sábado, 28 de septiembre de 2013

EL  ATENTADO EN  KENIA: TERRORISMO  GLOBAL

Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

El símbolo del desarrollo y auge económico de Kenia, se derrumbó por la demencia del fanatismo de Al Shabab.
es como si, el pasado sabado, se hubiera reeditado otro 11 de setiembre en el país africano.

Acallado el ruido ensordecedor de la metralla y despejado el denso humo que produjo el derrumbe de gran parte del Westgate, el más lujoso y moderno centro comercial de la ciudad de Nairobi, las imágenes que nos ofrecen todos los medios de comunicación son desgarradoras, no solo por la cantidad de víctimas que produjo la demencia asesina del fanatismo religioso, sino por la destrucción y desolación en que quedó, la más exclusiva zona económica, de una de las más cosmopolitas capitales del África.

Porque precisamente, los éxitos económicos y la prosperidad relativa que ha construido Kenia, desde su independencia, se ha forjado en base a la gran cantidad de inversionistas extranjeros que se han visto atraídos por los variados recursos naturales y la gran industria turística que ofrece el país. Entre los capitales que han llegado a Kenia están entre otros muchos, empresarios israelíes, quienes son precisamente, los dueños del famoso centro comercial afectado. 

El saldo de la tragedia: 72 muertos, la mayoria clientes y empleados del
centro comercial, 200 heridos y más de 70 desaparecidos.
El brutal y sanguinario atentado en Kenia, ha dejado como saldo trágico, más de 70 muertos, la mayoría de ellos civiles, entre clientes y empleados del complejo comercial, 5 terroristas y 6 militares, así como cerca de 200 heridos. Obviamente este es un balance provisional ya que entre los escombros puede haber más muertos, ya que la Cruz Roja señala que hay más de 70 desaparecidos.

Es evidente que el grupo terrorista somalí Al Shabab, perpetrador de esta masacre, es una franquicia de Al Qaeda, cuyos miembros son de una multiplicidad de países musulmanes que tienen a occidente como su más frontal enemigo.

Pero el germen de la masacre que ha sacudido a Nairobi, había empezado a gestarse en octubre del 2011, cuando una columna de tanques y una importante cantidad de soldados kenianos entraron a castigar a Somalia. Esta incursión militar respondía a los constantes actos de piratería, secuestros y pillajes que realizaban somalíes pertenecientes a Al Shabab y cuyas fechorías estaban amenazando no solo la prosperidad sino la propia seguridad de Kenia.

Esta situación colocó al Westgate, como símbolo de su prosperidad económica, en un objetivo casi obligado del terrorismo somalí y cuyo riesgo había sido anunciado por los servicios de inteligencia europeos. Adicionalmente, abonó a favor de este brutal atentado el hecho de que hace cuatro años, al ser secuestrado un funcionario estadounidense de una empresa petrolera, un grupo de élite de la marina de los Estados Unidos, realizó una operación militar que les costó la vida a varios piratas somalíes, autores del secuestro.

Muchas de estas acciones militares han pasado desapercibidas para la prensa mundial. Ahora, con esta acción suicida y criminal, los terroristas de Al Shabab han puesto en la primera plana a su grupo fundamentalista, siendo esto uno de sus objetivos.

No se puede desconocer la participación de un grupo de élite del ejército israelí, en el recate del centro comercial. Incluso el presidente Uhuru Kenyatta, agradeció la participación de soldados extranjeros, pero se abstuvo de dar detalles por razones de seguridad.

El estratégico Cuerno del África es un objetivo político y militar de
los integristas musulmanes, para crearles problemas a occidente.
No son los únicos extranjeros que han participado en esta trama, se ha confirmado la presencia de foráneos, tanto del lado de los comandos anti-terroristas, como del lado de los insurgentes, la CNN ha mencionado que por lo menos tres terroristas son de nacionalidad estadounidense y dos británicos.

