CHINA EN ÁFRICA:
ESTRICTA
GEOPOLÍTICA
Por: Javier Fernando Miranda Prieto
La
actual confrontación comercial y política entre China y los Estados unidos,
también tiene evidentes alcances geopolíticos. La disputa por las islas del mar
al sur de China, la presencia gravitante del gigante asiático en África y
principalmente la ejecución de su megaproyecto de la Nueva Ruta de la Seda van
a agudizar aún más esta nueva versión de “guerra fría” que los enfrentan en la
actualidad. China ha creado el Fondo de la Ruta de la Seda con un aporte
inicial de 40 mil millones de dólares. Según el Ministerio de Desarrollo e
Infraestructura chino, el dinero se destinará a financiar proyectos de
infraestructura a gran escala en Eurasia, la
región Asia Pacífico
y la costa oriental de África, una
región que puede convertirse en un referente comercial y económico en pocos
años, gracias a los inversionistas chinos.
Este mega-proyecto comercial y financiero trata de reeditar la red comercial creada por la China Imperial del siglo I a.C. La antigua Ruta de la Seda fue una red comercial organizada a partir del negocio de la seda china, que se extendía por todo el continente asiático, conectando a China con Mongolia, el subcontinente indio, Persia, Arabia, Siria, Turquía, Europa y África. Comenzando en la ciudad de Chang'an (actualmente Xi'an), pasando entre otras por Karakórum (Mongolia), el Paso de Khunjerab (China/Pakistán), Susa (Persia), el Valle de Fergana (Tayikistán), Samarcanda (Uzbekistán), Taxila (Pakistán), Antioquía en Turquía, Alejandría (Egipto), Kazán (Rusia) y Constantinopla (actualmente Estambul) a las puertas de Europa, llegando hasta los reinos hispánicos en el siglo XV, y a los confines de Somalia y Etiopía en el África oriental.
“China busca expandir si influencia
internacional,
aplicando
su tradicional y milenaria geopolítica”
Como se sabe, desde el 2,009 China se ha convertido en el primer socio comercial de África, con más de 240 mil millones de dólares. En estos años, mientras los EE.UU han buscado en el continente africano "seguridad" geopolítica y económica; China quiere construir "un nuevo consenso" con África y este ambicioso proyecto de inversión apunta a ello. Desde hace una década las condiciones comerciales son más duras en China, donde el aumento de los costos laborales, la sobrecapacidad industrial y los estándares ambientales más estrictos están cobrando su precio, lo cual convencieron a muchos inversionistas y empresarios chinos a satisfacer sus ambiciones en otros lugares. Aunque muchos buscaron países más cercanos como Camboya o Vietnam, los más miraron a África.
Los enormes proyectos de infraestructura que viene financiando China en el continente africano, incluyen presas, ferrocarriles, puertos y telecomunicaciones, fueron los que desde un principio captaron su mayor atención. Entre el 2000 y 2016, el volumen de inversión china en África pasó del 2% de los niveles de EE.UU. al 55%, se estima que al ritmo vertiginoso actual, China superará los niveles de EE. UU. en unos pocos años.
En este contexto económico y geopolítico es que el gigante asiático ha emprendido este ambicioso proyecto. La actual Ruta de la Seda Marítima comienza en el puerto de Quanzhou, provincia de Fujian, seguirá hacia Haikou (Hainan), luego hacia el sur, hasta el estrecho de Malaca. Desde Kuala Lumpur irá a Calcuta, India, cruzará el resto del océano Índico hasta Nairobi, Kenia, bordeando toda la costa oriental africana -Cuerno de África- hasta llegar al mar Rojo y al Mediterráneo, con una parada en Atenas antes de terminar en Venecia.
Como vemos, al margen de sus mega-proyectos e inyecciones financieras, China aspira a convertirse en la primera economía del mundo, mientras que África es un continente emergente con una población creciente. La influencia de las relaciones sino-africanas ha trascendido a todos los ámbitos, tejiendo una interdependencia cada vez más estrecha. Sin embargo, la filosofía de Pekín poco ha variado: África cada vez tiene más valor como aliado estratégico en las ambiciones geopolíticas chinas.
Su modelo de interacción aplicado a las naciones africanas -basado en la "ganancia mutua"- está revelando un panorama cada vez más asimétrico a favor del gigante asiático. Su creciente influencia económica, política y cultural va en línea con los postulados geoestratégicos de Pekín, pero, al mismo tiempo, cada vez, puede estar dejando menos espacio a la autonomía de las naciones africanas.
Para China, los beneficios de su Nueva Ruta de la Seda son claros: ampliar vías hacia el oeste de su territorio, lo cual le va permitir desarrollar sus regiones occidentales, que son las más empobrecidas; este proyecto es un estímulo para sus sectores industriales; abre nuevos mercados para sus productos; facilita que otros países adopten sus estándares tecnológicos, por ejemplo en telefonía 5G; y, en general, expande su presencia e influencia internacional, aplicando su tradicional y milenaria geopolítica China.
No es una coincidencia que con este corredor marítimo, la costa oeste de China tendrá, a través del puerto pakistaní de Gwadar, salida al mar, y en el pequeño Yibuti, en pleno Cuerno de África, instalará un puerto comercial, en donde hace poco la potencia asiática estableció su primera base militar. Es decir, estricta geopolítica.
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