ejercer el derecho de obediencia?

¿De qué han servido las mil y una resoluciones de Naciones Unidas contra la ocupación israelí de los territorios palestinos? ¿Y las mil y una resoluciones contra el bloqueo de Cuba?

El viejo proverbio enseña: La hipocresía es el impuesto que el vicio paga a la virtud.

Nadie podra detener la terca lucha del pueblo saharaui por su independencia
y autodeterminación.
El patriotismo es, hoy por hoy, un privilegio de las naciones dominantes. Los países ricos lo practican cada día, pero cuando el patriotismo es practicado por las naciones dominadas, el patriotismo se hace sospechoso de populismo o de terrorismo o simplemente no merece la menor atención.

Los patriotas saharauis, que por más de 30 años luchan por recuperar su lugar en el mundo, han logrado el reconocimiento diplomático de más 82 países, pero hasta ahora Europa no a reconocido a la Republica Saharaui y España tampoco, y esto es un caso de irresponsabilidad histórica o quizás de amnesia o tal vez un caso de desamor.  Hasta hace treinta años, el Sáhara era una colonia de España y este país tenía el deber legal y moral de amparar su independencia. España sirvió en bandeja esa tierra y esa gente para que fueran devoradas por el reino de Marruecos y desde entonces el Sáhara Occidental es la última colonia del África.

Lamentablemente, los saharauis han sido una moneda de cambio, ofrecidas por empresas y países que compran a Marruecos, lo que Marruecos vende lo que no es suyo. Quizás el pueblo saharaui es culpable, por que en sus largas costas residen el mayor tesoro pesquero del Océano Atlántico y porque bajo las inmensidades de arena yace la mayor reserva mundial de fosfatos.

Los saharauis esperan, siguen esperando, están condenados a penas de angustia perpetua y de perpetua nostalgia. Los saharauis se llaman así mismo, hijos de las nubes, porque desde que tienen memoria viven persiguiendo la lluvia y desde hace más de treinta años persiguen también la justicia, que en el mundo de nuestro tiempo, parece más esquiva que el agua en el desierto.  

                                                                                EDUARDO  GALEANO






sábado, 24 de agosto de 2013

EL  LEGADO  DE  MADIBA



Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

"No hay nadie más grande que él vivo en el planeta en este momento. Y solo en su caso encontré que la persona era
mayor que la reputación"  lo dijo el Dalai Lama.


En estos tres últimos meses, a raíz de su internamiento de emergencia en un hospital de Pretoria, para tratarse una aguda infección pulmonar, de Nelson Mandela o Madiba (el nombre de su clan con el que le gusta preferentemente que lo llamen) se ha escrito y dicho mucho en la prensa internacional y mucho más se seguirá diciendo, pero de todas las descripciones que leído sobre él, la que más me ha impresionado fue la del Dalai Lama, el líder espiritual tibetano afirmó de Madiba lo siguiente:

“A menudo me encuentro con gente extraordinaria y especial, líderes espirituales, realeza, premios Nobel, presidentes, iconos mundiales. Casi siempre la reputación que les precede es algo exagerada, creando una atmósfera de grandeza a su alrededor. Cada vez que me encuentro con ellos, descubro que las personas no son tan grandes como su reputación. Preparando mi encuentro con Nelson Mandela, descubrí que su reputación era, de hecho, la más grande del mundo. No hay nadie más grande que él vivo en el planeta en este momento. Y solo en su caso encontré que la persona era mayor que la reputación.”

Así es Madiba, consecuente con sus ideales, coherente políticamente, desprendido de interés personales, tenaz con lo que cree y firme en sus convicciones, pero sobre todo profundamente humano. Mandela en la actualidad felizmente, sigue siendo la reserva moral que le queda al mundo.

El joven Nelson Mandela cursando estudios de derecho
en la ciudad de Johanesburgo.
Y es que Nelson Mandela no solo fue el primer presidente negro elegido democráticamente en Sudáfrica, reconocido como el padre y héroe nacional de su país y Premio Nobel de la Paz, sino que fue él quien logró desmantelar un régimen institucionalmente racista. Un aparato represor dirigido por una minoría blanca, que sometió, por décadas, a la inmensa mayoría de la población negra de Sudáfrica.

