lunes, 7 de abril de 2014

TUTSIS / HUTUS:
¿UN TRÁGICO INVENTO COLONIAL?

Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

El genocidio en Ruanda, produjo la reelectura de la historia de la colonización europea en ese continente.
Constatando que con la llegada de los europeos, se creó el étnicismo, al promover y exacerbar las diferencias,
que eran menores, entre los distintos grupos humanos, antes de la llegada de los colonizadores.

Ochocientos mil muertos, cien mil huérfanos y tres millones de refugiados fueron el trágico saldo del extremismo y fanatismo que enfrentó a tutsis y hutus en la lejana Ruanda. Es difícil en un artículo hacer justicia sobre este trágico acontecimiento  que avergonzó al mundo, pero se puede tratar de explicarlo. 

Pueden rastrearse explicaciones: en la desesperada presión por la tierra, en la pobreza rural intensificada por el colapso del precio mundial del café o en la determinación de un grupo privilegiado por retener sus posiciones de dominio. Estos elementos agregaron combustible al fuego. Pero la chispa del genocidio está en la ideología racial extremista de dos etnias enfrentadas por décadas, tratando de detentar el poder.

Todos los conocedores de la historia africana coinciden en afirmar que en África fue la colonización, la llegada de los europeos, la que creó el etnicismo o tribalismo al promover y exacerbar las diferencias, que eran menores, entre los distintos grupos humanos al momento de la llegada de los colonizadores. La armonía preexistente a la era colonial, habría quedado rota con esta inyección interesada de racismo.

Esto es lo que habría sucedido en Ruanda, donde hutus, tutsis y los minoritarios twa convivían, antes de la llegada, primero de los alemanes y luego de los belgas, en una forma armoniosa, en una complementariedad de roles económicos y sociales.

Siguiendo la consigna colonialista de “divide y vencerás”, los conquistadores europeos aprovecharon de esas categorías que impusieron y las cargaron de racismo. La minoría tutsi fue identificada como una aristocracia que gobernaba un Estado colonial apoyado por los invasores extranjeros. Mientras la mayoría hutu fue etiquetada como campesinos, consignada a una vida de trabajo y alejada de toda posibilidad de educación o participación política. Con la independencia de Ruanda, se impuso la mayoría hutu y los tutsis fueron considerados casi como extranjeros en su propio país.

Desde ese momento, fue en vano gritar que hutus y tutsis no eran grupos étnicos separados. Sesenta años de gobierno colonial aliado de los tutsis y cerca de 35 años de supremacía hutu tras su independencia -que envió al exilio a más de la mitad de la población tutsi- cambiaron radicalmente la relación entre ellos.

Las raíces y responsabilidades últimas del genocidio ruandés, de hace más de dos décadas, estarían en esta invención europea del conflicto tutsi/hutu. Es más, en la actualidad, no estaríamos hablando de un genocidio, sino de varios, en tiempos distintos y con victimas diferentes. En primer lugar, el menos recordado, el genocidio que enfrentaron tanto los hutus y tutsis desde su independencia, los fuertes enfrentamientos armados entre un Estado hutu y una bien armada guerrilla tutsi refugiada en territorio ugandés, con asesinatos y matanzas, teniendo a víctimas y victimarios en ambos bandos, intercambiándose los roles.

        “La colonización europea en África exacerbó
      las diferencias étnicas y tribales de los africanos”

       “La armonía preexistente habría quedado rota
              con la inyección interesada de racismo”

A pesar de varios acuerdos, desde los años setenta, los tutsis acantonados en Uganda nunca consiguieron volver a su tierra natal. Su vanguardia político-militar, el Frente Patriótico Ruandés -FPR- incursionaba recurrentemente por el norte del país, dejando una secuela de destrucción y muerte en la población hutu, quienes tuvieron que huir de esas tierras y migrar hacia el sur, hacia la ciudad de Kigali, capital del país. Estas invasiones coincidieron, por esos tiempos, con los drásticos programas económicos puestos en práctica con el aval del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, agravando el desempleo y empobreciendo aún más al medio rural y con ello polarizando y agudizando la violencia armada entre las comunidades en pugna.

