martes, 1 de octubre de 2024


ÁFRICA:

¿NUEVO CENTRO

DE DISPUTA GLOBAL?

Por: Javier Fernando Miranda Prieto 

Bajo el lema "A Dios Francia", desde Níger hasta Chad, pasando por Burkina Faso y Mali, el pueblo africano expresaba, con estos carteles, su repudio a la antigua metrópoli europea. África emprende
una búsqueda de nuevos socios y paradigmas de desarrollo.

En la actualidad, la nueva reconfiguración mundial generada a partir de la guerra de desgaste en que se ha convertido el conflicto armado entre Rusia y Ucrania, que tiene como epicentro el centro de Europa, pero con replicas que se sienten en todo el mundo; o el recrudecimiento de la violencia en el Medio Oriente, producto de la demencial política expansionista del régimen sionista de Israel; sin olvidar el rol que viene teniendo el sudeste asiático como nuevo polo de poder global (hegemonía económica de China, pugna diplomática Pekín-Taipéi, conflicto en los mares al sur de China), podrían impactar de forma particular en el continente africano.

No hay que olvidar que en la región del Sahel, estratégica zona ubicada al sur del Magreb, se han producido en los últimos tres años, seis sublevaciones militares de carácter soberanista y ampliamente popular. Todas esas rebeliones fueron exitosas e instalaron nuevos gobiernos en Chad, Malí y Guinea -durante el año 2021-; en Burkina Faso en 2022; y en Níger y Gabón, durante el 2023. 

Estos levantamientos militares se instituyeron en el marco de un reordenamiento de las relaciones internacionales en las que los BRICS (países emergentes) donde participan tres países africanos, en los dos últimos años han superado al G7 (potencias occidentales) en términos de Producto Bruto. La pérdida consecuente de la hegemonía atlantista plantea, en este marco, escenarios más volátiles: la re-configuración de alianzas económicas, la valoración de nuevas rutas y regiones estratégicas en el continente africano y el reposicionamiento de China y Rusia en África. 

         “Los BRICS, donde participan tres países africanos,

                   en los dos últimos años han superado

                  al G7 en términos de Producto Bruto"

El gran perdedor de estas revueltas en el Sahel fue Francia, que se negaba en abandonar su lugar de potencia regional, con el que se había beneficiado en el último siglo y medio. Desde la década del ´60 -cuando se multiplicaron los procesos de liberación nacional en el continente-, París impuso un modelo conocido como “Françafrique”, caracterizado por la imposición de una red institucional que generó un control político, económico y de seguridad adecuado a sus necesidades hegemónicas. 

En el sahel, estratégica zona al sur del Magreb, en los últimos
años se han producido seis sublevaciones militares
soberanistas y con gran apoyo popular.

Uno de esos mecanismos de manipulación se expresó a partir del riguroso y desigual sistema financiero, impuesto por Francia a sus ex-colonias africanas. En 14 países del continente se utilizó, por décadas, el Franco CFA, originalmente conocido como Franco de las Colonias Francesas de África y luego rebautizado como moneda de la Comunidad Francesa. Dicho divisa permite, aún hoy, en algunos países un señoreaje monetario y una concomitante injerencia sobre las reservas de los países que utilizan dicha moneda. 

El continuo deterioro de la imagen europea en el continente africano no solo está vinculado a esta dependencia monetaria. También se relaciona con las intervenciones militares que se sucedieron, principalmente, desde el bombardeo a Libia en 2011, bajo el paraguas de la OTAN, que permitió  el robo sistemático, de parte de las potencias occidentales, de las grandes reservas petroleras de Trípoli. 

Además, luego de integrar las fuerzas atlantistas, Francia continuó en el Sahel desarrollando operaciones militares con la coartada de combatir a los grupos yihadistas como Ansar Dine y el Movimiento para la Unicidad y la Yihad, milicias subsidiarias de Al-Qaeda y el Dáesh en el África Occidental. En 2013, París intervino en Malí y en 2014, en la triple frontera que conecta este país con Burkina Faso y Níger. Las actividades militares galas, que incluyeron la participación de ocho mil uniformados, dejaron un saldo de 23.500 civiles muertos y casi un millón y medio de desplazados. Con el agravante que estas misiones militares francesas no solucionaron la violencia terrorista generada por la presencia de estos grupos yihadistas en la región. 

       “La pérdida de hegemonía de las potencias atlantistas

         en territorio africano, con la subsecuente aparición

               de nuevas alianzas económicas regionales,

                     podrían estar colocando a África,

               como un nuevo centro de disputa global”

Desde el inicio de las operaciones militares francesas en el Sahel, se incrementaron las movilizaciones populares exigiendo la retirada de los destacamentos franceses y de las empresas trasnacionales instaladas en la región. En las próximas semanas, se especula con la partida total y definitiva de los uniformados franceses de Niamey, capital de Níger, lo que supondría el cuarto abandono de tropas galas en el último lustro, después de huir de República Centroafricana, Burkina Faso y Malí. 

Según analistas africanos, la progresiva merma de legitimidad europea también se vincula con la falta de solidaridad exhibida por Europa, durante la pandemia, en el mismo lapso en que Rusia y China mostraban explícitos niveles de cooperación a través de la donación de vacunas y la condonación de deudas. 

             “La re-configuración de alianzas económicas,

        la valoración de nuevas rutas y regiones estratégicas

           en el continente africano y el reposicionamiento

                        de China y Rusia en África” 

Para evitar la pérdida de control en la región, París amenaza a los países insurgentes soberanistas con invasiones militares a ser coordinadas por la Comunidad Económica de Estados de África Occidental, CEDEAO, un organismo regional que se ha convertido en un Ministerio de Colonias a favor de Francia, estas absurdas amenazas intervencionistas que no se ha concretado hasta ahora.

Detrás de los intereses de Emmanuel Macron se esconden varias motivaciones: la necesidad de controlar el posible trazado del gasoducto transahariano (TSGP), la oposición a las fuerzas paramilitares rusas de Wagner instaladas, en por lo menos, diez naciones africanas, y sobre todo impedir, a toda costa la iniciativa de Beijing de continuar brindando importantes inversiones en infraestructura acompañada de un modelo de cooperación ajeno a políticas injerencistas.

Como se puede advertir, la cada vez mayor pérdida de hegemonía de las potencias atlantistas en territorio africano, con la subsecuente aparición de nuevas alianzas económicas regionales, como el potenciamiento de los BRICS y la mayor gravitación de países como Rusia y China en la agenda de inversionistas de las naciones africanas, podrían estar colocando a este continente emergente, como un nuevo centro de disputa global.


No hay comentarios:

Publicar un comentario