jueves, 31 de octubre de 2019

INDIRA GANDHI  Y ÁFRICA

Por: Javier Fernando Miranda Prieto

Indira Gandhi no solo fue un símbolo de la India, sino además expresión fiel de sus contradicciones,
educada en Oxford, no tenía reparos en vestir con los atuendos de la mujer india.

Hace 35 años, precisamente el 31 de octubre de 1984, murió la ex Primer Ministra de la India y principalísima figura de la escena internacional del siglo XX, Indira Gandhi. Ella fue asesinada por un miembro de su guardia personal, perteneciente a la comunidad religiosa Sij, lo cual evidencia la compleja y enconada convivencia entre etnias, religiones y culturas que tuvo que hacer frente la recordada Indira, en sus largos años de gobierno. Indira Gandhi, no solo fue un símbolo de la India, era además expresión fiel de sus contradicciones. Educada en la Universidad de Oxford, en pleno corazón de la metrópoli colonial, no tenía reparos en vestir con los atuendos tradicionales de la mujer india.

Si bien es cierto impulsó un sistema de gobierno democrático, copiado del modelo occidental, este impulso modernizador no fue óbice para la consolidación de una suerte de dinastía familiar, que no dejaba de evocar el poder de las castas de la India. En efecto, desde los días de la independencia en 1947 y durante 37 años, el gobierno estuvo en manos de la familia Nehru. Primero su padre, Jawaharlal, quien gobernó entre 1947 y 1964, después Indira, de 1966 a 1977 y de nuevo de 1980 hasta su muerte, heredando la conducción de partido y el poder, su hijo mayor Rajiv Gandhi, cuyo mandato comprende de 1984 a 1989. La India de Indira, mezcla desconcertante de edades históricas distintas, donde se dan la mano la bomba atómica, los satélites artificiales y el dominio de sofisticadas tecnologías, con niveles de pobreza nunca vistos, conviviendo con un sistema de castas injusto y discriminador y en donde hindúes, musulmanes, cristianos, sijs y otras minorías, no han acabado de zanjar entre ellas antiguas y profundas rivalidades.

           “Impulsó un gobierno democrático, consolidando
                        una suerte de dinastía familiar”

Indira era una de esas dirigentes de mayor peso en la escena internacional. Presidenta del Movimiento de Países No Alineados, Jefa del Grupo de los 77 de las Naciones Unidas y líder indiscutible del Tercer Mundo, la fuerza de Indira no solo era consecuencia de su poderosa personalidad, sino expresión también de los urgentes reclamos por el cambio de las injustas relaciones económicas internacionales. Además, Indira tuvo una relación muy especial con los países africanos. Desde su primer gobierno cambió la política de la India hacia el continente africano, impulsando la lucha de liberación del continente, como en las antiguas colonias portuguesas (Angola, Mozambique, Guinea Bissau) quienes logran su independencia en los años setenta, asimismo, fue una activa militante por la resistencia contra el sistema represivo del apartheid en Sudáfrica y en la antigua Rodesia (Zimbabue).

Conocedora de la geopolítica, la líder india, valoró tempranamente, la gravitación poblacional y geográfica de un continente como el africano: fuente de estratégicos recursos naturales y espacio territorial muy próximo a Europa, a la Península Arábica y al mundo árabe y a las rutas del petróleo.  Desde los años 60, la cancillería india, bajos los gobiernos de Indira, negocio diversos acuerdos y convenios de cooperación comercial, militar y energético con gran parte de las naciones africanas, adelantándose a su tiempo y haciendo un uso estricto de la geopolítica, en beneficio de ambos pueblos.

         “Valoró tempranamente, la gravitación poblacional
            y geográfica de un continente como el africano”

Indira representaba todo eso: la conjunción de lo antiguo y lo moderno, la lucha de liberación de los pueblos, la protesta de los oprimidos, la estrategia y ambivalencia de la geopolítica, pero también la fuerza y el espacio que debían de ocupar las naciones del Tercer Mundo ante un difícil mundo bipolar, como en el que ella vivió.