Jóvenes tutsis guerrilleros reciben entrenamiento en los campos de refugiados
en Uganda, preparando el retorno.
Había comenzado una cruenta guerra, que ahora nadie quiere recordar, pero que es el referente histórico en que se inscriben los posteriores crímenes atroces. La comunidad internacional, muy presta impuso sanciones militares y económicas al gobierno ruandés, por combatir esta invasión de los rebeldes, pero los Estados Unidos, Inglaterra e Israel siguieron apoyando con armas y dinero a los rebeldes del FPR que operaban desde Uganda. Configurándose una alianza, que se prolongaría años después, cuando los tutsis tomaron venganza y dirigieron todo su aparato militar contra la población hutu.

El segundo genocidio, el más publicitado, el que ocurrió en 1994, el que duró cien días de brutal exterminio tutsi y que también persiguió a los hutus moderados que no quisieron empuñar un machete y degollar a su vecino tutsi. Ese genocidio fue la expresión más despiadada de esa vieja instrumentación de las particularidades sociales que han solido utilizar en diferentes épocas y con los mismos fines las potencias coloniales. Si bien es evidente, que este genocidio fue cometido por ruandeses, semejante crimen sin embargo, solo fue posible porque anteriormente la sociedad ruandesa fue irremediablemente desestructurada por la inoculación de interesadas concepciones y categorías étnicas y que fue asumida por Ruanda, como parte de su nefasta herencia colonial.

      “Las raíces y responsabilidades del genocidio
         ruandés, estarían en la invención europea
                      del conflicto tutsi/hutu”

La planificada represalia de los hutus del año 1,994, tuvo un problema inicial: ¿Como distinguir a sus víctimas? No se podía hacer a través del idioma o de la ubicación territorial, además las diferencias físicas habían sido, con el transcurrir del tiempo, ya atenuadas. Adicionalmente, chequear los documentos llevaba tiempo y la velocidad se asociaba con el éxito de la operación.

Columnas de las FPR, el brazo armado de los tutsis, ingresan a Kigali, dando
inicio al otro genocidio, al genocidio olvidado.
Según los testimonios recogidos, por el Tribunal Penal Internacional para Ruanda -TPIR- los extremistas resolvieron el asunto movilizando a por lo menos un soldado cada diez casas a lo largo de todo el país, de manera tal que cada familia tutsi podía ser señalada por una persona que los conociera personalmente. De allí que maestros  hayan matado a chicos de sus escuelas, clientes a comerciantes y vecinos a vecinos. Masacrar era un deber civil. El gobierno hutu perfeccionó la tecnología del genocidio, la imaginación puesta al servicio de una causa infame y atroz.

Hay que recordar, que la chispa que detonó esta explosión demencial de violencia fueron los acuerdos de Arusha, firmados en Tanzania un año antes, donde se contemplaba un reparto del poder entre el gobierno, los rebeldes del FPR y los partidos de oposición. Añadido a esto, otro detonante del conflicto fue el misterioso atentado que costó la vida a los presidentes de Ruanda y Burundi, en el que según el diario belga Le Soir estuvieron implicados militares franceses. La alianza formada por los tutsis y las grandes potencias, habría incluido también a Francia, quien prestó su apoyo logístico y militar al FPR, para perpetuar el doble magnicidio, logrando con ello el pretexto perfecto para empezar la arremetida final contra el gobierno hutu e instalarse en el poder.

           “Con el triunfo de los tutsis, se pone fin al
    genocidio oficial. Porque de las brutales represalias
    contra los hutus, de ese genocidio solo hay silencio”

Con la entrada de los guerrilleros tutsis del FPR a la ciudad de Kigali se puso fin al llamado “genocidio oficial”, aquella matanza que solo reconoce la historia. Porque de las brutales represalias tutsis contra los hutus, de ese genocidio solo hay silencio. Los jefes militares del FPR pasaron a ser el gobierno oficial de Ruanda, desde esa posición siguieron persiguiendo y asesinando a los refugiados hutus, que habían huido en estampida de las ciudades para refugiarse en la antigua Zaire. Desde ese momento empezó el genocidio hutu, el no reconocido por la historia oficial, ¿Por qué? Porque simplemente estas acciones estuvieron apoyadas militar y diplomáticamente por las grandes potencias, porque las empresas transnacionales mineras, que tienen muchos intereses económicos en la región de los grandes lagos (República Democrática del Congo, Uganda, Ruanda y Burundi) tenían que estabilizar esta estratégica región y el FPR le era muy funcional para sus intereses.

