ESA HERIDA ABIERTA EN EL CORAZÓN DE
ÁFRICA
Por: Javier Fernando
Miranda Prieto
Apenas se aterriza en
el primer terminal aéreo de la ciudad de Kinshasa, y ya se percibe una
atmosfera cargada, pesada, no solo por el calor reinante en esta época del año,
en la capital de este gigante país del centro africano, sino por el clima de
violencia que ha sacudido a la República Democrática del Congo -RDC- en las dos
últimas décadas y que ha marcado el carácter y las relaciones inter-personales
entre los congoleños.
Como me lo comentaba mi
amigo Thomas Abiola, un activo promotor del orfanato Le Bon Berger (El Buen
Pastor), en su casi perfecto español: “No
hay actividad o hecho cotidiano en que el congoleño, no este de mal humor o
reaccione con violencia. Antes no éramos así”. La recelosa actitud de los
policías y militares que resguardan el aeropuerto de Kinshasa, el más
militarizado terminal aéreo del continente africano, o el poco disimulado mal
humor, con que los taxistas congoleños tratan a sus pasajeros, nos estarían
confirmando, esa desconfianza y resquemor que se ha implantado en el alma de
los congoleños.
Un país como la RDC,
que trata de salir, con no pocas dificultades, de la brutal espiral de
violencia que vivió por años, debe de afrontar ahora, un proceso social en
donde la violencia ha adquirido una dinámica propia. Todos los ámbitos de la
sociedad congoleña están impregnados de relaciones en donde prima la
confrontación virulenta. La convivencia entre vecinos de un barrio, las
disputas por la propiedad de un terreno, las relaciones inter-familiares, las
diferencias políticas, todos estos tipos de relaciones degeneran en acciones
violentas. En el Congo existen casi dos
generaciones de congoleños, que han nacido y vivido alimentándose diariamente de
una violencia que los afecta directamente.
Este largo conflicto
armado no resuelto todavía, a desestructurado la sociedad congoleña,
debilitando sus instituciones, precarizando todo ordenamiento legal pre-existente
y deteriorando gravemente las mínimas normas de convivencia.
Este tipo de sociedades
impregnadas de violencia, son características de países que han atravesado por
largos conflictos armados, como los procesos de confrontación armada que se
dieron, por ejemplo en los países centroamericanos (El Salvador, Honduras,
Guatemala) que vivieron en los años 80
el accionar de la guerrilla urbana y del terrorismo de Estado; Colombia y sus
más de cincuenta años de convivencia con la guerrilla de las FARC, con los
paramilitares de ultra derecha o con las bandas de sicarios financiadas por los
carteles de la droga; o la experiencia de Perú, que tuvo que convivir durante
veinte años, con la insania terrorista de Sendero Luminoso. Todas estas
experiencias traumáticas, como los años de guerra vividos en la RDC, han dejado
heridas abiertas en sus sociedades y en la forma de relacionarse entre su
población.
“En el Congo existen
casi dos generaciones
de congoleños, que han nacido y vivido
alimentándose diariamente de una violencia
que los afectaba directamente”
Las frías cifras que ha
dejado, hasta ahora, el conflicto armado en el Congo son espeluznantes, las más
fiables son las estadísticas que en diciembre del año pasado, emitiera la
Conferencia Episcopal de los obispos católicos de la RDC. En un voluminoso
informe, esta institución religiosa, cifra el número de víctimas mortales en
las dos últimas décadas, en cerca de 6 millones de personas; los niños
huérfanos en 600 mil; los casos registrados de niñas violadas en 400 mil al
año; los lugares de entierro o fosas comunes en 2,200; y el número de
desplazados en 15 millones de personas, de una población de 69 millones,
quienes se encuentran viviendo en precarios campos de refugiados, dentro del
territorio congoleño y detrás de las fronteras de sus países vecinos. Desde
diciembre del año pasado, la RDC también se ha convertido en destino para poblaciones
desplazadas de otros países, más de 500 personas provenientes de la inestable y
convulsa República Centroafricana, se han alojado al norte del territorio
congoleño, haciendo más difícil y peligroso la actual crisis humanitaria que
vive este país.
El orfanato Le Bon
Berger, ubicado a las afueras de Kinshasa, alberga a un centenar de estos niños
y niñas congoleñas desplazadas, esta organización humanitaria, financiada por
la cooperación técnica internacional, está administrada por médicos chilenos,
uruguayos y congoleños, quienes vienen cumpliendo una labor abnegada y meritoria, rescatando de la calle a
los niños abandonados y a los menores que fueron convertidos en niños-soldados
por las bandas armadas de diferente signo, que asolaron al país. Uno de los
promotores de este alberque, Thomas Abiola, joven congoleño estudiante de
derecho, nos confirma la oprobiosa situación actual de los jóvenes en el Congo:
“La sociedad del Congo está marcada por
la violencia de estos años, pero la principal víctima es la población juvenil.
