KENIA: UN PRESIDENTE BAJO SOSPECHA
Por: Javier Fernando
Miranda Prieto
Con el juicio a la cúpula política de Kenia se inicia el primer gran proceso de la Corte Penal Internacional -CPI- ante las criticas y limitaciones que ha estado presentando este tribunal mundial. |
“Solo van por los
pequeños y dejan irse a los peces gordos”. A acusaciones como esta se enfrentan
desde su fundación, hace once años, los jueces de la Corte Penal Internacional
-CPI-, ubicada en la ciudad holandesa de La Haya.
Pero aparentemente, parece
que ahora sí, el tribunal enseña los dientes; por primera vez en su historia,
un político de alto nivel, una autoridad en ejercicio del poder, está
respondiendo por crímenes de lesa humanidad. El vice-presidente de Kenia
William Ruto, está compareciendo ante los magistrados de la CPI desde el 9 de
setiembre, por la ola de violencia que siguió a los comicios presidenciales del
2007 y que acabó con la vida de más de mil personas y generó más de medio
millón de desplazados de sus hogares, en un terrible episodio de violencia
étnica y política.
Este proceso penal,
solo es el principio para la cúpula política keniana, en noviembre seguirá el
juicio contra el mismísimo presidente del país, Uhuru Kenyatta, al que también
se responsabiliza de asesinatos, persecuciones, violaciones y deportaciones,
llevadas a cabo en el mismo proceso electoral del 2007.
El vice presidente de Kenia William Ruto, está en el banquillo de la CPI por la ola de violencia que siguió a los comicios del 2007. |
Ahora, Uhuru Kenyatta
no es cualquier político, ha sido senador, ministro y heredero de una de las
grandes fortunas de Kenia, pero lo más importante de su curriculum, es que es
hijo del fallecido líder independentista, fundador de la República y primer
presidente de Kenia, Jomo Kenyatta, el histórico líder de la tribu de los maumau, quienes lucharon heroicamente por la indepemdencia de Kenia contra el ejército Ingles.
Pero lo que se va
juzgar en la CPI no es el pasado independentista, sino la historia reciente del
país, los crímenes de lesa humanidad perpetrados durante los comicios del 2007 y que
paradójicamente enfrentaron en bandos antagónicos a Ruto y Kenyatta, los que
ahora comparten el poder en Kenia.
Las elecciones
presidenciales de aquel año, fueron muy polarizadas el recuento final de los votos
arrojó un resultado muy ajustado: Mwai Kibaki, que se presentaba a la
reelección, apoyado por Kenyatta, obtuvo el 47% de los votos frente al líder de
la oposición Raila Odinga, quien tenía como su segundo a William Ruto,
consiguiendo el 45%. Las acusaciones de fraude, avaladas en parte por los
observadores internacionales, no tardaron en aparecer, lo que no impidió que el
presidente Kibaki, de la etnia kikuyu, etnia mayoritaria en el país, jurara su
cargo a los pocos días.
Desde ese momento, el
país se deslizó por una peligrosa pendiente de violencia. Partidarios del líder
opositor Odinga, perteneciente a la etnia luo, se echaron a la calle a
protestar y fueron violentamente reprimidos por la policía, lo que inauguró una
espiral de violencia desenfrenada entre ciudadanos de las dos etnias, que
incendiaron los suburbios de la capital Nairobi y otras ciudades del país
durante dos meses. Hay testigos que aseveran, que tanto Kenyatta como Ruto,
dirigían a bandas armadas de kikuyus y luos respectivamente, que iban con
machete en mano a la caza de sus adversarios políticos, incendiando todo a su
paso.
El presidente Uhuru Kenyatta tambien será juzgado por el tribunal internacional, acusado por crímenes de lesa humanidad. |
Luego de estas espeluznantes jornadas de muerte, que cobraron la vida
de mil trescientas personas y más de medio millón de refugiados, en febrero del
2008 el presidente Kibaki y su opositor Odinga alcanzaban un acuerdo político y
creaban un gobierno de unidad nacional, con el primero como presidente y el
segundo como primer ministro.
