APRENDIENDO DEL
MÁS POBRE
Por: Javier Fernando
Miranda Prieto
¿Qué podemos aprender
de un país pobre?, ¿Qué nos puede enseñar una sociedad en donde campea el
hambre y la miseria? Nada. Lamentablemente, aunque parezca duro y cínico decirlo,
esto es lo que siempre han pensado los países que han alcanzado un cierto
desarrollo económico -como las naciones de América Latina- de los países
pobres, en especial de las naciones del África Subsahariana. Al margen de la
diplomacia y de las buenas maneras y lo que es políticamente correcto para una buena y
civilizada convivencia internacional, Latinoamérica siempre ha mirado, como por
encima del hombro a los países pobres del continente africano.
Claro, América Latina
siempre se ha considerado la clase media internacional, en su suelo han surgido
los llamados “milagros económicos”: “el milagro brasilero”, “el milagro
chileno” y ahora “el milagro peruano”, su clase política ha sido tan torpe, que
han confundido desarrollo sostenido, con una simple acumulación por la mejora
en los términos de intercambio.
La clase política de nuestro continente, al margen del protocolo y las políticas de Estado, nunca le interesó, ni se comprometió con términos como: Tercer Mundo, el Grupo de los 77, el Dialogo Sur-Sur y ahora las Cumbres de ASA (América del Sur-África), porque en política internacional estos países, siempre han privilegiado las relaciones bilaterales con las grandes potencias y ahora los TLC con los países emergentes, antes que la construcción de mecanismos de concertación y cooperación económica, política o cultural con otros países en desarrollo, como las naciones africanas.
La clase política de nuestro continente, al margen del protocolo y las políticas de Estado, nunca le interesó, ni se comprometió con términos como: Tercer Mundo, el Grupo de los 77, el Dialogo Sur-Sur y ahora las Cumbres de ASA (América del Sur-África), porque en política internacional estos países, siempre han privilegiado las relaciones bilaterales con las grandes potencias y ahora los TLC con los países emergentes, antes que la construcción de mecanismos de concertación y cooperación económica, política o cultural con otros países en desarrollo, como las naciones africanas.
Este país mediterraneo, cuya economía esta basada en la agricultura y su población es mayoritariamente rural, a logrado muchos avances en educación y salud. |
Por supuesto, que hay algunos
países del continente americano como: Brasil, Cuba, Colombia y Venezuela, que por
motivos culturales, históricos y étnicos, en los últimos tiempos, sí han
edificado una relación privilegiada con los países africanos. Pero la gran
mayoría de las naciones de la región latinoamericana, no valoran, por un mal
entendido pragmatismo económico, las relaciones que se puedan construir con los
países africanos.
Y no me equivoco en
afirmar, que América Latina por ignorancia o prejuicios no entiende lo rápido
que esta mutando África, incluyendo los países más pobres de ese continente y
lo alejada que está de la tópica mirada occidental, siempre perdida entre la
piedad y el miedo o mejor, entre la mitología, la antropología y el
convencionalismo persistente de que allí solo se puede producir horror, guerras
o hambre y solo existen catástrofes, fieras, tribus y pobreza. Sin entender,
que en la actualidad hay mucho que aprender de los logros alcanzados por los
países africanos y aún de los países más pobres de ese continente.
Y para comprobar esta
afirmación, haremos una comparación entre el país más pobre del África subsahariana
y la nación que en los últimos tiempos alcanzado el mayor crecimiento económico
en Latinoamérica. Es decir, una comparacion sustentada en cifras entre Malaui y el Perú, un cotejo de guarismos que podría traernos sorpresas.
Según la última edición
del Reporte Global de Competitividad 2013-2014, Malaui es la economía más pobre
del mundo en términos per cápita: US$ 253 al año. Para tener una dimensión de
lo que ello significa, los peruanos producen anualmente US$ 6,530 por persona.
Malaui es el ejemplo
perfecto de los país pertenecientes al llamado “club de la miseria”, es decir, el grupo
de países que por distintas características no solo se mantienen en la pobreza
sino que tiene muy pocas posibilidades de salir de ella. La gran mayoría de
estas naciones son mediterráneas -no tienen litoral-; poseen riquezas
naturales, las cuales están explotadas por transnacionales que dejan muy pocos
ingresos al país; gran parte de su población vive de la agricultura; y además
están entrampados en conflictos internos, en corrupción, tienen frágiles
instituciones políticas y económicas y están rodeados de países parecidos a
ellos.
“Si a Latinoamérica le
faltan
Ideas, que le pregunten a
Malaui cómo tenerlas. Al
menos
en eso pueden
darnos ejemplo.”
