LA
CRISIS EN BURUNDI:
LA TRAMPA
RUANDESA
Por: Javier Fernando
Miranda Prieto
La actual situación de
inestabilidad y anarquía política, que se vive en Burundi, está precipitando
aceleradamente a este país, hacia un abismo de caos y violencia sin retorno. La
terca y tozuda aptitud del presidente burundés Pierre Nkurunziza, de postular a
un ilegal e inconstitucional tercer mandato presidencial, está poniendo en
peligro la frágil estabilidad, no solo de su país, sino de toda la estratégica región
de los Grandes Lagos.
A medida que la
violencia se intensifica, especialmente en la capital Bujumbura, la Cruz Roja
de Burundi ha informado que al menos 25 personas han muerto, mientras el número
de detenidos, según cifras oficiales, bordearían las 190 personas encarceladas
por delitos contra el Estado. Según la Organización Internacional para las
Migraciones OIM, la cifra de los desplazados, que han cruzado
las fronteras de los países vecinos en
busca de refugio, bordea las 140,000 personas. Se calcula que cerca de 70,000 están en Tanzania, 50,000 han logrado llegar a Ruanda y 20,000 ya se encuentran
en la República Democrática del Congo RDC.
Esta emergencia humanitaria se ve agravada, desde hace dos semanas con la aparición de un brote de cólera, en los campos de refugiados burundeses en Tanzania. Según la organización Médicos Sin Fronteras MSF, las víctimas mortales de esta epidemia sobrepasarían las 35 personas, sumándose a los 3,000 casos comprobados de esta grave enfermedad. Asimismo, MSF habría informado, que han aparecido los primeros casos de cólera entre los 50 mil desplazados que han llegado a territorio ruandés.
Son más de 140 mil personas que han huido de Burundi, escapando de la represión militar. 50 mil de ellos se encuentran en la vecina Ruanda. |
Esta afluencia de refugiados hacia Ruanda, ha activado todas las alertas sanitarias y de emergencia
en el gobierno de Kigali. Hasta el punto que el propio presidente Paul Kagame,
ha tendido su mano solidaria a su hermano en desgracia: “Se tomarán las medidas necesarias inmediatas para garantizar la
protección a la población burundesa y actuaremos humanitariamente para restaurar
la paz en ese país hermano”,
señaló casi conmovido el mandatario ruandés.
Habría que reconocer
que estas declaraciones de Kagame, no son una simple postura o exageración. La
historia, ubicación geográfica y composición demográfica de estos dos países,
han consolidado a través del tiempo, una estrecha relación entre ambos. Al
margen de reconocidas coincidencias y divergencias históricas, Burundi y Ruanda
están unidos por un pasado violento y en los últimos tiempos, por una marcada
deriva autoritaria.
La actual crisis
institucional, política y de legitimidad que atraviesa Burundi, dada las condiciones actuales, habría
que analizarla bajo los condicionamientos, intereses y gravitación que tiene
el gobierno de Kigali, sobre la coyuntura que vive el régimen de Bujumbura.
Estos dos minúsculos
Estados, están unidos, efectivamente, por diferentes aspectos: por el mismo
pasado colonial; el mismo paisaje dominado por colinas; la misma superpoblación,
entre las más elevadas de África (con 400 habitantes por kilómetro cuadrado) el
mismo pueblo desde el punto de vista étnico, donde la mayoría hutu, conviven
con la minoría tutsi y twa, quienes tradicionalmente han permanecidos
marginados; con una misma y única lengua, hablada a ambos lados del río Akanyaru, que constituye la frontera entre los dos países. Sin embargo, estos dos
Estados, que recuperaron su independencia plena, el 1 de julio de 1,962 han
experimentado una evolución política diametralmente opuesta, pero que a partir
de ahora, podrían estar coincidiendo en un proyecto autoritario común.
“Según la OIM, la cifra de los desplazados de Burundi,
bordea las 140,000 personas, 70,000 están en Tanzania,
50,000 han logrado llegar a Ruanda y 20,000
ya se encuentran en la RDC”
Ambos pises, fueron colonias
del África oriental Alemania hasta 1,916, estuvieron luego bajo mandato belga
por decisión de la Sociedad de Naciones y a continuación, bajo tutela del mismo
país por orden de la ONU en 1,946. Las dos potencias coloniales (Alemania y
Bélgica) se apoyaron en las monarquías feudales que reinaban en estos
territorios antes de su llega, para administrarlas sin desbaratar demasiado las
costumbres y las creencias locales. A la hora de concederles la independencia,
bajo el torbellino de la marea independentista de los años sesenta, Bélgica
avaló los hechos consumados en Ruanda, donde una revolución popular había
derrocado a la monarquía feudal, y en Burundi, donde la monarquía no había
sucumbido.