Como se ve, el terrorismo esta globalizado, lo mismo que el combate a este. Esta globalización del terrorismo fundamentalista, como vemos, también ha llegado desde hace más de una década, al continente africano. El Cuerno de África, estratégica región muy próxima al Mar Rojo y al Océano Índico, es una zona marítima que se ha convertido, en paso obligado de los buque-tanques petroleros que se abastecen en la península Arábica y se dirigen hacia Europa.

Es por ello, que los grupos integristas musulmanes tratan de imponer su presencia fanática en esta región, para crearles problemas a occidente e implantar a la fuerza, su doctrina coránica en países como Somalia, Uganda, Etiopia y Kenia, naciones tradicionalmente aliadas de occidente. Esta desestabilización del Cuerno del África, surge en Somalia por condicionamientos regionales y características muy particulares.

Cuando el Estado somalí colapsó en 1991, el país se hundía en el caos y la violencia. Fue en ese momento que nacieron los tribunales islámicos, destinados a aplicar la mal llamada justicia ciudadana y a establecer el orden, bajo la mirada complaciente de los círculos empresariales y comerciales del país, que antes veían sus negocios colapsar por tanto desgobierno. De esos tribunales islámicos nació Al Shabab -que en árabe significa juventud, porque mayoritariamente está formado por estudiantes coránicos-, que luego establecería alianzas con Al Qaeda.

Fue exactamente en el año 2006 que se crea Al Shabab, cuando Sheikh Hassan Dahir, líder de los tribunales islámicos, llama a la guerra santa contra Etiopia, país que conforma el llamado Cuerno de África y que apoyaba con sus soldados, al gobierno de transición somalí. Al Shabab apelaba al fervor nacionalista para expulsar del país al “enemigo extranjero”.

Las milicias de Al Shabab estan conformadas por extranjeros de los países
árabes, EEE.UU., Inglaterra, es decir, el terrorismo integrista se ha
globalizado.
Etiopia finalmente retira a sus tropas afines del 2008. Posteriormente, al año siguiente, el jefe de Al Shabab aparece en un video en el que declara a su grupo como parte de la red de Al Qaeda. Es en ese momento que ingresan a sus filas entre 700 y 800 combatientes extranjeros procedentes de países árabes, de Estados Unidos, Inglaterra y de Pakistán, es decir, la milicia somalí se globaliza.

Por ese entonces este movimiento islamista controlaba el 75% del territorio de Somalia, mientras que el débil gobierno de transición, elegido por el parlamento, solo tenía soberanía sobre algunos barrios de la capital Mogadiscio. Meses después, las fuerzas de paz de la Unión Africana -UA- consiguen recuperar terreno, aprovechando las divisiones al interior de la milicia somalí, entre quienes eran partidarios de extender internacionalmente la guerra santa a toda la región y los nacionalistas, quienes propugnaban consolidar sus posiciones solo en el mismo territorio somalí.

En julio del 2010, tres bombas estallan en Kampala capital de Uganda, causando la muerte de 74 personas. Al Shabab reivindica ese atentado, que será el primero fuera de las fronteras de Somalia y que marcará el punto de quiebre para los países africanos, que con el apoyo logístico y militar de los Estados Unidos, deciden luchar contra el terrorismo, enviando dos mil soldados y armamento moderno a Somalia para proteger al gobierno y enfrentar a Al Shabab, logrando recuperar una gran parte del país.

Como decíamos líneas arriba, fueron justamente soldados kenianos quienes retomaron el control de Somalia, incluyendo el estratégico puerto de Kismayo, uno de los bastiones económicos de los terroristas. Y es en venganza por dicha intervención que el debilitado Al Shabab decide atacar el pasado sábado, el moderno centro comercial keniano y ahora amenaza con realizar atentados sangrientos en todos los países que mantienen tropas en Somalia.

Ante esta peligrosa situación, solo le queda a la comunidad internacional, denunciar estas atrocidades que se cometen contra la población civil, aislar a los focos terroristas enquistados en esta región y combatir a estas organizaciones fundamentalistas con todas las armas e instrumentos legales posibles, pero eso sí, evitando la presencia de fuerzas militares extra-continentales en el conflicto, las cuales solo protegerían los intereses económicos o geopolíticos de las grandes potencias.


  




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