lunes, 6 de mayo de 2019


LA RENOVADA SOMBRA DE RUSIA SOBRE ÁFRICA

Por: Javier Fernando Miranda Prieto

Rusia se plantea influir en otras zonas del tablero estratégico global, su mira es retomar su vieja amistad con las 
naciones africanas. Se vislumbra en el horizonte una renovada sombra de Rusia sobre África.

Para el ex Primer Ministro Sir Winston Churchill, Rusia era “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma” y puede que la percepción que tenia del viejo político inglés y todo occidente de aquella época no haya cambiado mucho. Este enorme país multiétnico de inagotables recursos energéticos, si bien es cierto, ya no es la superpotencia que disputó a Estados Unidos la hegemonía mundial, pero por su estratégica ubicación geográfica y su aguda diplomacia basada en la geopolítica le ha hecho tener una presencia activa y vigencia en la escena internacional.  

En la actualidad Rusia está haciendo su tarea disciplinadamente para recuperar su influencia geopolítica a nivel mundial. Lo hemos visto en la confianza y seguridad que le ha dado su gravitación política y militar en Crimea, la capitalización de su triunfo en el conflicto sirio, el afianzamiento de su diplomacia tanto en Irán y Turquía, como en la India y Paquistán, sin dejar de lado su presencia en el entorno latinoamericano, en los casos de Cuba y Venezuela, países muy próximos a las costas norteamericanas. Ahora Rusia se plantea influir en otras zonas del tablero geoestratégico global, su mira es retomar su viaja amistad y cooperación con las naciones africanas. Se vislumbra en el horizonte una renovada sombra de Rusia sobre África.

Hay que recordar que en los años de la guerra fría y hasta la disolución de la Unión Soviética (1989), el Kremlin operó plenamente en África promoviendo los levantamientos contra el colonialismo, forjando estrechos vínculos políticos y militares con varios países africanos y participando en conflictos internos, como los que se dieron en Angola, Mozambique y Etiopía. A la vez que promovía movimientos de guerrilla como el que encabezo del Che Guevara en el Congo. En los años noventa, con el desmoronamiento de la URSS y en la primera década de este siglo, con la crisis económica y el despertar de los nacionalismos al interior de la Federación, Rusia se replegó internamente, más preocupada en sus problemas internos que en el diseño de una política de expansión.

“África está despegando y Rusia no se quiere perder el vuelo inaugural”

“Rusia ha demostrado con creces que está dispuesta a apostar en grande por el crecimiento africano”

Ahora Vladimir Putin revirtió este rumbo drásticamente y comenzó a mirar nuevamente a África con mayor avidez, tanto por sus recursos naturales como por la posibilidad de expandir su poder político. 

Desde que las naciones occidentales sancionaron a Rusia por anexarse a Crimea en 2014, Moscú no ha dejado de firmar Acuerdos Comerciales, Económicos y Militares con varios países del África subsahariana, entre los últimos tenemos los suscritos con Etiopía, Nigeria, Angola, Zimbabue y Namibia. Adicionalmente, Moscú también está detrás de los 54 votos de los estados miembros del continente africano de las Naciones Unidas, tres de los cuales forman parte del Consejo de Seguridad y que pueden resultar muy importantes para las ambiciones globales de Putin.

El reingreso de Rusia al concierto de la comunidad africana, es favorecido por la aptitud hostil y distante que se percibe en la mayor parte de los países del continente con respecto a su relación con la primera potencia mundial y sus antiguas metrópolis. Es decir, en la actualidad los Estados Unidos y las potencias europeas no son muy queridos en África. Y muchos ven a Rusia como el país antagonista de occidente. De ahí que cualquier oferta (comercial, de inversión, crediticia o de cooperación) que provenga de Moscú o también de Beijing, sea vista como la mejor alternativa para la mayoría de los países africanos, los cuales requieren con urgencia financiamiento y mercados para expandir su economía.

Con la presencia militar Rusa en territorio africano se quiere irradiar un eje
de influencia militar a través de Sudán en el norte y Angola en el sur.
Según el Banco Mundial más del 50% de los países del mundo con la tasa anual más alta de crecimiento en los últimos veinte años son africanos. Para el 2030, se espera que el 43% de todos los africanos se unan a las clases media y alta, y el consumo de los hogares se prevé que llegará a los 2.5 billones de dólares. Para el 2035 la cantidad de jóvenes que alcanzarán la edad de trabajar en África superará la del resto del mundo en su conjunto. Es decir, África está despegando y Rusia no se quiere perder el vuelo inaugural.

