martes, 17 de junio de 2014

BOKO  HARAM,
LAS  NIÑAS
Y  EL  PETROLEO

Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

Luego de más de dos meses del secuestro de 276 niñas nigerianas a manos de un grupo islamista y a pesar del apoyo de la comunidad internacional, lo único cierto es que hasta ahora el futuro de estas escolares es de lo más incierto.

Parecía una historia de ciencia ficción, un grupo armado cuyo nombre reclama en contra de la educación occidental, entra a un internado y se lleva a más de 200 niñas que estaban descansando. Las menores son secuestradas por este oscuro grupo fanático para supuestamente ser vendidas; pero ahora, nadie sabe donde están las niñas, que es lo que quieren los terroristas y lo que es más terrible, nadie sabe cómo solucionar este dramático problema humanitario.

Desde ese fatídico día, el lema “Bring Back our Girls” (“Devuelvan a nuestras niñas”) se propagó desde Nigeria, gracias a los colectivos defensores de derechos humanos y a la misma sociedad nigeriana, a través de las redes sociales. Rápidamente, encontró el apoyo de personalidades mundiales de todas las esferas, desde la primera dama estadounidense Michele Obama y el Papa Francisco, hasta conocidos actores y destacados políticos, pasando incluso por lideres e instituciones islámicas, todos condenando este atentado.

En contraste, al febril activismo internacional a favor de la liberación de las niñas secuestradas por los fundamentalistas islámicos de Boko Haram, el presidente nigeriano Goodluck Jonathan evidenció una pasividad e incompetencia, que mereció el repudio mundial. Aunque, que se puede esperar de un gobierno que hizo de la corrupción, la ineptitud y el secretismo, los pilares de su gestión; solo protegido por sus aliados occidentales: Europa, Estados Unidos y China, quienes prefieren mantener sus facturas petroleras con el Estado nigeriano, a comprometerse con problemas tan complicados, como el terrorismo islámico.

La banda Boko Haram significa, en lengua hausa: “la educación de occidente es pecado”, pero el peor pecado para estos fundamentalistas es que las niñas accedan a la escuela y ejerzan ese derecho básico a la educación. Pero ellos, no son los únicos integristas musulmanes, que tienen esa aversión a la educación de los niños; los Talibanes siguen amenazando y asesinando a niñas y maestras en Afganistán y Paquistán. A Malala la balearon porque se atrevió a defender la educación para sus pares.

Una madre nigeriana muestra la fotografía de su pequeña hija Rose Daniel,
que permanece de rehén junto a otras 200 niñas.  
Ahora Boko Haram hace lo mismo y sabemos que proscribir la educación trae como secuela la pobreza extrema, los matrimonios y embarazos precoces, la exclusión de niñas y mujeres del espacio político, laboral y económico. La no educación de las niñas impulsa un círculo vicioso de pobreza familiar y de quiebra de la economía de la región. Esta violencia brutal contra la educación de las niñas no es gratuita, ya que ante la postergación social y económica de estas zonas, el discurso fanático y sectario de estos grupos fundamentalistas, podrían prender más fácil entre una población postergada, margina y sin educación.

Ahora para poner las cosas en su contexto, recordemos que esta secta islamista surgió en el 2002 para reivindicar la implantación de la Sharia en el noreste del país, en un principio fue un movimiento religioso moderado, opuesto a la cultura occidental; pero tras la muerte de su líder Mohamed Yusuf en el 2009 se radicalizó, empezando a usar la violencia como arma contra el Estado nigeriano. Desde ese año, se calcula que han muerto en Nigeria más de 5,000 personas, de las cuales 1,400 en lo que va de este año; y al menos 300,000 están desplazadas a causa de los ataques de esta banda de fanáticos, que han llegado a cruzar las fronteras de países vecinos como Níger y Camerún.

Nigeria antigua colonia inglesa, es el país más poblado de África -170 millones
de habitantes- y el primer productor de petroleo del continente.
Ahora se sabe, que el secuestro de las niñas el pasado 14 de abril, no fue el único ataque de este grupo terrorista,  pocos días antes habían matado a 70 personas en un atentado con bomba en la capital, Abuya y el 5 de mayo se permitió secuestrar a ocho chicas más de otra escuela en el estado de Borno, además de lanzar un ataque contra la ciudad de Gamboru Ngala en el que murieron 300 personas. Para mayor osadía, el actual líder de Boko Haram, Abubaker Shekau, publicó un vídeo ese mismo día amenazando con matar a todos los cristianos y jactándose en vender a las niñas secuestradas al mejor postor, incluso a las menores de nueve años.

      “Boko Haram significa: la educación occidental
              es pecado, pero el peor pecado para
        los fundamentalistas es que las niñas accedan
                    a la escuela y a la educación”

El gobierno de Nigeria asegura que no han salido del país, mientras otras fuentes dicen que ya llevarían muchos días fuera, en remotos lugares de Camerún o de Chad y hay incluso quien asegura que habrían llegado a los países árabes del golfo. Lo único cierto, es que hasta ahora el futuro de las niñas nigerianas, parece de lo más incierto.

