jueves, 3 de octubre de 2013

LA  UNION  AFRICANA:  
UN SUEÑO POR ALCANZAR

Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto


Escudo de la Unión Africana -UA- la antigua Organización de Unidad Africana -OUA- conmemorando los 50 años de su fundación en 1,963 en la ciudad de Adís Abeba, capital de Etiopía.



El presente año es el año de África, no por un deseo voluntarista personal, sino por el recuerdo de un hecho histórico trascendente para los países del continente africano. Este año 2013 se conmemora el cincuenta aniversario del inicio de lo que parecía, para ese entonces, un sueño inalcanzable, la construcción de un proceso de integración y cooperación política y económica entre los nacientes países africanos, que luego de muchas vicisitudes, si bien es cierto, han logrado algunas metas para su desarrollo, el gran sueño integrador de la primera hora, aún está por alcanzar.

Fue un 25 de mayo de 1963, que un puñado de líderes africanos, venidos de las luchas independentistas, organizan en la ciudad de Adís Abeba, capital de Etiopía la primera cumbre de la Organización para la Unidad Africana -OUA- organismo precursor de la actual Unión Africana -UA- cuyo primer presidente fue el monarca etíope Haile Selassie I, un controvertido personaje que para muchos, fue un oscuro dictador, que fue derrocado en 1974 por una revuelta popular, mientras que para otros lo recuerdan como un gran estadista, un tenaz luchador contra el colonialismo y el sistema esclavista en África.

El controvertido emperador de Etiopía Haile Selassie
fundador y primer presidente de la OUA
Pero no fue el único, desde luego. Si algo no faltaba en la cumbre de 1963, era el panafricanismo y los líderes africanos convencidos del sueño de caminar juntos para lograr el desarrollo del continente. Entre ellos destacaban dos corrientes. Por un lado, la liderada por Kwame Nkrumah, el presidente de Ghana y Sékou Touré el presidente socialista de la República de Guinea, quienes apostaban por la integración, por el federalismo, por el sueño de crear los Estados Unidos de África.

Y por el otro lado una corriente que apostaba por la cooperación entre los estados, preconizaban una África de los estados, esta corriente más conservadora, que seguía los dictados de las antiguas metrópolis, estaba representada por figuras como los presidentes de Senegal, Léopold Sédar Senghor  y de Costa de Marfil, Félix Houphouet-Boigny, ambos muy serviles a los interese de Francia.

En esta primera cumbre de jefes de Estado del África, participaron treinta países, que en muchos casos recién habían alcanzado su independencia. Asimismo, seis territorios aún colonizados mandaron observadores como: Angola, Mozambique, Kenia, Malaui, Rhodesia del Sur (la actual Zimbabue) y Suazilandia, que hasta cinco años después no alcanzó su independencia.

En su primera carta fundacional de la OUA, había tres ideas claves: en primer lugar una condena explícita al colonialismo, expresando el apoyo del nuevo organismo integrador, a las luchas de emancipación de los pueblos africanos. En aquel entonces, una buena parte del continente no era aún independiente, sobre todo las provincias portuguesas y buena parte del África austral. En los años siguientes todos los nuevos países que iban surgiendo se sumaron a la OUA, hasta llegar a contar en el 2002, año en que se convirtió en Unión Africana -UA-, con 54 miembros.

El historico líder de Ghana Kwame Nkrumah, quien apostaba por el federalismo
y por la creación de los Estados Unidos de África.
Sin embargo, además de las descolonizaciones pendientes, en 1963 había otro gran problema que sacudía a África: las tensiones fronterizas y territoriales de estos Estados recién nacidos. Entre Guinea y Costa de Marfil, entre Marruecos y Mauritania, entre Ghana y Togo, entre Senegal y Malí, entre Congo Brazzaville y Gabón y sin olvidar las diferentes pugnas y rivalidades internas que se daban en cada país, por diferencias étnicas y confesionales. Para poner fin a esta agitación, la carta de la OUA estableció el respeto a las fronteras heredadas de la época colonial.

