sábado, 5 de marzo de 2016

YOWERI MUSEVENI:
¿EL  FIN  DE  UNA  ÉPOCA?
La expresión "seguridad y estabilidad regional" muy bien podría explicar el tutelaje de las grandes potencias, hacia el régimen de Yoweri Museveni durante los últimos 30 años. 
Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

Tras vencer en las elecciones del pasado 18 de febrero, el presidente ugandés Yoweri Museveni se ha asegurado mantenerse ininterrumpidamente en el poder durante 35 años. Según la Constitución, este debería ser su último mandato, ya que la ley electoral limita a 75 años el máximo de edad de los candidatos presidenciales. Pero el viejo líder ugandés es un político de muchos recursos. Ya en el año 2005 consiguió cambiar la Constitución, que en aquel entonces limitaba a dos el máximo de mandatos para un presidente.

Uganda tiene una larga historia de fraudes electorales. Los últimos comicios no han sido la excepción. Durante la campaña electoral, Museveni prometió aplastar cualquier acción que fuese contra los resultados electorales. El líder de la oposición, fundador del Foro para el Cambio Democrático FDC y ex colaborador del gobierno actual, Kizza Besigye, fue detenido en dos oportunidades y mantenido bajo arresto domiciliario por efectivos de la policía militarizada, durante los comicios. Cuando abrieron las urnas, muchos servicios móviles y las redes sociales fueron bloqueadas. Tras las elecciones, en las calles de Kampala aumento la presencia amenazadora de soldados del ejército y de agentes anti-motines. Los observadores internacionales de la Unión Europea y de la Commonwealth, desde un principio del proceso, denunciaron la falta de transparencia e independencia por parte de la comisión electoral.

Pero a pesar de esta aptitud anti-democrática e intolerante con la oposición de parte del gobierno de Museveni, la comunidad internacional, en especial los centros de poder en el mundo, dieron como valederas estas elecciones, que consagraron cinco años más de hegemonía política del viejo partido Movimiento de Resistencia Nacional NRM y de su Jefe y fundador, el conocido hombre del sombrero, Yoweri Museveni. Pero qué encanto tiene este hombre de padres ganaderos, que estudio en Tanzania, que inició su carrera política formando parte del gabinete de Milton Obote y que sufrió el exilio tras el golpe militar de Iddi Amin Dada en 1971, para que las potencias mundiales, incluyendo China, apuesten por un régimen presidido por él, que dista mucho de ser democrático y medianamente civilizado.

La represión  y la criminaliazación de protesta han sido los signos de la
deriva autoritaria del régimen de Museveni.
La expresión “seguridad y estabilidad regional”, muy bien podría explicar el origen del sustento y tutelaje político de las grandes potencias hacia el gobierno de Museveni durante los últimos 30 años.
Hay que recordar, que desde su exilio en Tanzania, Museveni comienza a relacionarse con distintos grupos guerrilleros, hasta que en 1979 participa en el derrocamiento del sanguinario Idi Amin por parte del ejército de Tanzania y de distintas guerrillas ugandesas. Museveni funda entonces el partido Movimiento Patriótico de Uganda, pero no consigue convertirse en diputado en las elecciones de 1980, comicios amañados que buscaban la reelección de Obote como presidente. 

El nuevo gobierno anti-democrático de Obote, provoca rápidamente una ola de descontento popular, canalizada a través del Ejército de Resistencia Nacional NRA creado por Museveni, quien declara la guerra al Estado ugandés y a su ejército. Comienza así una guerra civil y una desestabilización de la región que continúa tras el golpe de Estado de 1985, que derroca, una vez más, al controvertido Obote. En enero de 1986 los hombres del NRA entran en Kampala y Museveni se autoproclama presidente de Uganda.

        “Con una población cada vez más joven,
            al viejo caudillo le va ser más difícil
             controlar el descontento popular”

El nuevo gobierno cuenta rápidamente con el beneplácito y la aprobación de los países occidentales, lo que le permite el acceso a créditos del Fondo Monetario Internacional FMI y del Banco Mundial BM. A pesar de la falta de democracia y la dura represión contra las guerrillas opositoras, las ayudas financieras permiten a Uganda restablecer el orden interno y gozar de una estabilidad regional tras dos décadas de caos.