Su muerte hace 35 años, también tiene algo de simbólico. Ella, la víctima, era una estadista comprometida con su tiempo; su homicida, un exponente del anacrónico fanatismo religioso. 36 años antes de su muerte, otro fanático religioso había dado muerte al padre espiritual de la India, el Mahatma Gandhi. ¿Sino trágico de la India y de la propia Indira? A algunos les gustaría responder que sí. Sin embargo, su trágica muerte no deja de expresar en concreto las enormes dificultades para construir un Estado y plasmar la unidad en un país, como la India, con pesadas y complejas herencias coloniales.

lunes, 6 de mayo de 2019


LA RENOVADA SOMBRA DE RUSIA SOBRE ÁFRICA

Por: Javier Fernando Miranda Prieto

Rusia se plantea influir en otras zonas del tablero estratégico global, su mira es retomar su vieja amistad con las 
naciones africanas. Se vislumbra en el horizonte una renovada sombra de Rusia sobre África.

Para el ex Primer Ministro Sir Winston Churchill, Rusia era “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma” y puede que la percepción que tenia del viejo político inglés y todo occidente de aquella época no haya cambiado mucho. Este enorme país multiétnico de inagotables recursos energéticos, si bien es cierto, ya no es la superpotencia que disputó a Estados Unidos la hegemonía mundial, pero por su estratégica ubicación geográfica y su aguda diplomacia basada en la geopolítica le ha hecho tener una presencia activa y vigencia en la escena internacional.  

En la actualidad Rusia está haciendo su tarea disciplinadamente para recuperar su influencia geopolítica a nivel mundial. Lo hemos visto en la confianza y seguridad que le ha dado su gravitación política y militar en Crimea, la capitalización de su triunfo en el conflicto sirio, el afianzamiento de su diplomacia tanto en Irán y Turquía, como en la India y Paquistán, sin dejar de lado su presencia en el entorno latinoamericano, en los casos de Cuba y Venezuela, países muy próximos a las costas norteamericanas. Ahora Rusia se plantea influir en otras zonas del tablero geoestratégico global, su mira es retomar su viaja amistad y cooperación con las naciones africanas. Se vislumbra en el horizonte una renovada sombra de Rusia sobre África.

Hay que recordar que en los años de la guerra fría y hasta la disolución de la Unión Soviética (1989), el Kremlin operó plenamente en África promoviendo los levantamientos contra el colonialismo, forjando estrechos vínculos políticos y militares con varios países africanos y participando en conflictos internos, como los que se dieron en Angola, Mozambique y Etiopía. A la vez que promovía movimientos de guerrilla como el que encabezo del Che Guevara en el Congo. En los años noventa, con el desmoronamiento de la URSS y en la primera década de este siglo, con la crisis económica y el despertar de los nacionalismos al interior de la Federación, Rusia se replegó internamente, más preocupada en sus problemas internos que en el diseño de una política de expansión.

“África está despegando y Rusia no se quiere perder el vuelo inaugural”

“Rusia ha demostrado con creces que está dispuesta a apostar en grande por el crecimiento africano”

Ahora Vladimir Putin revirtió este rumbo drásticamente y comenzó a mirar nuevamente a África con mayor avidez, tanto por sus recursos naturales como por la posibilidad de expandir su poder político. 

Desde que las naciones occidentales sancionaron a Rusia por anexarse a Crimea en 2014, Moscú no ha dejado de firmar Acuerdos Comerciales, Económicos y Militares con varios países del África subsahariana, entre los últimos tenemos los suscritos con Etiopía, Nigeria, Angola, Zimbabue y Namibia. Adicionalmente, Moscú también está detrás de los 54 votos de los estados miembros del continente africano de las Naciones Unidas, tres de los cuales forman parte del Consejo de Seguridad y que pueden resultar muy importantes para las ambiciones globales de Putin.

El reingreso de Rusia al concierto de la comunidad africana, es favorecido por la aptitud hostil y distante que se percibe en la mayor parte de los países del continente con respecto a su relación con la primera potencia mundial y sus antiguas metrópolis. Es decir, en la actualidad los Estados Unidos y las potencias europeas no son muy queridos en África. Y muchos ven a Rusia como el país antagonista de occidente. De ahí que cualquier oferta (comercial, de inversión, crediticia o de cooperación) que provenga de Moscú o también de Beijing, sea vista como la mejor alternativa para la mayoría de los países africanos, los cuales requieren con urgencia financiamiento y mercados para expandir su economía.