Asimismo, un tercer principio básico de la organización recién fundada, principio que fue objeto de una de sus primeras resoluciones, fue la lucha contra toda forma de racismo y en especial contra el apartheid que imperaba en Sudáfrica y en la actual Namibia, entonces provincia sudafricana.

En definitiva, los tres ejes sobre los que se construyeron los principios de la OUA fueron: apoyo a las luchas de liberación en África, respeto a las fronteras heredadas de la época colonial y combate frontal contra el apartheid, pero al mismo tiempo respeto a la soberanía nacional de cada uno de los Estados miembros, con el compromiso de no injerencia en los asuntos internos. Este último punto pone de relieve, hasta qué punto las tesis de Senghor y Houpohouet-Boigny (un África de estados que cooperan entre sí) se impusieron frente a las de Nkrumah y Touré (unos Estados Unidos de África que caminan hacia un gobierno continental). En todo caso, era la primera vez, que los líderes africanos entonces libres, se sentaban en torno a una mesa para sentar unas bases de colaboración y crear una estructura que los representara en el mundo. Un sueño por realizar, que llega hasta nuestros días.

El camino, claro está, no estuvo  exento de dificultades. A la OUA se le acusa de debilidad a la hora de defender los Derechos Humanos de los africanos o de laxitud al momento de plantarse frente a regímenes claramente antidemocráticos, incluso colaborando o respaldando a reconocidos dictadores.

Pero su punto fuerte fue, sin duda, su contribución a la descolonización casi completa de África, a través de su apoyo a los movimientos de liberación.

Los ex presidentes Léopolod Sédard Senghor de Senagal y Félix Houpohouet
Boigny de Costa de Marfil, ambos serviles defensores de los intereses de
Francia y de occidente en el África.
La pugna que en 1963 protagonizaron los padres fundadores, entre federalistas y soberanistas. Se ha mantenido intacta con el paso de los años. En 1991, el Tratado de Abuya marca un hito al acordar la creación de un mercado económico común para el año 2025, algo que en la actualidad parece tan lejano como entonces. La integración política tampoco ha vivido avances tan significativos. Quien recoge la bandera de Nkrumah y Touré, fue el líder libio Muammar Gadafi, que logra que la transformación del organismo africano y la creación en el 2002 de la actual Unión Africana. Desde el primer momento, al menos en el papel, la UA intentó cubrir los déficits de su antecesora, con una especial dedicación de la democracia, los derechos humanos y el desarrollo continental.

En los últimos años, luego del derrocamiento y asesinato de Gadafi, la UA se ha convertido en el escenario de una pugna sorda entre dos de las naciones con más peso en África, Nigeria y Sudáfrica; dos países productores de petróleo y de minerales, ambas potencias regionales, en el sur del continente, Sudáfrica y en el norte, Nigeria y las dos con una fuerte presencia e influencia diplomática, creando en el continente zonas de influencia antagónicas.

Para terminar, quisiera recordar a uno de los padres de la integración africana y fundador de la OUA, Kwame Nkrumah, quien tenía el sueño de crear un África sin fronteras, ni barreras para la circulación de mercancías, capitales o personas, sueño tan vigente como entonces. En la conferencia inauguran de la OUA, el ex presidente de Ghana decía: “si nosotros conseguimos erigir en África, el ejemplo de un continente unido, con una política y objetivos comunes, habremos realizado la mejor contribución posible a esa paz que hoy anhelan todos los hombres y mujeres del continente”.

Estas palabras, dichas hace cincuenta años, cuando otros procesos de integración en el mundo, como la Unión Europea, no eran más que un embrión, este discurso de Kwame Nkrumah suena aún como un sueño, como un reto para los africanos de toda condición. Pero lo que está claro, es que el camino sólo se puede recorrer andando.  



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