martes, 17 de septiembre de 2024

 

LA ARITMÉTICA EN LA DEMOCRACIA AFRICANA   

 Por:  Javier Fernando Miranda Prieto

 

La suma de votos que se realizan en las pizarras de los colegios africanos, es parte del ritual democrático en cada jornada electoral. La aritmética al servicio de la democracia africana.

Uno, dos, tres y cuatro trazos verticales. La quinta raya, en horizontal, sirve para cerrar conjuntos de cinco elementos. En este caso, conjuntos de votos. Es el momento clave del recuento electoral; cuando los ganadores se congratulan, los perdedores deben acatar y felicitar, los ciudadanos deben exigir que las promesas sean algo más que eslóganes y todos deben ponerse a trabajar. Son los buenos resultados del uso de la aritmética en la democracia africana.

El triángulo de las Bermudas de los lugares comunes sobre África no incluía en su cartografía un ritual como este. Ahí, en la lista, siempre estaban las guerras, las epidemias, la corrupción y las infinitas reelecciones. Pero de un tiempo a esta parte las elecciones libres, democráticas y creíbles no son ya una excepción en el devenir de la política continental.

El pasado 15 de setiembre se celebró el Día Internacional de la Democracia, instituido el año 2004 por las Naciones Unidas. "La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público, inspirando la creación de constituciones en todo el mundo y contribuyendo a la aceptación global de los valores y principios democráticos", señalaba con elocuencia, pero con poco realismo la ONU en el acta fundacional de esta efemérides. Pero organizaciones internacionales como Freedom House no son muy optimistas con respecto a la vigencia de la democracia en el mundo, según su último informe, esta forma de gobierno basada en la libertad y en el respeto de los derechos del ciudadano está en declive en un tercio de los países del planeta.

              “De un tiempo a esta parte las elecciones libres

                     y democráticas no son ya una excepción

                        en el devenir de la política africana” 

Freedom House define como "lo peor de lo peor" a las naciones que tienen un reducido estándar democrático (incluyendo no solo elecciones libres sino otros derechos conculcados como: libertad de prensa, libertad de expresión, estado de derecho, alternancia en el poder) como en Turkmenistán, Arabia Saudita, Corea del Norte, Myanmar, Bielorrusia y de los países africanos: Eritrea, Guinea Ecuatorial, Uganda, Camerún y Libia. Todos ellos, obtienen menos de 10 puntos sobre un total de 100 en cuanto a derechos políticos y libertades civiles.

En el último año ningún país ha logrado mejorar su índice
de salud democrática, predominando las democracias
imperfectas y los regímenes híbridos.

En un año en que más de la mitad de la población global está llamada a las urnas (India, EE.UU, Rusia, Indonesia, Sudáfrica, México, Paquistán) todo un récord histórico, la organización internacional señala que solo 40 de los más de 70 comicios que se están celebrando en el mundo, cuentan con las suficientes garantías para considerarlos libres y justos.

Este informe, que también advierte que ningún país ha logrado mejorar su índice de salud democrática en más de medio punto durante este año, apunta a la guerra y a los conflictos armados como el principal elemento desestabilizador a nivel democrático.

          “Aquellos países que salieron de conflictos armados

              o dictaduras, hicieron de la protesta en las calle,

          su consigna para alcanzar sus derechos democráticos”

La guerra en Ucrania, donde se percibe cada vez un mayor carácter autoritario del régimen y en donde las instituciones pierden representatividad, la invasión del Alto Karabaj por parte de Azerbaiyán o las guerras en Sudán, la Franja de Gaza, Cisjordania, la región este del Congo o Libia son solo alguno de los conflictos que están poniendo en jaque la seguridad y los procesos democráticos en varias regiones del mundo.  

Bajo ese panorama, la situación de la democracia en África se ha vuelto también variada. Lo bueno, es que desde hace una década, las elecciones libres, democráticas y creíbles, no son ya una excepción en varios países africanos. Y no solo me refiero a naciones que tienen una larga tradición de alternancia democrática en el poder, como Namibia, Ghana, Botsuana o Sudáfrica, sino aquellos países, que saliendo de conflictos armados o largas y corruptas dictaduras, hicieron de la protesta y la participación del pueblo en las calles su consigna para alcanzar sus derechos democráticos. Recordemos las experiencias de insurrección popular, en donde el pueblo en heroicas jornadas, le arrebataron el poder a dictadores o gobernantes corruptos que trataban de perpetuarse en sus cargos, como en Burkina Faso, Etiopía, Angola, Sudán, Malí y últimamente Senegal, estos países, demostraron en su momento, que sus pueblos valoraban y ansiaban mayores espacios democráticos. Pero solo en algunos casos alcanzaron sus objetivos democráticos.  

Pero también están los de siempre, los regímenes dictatoriales que pugnan por estar en el poder más allá de lo establecido, tiranos que se aferran a su cargo generando el repudio de su pueblo usando instrumentos aparentemente legales como referendos amañados, reformas constitucionales o leyes electorales a su medida, con el único fin de perpetuarse en el poder. En esta lista se ubican personajes ya conocidos: Teodoro Obiang Nguema, el decano de los dictadores africanos, quien acaba de cumplir 45 años usurpando el poder en Guinea Ecuatorial; Paul Biya de Camerún; Yoweri Museveni de Uganda; Isaías Afewerki de Eritrea y Denis Sassou-Nguesso del Congo.

Esperemos que muy pronto, el sencillo ritual de trazar en una pizarra el conteo de los votos, haciendo uso democrático de la aritmética, se vuelva una recurrente y democrática costumbre en los pueblos de África.

 

 

 

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