lunes, 30 de junio de 2014

¿POR QUÉ EXISTEN  
  TANTAS GUERRAS
  EN ÁFRICA?

El tipo de conflictos armados que se libran hoy en estos países, tienen que más con un
"bandolerismo oportunista", que con una guerra propiamente dicha. 

Hace algunas semanas se ha publicado en Londres, el llamado Índice Global de la Paz -GPI según sus siglas en ingles- correspondiente al último año, una clasificación en que se analizan hechos y tendencias vinculadas a guerras o conflictos armados en 162 países del mundo. Según esta categorización, el continente africano es la región del planeta que alberga el mayor número de conflictos armados en la actualidad.

Países como; Somalia, República Democrática del Congo, Sudán del Sur, República Centroafricana se ubican, según este informe, entre las naciones con mayor índice de violencia. Ante esta constatación, cabria preguntarse: ¿Por qué existen tantas guerras en África? Las respuestas más frecuentes a esta interrogante podrían ser: por la nefasta herencia colonial; por la falta de instituciones solidas en estos países, que ocasionan golpes de Estado; por la injusta distribución de los ingresos o por los rezagos de la guerra fría. Si bien es cierto estas respuestas nos podrían sirven para explicar muy bien las causas generadoras de estos conflictos armados; para mí existiría adicionalmente un motivo muy puntual que podría develar el origen de las actuales guerras africanas.

Seamos directos en este tema, existen en la actualidad en África guerras interminables, que en la mayoría de los casos no son propiamente guerras, en el sentido estricto de la palabra, ni tampoco cumplen con lo que tradicionalmente se ha considerado como tal. A diferencia de otros conflictos armados que ha padecido el continente africano –como las guerras de independencia, la guerra civil en Biafra, las revueltas armadas de los Tuareg en Malí, las guerras fronterizas entre Etiopía y Somalía o Eritrea y Etiopía- los combatientes de los actuales conflictos africanos no tienen ideologías claras, ni objetivos definidos, ni reivindicaciones establecidas. No les interesa realmente la toma del poder, ni mucho menos cambiar el estado de las cosas en sus países. Únicamente quieren robar y traficar con los recursos naturales de las zonas donde operan.


Campo de entrenamiento del M 23 rebeldes que asolaron la región este
de la República Democrática del Congo -RDC-. 
Estos supuestos combatientes, son aventureros que buscan crear una zona liberada y medrar de las riquezas naturales del lugar y si es con el apoyo de alguna potencia extranjera o una empresa transnacional mucho mejor. Prueba de ello, es que estos rebeldes prefieren actuar en selvas de difícil acceso. Las montañas y las aldeas alejadas les ofrecen el cobijo y les permiten cometer sus crímenes y asaltos, lejos del poder del Estado y del accionar de los ejércitos regulares. Pero estas lejanas junglas deben de estar próximas a yacimientos de minerales como: oro, piedras preciosas, cobre, cóltan -preciado mineral que se usa en toda la industria de equipos móviles- o cerca de pozos o campamentos petroleros. Estos grupos armados nunca suelen operar en zonas sin recursos naturales. 

             “El tipo de guerras que se libran hoy
                en África, tienen que ver más bien
          con un bandolerismo oportunista que con
                  una guerra propiamente dicha”

Por otra parte, no tienen la mínima intención de buscar seguidores o apoyos populares para sus reivindicaciones, demandas que por supuesto no existen, constituyendo un terror para el pueblo que supuestamente defienden. Su búsqueda de apoyo se limita al rapto de niños, para enrolarlos a la fuerza en sus organizaciones violentistas, enseñándoles a empuñar las armas y a matar.