El FPR con la protección de las potencias occidentales, empezó a atacar campos
de refigiados hutus, donde murieron mujeres, niños y ancianos. 
El FPR con ese paraguas protector, empezó a atacar con armamento pesado campos de refugiados enteros con cientos de miles de niños, mujeres, ancianos y enfermos. Organizó escuadrones de la muerte que asesinaban selectivamente a determinadas personas hutus: políticos, académicos, periodistas, abogados, sacerdotes, empresarios. La crema de la sociedad civil hutu fue aniquilada en pocos días. Como si quisieran borrar todo vestigio del pensamiento y la cultura hutu.

Esas masacres, que primero se escudaron en que eran para vengar el genocidio “oficial”, en cazar a los genocidas que habían huido al Congo, en eliminar la amenaza de que volvieran internar retomar el poder, eran llevadas a cabo abiertamente por el ya oficialmente ejército ruandés, ante la mirada pasiva de la comunidad internacional y de la ONU y sirviéndose de la ayuda económica, militar y de cualquier tipo de las grandes potencias y en especial de los Estados Unidos.

En Ruanda hace más de veinte años, estuvo en juego mucho más que la supervivencia de dos comunidades irreconciliables. El objetivo de los asesinatos en ambos bandos, era la “solución final” de la amenaza a su poder. Una rivalidad y encono por el poder que había sido inoculado perversamente al tejido social ruandés por las potencias coloniales, como un hábil instrumento de dominación.

El genocidio de Ruanda, viéndolo a la distancia, concluyó sin vencedores, los asesinos de ambos bandos no lograron exterminar a sus ficticios enemigos raciales, el genocidio (la destrucción total de un pueblo étnico o racial) fracasó. Los asesinos fracasaron no por las tropas de la ONU o por la presión internacional; la derrota del genocidio se logró por el instinto de sobrevivencia de ambos pueblos y no por una victoria de los derechos humanos, ni mucho menos por las organizaciones internacionales que debían defenderlos.






domingo, 6 de abril de 2014

EL GENOCIDIO EN RUANDA:
20  AÑOS  DESPUES  DEL  INFIERNO

Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto



“Desde aquel día de abril de 1994
En el que el sol se eclipsó detrás de las colinas
sin previo aviso
Arrojando a los míos sin corazón al caer la noche
La tierra de mis sueños
se convirtió en tierra que me duele nombrar.
He soñado con una tierra
Donde la cima de los bananos
se enorgullecen ante el sol
He soñado con una tierra
Donde la barba rubia del maíz fascina al amante
que duda
He soñado con una tierra
donde por fin la palabra explota como un volcán
Largo tiempo adormecido….”


                             Nocky Djenamoun
                                                                               Poeta de Chad                                                           
                                                                                “Ruanda: Escribir por el deber de la memoria”   
                                           

Desde hace veinte años, muchos de nuestros lectores han oído hablar del genocidio y la guerra civil que se vivió en Ruanda en 1,994 o incluso se han informado de este episodio a través de películas, que desde diferentes tonos y ángulos, han tratado esta dramática historia. Pero poco se ha profundizado en mi país y en la región latinoamericana, sobre uno de los más aberrantes crímenes contra la humanidad de nuestra historia reciente.

Hoy seis de abril se recuerda, con dolor y vergüenza, 20 años del inicio del mayor infierno de las últimas décadas, tristemente recordado por los excesos en que nos puede llevar el fanatismo racial heredado del colonialismo, la perversa manipulación informativa, y la punible pasividad y cobardía –para la conciencia colectiva de los gobiernos- de los países europeos y los Estados Unidos.