Con la presencia militar Rusa en territorio africano se quiere irradiar un eje
de influencia militar a través de Sudán en el norte y Angola en el sur.
Según el Banco Mundial más del 50% de los países del mundo con la tasa anual más alta de crecimiento en los últimos veinte años son africanos. Para el 2030, se espera que el 43% de todos los africanos se unan a las clases media y alta, y el consumo de los hogares se prevé que llegará a los 2.5 billones de dólares. Para el 2035 la cantidad de jóvenes que alcanzarán la edad de trabajar en África superará la del resto del mundo en su conjunto. Es decir, África está despegando y Rusia no se quiere perder el vuelo inaugural.

Rusia ha demostrado con creces que está dispuesta a apostar en grande por este crecimiento. Entre el 2010 y 2017, el comercio total ruso-africano aumentó de 1,600 millones de dólares a 4,200 millones y los pronósticos del Kremlin son duplicar estos dígitos para el año 2021.

Además del comercio, Rusia también está construyendo infraestructuras viales de gran magnitud y haciendo otro tipo de inversiones en países como: Angola, Egipto o República Centroafricana. Con ello no solo busca señalarse como la gran potencia que fue, sino también aprovechar el colosal potencial energético y las ingentes reservas minerales de algunos de estos estados. Por otro lado, Rusia ha sabido aprovechar su experiencia como productor de recursos energéticos, al fin y al cabo el gigante euroasiático ha sido para el mundo sinónimo de gas y petróleo durante décadas. La importancia de estos dos recursos en la economía rusa ha demostrado que el Kremlin tiene grandes intereses en este ámbito con ingentes inversiones en países como Argelia, Sudán o Nigeria entre otros. Entre estos el más relevante es Argelia, principal competidor de Rusia en el mercado gasífero europeo y socio histórico a nivel político y militar. 

La punta de lanza de la penetración rusa en África es la República
Centroafricana. Un país irrelevante para Moscú, pero que ahora es de alto valor
estratégico y geopolítico.
Pero no todo es gas y petróleo en África, y ante la necesidad de incrementar y diversificar las fuentes de energía disponible en el continente, Rusia ha comenzado a ofertar sus conocimientos en materia de energía nuclear a algunos de los países más ricos de África. Entre estos existen dos nombres que destacan: Egipto, quien firmó con Rusia la construcción de su primera central nuclear en octubre de 2017 y Etiopía, con quien tiene avanzadas negociaciones en este ámbito. Es necesario destacar, que no todo le ha ido bien a Moscú en el tema nuclear, siendo el más claro ejemplo de esto Sudáfrica, quien tenía pendiente, con la Federación Rusa,  la suscripción de un acuerdo amplio de colaboración nuclear, pero este proyecto fue congelado con la llegada al poder del actual presidente Cyril Ramaphosa, quien apuesta por una negociación, sobre este tema, con el gobierno chino.

“Rusia está buscando bases más estratégicas para sus soldados, puertos libios en el Mediterráneo y centros de logística naval en Eritrea y Sudán en el Mar Rojo”

Esta nueva sombra de Rusia que se cierne sobre el continente africano, también involucra el tema de la industria armamentista, un filón de cooperación que estuvo muy activo entre la potencia euroasiática y las naciones africanas entre los años setenta y ochenta del siglo pasado. Rusia silenciosamente ha estado ampliando su influencia militar en África, lo cual está alarmando a funcionarios occidentales debido a que cada vez hay más ventas de armas, acuerdos de seguridad y programas de entrenamiento y capacitación para un número cada vez mayor de naciones africanas.

Estratégicamente Rusia está buscando atrincherarse en el flanco sur de la OTAN, ayudando a que un ex-general de Libia luche por el control de su gobierno y un vasto mercado petrolero. En Sudán, en los últimos meses del gobierno de Omar Al Bashir, asesores rusos trataron de reforzar a una dictadura que se desmoronaba ante el avance de las protestas populares en todo el país. En la República Centroafricana un técnico ruso ha sido nombrado asesor de seguridad nacional del presidente Faustin-Archange Touadéra, además de haber renovado gran parte de su arsenal militar con armas de fabricación rusa. 