Es por ello, que el tipo de guerras que se libran hoy en la mayor parte de los países africanos, en especial del África subsahariana, tienen que ver más bien con un "bandolerismo oportunista" que con una guerra propiamente dicha. Es el caso de la República Democrática del Congo -RDC- la cual ha sido escenario, desde hace dos décadas, de una violencia descarnada, originada por grupos armados de diferente procedencia, que operaban cerca de los yacimientos de oro y coltan en la región de Kivu; grupos armados que reciben el apoyo directo de las vecinas Ruanda y Uganda, así como de empresas mineras transnacionales europeas y norteamericanas.

Milicias anti balakas en la República Centroafricana, un conflicto
inter étnico que encubre las ambiciones por el control de las zonas petroleras.
Otro caso de aventurerismo armado, es el se da en la República Centroafricana, país que se ve asolado por bandas que se disputan el control de las zonas próximas a los campamentos de extracción de cobre y oro que recurrentemente tienen enfrentamientos con los efectivos de las Misiones Internacionales o con el reducido ejército regular de ese país. Estas bandas armadas centroafricanas, operan bajo el barniz de reivindicaciones confesionales. Los balakas (machetes), antiguos miembros del grupo Seleka, musulmanes radicales y los anti-balakas, de confesión cristiana, se han convertido en simples asesinos y sicarios a sueldo, que buscan el apoyo económico de las empresas que explotan las reservas minerales de estas zonas o en caso contrario, ellos mismos se adueñan de esos recursos y los ofrecen al mejor postor. 


En la República de Sudán del Sur, que desde el año 2013 sufre una encarnizada lucha entre miembros de grupos tribales, también es escenario del accionar de este “bandolerismo oportunista”. Lo que surgió como un enfrentamiento inter étnico, lo cual fue más un pretexto que una causa real, derivó en una pugna entre caudillos regionales para tomar el poder y hacerse de las riquezas petroleras. Aunque, el caso más emblemático de este sicariato violentista, se dio en Liberia y Sierra Leona, naciones que entre los años 1990 al 2002 tuvieron que enfrentar la llamada “guerra de los diamantes de sangre”. En donde un grupo de salteadores asesinos destruyeron las instituciones y el Estado de ambas naciones, a punta de masacres contra la población civil, con el único fin de explotar los yacimientos de diamantes.

            “Estos guerrilleros son aventureros
             que buscan crear una zona liberada
       y medrar de las riquezas naturales del lugar”

Los casos de violencia en las Republicas del Chad, Camerún y Uganda también tienen el mismo tenor, grupos armados que desde zonas económicas estratégicas, poseedoras de riquezas naturales,  le hacen la vida imposible a los gobiernos de turno, usando los más sangrientos y brutales métodos de exterminio contra la población civil: secuestro de niños para enrolarlos a la fuerza a sus guerrillas, amputación de manos o piernas, violación a mujeres o niñas, arrasamiento de poblaciones enteras. 

Niños soldados que fueron enrolados a la fuerza y entrenados a matar
por las guerrillas asesinas en Sierra Leona, durante la guerra de los diamantes
.
Un caso particularmente brutal, es el del casi extinguido Ejercito de Resistencia del Señor un banda armada dirigida por el ugandés Joseph Kony, un fanático religioso y criminal, quien durante más de dos décadas venía asolando a su país y a las naciones vecinas y de quien pende sobre él un proceso penal, abierto en la Corte Penal Internacional -CPI- por crímenes de lesa humanidad.
Como vemos, en África en los últimos treinta años, se ha pasado de guerras propiamente dichas a “bandolerismos oportunistas”. Raramente asistimos hoy a combates entre soldados. En su lugar, hemos pasado a enfrentamientos entre soldados armados y civiles indefensos. Esto explica las atrocidades que se viven en muchos conflictos: machetazos a niños y ancianos, mutilaciones de civiles inocentes, violaciones a mujeres. ¿Hay verdaderamente un objetivo militar o político en estas atrocidades? Ninguno, solo el uso demencial de la violencia para lograr objetivos personales de lucro.