Para poder entender contra qué tipo de monstruo político luchó Mandela conjuntamente con el Congreso Nacional África –CNA-, organización política que él ayudara a fundar, habría que recordar que la gran mayoría de la población en Sudáfrica carecía de derechos elementales, como el derecho al sufragio, al trabajo, a la libertad individual, al libre tránsito, a la libertad de expresión, dentro de un rígido régimen de segregación racial.

La vida de la mayoría negra en Sudáfrica se caracterizaba por los elevados índices de enfermedad, hambre, desnutrición, desempleo, analfabetismo, mortalidad infantil que resultaban de la explotación y opresión a la que eran sometidos bajo el sistema del apartheid.

Son innumerables las matanzas o asesinatos en masa, que cometían las fuerzas policiales y militares racistas contra la población negra, por el único delito de rebelarse contra el régimen segregacionista. La tarde del 21 de marzo de 1960 en la provincia de Transvaal, la policía sudafricana abrió fuego contra una manifestación que protestaba contra el apartheid. Murieron más de 70 personas, muchas de ellas mujeres y niños y unas 180 resultaron heridas. Todos eran negros. Luego de la masacre el gobierno racista declaró el estado de emergencia y detuvo a unas 12,000 personas, entre ellas a Nelson Mandela, era su primera detención como activista político.

En 1963 es arrestado y condenado a cadena perpetua
en la prisión de Robben Island.
Fue contra esa brutal e inhumana injusticia política, social y económica que luchó Madiba y los líderes del CNA, haciendo uso de todas las armas posibles, sí de todos los instrumentos y armas legales y no legales que sirvieran para destruir este sistema político perverso, que en pleno siglo veinte, era permitido o tolerado alegremente por las grandes potencias mundiales.

Se sabía, que al margen de los discursos políticos contra el apartheid, que no eran otra cosa que hipocresía diplomática, países como los Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania e Israel, con mucho menos pudor, hacían negocios y comercializaban con la racista Sudáfrica.  
Es por ello que Madiba no solo tuvo que hacer frente al apartheid dentro de su país, sino que también luchó contra el silencio y la complicidad de muchos países en el exterior.

Inclusive fue considerado terrorista porque dirigió el comando Umkohonto WeSzwe (Lanza de la Nación), el legítimo brazo armado del Congreso Nacional Africano, hecho por el que fue arrestado y condenado a prisión en 1963.

Sin embargo, en la prisión de máxima seguridad de Robben Island condenado a cadena perpetua, junto con la alta dirección del CNA, no pudieron doblegar sus principios y convicciones políticas, a pesar de haber sufrido lo indecible, como lo hubiera hecho cualquier ser humano, no solo por la falta de libertad y el maltrato, sino por la brutal separación de su esposa e hijas.

Histórica foto de la liberación de Nelson Mandela en febrero de 1990.  Luego de casi 30 años de encierro su actitud
y fuerza interior lo salvaron.

Sus carceleros quisieron doblegar su espíritu, pero fue justo lo contrario. Su actitud y fuerza interior lo salvaron. Pasó de ser detestado a ser admirado. Desposeído de todo, le quedaba la dignidad y esa nunca la perdió. Y con el tiempo Madiba se convirtió en el interlocutor necesario con un gobierno racista que se venía abajo, la crisis económica, el fin de la guerra fría, el repudio internacional, convencieron a la dirigencia política sudafricana que había que poner fin al apartheid. Fue en la cárcel donde Mandela se convirtió en un símbolo.

Después de su liberación en febrero de 1990, comienza las conversaciones directas con el gobierno sudafricano y el desmontaje del régimen segregacionista, en 1993 recibe el Premio Nobel de la Paz y en 1994 se convirtió en el primer presidente negro de Sudáfrica.