Las altas tasas de deserción escolar, el desempleo juvenil, la violencia de las
pandillas de barrio, el elevado consumo de drogas entre los jóvenes, la
delincuencia; este grave cuadro nos refleja el olvido y el desdén de parte del
Estado, para ese sector de la población. Son los hijos del conflicto armado”.
“Este largo conflicto armado, a desestructurado
la sociedad congoleña, debilitando sus instituciones
y deteriorando gravemente las mínimas
normas de convivencia”
Una de las cosas que
más llama la atención a un visitante, que pasea por las calles de Kinshasa, es
la cantidad de jóvenes deambulando por las principales avenidas de la ciudad.
Adolescentes vendiendo baratijas, un grupo de muchachos parados en las
esquinas, chicas y chicos en las bancas de los parques o muchachos jugando
futbol en improvisadas canchitas en plena calle. Jóvenes que viven en un país
rico, mientras que ellos no se sienten tocados por esa riqueza y que han sabido
observar el contraste entre las potencialidades de su país y su realidad
cotidiana. Una realidad que constata, que en la RDC hay más de 70% de desempleo
y en torno del 90% de desocupación juvenil. Una constatación que abarca otras
carencias, como que en el Congo se vive sin electricidad, mientras que se
podría tener una de las presas más grandes del mundo; no se tiene acceso a agua
potable, mientras que según la propaganda del gobierno llama a la RDC como “el
paraíso del agua”, con fuentes permanentes de agua potable y regiones con
lluvia durante todo el año; se vive constantemente en la inseguridad, mientras que
la mayor dotación del cuerpo policial de la ciudad se encargan de cuidar a las
autoridades del país.
Estas amargas
constataciones de una realidad injusta, ha sublevado a un buen número de
jóvenes: universitarios, miembros de colectivos de derechos humanos, artistas
de la calle, bandas de música rap y activistas por los derechos laborales de
los jóvenes, un grupo de reciente creación, dirigido por Fred Bahuma,
estudiante de periodismo, que le ha planteado al gobierno, vía iniciativa
ciudadana, proyectos de ley para la creación de “bolsas de trabajo” para los
jóvenes, tanto dentro de la actividad privada, como de las entidades estatales.
Fred, con mucha convicción nos decía: “Cuando
nos empezamos a juntar no pasábamos de 150 jóvenes, pero en las marchas del 19
de enero, contra los intentos de Kabila de reelegirse a un tercer mandato, ya
éramos más de 3,000. Pasamos de luchas laborales reivindicativas a exigencias
por derechos políticos, porque pensamos que en una democracia, los
representantes deben rendir cuentas ante la población y los representados,
nosotros, debemos demandar y exigir a los políticos. Si no demandamos nada, no
tendremos nada”.
Otras de las
prioridades, no solo de los jóvenes sino del ciudadano promedio congoleño, son
la seguridad ciudadana y la paz. En principio la paz se ha convertido en un
tema principalísimo, luego de largos años de guerra. En todo este tiempo, se ha
tratado de caricaturizar al Congo, con muchos programas de las Naciones Unidas,
que no son efectivos o que no apuntan a las verdaderas causas de la guerra.
Fred, desde su experiencia de activista nos añade: “Los mismos policías que nos han reprimido en las protestas de enero, son
los que han recibido capacitación y financiamiento de parte de las NN.UU, las ciudades
de Goma y Kinshasa han sido seleccionadas para este programa, es decir, con la plata
de donaciones de organismos internacionales están financiando a la guardia
represora del gobierno. Y sobre nuestro ejército, es un verdadero mosaico de
grupos armados. Así nunca vamos a tener seguridad, ni paz”.
Todos los analistas
congoleños, coinciden en que para poner en práctica un verdadero y realista
“acuerdo de paz”, se debería empezar con reformar el ejército. Empezando por la
depuración del Estado Mayor de la Fuerzas Armadas de la República Democrática
del Congo FARDC, cuyos mandos jerárquicos han sido acusados por la violación de
derechos humanos de la población civil, así como de actos de corrupción dentro
de su misma institución. El ejército debería de profesionalizar a sus cuadros
de elite y dotarlos de una mayor logística, sin descuidar el trabajo conjunto
con otros ejércitos de la región.