A fines del año pasado cinco naciones del África subsahariana –Malí, Níger, Chad, Burkina Faso y Mauritania- exhortaron a Moscú para que ayudara a sus fuerzas militares y servicios de seguridad a combatir al Estado Islámico y Al Qaeda, a pesar de los miles de soldados franceses y destacamentos de las NN.UU que están emplazados en estos países desde hace siete años. Además, en octubre de 2018 Rusia firmó acuerdos en torno a la cooperación militar con Guinea-Conakri, Burundi, Burkina Faso y Madagascar. Adicionalmente, se sabe que el 80 % de todas las ventas militares rusas al continente africano se destinan a Argelia, un país estratégico y de gravitante presencia geopolítica en el Magreb, un cliente privilegiado de Moscú desde hace tiempo.

En este mapa se grafica las inversiones energéticas y mineras de Rusia en África, así como los proyectos de
extracción y las zonas de intervención e instalación de bases militares. Fuente: Agencia Bloomberg.

Pero Rusia no solo quiere aumentar sus facturas por ventas de armas entre las naciones africanas. El tema militar, aunque no lo quieran reconocer explícitamente las autoridades rusas, también involucra la presencia de soldados y bases de apoyo militar en estratégicas zonas del territorio africano. La punta de lanza de la penetración militar Rusa en el continente es, sin lugar a dudas, la República Centroafricana. Un Estado africano considerado, hasta ahora, irrelevante para Moscú, pero que en realidad forma parte de una implicancia militar rusa cada vez mayor en suelo africano. El Kremlin consiguió el año pasado una exención del embargo de armas vigente en el país africano desde el inicio del conflicto interno en 2014 y desde entonces se han producido al menos nueve envíos de armamento para el gobierno centroafricano.

Los rusos quieren, desde la implementación de las dos bases militares instaladas en territorio centroafricano, irradiar un eje de influencia militar a través de Sudán en el norte y Angola en el sur. Más al norte, en el oeste de Egipto, las tropas rusas se encuentran acantonadas muy cerca de Libia, donde se cree que puede haber presencia rusa sobre el terreno. Este país parece haberse convertido en uno de los focos de interés militar de Moscú, abiertamente alineado con el general rebelde libio Jalifa Haftar, quien controla la mitad oriental del territorio libio y se niega a aceptar la autoridad del gobierno respaldado por la ONU en Trípoli. Soldados rusos podrían haber establecido bases militares en algunos puntos del país, donde según algunos medios habrían desplegado incluso misiles antiaéreos y antinavales.

Adicionalmente, se habría confirmado la instalación de una base de soldados rusos ubicada sobre el Mar Rojo en territorio sudanés, cedida durante el gobierno del dictador Al Bashir. Además de eso, Rusia se prepara para construir un centro logístico en un puerto en Eritrea y existen serios rumores sobre el establecimiento de una base naval en Somalilandia, la región separatista de Somalia no reconocida internacionalmente. 

“Rusia ha enviado tropas a al menos cinco países       africanos y está cerrando acuerdos militares con                               decenas de Estados”

Hay que recordar que el 13% de las exportaciones totales de armas de Rusia en el 2017 fueron enviadas a África, de acuerdo al Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz. El gobierno de Moscú, en este réentré en África, está buscando acuerdos armamentistas en todo el continente, prometiendo entregas oportunas y términos flexibles; una estrategia que, según los analistas, es más exitosa cuando se le vende a los Estados que ya tienen desarrollado acuerdos de colaboración en defensa o de renovación de su aparato armamentista con otros países, porque así pueden ofertar tecnología moderna pero a menor precio. Lo cual podría estar afectando los intereses de occidente en África, tradicionalmente orientado a la adquisición de armamento, tecnología o servicios de inteligencia europeo o norteamericano.

Egipto, un ferviente aliado estadounidense, se está convirtiendo en un cliente sólido de las armas rusas. Egipto firmó un acuerdo a fines del 2018 por 200 millones de dólares en aviones rusos de combate SU-35, informó Kommersant, el diario con sede en Moscú. Además, Túnez un aliado de los Estados Unidos de larga data, también tiene recientes vínculos cercanos de inteligencia, contrainteligencia, contraterrorismo con Moscú. Sin olvidar que Burkina Faso y Níger, dos piezas claves en la estrategia defensiva de Francia en el occidente africano, como se señaló líneas arriba, suscribieron en el 2018 acuerdos militares con Rusia, incluyendo compra de helicópteros de transporte militar y armas que se lanzan desde el aire, ambos de fabricación rusa.

“Rusia este año va renovar programas de cooperación técnico-militar con varios países africanos y los ayudará a equipar sus fuerzas militares nacionales con armas modernas” señaló a principios de año, mediante un comunicado, la Embajada de Rusia en Washington, y para que no quede duda de la seriedad y transparencia de estas cooperaciones, el comunicado cierra con este mensaje, poco creíble, pero tranquilizador para occidente: “Todas estas iniciativas se llevarán a cabo estrictamente conforme a las normas y regulaciones internacionales aplicables”.  Como se ve, el oso ruso quiere proyectar su renovada sombra sobre África haciendo uso de acuerdos de cooperación, planes estratégicos y todo instrumento jurídico que le dé viabilidad legal a sus fines, pero dentro de ese halo de misterio y enigma que ha dominado por siglos su azaroso devenir histórico.


sábado, 12 de enero de 2019

SUDÁN DEL SUR:
LOS INTERESES OCULTOS DE UN CONFLICTO
Sudán del Sur es la nación más joven de África, apenas dos años después de su independencia inicia una cruenta
guerra civil que perdura hasta hoy. Sus anhelos de libertad y desarrollo se vieron frustrados.  

Por: Javier Fernando Miranda Prieto

Las conversaciones de paz en Sudán del Sur se han convertido en una historia de nunca acabar, en setiembre del año pasado, el presidente Salva Kiir Mayardit y su principal adversario el ex-vicepresidente convertido en líder rebelde Riek Machar, firmaron un acuerdo de alto el fuego y de conformación de un gobierno conjunto hasta las elecciones del 2022. Este pacto satisface, al menos por ahora, los intereses de ambos rivales, y de los líderes regionales: Omar Al Bachir de Sudán y Yoweri Museveni de Uganda, los dos dirigentes de la zona con más influencia en este asolado país. Pero el más importante logro de este acuerdo es el haber disminuido la violencia.

En el mundo a Sudán del Sur se le conoce como el país más joven de África, pero su independencia lograda en julio de 2011, luego de 30 años de guerra no dio a luz una tierna nación en formación, sino a un pueblo y a un territorio destruido. Tras su independencia Sudán del Sur no tardo en producir su primera guerra civil. Esta estalló hace cinco años en diciembre del 2013, generada por las enconadas rivalidades de dos etnias, con un trasfondo netamente político donde se inscriben las riquezas petroleras del país y la pugna de intereses de grandes transnacionales.

Las dos etnias predominantes en Sudán del Sur son los Dinka, de la que forma parte el presidente Salva Kiir Mayardit y los Nuer, a la que pertenece el ex-vicepresidente Riek Machar y ambos bandos poseen ejércitos bien armados y entrenados que suelen ejecutar horribles matanzas contra la comunidad étnica rival.

“La situación de violencia ha dejado  más de 400 mil muertos, mientras la cifra de desplazados sobrepasaría los tres millones de sur-sudaneses”.

La situación de violencia ha dejado a lo largo de estos años más de 400 mil muertos, mientras la cifra de desplazados sobrepasaría los tres millones de sur-sudaneses. En la actualidad la mitad de sus doce millones de habitantes requieren urgente ayuda humanitaria. Si bien en los últimos meses la cantidad de víctimas mortales ha tendido a decrecer, hay el temor que con el inicio de la estación seca, los diversos grupos armados que ha generado este conflicto, reanuden sus acciones terroristas contra la población civil. Esta espiral de violencia que todavía continua al margen de los acuerdos firmados, se explica por los ricos yacimientos petroleros y minerales que se hallan en el subsuelo de Sudán del Sur.

En setiembre del 2018 se firmó un acuerdo entre el presidente Salva Kiir
y el ex-vice presidente Rier Machar para compartir el poder
hasta las elecciones del 2022
Los ingresos por las exportaciones petroleras representan el 98% del presupuesto de este país del este africano. El núcleo petrolero se encuentra ubicado en la región de Bentiu (provincia de Unidad), además los Estados de Jongeli y Warap cuentan con reservas petrolíferas todavía no calculadas, pero se sospecha que serían las suficientes como para que las grandes empresas transnacionales se interesen más por Sudan del Sur.

