LOS REFUGIADOS AFRICANOS:
ESOS OLVIDADOS
Por: Javier Fernando Miranda Prieto
Mientras los países europeos se resisten a afrontar de forma cabal y realista la grave crisis de refugiados, que cada año llegan a sus costas de una manera exponencial, provenientes del Medio Oriente, del centro de Asia y de las naciones de Europa central, huyendo de sus países asolados por una crisis que las mismas potencias europeas han generado, nadie recuerda que más de dos millones y medio de personas se han visto obligadas a huir de sus hogares en el último año, procedentes de varios países africanos para refugiarse, en las peores condiciones, en países vecinos.
Según el informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados -ACNUR- el italiano Filippo Grandi, el continente africano tiene en la actualidad más de 4 millones de refugiados y 12 millones y medio de desplazados internos. Lo cual podría generan en un breve tiempo, aunque no se quiera reconocer, una grave crisis humanitaria y sanitaria de grandes proporciones.
La combinación de nuevas emergencias y conflictos prolongados, plantean enormes desafíos tanto para los gobiernos receptores de estos desplazados, como para los miembros de las comunidades locales, quienes súbitamente tienen que convivir en espacios reducidos y compartir sus escasos servicios con miles de personas víctimas de la violencia. Esta masa humana que huye de conflictos armados sobrevive en insalubres e inhumanos campos de refugiados, y en donde los niños -las principales víctimas- tienen que convivir en espacios hacinados y sin las mínimas condiciones sanitarias, agudizadas ante el inclemente frio por la proximidad del invierno europeo.
La crisis de refugiados que vive el continente africano, tiene mucho que ver con las políticas económicas y militares que impusieron, por décadas, las potencias occidentales, a las naciones de África. |
Los numerosos refugiados subsaharianos provienen de diferentes países: República Centroafricana, que viene saliendo de un conflicto de tintes religiosos que enfrentó, desde marzo del 2013, a los balakas -machetes- musulmanes radicales y los anti-balakas, bandas de autodefensas cristianas, lo cual generó una marea de desplazados internos y refugiados que traspasaron sus fronteras, instalándose en los territorios vecinos de Camerún, R.D del Congo y Chad. El norte de Nigeria, cuya violencia fue desatada por las demenciales acciones terroristas de Boko Haram, ha dejado más de 4 millones de desplazados internos y 2 millones de refugiados nigerianos en otras naciones de la región; Sudán del Sur, conflicto que el próximo mes cumple once años de fuertes enfrentamientos entre las dos más importantes comunidades étnicas de este joven país, una guerra civil entre dinkas y nuers, que esconde un férreo enfrentamiento entre caudillos regionales por los recursos petroleros. Este martirizado país alberga a 2,3 millones de desplazados internos.
“el
continente africano tiene en la actualidad
más de 4 millones de refugiados
y 12 millones y medio de desplazados
internos”
Ante esta dura realidad y sin una firme voluntad política de parte de los gobiernos de estas naciones, todo lo que la comunidad internacional pueda hacer, es seguir corrigiendo sus consecuencias con sumas de dinero cada vez más escasas. Lo que se debe hacer, en palabras del comisionado del ACNUR es lograr un “pacto de solidaridad extendido” que comprenda a los gobiernos afectados por la violencia, a las naciones que reciben a los refugiados y a las propias poblaciones que se ven afectadas. Para alcanzar este pacto se requiere principalmente, voluntad y decisión política de los propios Estados.
Por otro lado, la situación de los países africanos que padecen el surgimiento de bandas armadas yihadistas o islamistas radicales, como los que existen en Somalia o en las naciones del sahel como Malí, Níger, Burkina Faso, o en Costa de Marfil, Mozambique y Somalia entre los principales, hay que vincularlo con la crisis política que se vive en el Medio Oriente, Yemen o Afganistán y con el rol jugado por las potencias occidentales en su origen y fortalecimiento. Las acciones demenciales de Al Qaeda y el Daesh, luego de su derrota en la frontera de Irak y Siria en el año 2016, se han desplazado al territorio africano en busca de un utópico y esquivo Califato.
Campo de refugiados en territorio de Camerún, en donde se han instalados más de 200 mil personas, provenientes de la R. Centroafricana que sufre más de 10 años de una larvada violencia armada. |
El informe de ACNUR, lo reconoce al señalar: “los países occidentales tienen una responsabilidad compartida en el surgimiento de las bandas armas yihadistas y del fenómeno terrorista y si el mundo lo ignora, la inseguridad va a llamar a las puertas de todos”, como lo vivió en varias oportunidades más de un país europeo. La región del Sahel central -que abarca Mali, Níger y Burkina Faso- atraviesa una grave crisis humanitaria y de seguridad, generada por el accionar de estas bandas yihadistas, que ha desplazado a millones de personas. En la actualidad, la situación política, económica y de protección a las poblaciones civiles, que se caracteriza por la inestabilidad, no deja de agravarse.
Si bien más de medio millón de personas han sido forzadas a abandonar sus países de origen (y por lo tanto, se han convertido en refugiadas), más de 3,8 millones de personas han sido desplazadas dentro de su propio territorio. Las restricciones a la circulación de personas y los desafíos económicos continúan acentuando la fragilidad de la resiliensia de diversas poblaciones.
Además, la región del sahel se encuentra en la primera línea de la crisis climática: la temperatura ha aumentado 1.5 veces en relación con el promedio mundial. Por otra parte, se han intensificado los conflictos por la escases de recursos, lo cual hace que la vida sea aún más difícil para las personas forzadas a huir.
Como vemos, el terrible problema de los refugiados en el mundo y en especial en África, no es solo una cuestión de solidaridad internacional. La paz y la seguridad de la región están en juego y con ello la de millones de personas que lo han perdido todo.
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