Rusia ha demostrado con creces que está dispuesta a apostar en grande por este crecimiento. Entre el 2010 y 2017, el comercio total ruso-africano aumentó de 1,600 millones de dólares a 4,200 millones y los pronósticos del Kremlin son duplicar estos dígitos para el año 2021.

Además del comercio, Rusia también está construyendo infraestructuras viales de gran magnitud y haciendo otro tipo de inversiones en países como: Angola, Egipto o República Centroafricana. Con ello no solo busca señalarse como la gran potencia que fue, sino también aprovechar el colosal potencial energético y las ingentes reservas minerales de algunos de estos estados. Por otro lado, Rusia ha sabido aprovechar su experiencia como productor de recursos energéticos, al fin y al cabo el gigante euroasiático ha sido para el mundo sinónimo de gas y petróleo durante décadas. La importancia de estos dos recursos en la economía rusa ha demostrado que el Kremlin tiene grandes intereses en este ámbito con ingentes inversiones en países como Argelia, Sudán o Nigeria entre otros. Entre estos el más relevante es Argelia, principal competidor de Rusia en el mercado gasífero europeo y socio histórico a nivel político y militar. 

La punta de lanza de la penetración rusa en África es la República
Centroafricana. Un país irrelevante para Moscú, pero que ahora es de alto valor
estratégico y geopolítico.
Pero no todo es gas y petróleo en África, y ante la necesidad de incrementar y diversificar las fuentes de energía disponible en el continente, Rusia ha comenzado a ofertar sus conocimientos en materia de energía nuclear a algunos de los países más ricos de África. Entre estos existen dos nombres que destacan: Egipto, quien firmó con Rusia la construcción de su primera central nuclear en octubre de 2017 y Etiopía, con quien tiene avanzadas negociaciones en este ámbito. Es necesario destacar, que no todo le ha ido bien a Moscú en el tema nuclear, siendo el más claro ejemplo de esto Sudáfrica, quien tenía pendiente, con la Federación Rusa,  la suscripción de un acuerdo amplio de colaboración nuclear, pero este proyecto fue congelado con la llegada al poder del actual presidente Cyril Ramaphosa, quien apuesta por una negociación, sobre este tema, con el gobierno chino.

“Rusia está buscando bases más estratégicas para sus soldados, puertos libios en el Mediterráneo y centros de logística naval en Eritrea y Sudán en el Mar Rojo”


Esta renovada sombra de Rusia sobre África también involucra el tema de la industria armamentista, un filón de cooperación que estuvo muy activo entre la potencia euroasiática y las naciones africanas entre los años setenta y ochenta del siglo pasado. Rusia silenciosamente ha estado ampliando su influencia militar en África, lo cual está alarmando a funcionarios occidentales debido a que cada vez hay más ventas de armas, acuerdos de seguridad y programas de entrenamiento y capacitación para un número cada vez mayor de naciones africanas.

Estratégicamente Rusia está buscando atrincherarse en el flanco sur de la OTAN, ayudando a que un ex-general de Libia luche por el control de su gobierno y un vasto mercado petrolero. En Sudán, en los últimos meses del gobierno de Omar Al Bashir, asesores rusos trataron de reforzar a una dictadura que se desmoronaba ante el avance de las protestas populares en todo el país. En la República Centroafricana un técnico ruso ha sido nombrado asesor de seguridad nacional del presidente Faustin-Archange Touadéra, además de haber renovado gran parte de su arsenal militar con armas de fabricación rusa. 

A fines del año pasado cinco naciones del África subsahariana –Malí, Níger, Chad, Burkina Faso y Mauritania- exhortaron a Moscú para que ayudara a sus fuerzas militares y servicios de seguridad a combatir al Estado Islámico y Al Qaeda, a pesar de los miles de soldados franceses y destacamentos de las NN.UU que están emplazados en estos países desde hace siete años. Además, en octubre de 2018 Rusia firmó acuerdos en torno a la cooperación militar con Guinea-Conakri, Burundi, Burkina Faso y Madagascar. Adicionalmente, se sabe que el 80 % de todas las ventas militares rusas al continente africano se destinan a Argelia, un país estratégico y de gravitante presencia geopolítica en el Magreb, un cliente privilegiado de Moscú desde hace tiempo.

En este mapa se grafica las inversiones energéticas y mineras de Rusia en África, así como los proyectos de
extracción y las zonas de intervención e instalación de bases militares. Fuente: Agencia Bloomberg.