En este país, a pesar del conflicto armado, opera la compañía nacional china CNPC, quien ha construido un oleoducto que llega hasta el Mar Rojo y una gran refinería cerca de la ciudad de Jartum capital de la vecina República de Sudán. La CNPC se asoció en el último año, con la compañía canadiense Talismán y luego se sumó a este Consorcio la compañía nacional india ONGC Videsh. Este triple Consorcio piloteado por el gigante asiático, cuenta en Sudán del Sur con 25 mil operarios chinos. Por otra parte, la compañía sueca Ludin, participa también en la explotación de nuevas reservas descubiertas en el muy famoso y rico yacimiento Block 5A al norte del territorio sur-sudanés.

La producción total de hidrocarburos se eleva a 350 mil barriles diarios, cuota que se deberá mantener hasta el año 2020, de no mediar combates o acciones violentas en las regiones petroleras lo que hasta ahora no ha sucedido. Otras compañías internacionales como la francesa Total-Elf-Fina ya se adjudicó una concesión en el extremo sur del país, sin que todavía haya iniciado la fase de explotación.

“Crear un consenso para lograr un acuerdo más amplio que reparta el poder entre los distintos grupos y regiones de este asolado país”.

Por otro lado, la presencia de la CIA norteamericana y el servicio de inteligencia israelí el Mossad en territorio de Sudan del Sur, no es solo para controlar las andanzas de los chinos, que se han vuelto una pesadilla para las potencias occidentales en África, sino que tanto norteamericanos e israelíes quieren terminar con el contrabando de armas, que tras atravesar la República de Sudán llegan a manos de los milicianos de Hamas en territorio palestino, quienes resisten desde décadas la presencia militar del Estado sionista. Es por ello que Washington y Tel-Aviv han establecido una base conjunta en la isla de Dahlak en Eritrea sobre el estratégico Mar Rojo, desde donde en más de una oportunidad, han salido fuerzas militares israelíes para bombardear a presuntos traficantes y extremistas y de donde también monitorean las actividades de Irán.

Como vemos, esta compleja situación económica y militar-estratégica ha generado que tanto los EEUU como la República Popular China tomen parte en este ya largo conflicto armado, apadrinando indistintamente al gobierno de Juba como a los grupos armados opositores, con el único objetivo de defender sus ocultos intereses.

Los bandos en conflicto reciben indistintamente apoyo militar de las
grandes potencias (EEUU o China) con el fin de preservar sus intereses
Este juego geopolítico entre las grandes potencia sobre el tablero de Sudán del Sur permanecería intocable en los próximos cuatro años, dado el acuerdo firmado en setiembre, al prever las elecciones hasta el 2022 lo cual prolongaría por cuatro largos años la rivalidad entre Kiir y Machar, pudiendo preparar el terreno para otro gran enfrentamiento. Además, este acuerdo deja varios detalles por resolver, como las necesarias medidas de seguridad para Juba, la capital de Sudán del Sur y planes puntuales para crear un Ejército nacional unificado, que le dé presencia y dominio al ejército regular en su propio territorio, dada la gravitación comercial, económica y militar de otras potencias.  

Otro aspecto a tomar en cuenta es el contexto regional. En la vecina y siempre amenazante República de Sudán, el presidente Al Bashir se enfrenta a lo que podría ser un serio desafío a su poder. A mediados de diciembre, por primera vez en cerca de 30 años de dictadura, las calles de las principales ciudades de Sudán se llenaron de manifestantes para denunciar los altos precios de los alimentos y el transporte y exigir la dimisión del presidente. No está claro cuál es el objetivo último de los manifestantes, pero una crisis en el vecino del norte podría tener un efecto tremendamente desestabilizador para Sudán del Sur.

Omar Hassan Al Bashir Presidente de la Rep. de Sudán
el temido vecino de Sudán del Sur podría desestabilizar
a este asolado país.
Otro aspecto a tener en cuenta en este conflicto, es el papel de los donantes internacionales. Las potencias que financian la paz en este país, cansados de cubrir con su dinero acuerdos que fracasan, ahora se están manteniendo al margen. Estados Unidos y Europa, como hemos visto, más les preocupan defender sus intereses económicos y estratégicos en esta Nación africana que imponer una política o diplomacia de paz. Otros países están pendientes en ver si Kiir y Machar hacen avances tangibles antes de abrir sus chequeras.
   
