LA AYUDA
QUE EMPOBRECE
Con la autoridad de haber sido uno de los
más prestigiosos y respetados líderes del Tercer Mundo, Julius Nyerere
(1922-1999) padre de la independencia de la Republica de Tanzania, quien
gobernó por más de una década su país a través de elecciones democráticas, nos
ofrece en este articulo –publicado por la revista Cuadernos del Tercer Mundo-
una aguda critica a los organismos multilaterales de crédito, que condicionan
su apoyo financiero a la aplicación de duras y recesivas políticas económicas,
como se ha visto en la mayoría de países africanos y como se están aplicando
ahora en muchos países del mundo.
Autor: Julius Nyerere
Ex presidente de Tanzania
Los programas de ayuda para África, debido a las condiciones
que imponen, no cumplen con el objetivo de aliviar la pobreza en los países de
ese continente. Por el contrario, su aplicación puede tener como resultado el
deterioro del nivel de vida de la población y en especial de los niños.
Los países africanos no son solo subdesarrollados, también
son pobres. La tarea de sus gobiernos consiste en distribuir la pobreza lo más
justamente posible y al mismo tiempo invertir todo lo que puedan para la creación de riqueza futura. Se
trata de dilemas arduos de resolver.
En periodos de hambruna ¿sobre qué bases deberían
distribuirse los alimentos disponibles? Y en tales circunstancias ¿es lógico
emplear los recursos de un país en gastos de defensa, de mantenimiento del
orden interno o en cualquier rubro no alimentario? Y si así fuera, ¿en qué
proporción?
Julius Nyerere (1922-1999) Ex presidente de Tanzania |
¿Deben utilizarse los escasos recursos a disposición de los
servicios de salud pública, por ejemplo, para la adquisición de insulina, sin
la cual algunos pacientes morirían, o para la compra de remedios contra la
malaria, que mata a más personas?
¿Deben emplearse el dinero y la mano de obra calificada para
satisfacer el consumo corriente o como inversión de capital para incrementar el
bienestar futuro?
En un país pobre tales interrogantes son planteadas
diariamente al gobierno. En África, al elegirse las soluciones a adoptar,
frecuentemente están en conflicto los más elementales derechos humanos, pues
los bienes y los recursos humanos existentes son insuficientes para atender
todas las necesidades básicas de la población. Para establecer sus programas de
desarrollo nuestros países no tienen otra alternativa que utilizar sus pocos
medios y organizarse ellos mismos, paso a paso.
Lamentablemente, sin embargo ello se está haciendo cada vez más difícil debido a las políticas neoliberales. Los bienes que se producen
mediante el labrado de un pequeño terreno con un arado o por trabajo artesanal
en pequeñas fábricas no pueden competir en el mercado mundial con los bienes
surgidos de la alta tecnología.
Una planificación que tienda a la autosatisfacción de las
necesidades de la población con los recursos propios disponibles es, en mi
opinión, el único camino hacia el progreso.
El campo africano no puede competir con la agricultura subsidiada del Primer Mundo |
No darse cuenta de la necesidad de encarar el desarrollo de
un mundo progresivo –y en lo posible autónomo- ha contribuido al actual
problema del endeudamiento externo, no solo en África, sino en todo el llamado
Sur del planeta. En nuestro apuro, hemos pedido prestado demasiado, alentados
por solícitos banqueros, que después aumentaron unilateralmente las tasas de
interés.
Todo estado soberano del África tiene –teóricamente- el
derecho de organizar su economía del modo que mejor le parezca, pero en esta
edad tecnológica, no es posible a nadie aislarse del resto del mundo.
En particular, son los pobres quienes no pueden aislarse de
las naciones ricas, desarrolladas y militarmente poderosas o de las empresas
transnacionales controladas por tales países. En las ciudades africanas los
pobres pueden a menudo evitar comprar en los mercados dominados por la porción
de la población comparativamente rica, donde los precios son mas altos. Pero
algo similar no es posible a nivel internacional, pues hay un solo mercado
mundial.
Por ejemplo, el precio de exportación del café es igual en
todos lados y se fija por la acción de intermediarios y especuladores, no por
los costos de producción o por lo que los consumidores están dispuestos a
pagar. En cambio el precio de los tractores o bienes industriales se basa en
los costo de producción, incluyendo en ellos el nivel de vida de los
trabajadores en los países desarrollados. Por ello, no es sorprendente que los
términos de intercambio se deterioren constantemente en detrimento de los
países menos desarrollados.
Así, como los injustos términos de intercambio, los países
pobres también deben de soportar los condicionamientos económicos, para acceder
a las fuentes de financiamiento de los organismos multilaterales presididos por
el Fondo Monetario Internacional –FMI-.
No creo que un condicionamiento tal de la ayuda sea ético. El
pueblo de cada nación soberana tiene el derecho de organizar sus propios
asuntos económicos a su manera.
Sin embargo en la práctica, para un país en desarrollo
obtener el visto bueno del FMI significa siempre aceptar determinadas
condiciones. Estas consisten en la devaluación masiva, la eliminación del
control de precios y de subsidios, la liberación de las importaciones y el
corte de los gastos públicos; todo esto, además de dar una alta prioridad al
pago de la deuda externa.
Por lo tanto, cuando una nación se encuentra en honda
dificultad, las negociaciones con el FMI no son sino conversaciones acerca de
los detalles sobre cómo y cuán rápido tendrá que ejecutar la política económica
que consideran ortodoxa.
Es fácil criticar a los gobiernos africanos y no ignoro todos
sus errores, ni la frecuente corrupción que en ellos existe. Pero estas culpas
no hacen más que empeorar una situación que ya era insostenible. Solo en casos extremos
son las causas principales de la situación en la que se hallan nuestros países.
No hay comentarios:
Publicar un comentario