“Existen 15 millones de personas desplazadas,
de una población de 69 millones, quienes se encuentran
viviendo en precarios campos de refugiados,
dentro y fuera del territorio congoleño”
Personal militar de
Malaui, Tanzania y Sudáfrica, en los meses de diciembre y enero último, han
capacitado a comandos especiales de las FARDC. Incidir en una cooperación
defensiva común y reciproca entre los ejércitos de la región, para actuar
ofensivamente ante conflictos internos, puede ser un avance para conseguir la solución,
desde los gobiernos africanos, para los conflictos armados en los países africanos.
Otra arista del
conflicto armado congoleño, es el rol que juega la Misión de Estabilización de
la ONU en el Congo, la llamada MONUSCO, todos los analistas congoleños consultados
coinciden en afirmar que la presencia de esta Misión le quita responsabilidad
al Estado congoleño. “El gobierno de la
RDC debe de sentirse responsable de sus problemas. Es por eso, que una de
nuestras reivindicaciones para lograr la paz, es decirle a la MONUSCO que
empiece hacer sus maletas y deje al Congo afrontar sus propios problemas”
nos responde enfáticamente el Coronel en retiro Moise Kimba, un respetado ex
oficial del ejército, que fue pasado al retiro en el 2011, cuando se opuso al
fraudulento y amañado proceso electoral donde salió reelecto el presidente
Kabila.
El coronel Kimba, un crítico
de la larga e infértil misión militar de la ONU en el Congo, nos argumenta: “La Misión de la ONU ha sido hasta ahora contradictoria
y ha servido solo para militarizar más nuestro país. En el año 2,012, durante el conflicto con el M 23, la solución de la
comunidad internacional, a través de la MONUSCO, fue crear una “fuerza neutral”,
formada por los ejércitos de Uganda, Burundi, Ruanda y la RDC, sin darse cuenta
que esas fuerzas formaban parte del conflicto armado, tenían intereses en la
guerra y por lo tanto no podían ser consideradas “fuerzas neutrales”.
Además, como nos
recordaba el coronel Kimba, en esa época, crear otra fuerza más en el conflicto
congoleño, era sobre-militarizar la región, que ya estaba suficientemente
militarizada. Entre el ejército congoleño, los cientos de grupos armados, las
tropas de la ONU, el apoyo logístico de las tropas ruandesas y ugandesas a las
milicias rebeldes, todo este fuego cruzado, lo único que logró fue complejizar
más el conflicto, parcelar el poder militar y empantanar toda posible solución
negociada.
Como señalábamos líneas
arriba, lo que se requiere es un comando unificado regional, que no incluya a
los ejércitos de los países que tienen intereses particulares en este
conflicto. Un ejército africano, que tenga mando más ofensivo y con una
capacidad real de reaccionar ante una operación armada. Recordemos que el
argumento principal de la Misión Militar de la ONU, para no tener una acción ofensiva,
era que no podía reemplazar al ejército congoleño. En la situación que se vivió
entre los años 2,012 y 2,013 durante el conflicto con el M 23, la ONU alegaba
que no era su responsabilidad la de enfrentar a un grupo armado, que para eso
estaba el ejército. Lo cual era toda una contradicción, si existía la MONUSCO
es porque había una debilidad del Estado, si no, entonces no se necesitaba la
Misión. Todo este argumento, sonaba más a un pretexto para no hacer nada,
mientras se mantiene una Misión Militar que cuesta mil millones de dólares al
año.
“la paz para el Congo
pasa principalmente,
por un dialogo político
con Ruanda; por una autentica
salida política al
problema de los refugiados hutus;
pero sobre todo por una
verdadera transformación
del Estado congoleño”
Pero la solución
definitiva al conflicto armado en la RDC, no tiene que ver solamente con
estrategias militares, con planes ofensivos o con la conformación de comandos
unificados; para nosotros la paz para el Congo pasa principalmente, por un
dialogo político con Ruanda, el expansionista y agresivo vecino del Congo; por
una autentica salida política al problema de los refugiados hutus; por el
retiro definitivo y sin condiciones del actual dolor de cabeza del gobierno
congoleño, las Fuerzas Democráticas de Liberación de Ruanda FDLR; pero sobre
todo, por una verdadera transformación del Estado congoleño, una transformación
en que la población tome parte en la decisiones políticas, de distribución y
acceso a los recursos naturales, y en las decisiones que involucren sus plenos derechos
de participación política y libertades democráticas.
Quien pasee por las
calles de Kinshasa, no puede dejar de sentir, a pesar del mal carácter de los
congoleños, las ansias de superación de su pueblo, de una juventud, llena de
mil problemas, pero con anhelos de realización, un país diverso, gigante y
rico, como el Congo. Un país atravesado por un conflicto armado sin resolver y una
economía con muchas potencialidades, que muestra indicadores positivos solo para una minoría, mientras solo ofrece pobreza a la mayoría de la población, el
Congo, siempre el Congo, esa dolorosa herida abierta en el corazón de África.