MOZAMBIQUE:
ENTRE EL TERROR
Y EL OLVIDO
Ante
las recurrentes acciones terroristas de la banda yihadista mozambiqueña que
viene asolando, desde hace siete años, a este país del oriente africano, el
gobierno de Maputo está más preocupado en dar seguridad y protección a las
empresas petrolera y gasíferas que están trabajando en la zona del conflicto,
que a la población civil que padece a diario la violencia terrorista.
Recordemos que el 5 de octubre de 2017, combatientes de Al Sunnah Wa Jama’ah ASWJ, entraron en la ciudad de Mocímboa da Praia, en el norte de Mozambique. Atacaron tres comisarías dejando un saldo de ocho personas muertas. Desde esta primera acción terrorista este grupo, que en aquella fecha proclamó su lealtad al Dáesh, ha continuado expandiendo su zona de influencia en todo el norte del país.
El ejército de Mozambique apenas ha conseguido avances en su política anti-subversiva. La falta de una preparación adecuada de su personal y la precariedad del presupuesto destinado a la defensa y la seguridad interna han imposibilitado la creación de una adecuada y sostenible estrategia anti-terrorista. El Gobierno del presidente Filipe Nyussi, elegido en el 2014 y miembro del histórico partido, el Frente de Liberación Mozambiqueña FRELIMO, a causa de los Acuerdos suscritos con el Fondo Monetario Internacional FMI, se ha visto obligado a recortar los salarios de los empleados gubernamentales, incluido los militares y el personal policial. Es por ello, que para combatir las acciones armadas de la banda yihadista, ahora debe depender de empresas de seguridad privada internacionales; esta subcontratación de la defensa está permitida por el FMI y sus acreedores occidentales. Por este motivo, el Ministerio del Interior de Mozambique ha contratado al Grupo Asesor Dyck de Sudáfrica y al Grupo Wagner de Rusia, para que manejen las labores de defensa interna. Con esta medida, el país africano, más que privatizar la seguridad de la Nación está “transnacionalizando” una de sus más importantes prerrogativas soberanas.
“La paradoja de este conflicto es que los
yihadistas
se
han instalado en una región donde los musulmanes
son una minoría, pero donde existen
grandes reservas energéticas”
Las corporaciones Dyck, y Wagner están trabajando unidas en el norte de Mozambique con otra serie de fuerzas de seguridad mercenaria, contratadas por las compañías petroleras: Total de Francia y la estadounidense Exxon Mobil. Ambas empresas tienen intereses en los campos de gas y petróleo ubicados en la región próxima al área dominada por el grupo fundamentalista. Las reservas energéticas halladas en esta zona, han incrementan las reservas de gas natural del país a 100 billones de pies cúbicos (el tercer país del mundo solo detrás de Nigeria y Argelia en África). Esas firmas invertirán más de 55 mil millones de dólares en la extracción de gas natural y petróleo y en la construcción de una planta de licuefacción. De ahí el intereses del gobierno Mozambique de privilegiar la seguridad y el control de los campos de explotación de estas empresas transnacionales, antes de velar por la defensa y el cuidado de la población civil que se ve expuesta a la violencia de los grupos armados.
“Cabo
Delgado, más conocido como “Cabo Olvidado”,
donde opera la banda yihadista en
Mozambique,
es una de las regiones más
olvidadas
y empobrecidas del país”
Esta región del norte de Mozambique, que pertenece a la provincia Cabo Delgado, más conocida con el nombre de “cabo olvidado” o Cabo Esquecido, es una de las regiones más olvidadas y empobrecidas del país. Según las propias estadísticas del gobierno, muestran que los habitantes de esta parte de Mozambique, que fue donde estalló la guerra anticolonial contra los portugueses el 25 de septiembre de 1964, experimentan todas las trampas de la pobreza: bajos ingresos, alto analfabetismo y un acelerado incremento del desempleo. La falta de oportunidades unida a las aspiraciones frustradas, especialmente en la juventud de la zona, llevó al surgimiento de diversas formas de actividad económica ilegales, incluida la minería artesanal de rubíes y el tráfico de la heroína afgana hacia Sudáfrica. La llegada del islamismo radical, simplemente proporcionó otra válvula de escape para las profundas frustraciones de amplios sectores de esta población.
Lo paradójico de este conflicto, es que un grupo yihadista se instala en una zona donde la población musulmana es muy reducida, pero toda la región posee grandes recursos energéticos, los cuales son explotados por empresas europeas y norteamericanas que tienen la potestad, cedida por el gobierno, de contratar a grupos de mercenarios internacionales para que velen por la seguridad de sus instalaciones. Mientras la población civil de la zona se ubica entre el terror que genera la violencia yihadista y el olvido o desinterés del Estado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario