jueves, 31 de octubre de 2019

INDIRA GANDHI  Y ÁFRICA

Por: Javier Fernando Miranda Prieto

Indira Gandhi no solo fue un símbolo de la India, sino además expresión fiel de sus contradicciones,
educada en Oxford, no tenía reparos en vestir con los atuendos de la mujer india.

Hace 35 años, precisamente el 31 de octubre de 1984, murió la ex Primer Ministra de la India y principalísima figura de la escena internacional del siglo XX, Indira Gandhi. Ella fue asesinada por un miembro de su guardia personal, perteneciente a la comunidad religiosa Sij, lo cual evidencia la compleja y enconada convivencia entre etnias, religiones y culturas que tuvo que hacer frente la recordada Indira, en sus largos años de gobierno. Indira Gandhi, no solo fue un símbolo de la India, era además expresión fiel de sus contradicciones. Educada en la Universidad de Oxford, en pleno corazón de la metrópoli colonial, no tenía reparos en vestir con los atuendos tradicionales de la mujer india.

Si bien es cierto impulsó un sistema de gobierno democrático, copiado del modelo occidental, este impulso modernizador no fue óbice para la consolidación de una suerte de dinastía familiar, que no dejaba de evocar el poder de las castas de la India. En efecto, desde los días de la independencia en 1947 y durante 37 años, el gobierno estuvo en manos de la familia Nehru. Primero su padre, Jawaharlal, quien gobernó entre 1947 y 1964, después Indira, de 1966 a 1977 y de nuevo de 1980 hasta su muerte, heredando la conducción de partido y el poder, su hijo mayor Rajiv Gandhi, cuyo mandato comprende de 1984 a 1989. La India de Indira, mezcla desconcertante de edades históricas distintas, donde se dan la mano la bomba atómica, los satélites artificiales y el dominio de sofisticadas tecnologías, con niveles de pobreza nunca vistos, conviviendo con un sistema de castas injusto y discriminador y en donde hindúes, musulmanes, cristianos, sijs y otras minorías, no han acabado de zanjar entre ellas antiguas y profundas rivalidades.

           “Impulsó un gobierno democrático, consolidando
                        una suerte de dinastía familiar”

Indira era una de esas dirigentes de mayor peso en la escena internacional. Presidenta del Movimiento de Países No Alineados, Jefa del Grupo de los 77 de las Naciones Unidas y líder indiscutible del Tercer Mundo, la fuerza de Indira no solo era consecuencia de su poderosa personalidad, sino expresión también de los urgentes reclamos por el cambio de las injustas relaciones económicas internacionales. Además, Indira tuvo una relación muy especial con los países africanos. Desde su primer gobierno cambió la política de la India hacia el continente africano, impulsando la lucha de liberación del continente, como en las antiguas colonias portuguesas (Angola, Mozambique, Guinea Bissau) quienes logran su independencia en los años setenta, asimismo, fue una activa militante por la resistencia contra el sistema represivo del apartheid en Sudáfrica y en la antigua Rodesia (Zimbabue).

Conocedora de la geopolítica, la líder india, valoró tempranamente, la gravitación poblacional y geográfica de un continente como el africano: fuente de estratégicos recursos naturales y espacio territorial muy próximo a Europa, a la Península Arábica y al mundo árabe y a las rutas del petróleo.  Desde los años 60, la cancillería india, bajos los gobiernos de Indira, negocio diversos acuerdos y convenios de cooperación comercial, militar y energético con gran parte de las naciones africanas, adelantándose a su tiempo y haciendo un uso estricto de la geopolítica, en beneficio de ambos pueblos.

         “Valoró tempranamente, la gravitación poblacional
            y geográfica de un continente como el africano”

Indira representaba todo eso: la conjunción de lo antiguo y lo moderno, la lucha de liberación de los pueblos, la protesta de los oprimidos, la estrategia y ambivalencia de la geopolítica, pero también la fuerza y el espacio que debían de ocupar las naciones del Tercer Mundo ante un difícil mundo bipolar, como en el que ella vivió.

Su muerte hace 35 años, también tiene algo de simbólico. Ella, la víctima, era una estadista comprometida con su tiempo; su homicida, un exponente del anacrónico fanatismo religioso. 36 años antes de su muerte, otro fanático religioso había dado muerte al padre espiritual de la India, el Mahatma Gandhi. ¿Sino trágico de la India y de la propia Indira? A algunos les gustaría responder que sí. Sin embargo, su trágica muerte no deja de expresar en concreto las enormes dificultades para construir un Estado y plasmar la unidad en un país, como la India, con pesadas y complejas herencias coloniales.