sábado, 24 de agosto de 2013

EL  LEGADO  DE  MADIBA



Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

"No hay nadie más grande que él vivo en el planeta en este momento. Y solo en su caso encontré que la persona era
mayor que la reputación"  lo dijo el Dalai Lama.


En estos tres últimos meses, a raíz de su internamiento de emergencia en un hospital de Pretoria, para tratarse una aguda infección pulmonar, de Nelson Mandela o Madiba (el nombre de su clan con el que le gusta preferentemente que lo llamen) se ha escrito y dicho mucho en la prensa internacional y mucho más se seguirá diciendo, pero de todas las descripciones que leído sobre él, la que más me ha impresionado fue la del Dalai Lama, el líder espiritual tibetano afirmó de Madiba lo siguiente:

“A menudo me encuentro con gente extraordinaria y especial, líderes espirituales, realeza, premios Nobel, presidentes, iconos mundiales. Casi siempre la reputación que les precede es algo exagerada, creando una atmósfera de grandeza a su alrededor. Cada vez que me encuentro con ellos, descubro que las personas no son tan grandes como su reputación. Preparando mi encuentro con Nelson Mandela, descubrí que su reputación era, de hecho, la más grande del mundo. No hay nadie más grande que él vivo en el planeta en este momento. Y solo en su caso encontré que la persona era mayor que la reputación.”

Así es Madiba, consecuente con sus ideales, coherente políticamente, desprendido de interés personales, tenaz con lo que cree y firme en sus convicciones, pero sobre todo profundamente humano. Mandela en la actualidad felizmente, sigue siendo la reserva moral que le queda al mundo.

El joven Nelson Mandela cursando estudios de derecho
en la ciudad de Johanesburgo.
Y es que Nelson Mandela no solo fue el primer presidente negro elegido democráticamente en Sudáfrica, reconocido como el padre y héroe nacional de su país y Premio Nobel de la Paz, sino que fue él quien logró desmantelar un régimen institucionalmente racista. Un aparato represor dirigido por una minoría blanca, que sometió, por décadas, a la inmensa mayoría de la población negra de Sudáfrica.

Para poder entender contra qué tipo de monstruo político luchó Mandela conjuntamente con el Congreso Nacional África –CNA-, organización política que él ayudara a fundar, habría que recordar que la gran mayoría de la población en Sudáfrica carecía de derechos elementales, como el derecho al sufragio, al trabajo, a la libertad individual, al libre tránsito, a la libertad de expresión, dentro de un rígido régimen de segregación racial.

La vida de la mayoría negra en Sudáfrica se caracterizaba por los elevados índices de enfermedad, hambre, desnutrición, desempleo, analfabetismo, mortalidad infantil que resultaban de la explotación y opresión a la que eran sometidos bajo el sistema del apartheid.

Son innumerables las matanzas o asesinatos en masa, que cometían las fuerzas policiales y militares racistas contra la población negra, por el único delito de rebelarse contra el régimen segregacionista. La tarde del 21 de marzo de 1960 en la provincia de Transvaal, la policía sudafricana abrió fuego contra una manifestación que protestaba contra el apartheid. Murieron más de 70 personas, muchas de ellas mujeres y niños y unas 180 resultaron heridas. Todos eran negros. Luego de la masacre el gobierno racista declaró el estado de emergencia y detuvo a unas 12,000 personas, entre ellas a Nelson Mandela, era su primera detención como activista político.

En 1963 es arrestado y condenado a cadena perpetua
en la prisión de Robben Island.
Fue contra esa brutal e inhumana injusticia política, social y económica que luchó Madiba y los líderes del CNA, haciendo uso de todas las armas posibles, sí de todos los instrumentos y armas legales y no legales que sirvieran para destruir este sistema político perverso, que en pleno siglo veinte, era permitido o tolerado alegremente por las grandes potencias mundiales.

Se sabía, que al margen de los discursos políticos contra el apartheid, que no eran otra cosa que hipocresía diplomática, países como los Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania e Israel, con mucho menos pudor, hacían negocios y comercializaban con la racista Sudáfrica.  
Es por ello que Madiba no solo tuvo que hacer frente al apartheid dentro de su país, sino que también luchó contra el silencio y la complicidad de muchos países en el exterior.

Inclusive fue considerado terrorista porque dirigió el comando Umkohonto WeSzwe (Lanza de la Nación), el legítimo brazo armado del Congreso Nacional Africano, hecho por el que fue arrestado y condenado a prisión en 1963.

Sin embargo, en la prisión de máxima seguridad de Robben Island condenado a cadena perpetua, junto con la alta dirección del CNA, no pudieron doblegar sus principios y convicciones políticas, a pesar de haber sufrido lo indecible, como lo hubiera hecho cualquier ser humano, no solo por la falta de libertad y el maltrato, sino por la brutal separación de su esposa e hijas.

Histórica foto de la liberación de Nelson Mandela en febrero de 1990.  Luego de casi 30 años de encierro su actitud
y fuerza interior lo salvaron.

Sus carceleros quisieron doblegar su espíritu, pero fue justo lo contrario. Su actitud y fuerza interior lo salvaron. Pasó de ser detestado a ser admirado. Desposeído de todo, le quedaba la dignidad y esa nunca la perdió. Y con el tiempo Madiba se convirtió en el interlocutor necesario con un gobierno racista que se venía abajo, la crisis económica, el fin de la guerra fría, el repudio internacional, convencieron a la dirigencia política sudafricana que había que poner fin al apartheid. Fue en la cárcel donde Mandela se convirtió en un símbolo.

Después de su liberación en febrero de 1990, comienza las conversaciones directas con el gobierno sudafricano y el desmontaje del régimen segregacionista, en 1993 recibe el Premio Nobel de la Paz y en 1994 se convirtió en el primer presidente negro de Sudáfrica.

Madiba dejó de ser  un líder de Sudáfrica para convertirse en un
paradigma mundial.
Durante su gobierno –de 1994 a 1999- su discurso y acción fue de reconciliación, justicia social, libertades plenas y paz. La democracia iniciada por Mandela se construyó sobre la firme creencia de que una sociedad no puede vivir del odio y del rencor, pero tampoco sin arrepentimiento, sanción a los culpables y perdón, ideales reflejados en la labor de la Comisión de la Verdad y Reconciliación de Sudáfrica, inspirada por Mandela y presidida por el arzobispo y también Premio Nobel de la Paz Desmond Tutu, institución que sirvió de ejemplo a otras Comisiones de la Verdad en todo el mundo.

Algunos dirán que el legado más importante de Madiba, es su lucha permanente, su gobierno de transición preocupado por la reconciliación; otros enfatizarán su humildad al dejar todo cargo político para pasar al retiro en su aldea familiar.

Sin embargo, Mandela es mucho más que eso. Dejó de ser un líder de Sudáfrica para convertirse en un paradigma mundial, porque es un hombre que luchó por valores universales, más allá de los idiomas, religiones, creencias políticas e ideologías. Desde cualquier pueblo del planeta podemos entender su mensaje porque tenemos las mismas aspiraciones: vivir en un mundo con equidad, tolerancia y respeto para todos.


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