sábado, 12 de enero de 2019

SUDÁN DEL SUR:
LOS INTERESES OCULTOS DE UN CONFLICTO
Sudán del Sur es la nación más joven de África, apenas dos años después de su independencia inicia una cruenta
guerra civil que perdura hasta hoy. Sus anhelos de libertad y desarrollo se vieron frustrados.  

Por: Javier Fernando Miranda Prieto

Las conversaciones de paz en Sudán del Sur se han convertido en una historia de nunca acabar, en setiembre del año pasado, el presidente Salva Kiir Mayardit y su principal adversario el ex-vicepresidente convertido en líder rebelde Riek Machar, firmaron un acuerdo de alto el fuego y de conformación de un gobierno conjunto hasta las elecciones del 2022. Este pacto satisface, al menos por ahora, los intereses de ambos rivales, y de los líderes regionales: Omar Al Bachir de Sudán y Yoweri Museveni de Uganda, los dos dirigentes de la zona con más influencia en este asolado país. Pero el más importante logro de este acuerdo es el haber disminuido la violencia.

En el mundo a Sudán del Sur se le conoce como el país más joven de África, pero su independencia lograda en julio de 2011, luego de 30 años de guerra no dio a luz una tierna nación en formación, sino a un pueblo y a un territorio destruido. Tras su independencia Sudán del Sur no tardo en producir su primera guerra civil. Esta estalló hace cinco años en diciembre del 2013, generada por las enconadas rivalidades de dos etnias, con un trasfondo netamente político donde se inscriben las riquezas petroleras del país y la pugna de intereses de grandes transnacionales.

Las dos etnias predominantes en Sudán del Sur son los Dinka, de la que forma parte el presidente Salva Kiir Mayardit y los Nuer, a la que pertenece el ex-vicepresidente Riek Machar y ambos bandos poseen ejércitos bien armados y entrenados que suelen ejecutar horribles matanzas contra la comunidad étnica rival.

“La situación de violencia ha dejado  más de 400 mil muertos, mientras la cifra de desplazados sobrepasaría los tres millones de sur-sudaneses”.

La situación de violencia ha dejado a lo largo de estos años más de 400 mil muertos, mientras la cifra de desplazados sobrepasaría los tres millones de sur-sudaneses. En la actualidad la mitad de sus doce millones de habitantes requieren urgente ayuda humanitaria. Si bien en los últimos meses la cantidad de víctimas mortales ha tendido a decrecer, hay el temor que con el inicio de la estación seca, los diversos grupos armados que ha generado este conflicto, reanuden sus acciones terroristas contra la población civil. Esta espiral de violencia que todavía continua al margen de los acuerdos firmados, se explica por los ricos yacimientos petroleros y minerales que se hallan en el subsuelo de Sudán del Sur.

En setiembre del 2018 se firmó un acuerdo entre el presidente Salva Kiir
y el ex-vice presidente Rier Machar para compartir el poder
hasta las elecciones del 2022
Los ingresos por las exportaciones petroleras representan el 98% del presupuesto de este país del este africano. El núcleo petrolero se encuentra ubicado en la región de Bentiu (provincia de Unidad), además los Estados de Jongeli y Warap cuentan con reservas petrolíferas todavía no calculadas, pero se sospecha que serían las suficientes como para que las grandes empresas transnacionales se interesen más por Sudan del Sur.

En este país, a pesar del conflicto armado, opera la compañía nacional china CNPC, quien ha construido un oleoducto que llega hasta el Mar Rojo y una gran refinería cerca de la ciudad de Jartum capital de la vecina República de Sudán. La CNPC se asoció en el último año, con la compañía canadiense Talismán y luego se sumó a este Consorcio la compañía nacional india ONGC Videsh. Este triple Consorcio piloteado por el gigante asiático, cuenta en Sudán del Sur con 25 mil operarios chinos. Por otra parte, la compañía sueca Ludin, participa también en la explotación de nuevas reservas descubiertas en el muy famoso y rico yacimiento Block 5A al norte del territorio sur-sudanés.

La producción total de hidrocarburos se eleva a 350 mil barriles diarios, cuota que se deberá mantener hasta el año 2020, de no mediar combates o acciones violentas en las regiones petroleras lo que hasta ahora no ha sucedido. Otras compañías internacionales como la francesa Total-Elf-Fina ya se adjudicó una concesión en el extremo sur del país, sin que todavía haya iniciado la fase de explotación.