Como lo decíamos líneas arriba, todo este interés internacional a favor de la liberación de las escolares secuestradas, contrasta fuertemente con la actitud de desinterés que el propio gobierno nigeriano tomo sobre el asunto, algo que ha sido una constante en los últimos años. Amnistía Internacional acaba de asegurar que las fuerzas de seguridad nigerianas estacionadas en la ciudad de Chibok, escenario del secuestro, fueron alertadas pocas horas antes del ataque de Boko Haram pero que no hicieron nada para enviar refuerzos.

Lo que está fuera de toda duda, es que el presidente Goodluck Jonathan tardó dos semanas en hacer una declaración pública sobre el asunto. No tuvo más remedio que hacerlo porque numerosos líderes mundiales estaban a punto de llegar al Foro Económico Mundial, que se celebró en Abuya y donde el mandatario esperaba celebrar el prestigio de su país, por la reciente evaluación que ha puesto a Nigeria como la mayor economía de África, aún por delante, de su eterno competidor, Sudáfrica.

Boko Haram y otros grupos extremistas recibieron armamento libio luego
que la OTAN derribara el gobierno de Gadafi, recibiendo entrenamiento
de Al Qaeda en el norte de Malí.
Qué paradoja más dramática, el Foro Económico de los ricos premia a Nigeria por sus positivos indicadores macro-económicos, mientras el pueblo nigeriano está viviendo uno de sus episodios más trágicos de los últimos tiempos; un secuestro que desnuda, no solo las falencias en su sistema de seguridad ciudadana y en sus políticas de defensa, sino que además, este secuestro ha evidenciado la injusta distribución de su renta petrolera, la marginación y pobreza de bastas regiones del país, una corrupción que ha devastado la moral de su gente y un fanatismo religioso que aparece como respuesta a las abismales diferencias económicas y las enconadas rivalidades regionales. En un país que es el más poblado de África, como 170 millones de habitantes y el primer exportador de petróleo del continente. Paradojas de un modelo económico neoliberal.

    “El fanatismo religioso podría prender más fácil
        entre una población marginada, postergada
                              y sin educación”

Otro aspecto a considerar de esta crisis, es que si Boko Haram lleva ya cinco años matando a miles de nigerianos y extendiendo un régimen de terror, que ha hecho incluso, que la mayor parte de las escuelas del noreste de Nigeria hayan cerrado recientemente, esto se debe a que el país tiene un ejército corrupto, incompetente y brutal, reflejo del gobierno que lo sustenta. Los numerosos abusos de derechos humanos que el ejército ha cometido contra la población civil en su supuesta contraofensiva contra Boko Haram, como es de esperar no ha hecho, sino favorecer que se cree un caldo de cultivo para que jóvenes frustrados se unan a los fanáticos islamistas.

Una de las cosas que he aprendido del análisis de la situación de los países africanos, es que los ciudadanos de este sufrido continente, necesitan ejércitos competentes, profesionales y con medios suficientes para mantenerlos activos (Leer en este mismo blog: “Estados Fallidos Y Ejércitos Colapsados”). Y más aún tratándose de una región donde son recurrentes las asonadas golpistas, los grupos subversivos, las bandas de narcotraficantes o la presencia de lo que yo llamaba en un artículo anterior: “el aventurerismo armado” o “el bandolerismo voluntarista”. En este contexto, es el Estado quien tiene la responsabilidad de enfrentar a estas organizaciones irregulares y delictivas, con un ejército y unos soldados mejor preparados y disciplinados. Porque una de las cosas que nos queda claro, es que si Nigeria tuviera un ejército bien instruido, como lo tuvo hace una década, un ejército profesional, bien adiestrado, sin corrupción, hoy no estaríamos lamentando el secuestro de niñas escolares.

Googluck Jonathan presidente de Nigeria, más preocupado en firmar contratos
petroleros con Europa y Estados Unidos, que en solucionar el drama humano
de las niñas secuestradas.
A estas alturas del análisis de la crisis en Nigeria, habría que abordar dos aspectos medulares que pocos quieren mencionar: la relación de Boko Haram con occidente y los intereses económicos de las grandes potencias en Nigeria. Sobre lo primero, nos causa extrañeza y curiosidad que recién ahora, Washington y Paris se sientan conmovidos por las acciones armadas del grupo islamista nigeriano y que empiecen una campaña de alerta contra esta banda extremista; siendo que desde hace cinco años, desde el 2009 se sabía que Boko Haram había asesinado a más de cinco mil personas y generado más de 300,000 desplazados.