Esta cautela es  comprensible. Pero si fracasa este acuerdo, no está claro que lo sustituirán y el país podría volver a sumirse en un gran baño de sangre. Sera necesario crear un grupo de contacto o un árbitro que practique la diplomacia itinerante entre las potencias y los países de la región, quienes respaldan a distintos bandos y están más interesados en proteger sus propios intereses inmediatos. Un enviado especial que tenga el reconocimiento de occidente y de otras potencias ajenas a la región, podría hacer que los líderes regionales se aseguren que se mantiene el acuerdo y crear un consenso para lograr un acuerdo más amplio que reparta el poder entre los distintos grupos y regiones de este asolado país. Sin una autentica y real iniciativa política, la frágil oportunidad de paz que existe hoy en Sudán del Sur podría evaporarse.                 

martes, 8 de enero de 2019


EL CUERNO DE ÁFRICA: 
LA AMENAZA DEL GOLFO
La estratégica zona del Mar Rojo está viviendo en la actualidad una creciente militarización que podría desembocar en un conflicto regional de grandes proporciones.

Por: Javier Fernando Miranda Prieto

Tener una base militar está de moda. Somalia, Yibuti, Eritrea pueden dar fe de ello. A las ya tradicionales instalaciones militares francesas y estadounidenses presentes en la región desde hace décadas, se unen ahora los países como China e India. Pero también Turquía, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos EAU, contribuyen a la rampante militarización del continente africano.

La estratégica zona del Mar Rojo está viviendo en la actualidad una creciente militarización que podría desembocar en un conflicto regional, cuyos principales protagonistas podrían ser Egipto, Sudán, Somalia o Eritrea. Esta militarización se ha reflejado desde hace algunos años en el establecimiento de bases militares por parte de Estados, hasta entonces extraños a la región como EAU o Arabia Saudita. EAU cuenta desde el 2015 con una base en Assab, Eritrea, a la que está intentando sumar una nueva en Somalilandia y cuyo resultado es el incremento de las tensiones  con Somalia y Etiopía.

Pero la presencia militar del Golfo en el Cuerno de África no se limita a la construcción de infraestructuras o a otorgar facilidades logísticas, sino que amenaza con trasladar las tensiones regionales de los países del Consejo de Cooperación del Golfo CCF con Irán, y recientemente con Qatar, uno de sus miembros, a una región ya de por sí desestabilizada y cuyas perspectivas de mejora pueden verse truncadas por las políticas exteriores faltas de mira de Arabia Saudita y EAU.

    “la presencia militar del Golfo en el Cuerno de               África amenaza con trasladar las tensiones                   regionales de los países del CCG con Iràn” 

La presencia de los países del Golfo en el Cuerno de África respondía, al menos en un inicio, a consideraciones estratégicas estrechamente relacionadas con el conflicto que se libra en Yemen desde el 2014. Las instalaciones militares de EAU en Eritrea han permitido al emirato llevar a cabo ataques contra los hutíes, así como hacer posible el bloqueo marítimo.   

También existen consideraciones económicas. La compañía Dubai Ports Worlt Ltd., con base en Dubai, gestionó el puerto de Yibuti, por el que transita la mayor parte de las mercancías procedentes de Etiopía, durante 10 años. Pero una disputa entre el Jefe de la Fuerza Aérea de Yibuti y diplomáticos emiratíes derivó en la ruptura de relaciones entre ambos países en 2015. En 2016 la misma compañía firmó un contrato por valor de 442 millones de dólares para operar por un periodo de 30 años el puerto de Berbería en Somalilandia, lo que ha desatado la furia del gobierno Federal de Somalia. Para más detalles el gobierno etíope adquirió una participación del 19% del proyecto, dando así un apoyo tácito a Somalilandia, cuya independencia declarada en 1991 no es reconocida internacionalmente.

El joven emir de Qatar, un país que se disputa el liderazgo
del Golfo con la monarquía saudí, tiene fuerte influencia
en los países del Cuerno africano.  
Pero la presencia del Golfo en el este de África no se limita a consideraciones logísticas y económicas. Arabia Saudita y EAU buscan que dichos Estados se posesionen claramente en los conflictos regionales. En 2015, todos los países de la región acepto Etiopía, se sumaron a la coalición contra los hutíes en Yemen, que lidera Arabia Saudita. Asimismo, cuando Riad rompió relaciones diplomáticas con Irán a comienzos de 2016, Sudán, Yibuti y Somalia hicieron lo propio. Este apoyo incondicional fue premiado con asistencia financiera. A modo de ejemplo, el día en que Somalia cortó sus lazos diplomáticos con el país persa, recibió de Arabia Saudita 50 millones de dólares por concepto de ayuda.

