lunes, 26 de agosto de 2013

“¿Por qué será que hay muros tan 
    altisonantes y muros tan mudos?”


Como consecuencia del Congreso de Berlín de 1,884, convocado por el canciller Otto von Bismarck, las potencias europeas formalizaron la rapiña y el reparto de África, cuya nefasta herencia colonial se prolongan hasta la actualidad. La monarquía española oficializó entonces la ocupación de un vasto territorio desértico, ubicado en la costa nor-occidental del continente y poblado por tribus nómadas, que a partir de entonces pasó a conocerse como el Sáhara Occidental o “español”.

Los habitantes resistieron durante 91 años la ocupación y la explotación de sus recursos por parte de España y en 1973 la resistencia del pueblo saharaui creó el Frente Popular de Liberación del Sáhara o Frente Polisario, para luchar contra el ejército colonial y por la independencia del territorio saharaui.

En noviembre de 1975, cuando el dictador Francisco Franco murió, su sucesor el rey Juan Carlos de Borbón decidió retirarse de la región y repartirla entre sus dos países vecinos, a cambio de ciertos privilegios económicos: el norte correspondería  a Marruecos y el sur a Mauritania.
En febrero de 1976 el Frente Polisario proclamó la Republica Árabe Saharaui Democrática y pasó a combatir a los nuevos invasores. Varias naciones reconocieron al flamante país, que desarrollo una activa labor internacional. En 1979 Mauritania se retira del territorio saharaui invadido y firma la paz con el Frente Polisario.

El corrupto y autoritario reino de Marruecos, un viejo aliado de Estados Unidos, España, Francia e Israel en el mundo árabe, persiste en continuar ocupando y explotando los recursos minerales del pueblo del Sáhara Occidental. A principios de los años noventa, el rey marroquí aceptó la propuesta de las Naciones Unidas de realizar un plebiscito donde los saharauis escogieran entre la pertenencia a Marruecos o la autodeterminación.

Hasta la fecha el gobierno marroquí ha evadido con mil pretextos la realización de esta consulta al pueblo saharaui. Ante el mutismo internacional y la falta de interés de los medios de comunicación por la independencia del Sáhara Occidental, el pueblo saharaui sigue tercamente luchando por sus legítimos derechos soberanos de independencia en el último reducto colonialista del continente africano.

Es por ello, que en esta oportunidad les ofrecemos las reflexiones que el periodista, escritor y humanista uruguayo EDUARDO GALEANO, realizaba hace un tiempo, respecto a los muros de piedra y hormigón, pero también de los muros figurados, muros de la incomunicación y el silencio, que se alzan frente a los pueblos como el saharaui.

                                                                                     JAVIER  FERNANDO  MIRANDA  PRIETO




El brillante escritor uruguayo Eduardo Galeano reflexiona
sobre los muros del silencio que se alzan frente a los pueblos
como el saharaui.
El Muro de Berlín era la noticia de cada día. De la mañana a la noche leíamos, veíamos, escuchábamos: el Muro de la Vergüenza, el Muro de la Infamia, la Cortina de Hierro. Por fin ese muro, que merecía caer, cayó. Pero otros muros han brotado en el mundo y aunque son mucho más grandes que el de Berlín, de ellos se habla poco o nada.

Poco se habla del muro que Estados Unidos está alzando en la frontera mexicana y poco se habla del muro de Cisjordania, que perpetúa la ocupación israelí de tierras palestinas y de aquí a poco será 15 veces más largo que el muy publicitado Muro de Berlín.

Y nada, de nada se habla del Muro de Marruecos, el segundo muro más largo del mundo después de la Muralla China, que desde hace 20 años perpetúa la ocupación marroquí del Sáhara Occidental. Este muro minado de punta a punta, vigilado por miles de soldados, mide 60 veces más que el Muro de Berlín.

¿Por qué será que hay muros tan altisonantes y muros tan mudos? ¿Será por los muros de la incomunicación, que los grandes medios de comunicación construyen cada día?

En las largas costas del Sáhara Occidental residen el mayor tesoro pesquero
del Océano Atlántico.


En julio del 2004 la Corte Internacional de Justicia de la Haya sentenció que el muro de Cisjordania violaba el derecho internacional y mandó que se demoliera. Hasta ahora, Israel no se ha enterado.

En octubre de 1975, la misma Corte había dictaminado: “No se establece la existencia de vínculo alguno de soberanía entre el Sáhara Occidental y Marruecos”. Nos quedamos cortos si decimos que Marruecos fue sordo. Fue peor, al día siguiente desató la invasión, la llamada Marcha Verde y poco después se apoderó a sangre y fuego de esas vastas tierras ajenas y expulsó a la mayoría de la población. Y ahí sigue.

Mil y una resoluciones de Naciones Unidas han confirmado el legítimo derecho de autodeterminación del pueblo saharaui.

¿De qué han servido todas esas resoluciones? Se iba ser un plebiscito para que la población decidiera su destino. Para asegurarse la victoria, el monarca de Marruecos llenó de marroquí el territorio invadido. Pero al poco tiempo, ni siquiera los marroquíes fueron dignos de su confianza. Y el rey que había dicho sí, dijo que quién sabe. Y después dijo no y ahora su hijo y heredero al trono, también dice no. La negativa equivale a una confesión. Negando el derecho al voto, Marruecos confiesa que ha robado un país. ¿Lo seguiremos aceptando, como si tal cosa? ¿Aceptando que en la democracia universal los súbditos sólo podemos ejercer el derecho de obediencia?

¿De qué han servido las mil y una resoluciones de Naciones Unidas contra la ocupación israelí de los territorios palestinos? ¿Y las mil y una resoluciones contra el bloqueo de Cuba?

El viejo proverbio enseña: La hipocresía es el impuesto que el vicio paga a la virtud.

Nadie podra detener la terca lucha del pueblo saharaui por su independencia
y autodeterminación.
El patriotismo es, hoy por hoy, un privilegio de las naciones dominantes. Los países ricos lo practican cada día, pero cuando el patriotismo es practicado por las naciones dominadas, el patriotismo se hace sospechoso de populismo o de terrorismo o simplemente no merece la menor atención.

Los patriotas saharauis, que por más de 30 años luchan por recuperar su lugar en el mundo, han logrado el reconocimiento diplomático de más 82 países, pero hasta ahora Europa no a reconocido a la Republica Saharaui y España tampoco, y esto es un caso de irresponsabilidad histórica o quizás de amnesia o tal vez un caso de desamor.  Hasta hace treinta años, el Sáhara era una colonia de España y este país tenía el deber legal y moral de amparar su independencia. España sirvió en bandeja esa tierra y esa gente para que fueran devoradas por el reino de Marruecos y desde entonces el Sáhara Occidental es la última colonia del África.

Lamentablemente, los saharauis han sido una moneda de cambio, ofrecidas por empresas y países que compran a Marruecos, lo que Marruecos vende lo que no es suyo. Quizás el pueblo saharaui es culpable, por que en sus largas costas residen el mayor tesoro pesquero del Océano Atlántico y porque bajo las inmensidades de arena yace la mayor reserva mundial de fosfatos.

Los saharauis esperan, siguen esperando, están condenados a penas de angustia perpetua y de perpetua nostalgia. Los saharauis se llaman así mismo, hijos de las nubes, porque desde que tienen memoria viven persiguiendo la lluvia y desde hace más de treinta años persiguen también la justicia, que en el mundo de nuestro tiempo, parece más esquiva que el agua en el desierto.  

                                                                                EDUARDO  GALEANO






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