BURKINA FASO:
UNA JORNADA HISTÓRICA
Por: Javier Fernando Miranda Prieto
Un día como hoy, hace diez años, en la madrugada del 30 de octubre de 2014, los reportes de prensa informaban que en varias ciudades de Burkina Faso, se estaban levantando barricadas y prendiendo fogatas, contra el gobierno del dictador Blaise Compaoré y sus intentos de perpetuarse en el poder. Se estaba gestando el fin de una tiranía que ya llevaba 27 años, nacida a partir del asesinato del líder revolucionario burkinés Thomas Sankara en 1,987. Esta jornada histórica se coronó con el triunfo de la lucha de un pueblo por su democracia y libertad.
Como respuesta a sus intentos de reformar la Constitución de Burkina Faso para extender aún más su largo periodo de dictadura, que ya llevaba 27 años, el ex dictador Blaise Compaoré (1987-20014), tuvo que hacer frente durante semanas a una serie de masivas protestas populares que desembocaron en una jornada histórica ocurrida hace diez años. Un día como hoy, el jueves 30 de octubre de 2014, una masa enfervorizada de burkinabeses tomaron a la fuerza el parlamento del país desalojando a sus asambleístas, quienes iban a aprobar una espuria reforma constitucional, por la cual le permitiría al dictador postular a un tercer e ilegal mandato. Finalmente, Compaoré declara el estado de emergencia y resuelve disolver el gobierno.
En un continente, como el africano, donde sus líderes suelen aferrarse desesperadamente al poder hasta su muerte, la revolución popular en Burkina Faso supuso un extraño caso de éxito, de cómo un movimiento ciudadano encabezado por jóvenes, la sociedad civil, grupos de mujeres organizadas y todos los partidos políticos opositores, pudieron generar un cambio de régimen.
Esa jornada vivida por los burkineses fue histórica. La multitud enfervorizada, tras asaltar el Parlamento, uno de los símbolos del despotismo del régimen y desalojar a los congresistas, el gobierno se vio obligado a anular la votación. Los manifestantes también habían saqueado la sede de la radiotelevisión nacional, así como el Hotel Independence, donde se alojaban los parlamentarios del gobierno que debían votar. Las últimas noticias se precipitaban a cada minuto, al mediodía los manifestantes se alistaban a tomar el Palacio Presidencial.
“En un continente, donde sus líderes
suelen
aferrarse al poder hasta su muerte, la
revolución
popular en Burkina Faso supuso un extraño caso
de éxito”
En otras ciudades, como Bobo-Dioulasso, Koudougou y Ouahigouya, también se estaban produciendo multitudinarias manifestaciones que eran brutalmente reprimidas por unidades de elite del ejército. Por fin, a principios de la tarde llegó la esperada noticia, se anunció que el dictador había renunciado a su cargo, huyendo el país precipitadamente, luego de 27 años de gobierno autoritario. Al final de la jornada, la represión del régimen había dejado un saldo trágico de más de cincuenta muertos, cientos de heridos y miles de detenidos por todo el país.
A la huida del tirano le siguió un turbulento gobierno de transición, en donde no faltaron protestas populares que hacían sentir su deseo de hacer respetar el cronograma electoral, así como un golpe de estado frustrado, teledirigido desde Costa de Marfil, el refugio de Compaoré, y por último, unas elecciones democráticas, las primeras en su historia, en diciembre de 2015, que llevó al poder al Marc Christian Kaboré, un político y empresario moderado que no supo desmarcarse rápidamente del tutelaje de las Fuerzas Armadas. Luego de reelegirse en el 2020 y ante su incapacidad y debilidad de dirigir la lucha armada contra las bandas yihadistas que asolaban el país, en enero de 2022, la oficialidad joven de las Fuerzas Armadas, lo desaloja del poder constituyéndose una Junta Militar Revolucionaria conducida por el capitán Ibrahim Traoré, quien le ha impreso a su gobierno un carácter nacionalista, popular y panafricanista.
Recordemos, que desde el 2020 se produjeron en la región tres golpes de Estado adicionales al de Burkina y del mismo signo político, en Malí, Níger y Guinea Conakry, reconfigurando el alineamiento internacional en contra de Francia y de su influencia en el sahel.
“Burkina Faso se convirtió en una pieza clave
para los intereses franceses en la región del Shael,
interviniendo, bajo la mascarada diplomática,
en los conflictos de Malí, Níger o Sudán”
Una imagen premonitoria, días antes de la caída del tirano burkinés Blaise Campaoré, luego de 27 años de dictadura. Foto de la periodista angoleña Patricia Da Silva de la Agencia Prensa Latina. |
Pero ¿Cómo pudo, un personaje como Compaoré gobernar por tantos años? Durante décadas, Burkina Faso se había convertido para Francia y las potencias occidentales, en un modelo de estabilidad en el occidente africano. Principalmente por cumplir puntualmente con los paquetes de restructuración económica impuestos por los organismos multilaterales de crédito y por entregar al capital transnacional los ingentes depósitos de oro y manganeso.
Durante ese tiempo, Burkina Faso se convirtió en una pieza clave para los intereses franceses en la región del Shael, interviniendo en forma directa, bajo la mascarada diplomática, en los conflictos de Malí, Níger o Sudán, defendiendo los intereses de la ex-metrópoli europea. Campaoré aprovechó la desestabilización que se generó en esta región africana, para convertirse en el hombre de confianza de las potencias neo-coloniales.
“La rebelión popular, que tomó las calles de
Uagadugú
hace diez años, se convirtió en un buen ejemplo
para África, de un movimiento político plural que se
levanta contra un régimen
autoritario imperante”
Un breve vistazo a la participación diplomática y militar del gobierno de Campaoré en la crisis de Chad, República de Guinea o Costa de Marfil, revela la estrecha colaboración seguida, por la élite burkinesa, con los intereses geo-económicos de las grandes potencias. El papel jugado por el gobierno de Burkina Faso durante décadas, no se limitó tan solo a la disposición del envío de tropas, sino principalmente a su colaboración en la plataforma franco-estadounidense que se desplegó junto a otros gobiernos africanos de la región, para facilitar el paraguas necesario para la famosa Operación Barkhane de 2014, usando como excusa la lucha contra el terrorismo islamista en la zona, pero que realmente encubría la creciente militarización de África.
La gran rebelión popular, que tomó las plazas y calles de Uagadugú y del resto del país hace diez años, no puede entenderse como una simple oposición a la enmienda del artículo 37 de la Constitución (para extender el mandato presidencial), esa masiva movilización popular se convirtió en un bien organizado movimiento político plural de rechazo al régimen autoritario imperante. Los diferentes sectores sociales que rápidamente se convocaban, vía redes sociales, para las marchas y plantones de protesta en las calles, liderados por los sectores juveniles y estudiantiles de la sociedad burkinesa, vislumbraban una agenda más amplia de reivindicaciones que incluía el cambio del régimen político y el fin de la dictadura.
Una ejemplar experiencia de lucha
popular que logro expulsar al dictador y hacer valer los derechos y libertades
de un pueblo, todo ello conseguido en una jornada histórica.