RECORDANDO A THOMAS
SANKARA
Por: Javier Fernando Miranda Prieto
El escritor colombiano Gabriel García Márquez escribía en una crónica sobre la Cumbre de los Países No Alineados realizada en la ciudad de Harare-Zimbabwe en 1986, que le había llamado la atención la actitud de un joven líder africano, que en sus tiempos libres durante el evento, pasaba largas horas leyendo apartado del resto de las delegaciones, su concentración en la lectura y su actitud reflexiva contradecía la alegría y el carácter extrovertido del común de los africanos. Este singular personaje –que llamó la atención al Nobel de literatura- fue Thomas Sankara, quien hace 25 años fue cruelmente asesinado.
Thomas Sankara fue
presidente de la antigua Alto Volta (actual Republica de Burkina Faso) entre
los años de 1983 a 1987. Sankara por su ejecutoria como líder de su país y por
su predicamento progresista e innovador, sigue siendo una figura relevante para
entender la historia reciente del África.
Si bien es cierto que Sankara llega al poder a través de un golpe de estado, dirigido por un pequeño
grupos de jóvenes oficiales del ejército, tempranamente marcó la diferencia con el resto de las asonadas cuartelarías que dominaron la política de ese país desde su independencia de Francia en 1960.
Heredero de la primera
generación de líderes anti coloniales como: Patricio Lumunba del Congo, Kwama
N’krumah de Ghana o Julius Nyerere de Tanzania, Sankara va tratar de continuar la herencia de estas figuras históricas del África, bregando por la plena independencia económica y social, que las antiguas metrópolis europeas le negaban a estos países.
Sankara va denunciar, a principio de los años ochenta, el neocolonialismo que occidente seguía ejerciendo sobre el continente africano, a través de los famosos Planes de Ajuste Estructural, que les imponía
los organismos multilaterales de crédito, así como los efectos sociales devastadores
que la deuda externa estaba teniendo para el conjunto de la población de su
país.
El lider burkinés, revolucionó las
prácticas políticas y sociales, con una serie de medidas que confrontaron el
“sentido común”, el pensamiento único neoliberal, que imperaba por esos años en
el continente africano y en el resto de los países en desarrollo.
Mediante el golpe de
estado, el presidente de Burkina Faso, puso en marcha una autentica revolución en su
país: nacionalizó las tierras y las entregó a los campesinos -en un país que el 80% de su población vivía de la actividad agrícola-, estatizó las riquezas
minerales -las cuales eran explotadas por un puñado de empresas europeas- emprendió
campañas de alfabetización y vacunación, se enfrentó a los organismos
financieros internacionales, promoviendo que no se pagara la deuda externa,
estimulando la autosuficiencia, para evitar vivir siempre de la ayuda exterior, asimismo, promovió -como nadie ha hecho nunca en
África- los derechos de la mujer.
Sankara va denunciar, a principio de los años ochenta, el neocolonialismo que occidente seguía ejerciendo sobre el continente africano, a través de los famosos Planes de Ajuste Estructural, que les imponía los organismos multilaterales de crédito, así como los efectos sociales devastadores que la deuda externa estaba teniendo para el conjunto de la población de su país.
Sobre este punto en
particular, Sankara prohibió los matrimonios forzosos, la mutilación genital
femenina y la poligamia, asimismo, empezó a colocar, a una gran cantidad de
mujeres en los más altos cargos del Estado, se puede de decir, que fue el iniciador de lo que hoy se
llama: la paridad de género. Como se ve, nuestro personaje trató de enfrentar y combatir
uno de los males más arraigados de la cultura africana: el machismo y la
estructura patriarcal de la sociedad del África.
Un año después de ocupar la presidencia, el presidente burkinés, va tomar una decisión muy significativa y simbólica de su gestión, va cambiar el nombre de su país. Su antigua denominación: Alto Volta, tenía una connotación geográfica, se refería a la región naciente del rio Volta, donde los colonizadores franceses se asentaron en el siglo XVII. Pero ante los cambios radicales que estaba ejecutando en su nación, decide rebautizarla como: Burkina Faso, que en idioma kirundi -mayoritario en la región- significa: país de los hombres íntegros.
Haciendo honor al nuevo nombre del país, el revolucionario burkinés, inició una drástica campaña contra la corrupción del Estado. Al presidente le ofendía el derroche y el mal uso que le daban, los funcionarios de su gobierno, a los escasos recursos del país. Sankara, renunció a todos los privilegios que tenía, por ser la primera autoridad de la nación, caracterizándose por un estilo de vida
austera y sin ninguna ostentación. El líder de la revolución quería, con su conducta, dar el ejemplo, para forjar dentro de su sociedad, un hombre nuevo, con nuevos valores, valores de solidaridad, integridad y compromisos con el pueblo. Es por ello, que muchos de sus compatriotas, hasta el día de hoy lo recuerdan, como el Ché Guevara de África.
Pero como todo lo bueno
acaba pronto, el 15 de octubre de 1987, cinco años después de su llegada al
poder, Thomas Sankara es asesinado por sus propios compañeros de revolución. El
proceso de cambios que el inició era insostenible, sus radicales reformas
habían chocado con muchos interés económicos particulares, desde grandes propietarios
del campo, empresas transnacionales, potencias europeas, jerarcas conservadores
de la iglesia católica –religión mayoritaria en el país- líderes africanos de naciones vecinas o compañeros de armas
que se veían desplazados por el liderazgo de Sankara. Es decir, la condena de muerta al
presidente, estaba dada.
La emboscada, en donde
mataron cobardemente a Sankara, fue orquestado por el coronel Blaise Campaore, oficial
muy cercano al líder de la revolución y más cercano aún, a los interés de las
grades potencias, quien se quedó gobernando Burkina Faso hasta el día de hoy.
Efectivamente, el coronel Campaore también ha cumplido 25 años, pero gozando
del poder.
Un año después de ocupar la presidencia, el presidente burkinés, va tomar una decisión muy significativa y simbólica de su gestión, va cambiar el nombre de su país. Su antigua denominación: Alto Volta, tenía una connotación geográfica, se refería a la región naciente del rio Volta, donde los colonizadores franceses se asentaron en el siglo XVII. Pero ante los cambios radicales que estaba ejecutando en su nación, decide rebautizarla como: Burkina Faso, que en idioma kirundi -mayoritario en la región- significa: país de los hombres íntegros.