La guerra civil que dio lugar al genocidio en Ruanda se inicio en abril de 1994, en donde casi un millón de ruandeses tutsis y hutus moderados fueron exterminados en manos de sus conciudadanos hutus radicales. Debe destacarse, en primer término, que a pesar de la herencia colonial, no hay ningún rasgo étnico, ni lingüístico específico que diferencia a unos y otro, más allá de algunas sutilizas físicas (mayor estatura y corpulencia en los tutsis).

Sin embargo, la ancestral rivalidad entre ellos, fruto de su especialización en el trabajo manual (hutus agricultores; tutsis ganaderos) fue aprovechada por los colonos alemanes y posteriormente belgas para reforzar a la monarquía tutsi (minoritaria en la población) frente a los hutus, numéricamente mayoritarios. Los belgas asimilaron en puestos de mando, dentro del ejército colonial, a los tutsis por su aspecto físico, y los llenaron de privilegios. El aparato colonial impuesto por los belgas, sacó partido de esas rivalidades al fomentar partidos políticos con bases étnicas, de tal manera que en la década de los cincuenta del siglo XX, para la minoría tutsi, los hutus eran “vasallos”, sin ningún lazo de fraternidad, que debían ser sometidos a servidumbre.

Con esos antecedentes y con la llegada de la independencia a Ruanda en 1,961, se estaban dando ya las bases para la confrontación. La monarquía tutsi, impuesta por los belgas, era rechazada por el 80% de los ruandeses en el referéndum convocado para tal efecto y se proclamó la Republica de Ruanda en 1,962. Los hutus republicanos convivieron de forma relativamente pacifica en el nuevo país con los tutsis. Pero en 1,972 fueron asesinados más de 350,000 hutus a manos de ganaderos tutsis, por disputas territoriales, lo que generó un sentimiento anti-tutsi muy poderoso y creciente. En este escenario se produce en 1,973 un golpe de Estado que llevó al poder al general Juvenal Habyarimana, que se izo rodear de una oficialidad hutu radicalizada.

La razón económica –junto a los aspectos políticos, ya precisados- casi siempre tiene un rol fundamental en el origen en las guerras y los genocidios. En los años 80 la situación económica de Ruanda empeoró enormemente, por la reducción del precio del café, que implicó una pérdida de ingresos totales para el país del 50%.  Los hutus agricultores sufrieron una fuerte crisis que se coaligó con otra crisis, la militar, propiciada desde la vecina Uganda, nación que apoyaba tradicionalmente a los tutsis integrantes del Frente Patriótico Ruandés -FPR-, grupo político que tenia bases y campamentos tutsis en suelo ugandés y en Burundi, nación que también padecía esta sorda enemistad entre estas comunidades étnicas.

       “El aparato colonial impuesto por los belgas,
            sacó partido de esas rivalidades étnicas,
       la mayoría hutu era considera como vasallos

Si bien este conflicto finalizó con un Acuerdo de Paz entre los dos grupos étnicos, compromiso auspiciado por Tanzania, que contemplaba la formación de un gobierno de transición en ambos países -Ruanda y Burundi-, en abril de 1994 el presidente ruandés hutu Juvenal Habyarimana y su homologo burundés Cyprien Ntaryamina fueron asesinados, cuando un misil alcanzó en pleno vuelo al avión presidencial, matando en el acto a los dos mandatarios que regresaban de Dar Es-Salam, capital de Tanzania, precisamente luego de una reunión sobre la ejecución de los Acuerdos de paz. Iniciando, con este doble magnicidio, el mayor genocidio de la historia reciente que nuestra memoria recuerde. Desde ese día se desataron todos los infiernos en Ruanda.

La reacción hutu fue el inicio de la catástrofe: la rabia contenida estalló ante la muerte de su presidente hutu; otros afirman que fue una venganza de los hutus radicales, ante la claudicación de un presidente traidor; sin descartar el factor conspirativo entre franceses y ruandeses tutsis en el exilio, con la complicidad de Uganda, para generar una espiral de violencia, donde el FPR aparecería como los salvadores y pacificadores ante el genocidio iniciado por los hutus. Según las cifras oficiales, entre 800 mil y un millón de tutsis y hutus moderados fueron brutalmente asesinados en apenas cien días. De las mujeres tutsis que sobrevivieron, una gran mayoría fueron violadas y los miles de niños producto de esas violaciones fueron asesinados.