Hay que recordar, que la asociación ilícita entre la OTAN y el AQMI -Al Qaeda del Magreb Islámico- grupo terrorista que actúa al norte de África, empezó desde el 2011, por medio del cual occidente y los extremistas islámicos se confabularon para derribar al gobierno libio y asesinar a Gadafi, repartiéndose sus riquezas petroleras, gasíferas y su arsenal armamentístico, desde donde se torció el destino de la Primavera Árabe a favor de occidente.  Es sabido que las ingentes armas que disponía Libia, fueron robadas y vendidas en el mercado negro a través del desierto del Sahara, terminando en manos de Ansar Dine -grupo extremista de Malí-, de rebeldes de la República Centroafricana y de Boko Haram. Desde el 2009 estos extremistas nigerianos se hacen conocidos en el exterior, pero recién en el 2011 consiguieron las armas de Al Qaeda y en el 2012 fueron entrenados en el norte de Malí, antes de la intervención francesa en enero del año pasado. (Leer en este blog: “El Islamismo Radical: Hechura de Occidente”).

     “Este secuestro evidencia: la injusta distribución
            de su renta petrolera, la pobreza en bastas
                  regiones del país y la corrupción”

También existe información que indica, que Arabia Saudita, el principal aliado de los Estados Unidos en la península arábiga,  financió directamente a los nigerianos, tal como hace con los Talibanes, los rebeldes sirios y ahora con el Estado Islámico de Irak y el Levante -ISIL según sus siglas en ingles- el violento grupo armado suní que está poniendo en jaque al gobierno iraquí.

"Devuelvan a nuestras niñas" fue el lema que surgió del mismo pueblo
nigeriano y que se propagó por las redes sociales. Ante la pasividad
del gobierno y el desinterés de las potencias, solo los colectivos
sociales se preocupan del tema. 
Se dice en la prensa que occidente está muy preocupado por el avance del fundamentalismo islámico en África; lo cierto es que estas potencias pueden estar muy preocupadas, pero no van a mover un dedo para intervenir contra los extremistas musulmanes, primero porque tienen otras prioridades económicas en la región (petróleo, gas, minerales) y segundo porque occidente no tienen la más mínima idea de cómo combatir a los  integristas africanos, sin que este continente no se convierta en un gran Afganistán. Paris a prometido, que va prestar asesores militares para ayudar al ejército de Nigeria a liberar a las niñas capturadas. Pero a Francia no le preocupa el extremismo islámico, su preocupación apunta a defender sus intereses económicos y estratégicos en el continente africano.

Por eso, Francia intervino en el 2012 en Malí, para cuidar las fronteras de Níger, un país de donde extrae el uranio para sus plantas nucleares. Lo mismo pasó cuando mando tropas y aviones a la República Centroafricana tras el golpe del 2013, para proteger sus intereses estratégicos en esa nación, así como para apuntalar a la dictadura de Chad, su aliado en el centro del continente, por sus ingentes reservas de petróleo. Es decir, los últimos despliegues del poderío militar francés en África, no han sido para neutralizar a los extremistas islámicos, ni para proteger a la población civil, sino simple y llanamente, para cuidar sus intereses estratégicos (petróleo, uranio) en la región.

       “La campaña mediática demonizando a este
                 grupo extremista es aprovechada
          por las grandes  potencias para legitimar
       su presencia militar y su control de la región”

Por su parte, para los Estados Unidos la prioridad en África, más que la lucha contra  el terrorismo islámico, es su temor a otra amenaza. Esa amenaza se llama China y la creciente relación entre Pekín y los países africanos espanta a las compañías occidentales. Principalmente, porque China a cambio de extraer los recursos naturales invierte en infraestructura y en desarrollo social en los países a los cuales se asocia. (Leer en este blog: “¿Qué busca China en África?).

La presencia de China no deja de ser desigual, dado que Pekín extrae materias primas a cambio de productos con valor agregado y además en el caso particular de Nigeria, existe el agravante de los vertidos de residuos toxicas en el delta del rio Níger. Pero las potencias occidentales tienen un accionar más reprobable, las empresas europeas y norteamericanas (Total, Chevron y Shell) han saqueados los recursos energéticos y corrompido a las elites locales profundizando aun más la desigualdad entre el África Central y Occidental.

Por eso, la campaña mediática demonizando a este grupo extremista nigeriano es aprovechada por las potencias occidentales para legitimar su presencia militar y su control de la región con un pretexto altruista, pero en realidad pretenden no perder terreno a manos de China, que necesita las materias primas, en especial los ingentes yacimientos de petróleo de Nigeria, para mantener su crecimiento económico.

Hace pocos días una amiga, que sigue los artículos de mi blog, me preguntaba porque las grandes potencias no hacían algo para salvar a las niñas nigerianas; le respondí que coincidía con su legitima indignación, pero lamentablemente, los países que realmente deciden en el mundo, tienen otras preocupaciones y prioridades, como por ejemplo: cuidar sus intereses económicos, proteger los equilibrios geopolíticos que les favorezcan y mantener a sus aliados en el poder. Por lo cual, los asuntos realmente importantes, los que requieren una solución humanitaria inmediata, esos no les interesa.





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