Madiba dejó de ser  un líder de Sudáfrica para convertirse en un
paradigma mundial.
Durante su gobierno –de 1994 a 1999- su discurso y acción fue de reconciliación, justicia social, libertades plenas y paz. La democracia iniciada por Mandela se construyó sobre la firme creencia de que una sociedad no puede vivir del odio y del rencor, pero tampoco sin arrepentimiento, sanción a los culpables y perdón, ideales reflejados en la labor de la Comisión de la Verdad y Reconciliación de Sudáfrica, inspirada por Mandela y presidida por el arzobispo y también Premio Nobel de la Paz Desmond Tutu, institución que sirvió de ejemplo a otras Comisiones de la Verdad en todo el mundo.

Algunos dirán que el legado más importante de Madiba, es su lucha permanente, su gobierno de transición preocupado por la reconciliación; otros enfatizarán su humildad al dejar todo cargo político para pasar al retiro en su aldea familiar.

Sin embargo, Mandela es mucho más que eso. Dejó de ser un líder de Sudáfrica para convertirse en un paradigma mundial, porque es un hombre que luchó por valores universales, más allá de los idiomas, religiones, creencias políticas e ideologías. Desde cualquier pueblo del planeta podemos entender su mensaje porque tenemos las mismas aspiraciones: vivir en un mundo con equidad, tolerancia y respeto para todos.


miércoles, 21 de agosto de 2013

LA  ECONOMIA  AFRICANA  ALZA  VUELA

Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

En la actualidad soplan buenos vientos en el África, los cuales hacen alzar vuelo a la economía africana

Las regiones del mundo están asociadas a imágenes mentales que aparecen en nuestra memoria al escuchar el nombre de un lugar del planeta. Si se habla de Europa se tiende a pensar en ciudades turísticas y con mucha historia. Cuando intentamos imaginar Centroamérica o el Caribe vienen a nuestra mente playas exóticas con atardeceres de fotografía. Pero en la actualidad, ¿Qué escenario imaginamos al pensar en África?

Suele ser una imagen que trasmite la sensación de pobreza extrema y subdesarrollo. Lo primero que viene a nuestra mente son imágenes de niños famélicos, aldeas pérdidas en las sabanas sin agua ni luz, interminables guerras civiles sangrientas o  hacinados campos de refugiados. Esta imagen mental no es equivocada, ya que África es la región del mundo con más pobreza y problemas de desarrollo, pero puede que, dentro de algunos años, tengamos que cambiar nuestra visión del continente africano.

Uno de los éxitos económicos más importante de la última década ha tenido lugar en África. Este continente ha sido una de las regiones del planeta, que mejor y más rápido se ha recuperado de la recesión económica global del periodo 2008-2013. Este crecimiento sostenido en torno al 6% anual durante la pasada década, ha hecho del África el tercer mayor contribuyente al crecimiento mundial tras China e India.

Según el último Informe Semestral correspondiente al año 2013, elaborado por el Fondo Monetario Internacional –FMI- en los próximos años, es probable que pertenezcan a África siete de las diez economías que crezcan más rápido en el mundo. Como se señala en el cuadro siguiente, aparecido en la revista The Economist del mes de junio:


La previsión para este año, que hace el FMI en su informe, es que prácticamente todos los países africanos crecerán económicamente a ritmos muy superiores a los de occidente. Ante estas buenas cifras económicas, las empresas e inversionistas internacionales se verán atraídos hacia África para explotar el riquísimo potencial de recursos –energéticos, pesqueros, agrícolas, turísticos- que posee la región.

Como señalábamos, en una entrada anterior en este mismo blog (Una Aproximación a la Economía Africana: Crecimiento o Desarrollo) si las mejoras en los indicadores macroeconómicos –PBI, reservas internacionales, superávit fiscal, inversión extranjera directa- que presentan los países africanos, no van acompañadas de logros tangibles en el mejoramiento de las condiciones de vida de los propios africanos, este continente no estará enrumbándose hacia un  verdadero desarrollo. 

Aunque se tiende a pensar lo contrario, en África el crecimiento económico, está siendo acompañado por un desarrollo social muy importante. Es cierto que aun hay muchos problemas que solucionar, pero en un continente de más de mil trescientos millones de personas, se debe tener paciencia.