Pero hasta hoy, las heridas de la
violencia de las elecciones del 2007, están muy presentes en Kenia, no en
vano unas 100,000 personas siguen viviendo en campos de refugiados en los
países vecinos y los operadores políticos que llevaron al caos al país, Uhuru
Kenyatta y William Ruto, siguen dominando la política en su país.
Luego de cinco años de
estos hechos violentos, ambos caudillos se presentaron juntos a las elecciones
presidenciales de julio de este año, logrando ganar holgadamente los comicios. A
pesar de ello, los crímenes perpetrados durante los interminables dos meses que
duro el conflicto, no fueron olvidados por la comunidad internacional y bajo el
principio de la no caducidad de los delitos de lesa humanidad, la Corte Penal
Internacional, en un hecho histórico, abrió proceso penal a las dos máximas
autoridades de la política keniana.
Pero no nos dejemos
engañar, es bueno que los autores de estos crímenes horrendos, se vean enfrentados a
la justicia internacional para que sean juzgados por sus actos, pero este
proceso no nos asegura que los verdaderos autores de estos crímenes serán
condenados, la CPI lamentablemente, sea visto reiteradamente muy presionada por
los intereses políticos, económicos y geopolíticos de las grandes potencias.
Hay que recordar, que
la Corte Penal Internacional fue creada en 1998 gracias al Estatuto de Roma,
instrumento internacional que no ha sido firmado por todos los países del
mundo, empezando por los Estados Unidos. Su misión es juzgar a las personas
acusadas de cometer crímenes de genocidio, de guerra y de lesa humanidad, pero
hasta ahora, luego de once años de vigencia, solo se ha llevado ante la
justicia internacional a señores de la guerra regionales o ex dictadores
africanos jubilados, pero los instigadores de los peores actos de crueldad
contra la humanidad siguen sin ser molestados. La CPI avanza lentamente al
respecto, pero la lentitud no es su única causa.
El tribunal navega por
un mar minado de intereses políticos. Hay once órdenes de arresto no ejecutadas
porque los Estados afectados no colaboran con la corte o porque hay otros
intereses políticos de fondo.
Durante dos meses bandas armadas de kikuyus y luos ibán con machete en mano asesinando e incendiando todo a su paso. |
Así, la CPI emitió hace
cinco años una orden de arresto internacional contra el presidente de Sudán,
Omar al Bashir, acusado de genocidio en Darfur. Pero la corte no dispone de
policía propia, sino que depende de la ayuda de otros países para cumplir esa
orden de arresto. Y estos países temen que el proceso judicial pudiera arrojar
más leña al fuego en la conflictiva región del este de África.
Al margen de la nula
operatividad demostrada por la CPI, hay que advertir que todos los casos
abiertos ante esta corte provienen del continente africano. Pese a que existen,
en otras partes del mundo (Colombia, Birmania, Georgia, Bielorrusia, Túnez,
Yemen) casos comprobados y denuncias documentadas de crímenes contra la
humanidad, las únicas órdenes de arresto emitidas e investigaciones y
procedimientos en curso se centran solo en los países del África subsahariana.
Es éste argumento
suficiente para lanzar críticas fundadas o no, contra la labor del tribunal. Considerado
por algunos un apéndice más del neocolonialismo que subyuga al continente
negro, un arma usada por las grandes potencias, como los Estados Unidos que
protege a sus amigos o aliados, como los líderes militares de Birmania o al ex dictador de Yemen, por su política
anti-terrorista en contra de Al Qaeda; o el caso de Rusia que nunca permitiría que su aliado bielorruso
o georgiano sean procesados por los crímenes cometidos contra su pueblo; sin
olvidar los interés franceses que siempre fueron defendidos por el genocida ex
presidente de Túnez. Y esto es solo, un pequeño ejemplo de los intereses geopolíticos
que se mueven detrás de las decisiones de la CPI.
Lo cierto es que la
Corte Penal Internacional nace con un objetivo claro: juzgar aquellas “atrocidades
inimaginables que conmocionan profundamente la conciencia de la humanidad”. Y
con tan mala fortuna, que los crímenes más graves siguen teniendo lugar SOLO en
el continente africano.
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