Las grandes potencias le asignaron el rol de "estabilizador regional"
al gobierno de Museveni, en la zona de los "Grandes Lagos"
A mediados de la década de los años ochenta, el gobierno de Kampala, con la entronización de Museveni en el poder, se convirtió en el modelo de “democracia” africana para Washington, del mismo modo que Uganda se convirtió rápidamente en una plataforma de lanzamiento para movimientos guerrilleros apoyados por los Estados Unidos dentro de Sudán, Ruanda y el Congo. La militarización de Uganda era parte integral de la política exterior de los EE.UU. Tanto los EE.UU como Gran Bretaña apoyaron la expansión, crecimiento y equipamiento del ejército de Uganda, convertidolo en el partido político y en el único sustento del régimen de Museveni.

        "La militarización de Uganda era parte 
     integral de la política exterior de los EE.UU”.

Años después con el despertar del yihadismo en la región oriental africana, Uganda, como en los años ochenta, se convertirá en pieza clave para la defensa de los intereses de occidente en esta parte de África, esta vez contra el terrorismo integrista de Al Shabab en Somalia. El despliegue de más de 6 mil soldados ugandeses en territorio somalí apuntala aún más a uno de los principales enemigos para Al Shabab, cuyo terreno de actuación cruza cada vez más fronteras. Esta vez la amenaza se posa sobre la capital de Uganda, Kampala, a 1800 kilómetros de Mogadiscio y con un 84% de población cristiana.  Sin embargo, el gobierno de Museveni le debe mucho a occidente como para no estar ahora en la primera línea de fuego, en su lucha contra el yihadismo, siguiendo los dictados del AFRICOM (Comando Militar de los Estados Unidos en África).

Aunque la mayoría de los países africanos se resistieron a la presencia de las bases del AFRICOM en sus territorios, naciones como Nigeria, Etiopía, Liberia y por supuesto Uganda, abrieron sus fronteras para el ingreso del personal armado y de las fuerzas de seguridad corporativa de los Estados Unidos. Uganda, ahora se ha visto envuelta en la guerra internacional que los norteamericanos le han declarado al terrorismo yihadista.

      “Desde los años ochenta, el gobierno de Kampala,
     se convirtió en el modelo de “democracia” africana
                              para Washington.

Uganda desde hace más de una década, es un país rico en petróleo, culturalmente diverso, lleno de muchos grupos étnicos y religiosos, lo que de por sí, le ha creado muchos problemas con el gobierno central. Además, tras las últimas elecciones presidenciales, se ha evidenciado una mejor articulación de los grupos opositores ugandeses, tanto entre los partidos políticos, como en las agrupaciones ciudadanas surgidas desde las bases de la sociedad civil. Lo cual va depararle al gobierno de Museveni, muchos problemas de legitimidad política y desborde popular. Lo cual va cuestionar, tras tres décadas de gobierno, su supuesto rol de estabilizador de la región, que le asignaron los centros de poder. 

Mientras tanto, luego de su victoria electoral, nadie perturba la paz del viejo caudillo ugandés, no así la de su país: Uganda sigue sufriendo periódicamente la arremetida armada de la banda somalí, en la cada vez más porosa frontera compartida. A pesar de ser un estrecho aliado de los Estados Unidos en la convulsa región de los Grandes Lagos, Museveni no se ha librado de las críticas del presidente norteamericano, aunque estas sean meramente retoricas, dadas las estrechas y viejas relaciones e intereses que los une. 

Museveni lleva ya más de tres décadas en el poder, siguiendo la estela de Teodoro Obiang (Guinea Ecuatorial), Eduardo Dos Santos (Angola), Robert Mugabe (Zimbabue), Paul Biya (Camerún) o Pierre Nkurunziza (Burundi). En su caso, como en otros, lograr la estabilidad y la apertura en Uganda tras años de guerra, le permitió echar raíces en la poltrona presidencial. Sin embargo, en un país donde la población es cada vez más joven -la mayoría ni siguiera había nacido cuando se proclamó presidente-, parece que al viejo caudillo le va ser cada vez más difícil controlar el descontento popular, augurando una nueva era para este país del oriente africano. 



1 comentario:

  1. Como si no tuvieran problemas propios, los intereses colonialistas siguen fomentando la dependencia, a través de gobiernos corruptos que representan y defienden dichos intereses tanto en Uganda como en la región. Hasta que los africanos no se ocupen en solucionar sus problemas sin ingerencias de las potencias, las soluciones para la población dificilmente llegarán.

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