lunes, 13 de septiembre de 2021

 

ETIOPÍA, EGIPTO Y SUDÁN: LA  TRIANGULACIÓN  DE  UN CONFLICTO

Por:  Javier Fernando Miranda Prieto

 

El ejército de Etiopía ha capitalizado un importante liderazgo en la región, a raíz de su
enfrentamiento armado contra la provincia de Tigray.

Desde hace varios años se viene alertando sobre las consecuencias del cambio climático, la privatización del agua y la falta de acceso a la misma, producto de la concentración de este vital recurso por potencias regionales. En la actualidad, en lugar de la cooperación se está dando un importante conflicto de impredecibles consecuencias, entre tres de los 11 territorios que se encuentran dentro de la cuenca del mayor río africano, el rio Nilo. Esta compleja triangulación de intereses se da entre los principales países de esta cuenca: Egipto, Sudán y Etiopía.

Como se sabe, el río Nilo, junto con el río Amazonas es considerado uno de los más largos del mundo. Tiene dos fuentes principales: el Nilo Blanco que es cerca del 20% de la fuente del Nilo y el Nilo Azul que representa el 80%. Este último tiene su nacimiento en el Lago Tana en Etiopía y fluye hacia el norte en dirección a Sudán y posteriormente a Egipto para luego desembocar en el mar Mediterráneo.

Etiopía está construyendo en el Nilo Azul, la Gran Presa del Renacimiento Etíope conocida como GERD, por sus siglas en inglés, el reservorio más grande de África. Si bien el proyecto data de fines de la década del 50, no se hizo efectivo por el golpe militar y la guerra civil etíope, que se dio durante la década de los 90. La represa comenzó su construcción en el año 2011, sin un acuerdo transfronterizo que involucrara a Sudán y Egipto. Sin embargo, en el año 2015 se firmó un acuerdo con estos dos gobiernos, Egipto y Sudán, que estaban en manos de dictaduras. Acuerdo en el que Etiopía se comprometía a no afectar la disponibilidad de agua, fundamentales tanto para Jartum como para El Cairo.

 

La presa de Renacimiento en Etiopía será el reservorio
más grande de África.
A pesar de este acuerdo, cuando Etiopía comenzó el llenado del embalse construido, del tamaño de 2 a 3 veces el lago Tana, se intensificó el conflicto con Egipto y Sudán. Es importante destacar que en este último, en el año 2019, el gobierno dictatorial de Omar Hasán Ahmad al Bashir, quien gobernó durante 30 años, fue derrocado por masivas protestas civiles. El nuevo gobierno de transición cambió de posición respecto a muchas de las políticas del antiguo régimen, entre ellas un acercamiento a Egipto y Occidente, distanciándose de Addis Abeba.

La postura de Egipto es histórica respecto del uso del agua del Nilo ya que fue crucial para su población desde la antigua civilización egipcia. Desde el año 1902 viene realizando acuerdos afianzando su posición dominante sobre el Nilo con apoyo internacional. Butros Butros-Ghali, ex Ministro de Relaciones Exteriores de Egipto, en una entrevista en el año 1985, presentó la posición de este territorio respecto del Nilo: “la próxima guerra en Oriente Medio, se librará por el agua, no por política”. Su postura se modificó siendo el Secretario General de la ONU entre 1991 y 1996, al expresarse a favor de la cooperación.

Según Egipto, esta nación no puede vivir con una reducción sustancial del agua del Nilo. Su economía y el agua para el consumo de su población dependen de ello. La agricultura egipcia, representa actualmente 12 por ciento del producto interno bruto PBI y emplea al 24 por ciento de la mano de obra, en cuyas desérticas tierras no habría podido surgir la primera gran civilización humana sin las aguas del caudaloso río. Este argumento también lo ha asumido el gobierno de Jartum, nación que basa su economía en la agricultura. Mientras que en Etiopía, más de 65 millones de personas viven sin acceso a la electricidad. Durante mucho tiempo, este país fue conocido por sus crisis humanitarias y sus hambrunas. Es por ello que el actual gobierno apuesta por este mega-proyecto hidroeléctrico para desarrollar las zonas rurales y urbanas y con ello atraer inversiones.

Este conflicto por el agua del río Nilo, está derivando hacia un enfrentamiento
geopolítico tripartito entre Etiopía, Egipto y Sudán.