Los datos económicos, que confirman los informes de los organismos internacionales, apuntan a que las mejoras, además de económicas, son también a nivel de desarrollo humano. Por ejemplo, de los veinte países africanos que llevan un seguimiento de los estándares de vida a nivel nacional, dieciséis de ellos han registrado importantes descensos en la tasa de mortalidad infantil, a una velocidad notable.


El grafico de la derecha representa el cambio porcentual anual de la tasa de mortalidad infantil por cada 1,000 nacimientos en un periodo de 5 años desde el 2005. Además de la drástica reducción de la mortalidad infantil, verificada con estas estadísticas, la pobreza extrema también ha descendido de forma importante en el África.

Que la calidad de vida ha aumentado a la par del crecimiento económico se observa también en el fuerte ascenso de la clase media, que implica la salida de la pobreza de mucha gente. Es decir, las mejoras económicas no solo están beneficiando únicamente a una élite social, la cual tradicionalmente detentó el poder económico, si no que se están orientando fundamentalmente a la gran masa de la población.

Aun así, es cierto que sigue habiendo países en África en los que la calidad de vida y la salud no han mejorado a la par de las tasas de crecimiento económico, pero en esos casos priman otros factores más estructurales –fragilidad institucional, fuertes rivalidades étnicas-religiosas, desarticulación territorial- características que hacen de estos países, estados fallidos como los conocidos casos de Somalía, Guinea Bissau, Republica Centroafricana o Togo, sociedades que por sus caracteristicas, les resultan más difícil salir del subdesarrollo.

Pero volviendo a lo positivo que nos ofrece en la actualidad la economía africana, este panorama se sustenta: en un crecimiento económico sostenido, finanzas públicas sensatas, intercambios crecientes con países emergentes, más comercio regional, incremento de las remesas desde extranjero, floreciente clase media, urbanización acelerada, un mejor y más democrático entorno político.

Aspectos importantes, de los cuales habria que destacar algunos de ellos: 
en la actualidad hay más de 300 millones de africanos viviendo fuera de sus países de origen y contribuyen cada año con cerca de 60,000 millones de dólares en remesas al bienestar de sus familias y comunidades.

Estas remesas son la mayor fuente de capital extranjero del continente después de las inversiones extranjeras directas. Hay estudios que demuestran que las compras de tierra, la construcción de viviendas, la puesta en marcha de un negocio, son los usos principales que se dan a estas remesas. Representan el 36% de la inversión total en Burkina Faso, el 55% en Kenia, el 57% en Nigeria, el 15% en Senegal y el 20% en Uganda. Sin olvidar que la inversión en educación se convirtió en el segundo receptor de las remesas en Nigeria y Uganda y el tercero en países como Burkina Faso y Kenia.

Además, según el Banco de Desarrollo del África -BDA-, cerca del 30% de la población del continente africano se le considera clase media, es decir, ese sector social que puede gastar entre 8 y 20 dólares al día, se ha expandido a más de 315 millones de personas en el continente africano, algo impensable en el África, apenas un par de décadas.

Adicionalmente, el sostenido incremento del PBI, en la mayoría de los países del continente, ha ido acompañado de una diversificación de los productos de exportación, desde hace una década, el África abierto una vasta canasta exportable para sus socios comerciales. Como se grafica en el siguiente cuadro:


Como vemos, estos grandes logros económicos servirán para cambiar la imagen mental que se tiene del continente africano. Desde ahora, al escuchar el nombre del África, se pensará en grandes ciudades pobladas por ciudadanos de clase media y en una mayor población de hombres y mujeres que aspiran a un futuro mejor para ellos y sus hijos.

Ya no se pensara en niños famélicos, en aldeas sin servicios pérdidas en la sabana o en las sangrientas guerrillas. Pero eso no querrá decir que estas realidades dejen de existir en algunos lugares del continente. África seguirá teniendo muchos problemas y éstos no se podrán esconder detrás de los rascacielos o de luminosos avisos publicitarios.

Como vemos, en la actualidad soplan buenos vientos en el continente africano, aires refrescantes que están haciendo alzar vuelo a la economía africana.