De esta forma, al
llegar la independencia en 1,962, Ruanda se convertía en una república democrática dominada por los hutus y Burundi se mantenía como monarquía
gobernada por una dinastía tutsi. Desde entonces, los dos países vecinos no han
dejado de divergir políticamente, ni de influir, deliberadamente o por
contagio, uno en los acontecimientos del otro.
En Ruanda, los
monárquicos feudales tutsis, que no concebían la idea de vivir en un país gobernado
por sus antiguos siervos hutus, abandonaron el país y se replegaron, en su
mayoría, a Burundi. Desde allí prepararon y lanzaron, en reiteradas
oportunidades, operaciones militares para intentar recuperar el poder,
aprovechándose de la debilidad de la joven república. Mientras tanto en Burundi,
la monarquía fue abolida en 1,966, pero solo se trató de una revolución
palaciega, ya que fueron los militares tutsis los que se hicieron con el poder.
En 1,972 esos mismos militares, so pretexto de un golpe de Estado fallido
urdido por los hutus, perpetraron una de las peores masacres de la región, donde
murieron más de 500,000 hutus burundeses. Algunas fuentes calificaron esta
matanza como genocidio, pero la comunidad internacional miró a otro lado. Ante
esta carnicería, varios miles de hutus encontraron refugio en la vecina Ruanda.
En 1,990, los
descendientes de los monárquicos feudales ruandeses, que habían logrado
alistarse en los ejércitos de sus países de acogida, lanzaron un ataque para
recuperar el poder en Ruanda. La consecuente guerra duró más de tres años. En
agosto de 1,993, los rebeldes tutsis y el gobierno ruandés de entonces,
firmaron los famosos Acuerdos de Arusha en Tanzania, que otorgaba a los tutsis
todos los puestos públicos y militares que reivindicaban, a cambio del cese de
las hostilidades.
Mientras un antiguo
refugiado hutu burundés, que había vivido y estudiado en Ruanda, Melchior
Ndadaye, regresaba a su país, que había permitido el multipartidismo en favor
de la apertura democrática, para ejercer sus derechos políticos. Para asombro
de todos, este refugiado recién llegado a Burundi, venció en las presidenciales
de junio de 1,993, al dictador tutsi, el mayor Pierre Buyoya. Sin embargo, no duró
más de tres meses en la presidencia, en octubre del mismo año, los militares
tutsis, que no toleraban tener como comandante en jefe –aunque fuera
simbólicamente- a un hutu, lo sacaron de su cama, lo arrastraron por las calles
de Bujumbura y lo torturaron en el comedor de los oficiales, antes que un cabo
tutsi, lo estrangulara. Algunos piensan que Paul Kagame, que actuaba entonces,
en connivencia con los oficiales tutsis burundeses y que en la actualidad,
cuenta entre sus filas con numerosos combatientes procedentes de este país,
como el actual general Jean Bosco Kazura, se encuentra en el origen y
planeamiento de este asesinato.
“Desde su independencia, los dos vecinos
no han dejado de divergir políticamente,
ni de influir, deliberadamente o por contagio,
uno en los acontecimientos del otro”
Tan pronto se conoció, la noticia cayó como una bomba en Ruanda. Los partidos de la oposición, a los que el Frente Patriótico Ruandés FPR de Kagame había conseguido engañar, diciendo que el objetivo común era derrocar a Juvenal Habyarimana, el presidente hutu ruandés, y que después se repartirían el botín, abrieron los ojos. Ante la guerra civil que se desató en Burundi y los temores de inestabilidad, que podría expandirse en la región, las diversas organizaciones políticas ruandesas se alejaron del FPR y apostaron por defender el régimen democrático.
Como antes, en la actual crisis en Burundi, los intereses de la vecina Ruanda la hacen intervenir e influenciar en la política burundesa. |
Frente a esta
contrariedad, el FPR no le quedaba más opción que la de provocar el caos,
perjudicando la vigencia de los Acuerdos de Arusha y el lanzamiento de una
ofensiva generalizada para hacerse con todo el país, mediante el asesinato del
presidente Habyarimana, el 6 de abril de 1,994, dando inicio al llamado
“genocidio ruandés”. Una vez más, los acontecimientos en Burundi influían en
Ruanda y viceversa.
Desde hace algún
tiempo, existían fuertes indicios que mostraban que Ruanda, estaba tratando de
influenciar en el curso de los acontecimientos políticos en la vecina Burundi.
La evolución política en este país, tras la guerra civil (1,993-2,005), no ha
sido en absoluto del agrado de Paul Kagame, que al término de la contienda
burundesa, ya llevaba más de una década en el poder en Ruanda. Los Acuerdos de
Arusha entre los burundeses, que consagraba el reparto del poder entre tutsis y
hutus a todo nivel, se sustentaban en la consolidación de un régimen
democrático, lo cual no coincidía en absoluto con el proyecto de Kagame.