El bloqueo comercial contra el pequeño emirato de Qatar, que desde el 2017 inició Arabia Saudita por diferencias políticas (Qatar es el único país del Golfo que mantiene estrechas relaciones con Irán el enemigo principal de la casa real saudí) también ha influido en los países del Cuerno de África. Sin embargo, posicionarse en este caso se ha mostrado mucho más difícil. Eritrea y Yibuti tomaron el lado saudí, mientras que Somalia, Etiopía y Sudán se declararon neutrales, pero ninguno se ha librado de las consecuencias de su decisión.

Desde 2010 Qatar era mediador en el conflicto por la Isla de Doumeira, en el Mar Rojo, que enfrenta a Eritrea y Yibuti, pero al declararse ambos del lado saudí, los observadores qataríes fueron inmediatamente retirados, contribuyendo a la reavivación del conflicto. Eritrea aprovechó la situación para ocupar de facto la isla, un paso que amenazó con desatar un conflicto armado entre Eritrea, Yibuti y Etiopía, principal aliado de este último y hasta hace poco tiempo, enemigo del primero.

En el caso de Somalia, el gobierno Federal decidió declararse neutral pese a las presiones ejercidas especialmente por EAU. Como consecuencia, el Estado de Puntland (estado de Somalia autoproclamado independiente en 1998) se declaró favorable a la alianza saudí, ignorando así la competencia exclusiva del gobierno de Mogadiscio en política exterior. Esta decisión es una muestra de cómo la diplomacia emiratí soslaya al ejecutivo somalí en favor de los gobiernos estatales al negociar directamente con Puntland y Somalilandia, boicoteando el débil proceso de paz y contribuyendo al recrudecimiento del conflicto.

Cabría precisar que para algunos analistas los Emiratos Árabes Unidos (esa federación de principados árabes aliado incondicional del reino saudí y potencia económica en el Golfo) siempre ha menos preciado a sus vecinos del Cuerno de África. EAU nunca ha visto el Cuerno como una entidad estratégicamente integrada, eligiendo socios al azar, siendo estos los países más pequeños y vulnerables de la región.

      “la política del Golfo en el Cuerno de África 
              no se limita a la construcción de                             infraestructuras o a facilidades logísticas”

La política del Golfo hacia el Cuerno de África también tiene un impacto en conflictos de largo recorrido. Habría que recordar que en el caso del casi extinguido conflicto entre Eritrea y Etiopía, antes de las negociaciones de paz emprendidas desde el año pasado por el Primer Ministro etíope Abyi Ahmed, Addis Abeba consideraba una amenaza el establecimiento de bases militares de EAU en la vecina Eritrea y las relaciones con Arabia Saudita, que contribuyó a la salida del ostracismo internacional al gobierno de Asmara.

El conflicto entre Etiopía y Egipto por la construcción de la presa del Renacimiento en el río Nilo también se vio afectado por las dinámicas regionales del Golfo. Mientras que tanto Egipto como Sudán son grandes aliados de Riad, en la cuestión de la presa Sudán de alía con Etiopia,  lo que complica aún más el difícil juego de alianzas en la región. Ante esta situación, Addis Abeba ha buscado fortalecer sus lazos con Doha como contrapeso al fuerte apoyo saudí a Egipto, que a su vez ha estrechado la cooperación militar con Eritrea, hasta hace poco acérrimo enemigo de Etiopía.

Como se ve, el despliegue financiero y de tropas de los países del Golfo en el Cuerno de África amenaza con hacer estallar una situación de por si volátil. La falta de mira de estos Estados en la persecución de sus intereses nacionales pone en peligro la seguridad regional, contribuyendo al resurgimiento de conflictos y al fracaso de procesos de paz y estabilización. Tanto si se posicionan en un bando como si no, los países africanos se ven arrastrados a una tensión regional en la que sus intereses a menudo no importan, pero por la que estarían pagando un elevado precio.