LA REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO:
UNA GUERRA SIN FIN
UNA GUERRA SIN FIN
Por: Javier Fernando
Miranda Prieto
En el año 2003, a las
pocas semanas del inicio de los bombardeos de la aviación norteamericana sobre
las ciudades iraquíes, ocurrió un hecho que hasta el día de hoy no he podido
olvidar. Un reportero de la televisión española entrevistó en un hospital de
Bagdad, a una víctima de estos despiadados ataques aéreos, era una niña de ocho
años, con el brazo destrozado que ya había sufrido once operaciones, la pequeña
le dijo al reportero mirando la cámara: “ojala
no tuviéramos petróleo”.
Recordando este impactante hecho, se me ocurre que en el Corán o en la Biblia, podrían estar, aunque no estén, profecías como esta: “Las riquezas naturales serán la maldición de las gentes”. Eso es lo que pienso, cada vez que leo sobre la siempre inestable y conflictiva situación política y humanitaria, que recurrentemente padece la República Democrática del Congo -RDC-.
Un país que atesora en
su suelo, una inmensa riqueza de recursos naturales (diamantes, oro, cobre,
coltán) pero que a través de su historia, estas riquezas se han convertido en
una maldición, en el origen de todos sus males. Porque lejos de ofrecerle
estabilidad, desarrollo económico o bienestar a su población, estos recursos
naturales fueron el origen de su crónica inestabilidad política, de la cruda
violencia vivida, una violencia que trajo muerte, destrucción, invasiones,
guerras y el atraso y la pobreza lacerante en que vive su gente.
Tanques del ejército congoleño ingresan a la ciudad de Goma, capital de Kivu, para tratar de desalojar a la guerrilla del M 23. |
El genocidio entre las
etnias de los Hutus y Tutsis, en las vecinas Ruanda y Burundi en 1994, produjo
una estampida de millones de exiliados hacia el este del territorio de la RDC,
una región rica en yacimientos minerales, generando la ambición de las empresas
mineras transnacionales y de otros países africanos. Lo cual produjo una larga
guerra de cinco años (1998-2003) entre los países de la zona, por el control de
esos recursos minerales. Guerra que terminó gracias a las negociaciones de paz
auspiciadas por el presidente sudafricano Nelson Mandela y por el mismo
presidente Congoleño, de ese entonces, Laurent Kabila.
El presidente Kabila
muere asesinado brutalmente, dos años antes que finalice la guerra, en el 2001,
por sectores del ejército congoleño empeñados en continuar con el conflicto y vinculados
fuertemente con los intereses de la vecina Ruanda.
El presidente Josehk Kabila ha tenido que enfrentar asonadas golpistas, rebeliones e incursiones en su territorio de los ejércitos de Ruanda y Uganda. |
Configurando una
crónica situación de inestabilidad política, la cual ha generado en las últimas
décadas, cerca de cinco millones de muertos y desaparecidos, lo que ha
significado para la RDC, vivir en una guerra sin
fin.
El último capítulo de
esta guerra interminable, comenzó a escribirse a principios de este año, cuando
el general disidente del ejército congoleño Ntaganda – buscado por la Corte
Penal Internacional, acusado por crímenes de lesa humanidad- volvió a iniciar
una enésima guerra, después de un tiempo de tensa calma. Este tutsi congoleño
fue seguido por sus huestes del M 23, sembrando el terror en la región de Kivu,
ante la mirada pasiva de los Cascos Azules de las Naciones Unidas.
El desencadenamiento de
esta última guerra fue el intento del presidente Josehk Kabila de restablecer
la autoridad del Estado en el este del Congo, convertido, de facto, en un
protectorado de Ruanda. El presidente, sin embargo, o no debió calcular bien la
capacidad de sus fuerzas armadas o no las conocía realmente para semejante aventura,
porque las fuerzas armadas regulares son prácticamente inexistentes. No
constituyen más que una “cohabitación” forzosa de diversas milicias, entre las
que destaca el Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo -CNDP- un
movimiento compuesto por tutsis congoleños, integrado al ejército nacional en
el 2009 y que, con cerca de cinco mil hombres bien entrenados, forma un
ejército, dentro del ejército.
En la región de los grandes lagos, entre el Congo y Ruanda, está Kivu provincia congoleña rica en recursos mineros. |
En cuanto a la guerra
en la provincia de kivu, la solución está en Ruanda, aunque lo nieguen una y
mil veces las autoridades de aquel país. Además, los expertos de la ONU han
reiterado en varios informes que los rebeldes que desestabilizan el este del
Congo, cuentan definitivamente con el apoyo de Ruanda, que les suministran
armamento y apoyo logístico.
Ruanda y su presidente
Paul Kagame, actúan de esta manera, por dos evidencias: Una, por la presión demográfica: La densidad
de población de Ruanda está entre las más altas del África subsahariana, con
230 hab/km (mientras que la del Congo es 54 hab/km). Y para evitar el colapso,
sueña con extenderse hacia las regiones menos pobladas del este del Congo, como
es la región de Kivu. Además, los ruandeses creen que desestabilizando esta
parte del país vecino, poco a poco Ruanda podría colonizarla.
Paul Kagame presidente de Ruanda, por motivos económicos y demográficos ambiciona los territorios orientales de la RDC. |
Estas serian, entre
otras, las razones fundamentales que explican el permanente estado de
inestabilidad en la región de los grandes lagos y que ha llevado a la República
Democrática del Congo a mantener una guerra sin fin. Asimismo, explicaría el
apoyo explicito de Ruanda a las diferentes rebeliones que se suceden
periódicamente al este del Congo. Todo ello, desde luego, con la complicidad de
muchos congoleños y el apoyo internacional de las transnacionales mineras.
Hasta que la comunidad internacional no pare en seco a Paul Kagame, presidente
de Ruanda, la paz no volverá nunca a la RDC.
Y cuantas guerras, también, en nombre de la religión???
ResponderEliminarIntereses, intereses, intereses....