Cualquiera imaginaría
que, si comparamos las bases estructurales de Malaui y del Perú, evidentemente
los peruanos saldrían mejor parados. Por algo el Perú produce 26 veces lo el
malauí promedio crea en un año. Pero increíblemente, no es tanto así.
El país africano, esta
mejor colocado que el Perú, en diversos aspectos institucionales: en cuanto a
independencia del poder judicial, confianza en su clase política, en calidad de
educación primaria, cobertura de salud, eficiencia en regulación de los
servicios públicos, Malaui está en un puesto más adelantado en el Reporte de
Competitividad, es decir, es más competitivo, tiene mayor idoneidad, aptitud y capacidad
en estos rubros institucionales que el Perú.
Pero antes de entrar a
las cifras en detalle, habría que añadir que Malaui, una antigua colonia británica que se independizó en 1964, no solo es, desde hace más
de veinte años, una solida democracia sino que además, es el segundo país del
África que está gobernado por una mujer. La señora Joyce Hilda Banda llegó a la
presidencia de su país el año pasado, después de la muerte del presidente Bingu
Wa Mutharika, ella fue elegida vice-presidenta en las elecciones del 2009 y
cumplió meritoriamente su función en el ejecutivo.
Ahora como Jefa de Estado, su gestión presidencial se ha caracterizado: por defender los derechos humanos de las mujeres y de las minorías sexuales; reforzar la lucha contra la corrupción estatal; robustecer y dar la independencia necesaria al poder judicial; además se ha convertido en una defensora tenaz por el mantenimiento y preservación del medio ambiente.
Ahora como Jefa de Estado, su gestión presidencial se ha caracterizado: por defender los derechos humanos de las mujeres y de las minorías sexuales; reforzar la lucha contra la corrupción estatal; robustecer y dar la independencia necesaria al poder judicial; además se ha convertido en una defensora tenaz por el mantenimiento y preservación del medio ambiente.
La presidenta Joyce Hilda Banda es una activista de los derechos de la mujer y las minorías sexuales, así como impulsora de campañas anti-corrupción. |
Pero volvamos a las
cifras, que nos ofrece el Reporte de Competitividad, en el rubro respeto a los derechos de propiedad, aspecto crucial en el
desempeño de una economía, el Perú aparece en el puesto 102, mientras Malaui
está en el 95. Suena a mentira, pero no lo es. En cuanto a la independencia del
Poder Judicial, por otro lado, los peruanos aparecen en el puesto 126, los
malauí en el 59. En el importante rubro peso regulatorio del gobierno Perú en
el puesto 113 y Malaui en el 49. Y como para terminar las odiosas comparaciones
institucionales, respecto a la confianza en la clase política, el Perú aparece
en el puesto 131, Malaui en el 73.
En resumen, el ambiente
institucional de Malaui es más robusto que el peruano. Y si queremos ser
multidimensionales, el país africano está mejor que los peruanos en otras
variables claves: calidad de educación primaria (el Perú ostenta el puesto 145,
Malaui 109), calidad del sistema educativo en general (el Perú, 134; Malaui,
92), cobertura de salud (Perú, 129; Malaui, 66), total de la carga tributaria
(el Perú, 81; Malaui, 58), por solo mencionar algunas.
“Malaui es más competitivo, tiene mayor idoneidad,
aptitud y capacidad en los aspectos
institucionales que el Perú”
Después de esta comparación,
la pregunta es obvia: ¿Cómo así el Perú es más ricos? En principio, al revisar el
reporte encontramos aspectos claves del modelo económico que viene aplicando Latinoamérica y que significan, quizás,
las principales diferencias entre el Perú y
Malaui: tenemos una mejor estructura macroeconómica (gasto público, inflación),
mejor desarrollo de la infraestructura local (carreteras, trenes, aeropuertos),
y mayor apertura comercial.
Es decir, siendo
nuestro modelo uno limitado por instancias institucionales y algunos ítems
sociales, nuestro marco económico incentiva la competencia local. Mayor
competencia significa mayor productividad, y mayor productividad se traduce en
mayores ingresos por persona.
Aunque parezca mentira,
el Perú y estoy seguro que varios países de la región latinoamericana, tienen
mucho que aprender de Malaui, no solo sobre lo que podemos mejorar, sino
también sobre lo que tenemos que proteger. Para empezar, las reformas
estructurales que necesitamos (mejores instituciones, mejor calidad educativa, eficiencia
en regulaciones) no tienen como prerrequisitos ser ricos.
Por eso, si al Perú o
algún otro país de América Latina, le faltan ideas, que le pregunten a Malaui
como tenerlas. Al menos en eso pueden darnos una lección, ya que tenemos mucho que
aprender de ellos, a pesar de su pobreza.
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