Pero Rusia no solo quiere aumentar sus facturas por ventas de armas entre las naciones africanas. El tema militar, aunque no lo quieran reconocer explícitamente las autoridades rusas, también involucra la presencia de soldados y bases de apoyo militar en estratégicas zonas del territorio africano. La punta de lanza de la penetración militar Rusa en el continente es, sin lugar a dudas, la República Centroafricana. Un Estado africano considerado, hasta ahora, irrelevante para Moscú, pero que en realidad forma parte de una implicancia militar rusa cada vez mayor en suelo africano. El Kremlin consiguió el año pasado una exención del embargo de armas vigente en el país africano desde el inicio del conflicto interno en 2014 y desde entonces se han producido al menos nueve envíos de armamento para el gobierno centroafricano.

Los rusos quieren, desde la implementación de las dos bases militares instaladas en territorio centroafricano, irradiar un eje de influencia militar a través de Sudán en el norte y Angola en el sur. Más al norte, en el oeste de Egipto, las tropas rusas se encuentran acantonadas muy cerca de Libia, donde se cree que puede haber presencia rusa sobre el terreno. Este país parece haberse convertido en uno de los focos de interés militar de Moscú, abiertamente alineado con el general rebelde libio Jalifa Haftar, quien controla la mitad oriental del territorio libio y se niega a aceptar la autoridad del gobierno respaldado por la ONU en Trípoli. Soldados rusos podrían haber establecido bases militares en algunos puntos del país, donde según algunos medios habrían desplegado incluso misiles antiaéreos y antinavales.

Adicionalmente, se habría confirmado la instalación de una base de soldados rusos ubicada sobre el Mar Rojo en territorio sudanés, cedida durante el gobierno del dictador Al Bashir. Además de eso, Rusia se prepara para construir un centro logístico en un puerto en Eritrea y existen serios rumores sobre el establecimiento de una base naval en Somalilandia, la región separatista de Somalia no reconocida internacionalmente. 

“Rusia ha enviado tropas a al menos cinco países       africanos y está cerrando acuerdos militares con                               decenas de Estados”

Hay que recordar que el 13% de las exportaciones totales de armas de Rusia en el 2017 fueron enviadas a África, de acuerdo al Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación para la Paz. El gobierno de Moscú, en este réentré en África, está buscando acuerdos armamentistas en todo el territorio africano prometiendo entregas oportunas y términos flexibles; una estrategia que, según los analistas, es más exitosa cuando se le vende a los Estados que ya tienen desarrollado acuerdos de colaboración en defensa o de renovación de su aparato armamentista con otros países, porque así pueden ofertar tecnología moderna pero a menor precio. Lo cual podría estar afectando los intereses de occidente en África, tradicionalmente orientado a la adquisición de armamento, tecnología o servicios de inteligencia europeo o norteamericano.

Egipto, un ferviente aliado estadounidense, se está convirtiendo en un cliente sólido de las armas rusas. Egipto firmó un acuerdo a fines del 2018 por 200 millones de dólares en aviones rusos de combate SU-35, informó Kommersant, el diario con sede en Moscú. Además, Túnez un aliado de los Estados Unidos de larga data, también tiene recientes vínculos cercanos de inteligencia, contrainteligencia, contraterrorismo con Moscú. Sin olvidar que Burkina Faso y Níger, dos piezas claves en la estrategia defensiva de Francia en el occidente africano, como se señaló líneas arriba, suscribieron en el 2018 acuerdos militares con Rusia, incluyendo compra de helicópteros de transporte militar y armas que se lanzan desde el aire, ambos de fabricación rusa.

“Rusia este año va renovar programas de cooperación técnica-militar con varios países africanos y los ayudará a equipar sus fuerzas militares nacionales con armas modernas” señaló a principios de año, mediante un comunicado, la Embajada de Rusia en Washington, y para que no quede duda de la seriedad y transparencia de estas cooperaciones, el comunicado cierra con este mensaje, poco creíble, pero tranquilizador para occidente: “Todas estas iniciativas se llevarán a cabo estrictamente conforme a las normas y regulaciones internacionales aplicables”.  Como se ve, el gigante oso ruso quiere proyectar su renovada sombra sobre África haciendo uso de acuerdos de cooperación, planes estratégicos y todo instrumento jurídico que le dé viabilidad legal a sus fines, pero dentro de ese halo de misterio y enigma que ha dominado, por siglos, su azaroso devenir histórico.