“Crear un consenso para lograr un acuerdo más amplio que reparta el poder entre los distintos grupos y regiones de este asolado país”.

Por otro lado, la presencia de la CIA norteamericana y el servicio de inteligencia israelí el Mossad en territorio de Sudan del Sur, no es solo para controlar las andanzas de los chinos, que se han vuelto una pesadilla para las potencias occidentales en África, sino que tanto norteamericanos e israelíes quieren terminar con el contrabando de armas, que tras atravesar la República de Sudán llegan a manos de los milicianos de Hamas en territorio palestino, quienes resisten desde décadas la presencia militar del Estado sionista. Es por ello que Washington y Tel-Aviv han establecido una base conjunta en la isla de Dahlak en Eritrea sobre el estratégico Mar Rojo, desde donde en más de una oportunidad, han salido fuerzas militares israelíes para bombardear a presuntos traficantes y extremistas y de donde también monitorean las actividades de Irán.

Como vemos, esta compleja situación económica y militar-estratégica ha generado que tanto los EEUU como la República Popular China tomen parte en este ya largo conflicto armado, apadrinando indistintamente al gobierno de Juba como a los grupos armados opositores, con el único objetivo de defender sus ocultos intereses.

Los bandos en conflicto reciben indistintamente apoyo militar de las
grandes potencias (EEUU o China) con el fin de preservar sus intereses
Este juego geopolítico entre las grandes potencia sobre el tablero de Sudán del Sur permanecería intocable en los próximos cuatro años, dado el acuerdo firmado en setiembre, al prever las elecciones hasta el 2022 lo cual prolongaría por cuatro largos años la rivalidad entre Kiir y Machar, pudiendo preparar el terreno para otro gran enfrentamiento. Además, este acuerdo deja varios detalles por resolver, como las necesarias medidas de seguridad para Juba, la capital de Sudán del Sur y planes puntuales para crear un Ejército nacional unificado, que le dé presencia y dominio al ejército regular en su propio territorio, dada la gravitación comercial, económica y militar de otras potencias.  

Otro aspecto a tomar en cuenta es el contexto regional. En la vecina y siempre amenazante República de Sudán, el presidente Al Bashir se enfrenta a lo que podría ser un serio desafío a su poder. A mediados de diciembre, por primera vez en cerca de 30 años de dictadura, las calles de las principales ciudades de Sudán se llenaron de manifestantes para denunciar los altos precios de los alimentos y el transporte y exigir la dimisión del presidente. No está claro cuál es el objetivo último de los manifestantes, pero una crisis en el vecino del norte podría tener un efecto tremendamente desestabilizador para Sudán del Sur.

Omar Hassan Al Bashir Presidente de la Rep. de Sudán
el temido vecino de Sudán del Sur podría desestabilizar
a este asolado país.
Otro aspecto a tener en cuenta en este conflicto, es el papel de los donantes internacionales. Las potencias que financian la paz en este país, cansados de cubrir con su dinero acuerdos que fracasan, ahora se están manteniendo al margen. Estados Unidos y Europa, como hemos visto, más les preocupan defender sus intereses económicos y estratégicos en esta Nación africana que imponer una política o diplomacia de paz. Otros países están pendientes en ver si Kiir y Machar hacen avances tangibles antes de abrir sus chequeras.
   
Esta cautela es  comprensible. Pero si fracasa este acuerdo, no está claro que lo sustituirán y el país podría volver a sumirse en un gran baño de sangre. Sera necesario crear un grupo de contacto o un árbitro que practique la diplomacia itinerante entre las potencias y los países de la región, quienes respaldan a distintos bandos y están más interesados en proteger sus propios intereses inmediatos. Un enviado especial que tenga el reconocimiento de occidente y de otras potencias ajenas a la región, podría hacer que los líderes regionales se aseguren que se mantiene el acuerdo y crear un consenso para lograr un acuerdo más amplio que reparta el poder entre los distintos grupos y regiones de este asolado país. Sin una autentica y real iniciativa política, la frágil oportunidad de paz que existe hoy en Sudán del Sur podría evaporarse.                 

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