Nada sucede por casualidad y en este caso los tambores de guerra redoblaban desde hacía muchos años. No fueron los hutus, sino el ala más radical de sus milicias, las que iniciaron el genocidio, con la importante colaboración de algunos medios de comunicación, como la radio. La mayor parte de la población hutu no pudo negarse a participar de las matanzas, la manipulación y arengas de repudio contra los tutsis desde las emisoras radiales, empujaban a la gente a las calles para tomar venganza por tantas décadas de subordinación.

Fue un genocidio “colectivo”, “étnico” pero también “político”, centrado en la búsqueda y control del poder, perpetrado no por un puñado de fanáticos convencidos, sino por la población civil. Y si bien muchos hutus moderados fueron asesinados, los tutsis fueron prácticamente exterminados: durante una matanza que duró tres meses se aplastó al 75% de las “cucarachas” tutsis ruandesas, como así se les denominaba a través de la “Radio Mil Colinas”, que mediante sus ondas llamaban al asesinato colectivo, razón por la cual algunos de sus periodistas más relevantes, cumplen ahora penas de cadena perpetua por incitar al genocidio.

Desde un principio, occidente reaccionó fríamente, con pasividad. Bélgica y Francia, las dos grandes potencias europeas de la zona, evacuaron a sus ciudadanos, olvidando al pueblo ruandés. Ya a los pocos días de iniciado el genocidio, la Cruz Roja acreditaba la muerte de decenas de miles de ruandeses asesinados, generalmente a golpe de machetes. Ahora se conoce que el Comandante General de las tropas de la ONU destacadas en Ruanda, recibió la orden expresa de no intervenir y solo cooperar para evacuar a belgas, franceses y extranjeros. “Actúe con imparcialidad”, “No entre en combate”, fueron los testimonios de los oficiales del ejército de la ONU, recogidos por el Tribunal Penal Internacional para Ruanda -TPIR-. ¿Imparcialidad ante un evidente genocidio?, ¿Proteger solo a los extranjeros? Pura hipocresía y cobardía internacional de las grandes potencias; con esta vergonzosa actitud, estas potencias evitaban involucrarse en un país africano carente de valor estratégico e interés geopolítico. Por esos años a los Estados Unidos y a la Unión Europea, les preocupaba más el desmembramiento de Yugoeslavia y sus repercusiones económicas y geopolíticas para el centro de Europa.

Durante los posteriores días de abril, cientos de miles de tutsis fueron asesinados. Y los métodos utilizados fueron de una crueldad infinita. Una monstruosa realidad en la que se escenificaron las peores torturas y asesinatos y de la que el mundo entero fue un mudo e impávido testigo.

Amputaciones a golpe de machetes, violaciones masivas, asesinatos a niños y bebes, asesinatos vivos en recintos cerrados que eran quemados, muchas veces se mataba a los niños delante de sus padres, les cortaban las extremidades o los órganos genitales y los dejaban desangrarse. Algunos ciudadanos ruandeses pagaban para que les pegaran un tiro, en vez de ser asesinados a machetazos. “Pagar por elegir la forma de morir”, una expresión estremecedora, que fue confirmada por numerosos testigos en las audiencias del TPIR, el tribunal especial para Ruanda, que desde noviembre de 1,994 empezó a operar con el fin de perseguir, arrestar, juzgar y condenar a los autores o promotores del genocidio ruandés y que en los últimos veinte años ha procesado a cientos de personas, entre tutsis y hutus, por crímenes de lesa humanidad.

Pero la cobardía y la hipocresía de occidente no tenía límites, a los llamados del Secretario General de la ONU el egipcio Buotros Ghali de frenar el genocidio, el mismo Consejo de Seguridad, organismo dominado por las cinco grandes potencias mundiales, resolvía reducir los efectivos militares destacados en Ruanda de 2,600 a 270 soldados, en momentos en que este país africano requería más ayuda militar para estabilizar la zona y dar mayor seguridad a su población.