Los conflictos armados o las guerras de baja intensidad, que jalonean en la actualidad el continente africano, tienen para sus actores aparentemente reivindicaciones legítimas, pero si prestamos un poco de atención y analizamos uno a uno, pronto nos damos cuenta que estas demandas son meras excusas para los depredadores de recursos que aprovechan el caos para sacar ventajosas tajadas.

Como hemos visto en los casos citados anteriormente, los jefes rebeldes suelen enarbolar los problemas que atraviesan las zonas de sublevación para justificar sus acciones: falta de servicios básicos y abandono por parte del Estado -como en Chad, Camerún y Uganda-, pobreza y rivalidades tribales -como en la RDC-, guerras inter étnicas -el caso de Sudán del Sur-, diferencias confesionales y reivindicaciones nacionalistas -como se da en República Centroafricana y Malí-. Pero nada más alzarse en armas, se olvidan de esos problemas y se dedican al saqueo de los recursos naturales de la zona y siempre con la complicidad de alguna potencia regional o una compañía transnacional.

Guerrilla que opera al sureste de Chad, muy cerca a los oleoductos de Sudán
y de las minas de oro y cobalto de la República Centroafricana.
Como posible solución a este fenómeno de violencia, gente bienintencionada piensa que hay que persuadir a estas bandas armadas para que salgan de la jungla, abandonen las armas y se sienten a negociar con sus gobiernos. Pero la pregunta es: ¿Qué se va negociar? ¿Qué se va ofrecer a cambio? Estos asesinos lo único que anhelan es dinero, armas y matar. ¿Cómo se podría negociar con gente así?


            “Raramente asistimos hoy a combates
          entre soldados. En su lugar, hemos pasado
          a enfrentamientos entre soldados armados
                          y civiles indefensos”
             
Se ha visto en el pasado experiencias en Liberia y Sierra Leona o en los actuales conflictos en las República Democrática del Congo y Centroafricana, donde después de largas negociaciones y supuesta integración de los rebeldes, estos han vuelto a retomar las armas y echarse al monte. Aunque resulte duro decirlo y tras varios fracasos de negociación, la única solución pasa por la captura o la eliminación de sus jefes, porque estos grupos armados suelen desaparecer con sus jefes, porque dependen fundamentalmente de sus líderes y de sus ansias de lucro. Eso es lo que paso por ejemplo, con Foday Sankoh en Sierra Leona, Charles Taylor en Liberia o Bosco Ntaganda en la RDC. Estos grupos armados que no tienen ni objetivos, ni métodos, ni estructuras y que solo dependen de las ambiciones de sus líderes, suelen desaparecer con sus jefes.

Y estoy seguro que lo mismo sucedería, con tanta guerrilla y grupo violentista si se lograra apresar a sus líderes, ya que estos asesinos a sueldo dependen de sus jefes sin saber por qué y para qué combaten.  Pues muchos conflictos armados son círculos de violencia que se pierden en las selvas sin ningún objetivo.
A lo mejor también, falta voluntad política a nivel internacional para poner fin a estos conflictos, aunque no toda ayuda internacional es buena o desinteresada. Es fácil que países europeos e inclusive los Estados Unidos o China, bajo el manto protector de las Naciones Unidas, decidan intervenir en esos países africanos y con todo su aparato militar puedan eliminar, en muy breve tiempo a estas bandas armadas. Pero ¿a cambio de qué? ¿Explotación de recursos naturales? ¿Facturas de por vida por los servicios prestados? ¿Más colonización camuflada? Creo que sería peor el remedio que la enfermedad. Por eso se debería aprovechar una cooperación internacional humanitaria o militar eficaz y eficiente, pero sin ningún interés adicional.



1 comentario:

  1. Africa ha sido sometida a una explotación sin descanso por las grandes transnacionales y la potencias comerciales mundiales que se adueñan impunemente de la riqueza mineral del continente destruyendo cultura y civilización .

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