"En los campos de refugiados de Sudán y Etiopía, se puede advertir en los rostros de los jóvenes eritreos, las heridas invisibles de su atormentada realidad", según Médicos Sin Fronteras. |
Muchos de los refugiados que tratan
de llegar a Europa a través del Mar Mediterráneo son provenientes de la lejana
y casi desconocida Eritrea. En ese país del Cuerno de África, no hay hambre ni
guerra, pero sus habitantes huyen del inhumano régimen político imperante desde
el primer día de su independencia. El viejo sueño de libertad se convirtió de
repente en una terrible pesadilla. Esos niños que llenaron las calles del país
para celebrar su independencia, para recibir a sus héroes que regresaban a
casa, esa generación vive ahora aterrorizada, refugiada en otros países y cada
año esa tragedia aumenta, alcanzando unos niveles intolerables que el mundo
simplemente ha ignorado.
Independiente
de Etiopía desde mayo de 1993, el gobierno de Isaias Afewerki, ha
tratado sistemáticamente de instrumentalizar las tensiones con el país vecino
para cometer brutales violaciones a los derechos humanos contra su población.
Bajo ese pretexto toda la sociedad eritrea ha sido militarizada, imponiendo un
servicio militar universal e ilimitado. La mayoría de la juventud eritrea no
tiene esperanza en el futuro, servir en una unidad militar o civil es lo único
que pueden hacer desde que tienen diecisiete años y para el resto de su
vida.
Ese ambiente de constante pre-guerra le ha servido a Afewerki, para recortar la mayoría de libertades, desde la libertad de movimiento a la de expresión, de la religión a la de asociación. Bajo ese pretexto, la dictadura eritrea no ha implementado la constitución, ni ha hecho funcionar plenamente la Asamblea Nacional. En la práctica en Eritrea no existe un Estado de derecho y nadie ha sido llevado ante la justicia por violar los derechos humanos. Es por esta situación que organizaciones internacionales defensoras de derechos humanos, como Amnistía Internacional definen a Eritrea, como "una enorme cárcel a cielo abierto".
Isaías Afewerki, el guerrillero marxista en los 80, derivó en el autócrata despiadado en los 90, cuando llega al poder con la independencia en 1993. |
Los eritreos durante todo su proceso
de independencia, disfrutaron formalmente de las simpatías de África, pero casi
nunca ese sentimiento se transformó en apoyo concreto de los gobiernos del
continente. Es que la bandera de la independencia de Eritrea tocaba una llaga
muy viva y dolorosa de la historia africana: la arbitrariedad de las fronteras
nacionales trazadas por las ex metrópolis coloniales. Temían los gobernantes
africanos, por más comprensivos que fuesen frente a las reivindicaciones de los
eritreos, que la victoria de su causa iniciase un proceso -muy difícil,
doloroso y de imprevisibles consecuencias- de revisión de las injusticias
creadas por los intereses europeos durante el proceso de independencia.
El caso de Eritrea es un ejemplo típico de la ambigüedad de Europa y de las Naciones Unidas, frente a la realidad histórica de un continente al que las potencias coloniales se repartieron como si fuese una torta. Primero como posesión territorial italiana y luego de la Segunda Guerra Mundial, como “una entidad autónoma perteneciente a Etiopía, bajo la soberanía de la corona etíope”. El devenir histórico de Eritrea siempre estuvo ligado a la lucha de su propio pueblo. La soledad que vivió durante su largo proceso independentista, puede explicar el auto-aislamiento internacional que Eritrea se ha impuesto en la actualidad, considerándose uno de los países más cerrados del mundo.
En la actualidad hay un consenso en calificar a
Eritrea, como uno de los países más herméticos y aislados de África y por
voluntad propia, es decir, por voluntad y decisión personal de su dictador,
Isaías Afewerki. Este ex guerrillero de ideas marxistas en los años 80 y líder
del Frente Popular de Liberación de Eritrea FPLE, derivó en autócrata
despiadado en los años 90, cuando llega al poder con la independencia de
Eritrea en 1993. Desde su independencia, Eritrea va ser un país diezmado por la
pobreza y la guerra. Durante los años 1998 al 2000 este país se va ver envuelto
en una guerra de límites fronterizos con Etiopía, conflicto que va dejar un
saldo de más 70 mil muertos entre ambos ejércitos.