        “Según cifras oficiales, un millón de tutsis
           y hutus moderados fueron brutalmente
             asesinados en apenas cuatro meses”

Pero cuando la ONU trata de reaccionar, mandando a ejércitos de otros países, ya las tropas de ruandeses tutsis acantonadas en las fronteras de Uganda y el Congo empiezan a cruzar la frontera hacia Ruanda, dando inicio a las represarías de los tutsis contra los hutus. Curiosamente, cuando ya llegaban a 500 mil los asesinados en Ruanda, ni Europa, ni los Estados Unidos decidieron emplear el término “genocidio”, pues el uso de esa denominación los obligaría a intervenir militarmente en ese remoto país.

En el mes de julio, en medio de una guerra civil atroz, finalmente el FPR tutsi vence y ocupa la capital, poniendo fin al genocidio tutsi, pero no a la demencial violencia, que seguía azotando a Ruanda. Este triunfo del FPR fue logrado por el apoyo militar y diplomático de los Estados Unidos, quienes desde esa época, tienen al gobierno ruandés como su principal aliado en la región. ¿El resultado del genocidio? Jamás podrá saberse con exactitud. Cerca de un millón de muertos, la gran mayoría tutsis ruandeses, aunque se desconoce la cantidad de víctimas de la venganza de los tutsis, pero de seguro fueron decenas de miles de hutus; iniciando con ello, el otro genocidio, la matanza de hutus. Sin contar el exilio forzoso de 2 millones de personas -tutsis y hutus- al Congo, más de 500 mil a Tanzania, 200 mil a Burundi y 100 mil a Uganda, quienes sobreviven aún, en un menor número, pero en insalubres y precarios campos de refugiados.

En este demencial odio visceral, lamentablemente también cayeron sacerdotes y jerarcas católicos ruandeses, en un país predominantemente cristiano y católico. En los informes del Tribunal Penal Internacional para Ruanda, se admite plenamente que decenas de sacerdotes y monjas católicas de etnias rivales fueron participes activos de estas masacres. Está comprobado que el sacerdote Seromba, condenado por genocidio, asesinó a 2,000 tutsis. ¿Cómo? Los atrajo a su iglesia, donde pensaban encontrar refugio. Luego, dio orden a unas excavadoras de aplastar a los refugiados en el interior y las milicias hutus se encargaron de asesinar a los aún sobrevivientes.

Repugnantes casos que se prodigaron, entre los religiosos, pero también actos de gran heroísmo, de martirio, paradójicamente entre miembros de otras religiones. Un buen ejemplo a recordar, es el de los musulmanes ruandeses que defendieron sus barrios negándose a entregar a los tutsis, por lo que ninguna mezquita ni ningún imán fueron condenados por genocidio. Los testigos de Jehová actuaron de igual manera, lo que les supuso también represalias muy crueles.

En este veinte aniversario, la inacción o la acción tardía de Francia y los Estados Unidos, así como de los gobernantes de la época -Francois Mitterrand y Bill Clinton-  y de los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU debe revolver de nuevo la conciencia del mundo. Porque el genocidio de Ruanda fue el inicio, sólo el principio de la mayor tragedia del África en los últimos 20 años. En la llamada “región de los grandes lagos” (República Democrática del Congo, Ruanda, Burundi, Uganda) se desataron todos los infiernos de nuevo. Finalizado el genocidio de Ruanda, la catástrofe se trasladó a los países limítrofes. Millones de refugiados llegaron a la RDC, dando inicio a una larga etapa de desestabilización política y militar en este estratégico país, lo que generó más de 5 millones de muertos y cientos de miles de desplazados; involucrando durante años en una espiral de violencia, a todos los países de la zona.

Además, el triunfo de los tutsis y el FPR en Ruanda, catapultó a su presidente Paul Kagame, actual mandatario ruandés, en una figura prominente en la región, quien logró estabilizar económica y políticamente su país, a costa de sus inocultables ambiciones autoritarias y expansionistas. Kagame quiso poner punto final al genocidio sufrido en su país, reescribiendo la historia desde la perspectiva del vencedor; impuso a su pueblo un régimen represivo y autoritario, a cambio de estabilidad política y económica. El gobierno ruandés durante estos años, ha asesinado a una larga lista de opositores, periodistas y activistas, desplegando unos recursos humanos y económicos inmensos para manipular e imponer esta historia oficial, tratando de ocultar sus propios crímenes.