El modelo de democracia
abierta, que se trató de construir en Burundi, especialmente la existencia de
una oposición plural y activa –algo impensable en la Ruanda de Kagame-, la
libertad de prensa, una sociedad civil fuerte e independiente o la
desmitificación de un ejército de una sola etnia, la tutsi, como único garante
de la seguridad de estos dos países, son características que provocaron, por
muchos años, sudores fríos en Paul Kagame, que temía que algún día, sus
seguidores se verían tentados de imitar al vecino burundés en materia de
democracia. Todo ello era más que suficiente, para desear una desestabilización
en la pobre Burundi.
“El modelo de democracia que construyó Burundi:
con una oposición plural, libertad de prensa,
una sociedad abierta y un ejército multiétnico,
provocaban sudores fríos en Kagame”
En Burundi, desde hace poco más de un mes, se ha ido caldeando y enrareciendo la atmosfera política. El presidente Nkurunziza, ha dejado a un lado todo lo alcanzado en libertades ciudadanas e institucionalidad democrática construida con mucho esfuerzo por los burundeses y se ha embarcado en un proyecto autoritario, que tiene en su tercera e inconstitucional postulación presidencial, el primer paso para perpetuarse en el poder.
La reacción violenta de
la juventud burundesa en las calles, en defensa del régimen democrático; la
respuesta brutal y represiva por parte de la policía adicta al presidente; la
frustrada asonada golpista, del mes pasado, que sirvió para evidenciar las pugnas
y divisiones internas en el ejército y la radicalización, de los últimos días,
del carácter dictatorial de un gobierno que está estrechamiento, cada vez más, los
espacios de libertad y democracia, es la secuencia que se ha dado, desde el mes
de abril, en la política burundesa y que está derivando en la consolidación de
un régimen dictatorial.
Su objetivo de perpetuarse en el poder, puede hacer que Kagame, reedite otro genocidio en la región de los Grandes Lagos, como el de 1,994 |
Ante ese escenario, en
lugar que los burundeses logren solucionar la crisis política en base a la negociación,
el consenso y la serenidad, el presidente Paul Kagame, aprovechándose del
simbolismo del mes de abril -mes de la conmemoración del genocidio- y jugando
con las emociones que afloran desde 1,994, se ha apresurado a echar más leña al
fuego burundés. Por un lado estaba la ola de refugiados burundeses que llegaban
a Ruanda, y que Kagame supo aprovechar para sus fines, manipulando las
declaraciones de los recién llegados, las cuales fueron rápidamente difundidas
por los medios adictos al gobierno, haciéndoles decir, a los refugiados, que huían
porque son tutsis y que temen que los “imbonerakure” (los jóvenes paramilitares
organizados y armados por el gobierno de Burundi) los masacren. Sin mencionar,
que dentro de esos jóvenes burundeses existen numerosos jóvenes tutsis, que por
lo tanto, extrañamente estarían masacrando a los suyos. Por otro lado, están
las declaraciones sibilinas del propio Kagame, sobre su supuesto temor a que
los acontecimientos en Burundi influyan sobre Ruanda, lo que implica, en otras
palabras, que intervendría si los tutsis son víctimas de masacres en Burundi.
“Ruanda ya le ha tendido la trampa a toda
la clase política burundesa. Cualquier tipo de
conflicto, será catalogado por Ruanda, como genocidio.
Justificando una intervención militar”
Como se sabe, Kagame tiene sus propias ambiciones de seguir gobernando su país por muchos años más, en las elecciones presidenciales programadas para el 2,017 la constitución le prohíbe postular a un tercer periodo. Sus intentos de reforma constitucional, no han sido recibidos, con buen agrado, ni por la oposición, ni por un amplio sector de la población, por lo cual está convencido que abrirse un frente externo, es lo más conveniente para sus fines. La consolidación del régimen dictatorial en Burundi, la inestabilidad política y la violencia armada en el este de la República Democrática del Congo RDC, como el despertar de las rivalidades y enconos étnicos en la región, le podrían ser muy funcionales para sus objetivos.
Ruanda ya le ha tendido
la trampa a toda la clase política burundesa, sin distinción de partido político,
ni de etnia. Cualquier problema, por insignificante que sea, derivado de la
represición y la violencia o de cualquier otro conflicto, será rápidamente catalogado
por Ruanda, apoyado por los medios y los lobbies occidentales, como genocidio.
Esto justificaría la intervención de la comunidad internacional o más bien, de
las tropas ruandesas bajo su mando. Los tutsis tomarían el poder en Bujumbura,
disolverían el partido gobernante, declararían genocidas a los “imbonerakure”
burundeses a semejanza de los “interahamwe” ruandeses y prohibirían toda
oposición con el pretexto de luchar contra toda ideología genocida. Por último,
para perpetuar todo su poder absoluto, se atribuirían el título de “liberadores
del genocidio”.
La trampa ruandesa va ser que la historia reciente de
Ruanda, se repita en la empobrecida Burundi.
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