Un dato adicional, el PBI per cápita etíope es de unos 780 dólares, cuatro veces inferior al egipcio. Para Etiopía, la construcción del GERD se ha convertido en una cuestión no solo estratégica, sino de orgullo nacional. Ahora, ante las dificultades para financiar este Proyecto, de casi 5 mil millones de dólares, a través de la financiación internacional, a causa de su polémica naturaleza, el gobierno etíope ha sufragado buena parte del gasto con unos bonos patrióticos adquiridos por sus propios ciudadanos. Precisamente, la politización de este conflicto y el hecho que se haya inflamado los sentimientos nacionalistas en ambos países, es uno de los principales obstáculos para una resolución negociada.

Esta triangulación del conflicto por el agua, también tiene inevitables connotaciones geopolíticas. Etiopía a través de su Primer Ministro Abiy Ahmed, ha capitalizado un importante liderazgo interno, a raíz de su enfrentamiento contra la provincia rebelde de Tigray. Aunque no hay que descartar la agudización de este conflicto armado, teniendo en cuenta el rearme de la fuerzas del Frente de Liberación Popular de Tigray, con el muy probable inicio, por parte de esta banda armada, de una guerra de guerrillas en todo el territorio etíope. Mientras que el Presidente egipcio Abdel Fattah al-Sisi, un aliado incondicional de los Estados Unidos en el Magreb, necesita mantener el viejo liderazgo de su país en Oriente Medio y África, por lo que no puede permitirse la pérdida de su hegemonía en un espacio vital como el río Nilo. Sudán, el tercero en discordia, ha iniciado acercamientos con su vecino egipcio. Hace dos meses, ambos países, suscribieron un tratado de defensa mutua, acuerdo militar muy oportuno teniendo en cuenta las recientes escaramuzas en la frontera entre Etiopía y Sudán. Como vemos, no solo es una disputa entre electricidad o agua, sino también la geopolítica está jugando un papel prioritario en este enfrentamiento tripartito.

En caso de un conflicto armado entre estos tres países, las consecuencias recaerán, como siempre, sobre las poblaciones civiles que sufren los efectos de gobiernos que solo defienden sus intereses hegemónicos.

 

domingo, 12 de septiembre de 2021

 EL  OTRO  11  DE  SETIEMBRE

Por:  Javier Fernando Miranda Prieto


Otro 11 de setiembre, esa fecha que nos deja un sabor amargo en el recuerdo, que nos sacude el alma y que siempre nos invade la memoria. No solo por el tenebroso ataque a las Torres Gemelas de Nueva York en el 2001, sino además, por otros hechos puestos en ese día por el azar de la historia.

Son 20 años de esa mañana fatal en que dos aviones tripulados por la demencia fanática se estrellaron contra el World Trade Center, pero ese terrorismo no se diluyó con el humo que salió de sus escombros. El mundo no duerme tranquilo, ni siquiera después de la muerte de Osama Bin Laden en el 2011, porque ahora debe ser testigo de las brutales acciones demenciales de un archipiélago de grupos yihadistas esparcidos por los cinco continentes, una versión apocalíptica de Al Qaeda y de su trágica secuela que se vive en estos días en varios países del oeste africano, en donde las franquicias del Daesh y de la banda fundada por Bin Laden, han asentado sus huestes en la región del sahel. Los combatientes de estos grupos fanáticos no aceptan a quien no sea el musulmán que ellos decretan. Como antes y ahora, el yihadismo rechaza toda presencia occidental, repudian la cultura de esos países y ansían dominar el mundo, como pensaban los que piloteaban los aviones que derribaron las torres neoyorkinas hace 20 años.


Pero no olvidemos el otro trágico 11 de septiembre, el del malvado Augusto Pinochet hace 48 años, quien todopoderoso decidió la vida y el destino de miles de chilenos. Los implacables bombardeos al edificio de La Moneda han quedado en la retina de toda una generación como símbolo de la barbarie militarista en América Latina. En el Chile de Pinochet se oficializó la tortura, se desapareció sin pudor a muchos ciudadanos y se quebró, no para siempre, una larga historia de democracia y libertades.

Como vemos, no hay mucha diferencia entre las cruzadas laicas o religiosas, entre los fundamentalistas de Al Qaeda del 2001, el yihadismo de estos días y los fanáticos del liberalismo económico y del terrorismo de Estado, como los militares chilenos de 1973.