Eritrea está anclada en el estratégico Cuerno de África, entre el militarizado Yibuti, el temido Sudán y su enemigo de siempre, Etiopía. |
Por su ubicación geográfica, Eritrea
también tiene una gravitación especial. Está anclada en el estratégico Cuerno
de África, muy próxima a Yibuti, el pequeño país convertido en porta-aviones de
las potencias de occidente y de China. Además, Eritrea tiene una amplia
frontera con la temida Sudán y con su enemiga de siempre Etiopía, nación que
posee uno de los mejores ejércitos de la región. Por estos atributos
geopolíticos, el gobierno de Asmara ha sabido jugar bien sus cartas. Desde hace
cinco años, Afewerki empezó a acercarse a los países del Golfo, a las
monarquías árabes, como Arabia Saudita, Quatar y los grupos yihadistas
auspiciados por esos países.
Convirtiendo a Eritrea en un
temerario santuario del islamismo radical. Lo que le ha generado un mayor
aislamiento y a la par mayores ingresos económicos, provenientes de las
inversiones de sus nuevos amigos árabes.
Por todo ello, en la actualidad Eritrea es toda una incógnita en el mapa de África y en la región próxima al Golfo de Adén. Una nación cerrada para occidente, con vinculaciones nada santas con el yihadismo y con un gobierno dictatorial que ocupa los primeros lugares en la lista de los principales países violadores de los derechos humanos en el mundo.
Según el último informe de Amnistía
Internacional AI, Eritrea es un país en el que ser arrestado es un hecho
cotidiano, experimentado por hombres, mujeres, ancianos e incluso niños. Los
centros de detención oficiales y no oficiales, ubicados en la superficie o bajo
tierra, o recluidos en contenedores de metal que incrementan el calor, usados
como práctica de tortura, para obtener confesiones o simplemente para castigar
conductas, son la expresión más cabal de los demenciales regímenes
carcelarios que se viven en este aislado país africano. La Comisión de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos, también ha denunciado ejecuciones
extrajudiciales y desapariciones forzosas de personas. Además, Eritrea aparece
en el último lugar en la lista sobre libertad de prensa elaborada por
Reporteros Sin Fronteras RSF.
Adicionalmente, Eritrea se ha convertido en uno de los países con más refugiados en el exterior. “En la actualidad, en los campos de refugiados de Sudán y de Etiopía, se puede advertir en los rostros de los jóvenes eritreos, las heridas invisibles de su atormentada realidad”, se señala en un reporte de Médicos Sin Fronteras MSF. Pero incluso como refugiados, los eritreos no reciben la protección necesaria. Son secuestrados en Sudán por oficiales eritreos, viven una vida de precariedad en inhumanos campos de desplazados por toda la región y cuando consiguen llegar más lejos, entierran sus esperanzas en el Mar Mediterráneo o caen en las manos de las pavorosas mafias de tráfico de personas.
La mayoría de los casi 400 fallecidos
en la tragedia de Lampedusa de octubre del 2013, eran eritreos, el país detrás
de Siria, en el que mayor número de sus ciudadanos optan por una huida
arriesgada. “Un control omnipresente del Estado y una represión despiadada”, en
palabras del informe de AI, y un éxodo en ocasiones mortal.
Alrededor de 35 mil eritreos fueron
rescatados el año 2015 por Italia en las aguas del Mediterráneo, según MSF. “El
año pasado en Italia, el 50% de la gente que llegó como refugiados eran de
Eritrea y de Siria. Estas personas querían un estatus especial, no había que
tramitar mucho para darles el estatuto de refugiados. En países con mucha
represión como Eritrea, que genera muchos refugiados, cerrar los ojos y pensar
que no va pasar nada, es como una muerte en masa anunciada”, informa con mucho
dramatismo MSF.
Luego de más de veinte años de
independencia, los eritreos han comenzado el largo viaje para recuperar su
dignidad, sabemos que no va ser fácil, pero más fuerte es la fe inextinguible
del pueblo eritreo por un mañana de libertades y derechos plenos. Alejada de
esa enorme cárcel a cielo abierto, en que se ha convertido el día de hoy.
Excelente artículo. Y sí, una tremenda encrucijada está viviendo este pueblo, con un gobierno dictatorial tan feroz que entre los dos demonios, poder occidental y poderes radicales, optó por este último. Una extremadamente difícil situación sociopolítica, que quizá termine generando una nueva guerra civil
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