lunes, 30 de septiembre de 2024

 

KOLWEZI: 

LOS  CELULARES

DE  LA  MUERTE

 Por:  Javier Fernando Miranda Prieto

En Kolwesi, para la extracción del cobalto laboran unos 40 mil niños, bajo un régimen de semi-esclavitud, estos menores representan el 20% de toda la fuerza de trabajo empleada
en estos yacimientos mineros.

Kolwezi es una palabra extraña, casi nadie en el mundo la ha escuchado, en nuestra lengua parece un acrónimo. En Google, donde los estúpidos dicen que se encuentra todo lo que existe, solo aparecen tres registros con referencia a ese raro vocablo. Y aunque nadie sepa ni le interese el nombre de Kolwezi, cada uno de nosotros está ligado a un lugar que tiene ese nombre y nuestra vida cotidiana depende en gran medida de lo que allí acontece. 

A diario se menciona a ciudades como Nueva York, Los Ángeles, San Francisco, París o Miami, como urbes en donde viven y actúan los famosos, los poderosos, los gurús de la tecnología. Pero ni esas ciudades ni los que allí viven, podrían existir y actuar hoy sin Kolwezi, o mejor con lo que allá se produce.

Kolwezi es una ciudad ubicada en el sur de la República Democrática del Congo, en la región de Katanga la más rica del país, y una de las más ricas del mundo, por los minerales que se encuentran en su subsuelo. Está localizada en el llamado cinturón de Cobalto, que abastece al mercado mundial de ese codiciado mineral.

Kolwesi está ubicada al sur de la RD del Congo, en la provincia
de Katanga, una de las zonas más ricas del mundo, por la gran
concentración de minerales estratégicos.

Paradójicamente, es una de las regiones más pobres del planeta, porque sus habitantes solo cuentan como desechable fuerza de trabajo para extraer cobalto, cobre, uranio y el también muy cotizado coltán. Es una ciudad que en la actualidad tiene 600 mil habitantes y es el corazón de la economía mundial, porque allí se producen materiales indispensables para que existan y funcionen los smartphones, los computadores, los aviones y el automóvil eléctrico, el último grito de la moda pretendidamente ecológico. En ese lugar se encuentra el 25% de las reservas planetarias de Cobalto (en todo el Congo el 52%). Este mineral, también llamado “oro azul”, es el vínculo indisoluble de Kolwazi con la economía mundial y con la casi totalidad de la población de la tierra.

                “Kolwezi es el corazón del mundo, se extraen

                          los insumos para los Smartphone”

Esta pequeña ciudad congoleña, es la capital mundial del cobalto, que se extrae de las entrañas de la tierra mediante atroces formas de explotación e incluso de esclavitud. Grandes compañías multinacionales, a menudo camufladas, controlan la producción de cobalto. Para extraerlo explotan a miles de seres humanos, incluyendo niños y mujeres, que laboran en condiciones degradantes a cambio de un salario miserable.

Como esta ciudad se ubica encima de las minas de cobalto, grandes cráteres se encuentran en los barrios donde miles de mineros se hunden en el suelo, sin ningún tipo de seguridad industrial. Y como el cobalto es altamente tóxico, los trabajadores y habitantes del lugar sufren enfermedades pulmonares y de la piel, problemas de tiroides y canceres diversos. Un estudio de la OMS comprobó un indicador irrefutable: los niños que malviven en este distrito minero tienen en su orina 10 veces más cobalto que los que habitan en otros lugares del mundo.

          “para extraerlo explotan a miles de hombres, mujeres

                      y niños en situación de esclavitud”

Los trabajadores, a los que en forma eufemística denominan “mineros artesanales”, se hunden en los pozos de las minas, a profundidades de entre 30 y 100 metros, sin ningún tipo de protección. Como lo señala Oxfam-África en su último informe: "En esas galerías profundas hay continuos derrumbes y mueren aplastados los mineros, quienes extraen la roca y en sacos bastante pesados la transportan a la superficie, sin ninguna ayuda, solo valiéndose de sus propias fuerzas. Al mismo tiempo, hombres, mujeres y niños escarban en la tierra para llenar un saco de cobalto al día, a cambio de lo cual reciben uno o dos dólares".

En todo el territorio de la RDC laboran en la extracción de cobalto unos 40 mil niños, que representan el 20% de toda la fuerza de trabajo empleada. Los niños trabajan durante 10 o 12 horas, nunca van a la escuela, no tienen sistema médico, ni protección de ninguna índole. Muchos de ellos mueren aplastados por las rocas y la mayoría tiene una limitada esperanza de vida, asolados como están por todo tipo de enfermedades y soportando directamente en su cuerpo el polvo tóxico cuando trituran el cobalto. 

Los llamados "mineros artesanales", se deben de hundir en los 
pozos de las minas a profundidades  de hasta 100mt,
sin ninguna protección

Junto con la destrucción de seres humanos viene la devastación ambiental, puesto que la explotación y extracción indiscriminada y acelerada del mineral rompe el equilibrio ecológico de la zona, desertifica el terreno, deforesta los bosques, contamina los ríos, destruye la cubierta vegetal, arrasa con los barrios de la ciudad, contamina el aire, el agua y el suelo. Generando el desplazamiento de poblaciones enteras, aledañas a los yacimientos de minerales.

           “los ganadores son las empresas multinacionales

        que generan más de 125 mil millones de dólares al año”

Así, cada vez que alguien en cualquier lugar del planeta conecta su celular a una red eléctrica para recargar su batería depende de Kolwezi o, dicho de otra forma, depende de los sufrimientos, la explotación y la muerte de los niños congoleños, es el precio que ellos pagan para que siga funcionando el capitalismo realmente existente, con su culto desaforado a los aparatos de comunicación de alta tecnología. Pero los que lucran con este infame proceso productivo son las grandes empresas multinacionales de la microelectrónica que obtienen una ganancia global de más de 125 mil millones de dólares al año. 

Una cadena de explotación, sufrimiento y muerte que nace en el pequeño y empobrecido Kolwezi, beneficiando a los ricos de siempre y enriqueciendo a las voraces transnacionales de las telecomunicaciones.

 

 

 

 

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