     “Hipocresía y cobardía de las grandes potencias,
        estos países evitaron involucrarse en un país
    africano carente de valor estratégico y geopolítico”

Pero para quien piensen que la historia no se repetirá, recordemos que mientras el genocidio de Ruanda se perpetraba, en esos años la guerra de Yugoeslavia se sucedía. ¿La diferencia? Para frenar el expansionismo serbio, la OTAN empleó durante diez semanas 1,000 aeronaves, lanzó miles de misiles de crucero desde el Adriático y los aviones occidentales llevaron a cabo 38,000 misiones de combate para frenar las ambiciones territoriales del presidente serbio y salvar la vida de croatas, bosnios y albano kosovares. Quizás la diferencia sin embargo, es que en este último caso los afectados eran europeos “blancos” y en el caso de los ruandeses tutsis o hutus eran africanos “negros”.

Sea cual fuera los motivos de las grandes potencias, para no dar cara al genocidio que se dio en Ruanda hace 20 años, lo cierto es que esta actitud de las grandes potencias y de los organismos internacionales competentes, confirman una vez más la hipocresía, cobardía e ignorancia con la que suelen actuar estos país durante un conflicto internacional humanitario; por supuesto, en la medida en que ese conflicto, no afecte sus intereses.

Quisiera terminar esta entrada, como la empecé, con un fragmento de un poema que resume lo vivido por los ruandeses, luego de veinte años de haber sufrido una de las páginas más negras de la historia de África y de occidente; con un sentimiento de reconciliación, de arrepentimiento, de esa nueva oportunidad que toda sociedad tiene el derecho de darse luego de un conflicto fratricida; pero sin olvidar la justicia para las víctimas, el castigo a los victimarios y la necesaria reparación para toda una sociedad.

Del proyecto literario “Ruanda: Escribir por el deber de la memoria” un fragmento de un poema anónimo muy interesante, escrito por un miembro arrepentido de las milicias hutu:

“Demos gracias a los que vieron la luz,
los que nos sacaron de nuestra oscuridad inhumana.
Damos gracias a los que hicieron sacrificios
y transformaron nuestro país en lo que es hoy.
Vamos a trabajar juntos contra quienes quieren contaminarnos.
Nuestra unidad debe ser objeto de admiración para el mundo,
la gente debe ver con asombro que los ruandeses
viven de nuevo en armonía”





viernes, 4 de abril de 2014

EL CRECIMIENTO ECONÓMICO DEBE LLEGAR A TODOS LOS AFRICANOS

Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

La desigualdad y la pobreza en el África todavía es un grave problema, que afecta a mucha gente y los ingentes beneficios de muchas de las empresas que allí operan no se traducen en la economía real, en una reducción
del empleo o en la disminución drástica de la pobreza. 

El presente milenio a empezado favorable para el crecimiento económico del continente africano, que se advierte en el buen precio de los minerales, la expansión de la industria petrolera, la extensión de su frontera agrícola, avances en materia de seguridad alimentaria, el boom inmobiliario, la ampliación de su infraestructura vial y un mejor acceso a servicios y conectividad.

Como lo señalábamos en entradas anteriores (Una Aproximación a la Economía Africana: Crecimiento o Desarrollo; La económica Africana Alza Vuelo) lo que el continente africano requiere, además de crecimiento económico, es lograr un desarrollo sostenido. Es decir, no solo crecimiento económico, sino un crecimiento que  venga sustentado por el incremento de productos manufactureros y que estos, a su vez, posean mayor valor agregado. 

Esto es necesario ya que, valiéndose tan solo de exportaciones que carecen de manufactura o elaboración previa, no generaran valor suficiente y solo el país crecerá mientras los recursos naturales existan y no se agoten. No es un problema de falta de recursos, sino de un mejor empleo de esos recursos. Además, sino se logra cambiar este esquema de crecimiento, que ya lo están logrando algunos países, los africanos seguirán gozando de altos indicadores macroeconómicos, pero viviendo en la pobreza y en una profunda desigualdad social.

Bajo esa premisa, empecemos por precisar las cifras de crecimiento para este año. Según el Fondo Monetario Internacional -FMI- el crecimiento de la economía mundial rondará los 3.7% este 2,014; para el continente africano su crecimiento sobrepasará el promedio mundial, al acercarse a 4.7%. Además, siete de las diez economías que más crecerán en los próximos años serán africanas. Por otra parte, el crecimiento en el continente variará, según las regiones, pero será sin duda destacable. Previsiones para este año, que apuntan a un 6.9% para el África occidental, un 3.3% para los países del norte y un expectante 4.1% para, la siempre postergada, África oriental.

Ante estas cifras, se comprueba que el interés de los inversionistas de todo el mundo por África es evidente. El desafío es conseguir que estos números macroeconómicos se traduzcan en un mayor bienestar por parte de los ciudadanos de a pie. Sin embargo, como ocurre en otros lugares del planeta, la desigualdad dentro del continente crece en muchos de sus rincones y los beneficios de las empresas que allí operan no se traducen en la economía real, en una reducción del desempleo, especialmente en el paro juvenil, o en aumentos sustanciales de los salarios.

     “El crecimiento de la economía mundial rondará
    los 3.7%, para el África su crecimiento sobrepasará
            el promedio mundial, al alcanzar el 4.7%”

El dato de que la riqueza de las 85 mayores fortunas del mundo es equivalente a la de la mitad de la población más pobre del planeta (unos 3,500 millones de personas) revelado por el último informe económico de OXFAM –Gobernar Para Las Elites-, nos ha dejado a todos con los pelos de punta.

Esta desigualdad, que también experimenta África, provoca una importante fractura social y en muchos casos elevados índices de inseguridad. La sociedad civil africana tiene que jugar un papel fundamental en los programas de reducción de la pobreza para que estos sean eficaces. Como se ha comprobado en experiencias exitosas, en varios países de la región; donde la comunidad organizada co-administra, conjuntamente con el Estado los programas de alimentación escolar, campañas periódicas de vacunación, proyectos de educación inicial (pre-escolar) así como, programas de semillas mejoradas o fondos de micro-créditos.

Proyectos productivos y de desarrollo social exitosos, que se sustentan fundamentalmente en la organización comunal, en la participación de la población organizada, porque solo ellos conocen sus necesidades y quien mejor que ellos para cuidar los recursos económicos destinados a estos programas que les mejoran sus condiciones de vida. Los proyectos de desarrollo que ya están funcionando en África deben darse a conocer e imitados en otras partes del continente. A África se le debe de respetar y dejar que busque sus propios proyectos de desarrollo.

Otro aspecto que nos sirva para abordar el tema de la desigualdad en África es la aplicación de políticas que fomenten la creación de empleo, la protección social y la lucha contra la pobreza y la especulación. La inversión privada, en alianza con la pública, debe respetar los derechos y las iniciativas de desarrollo de los propios africanos.

Existen en la actualidad, experiencias de financiamiento público-privadas para proyectos de explotación minera o petrolera, que no han respetado los derechos de las comunidades aledañas. Empresas transnacionales en complicidad con Estados africanos, han violado flagrantemente, las normas internacionales de protección del medio ambiente o han desplazado a la fuerza, sin considerar sus derechos fundamentales, a comunidades enteras con la intensión de poder ejecutar cuestionados proyectos de extracción petrolera o minera, que no han alcanzado los mínimos estándares internacionales, de seguridad ambiental y de protección a comunidades vecinas. Como vemos, estas alianzas publico-privadas no responden a las iniciativas de desarrollo de la población, ni respeta los más elementales derechos ciudadanos.

Pero felizmente, existen casos exitosos de iniciativas privadas en alianza con el Estado, que trabajan conjuntamente en proyectos extractivos en donde se prevé la fiscalización de la misma población. Como el caso de Ghana, un país preferido por la inversión privada extranjera, en donde la sociedad civil, ha conseguido que el gobierno tenga que rendir cuentas de los ingresos obtenidos por el petróleo y que además estos beneficien a la población, es un claro ejemplo de que es posible revertir el círculo vicioso de la desigualdad. Según el informe de OXFAM, antes citado, los ingresos de petróleo aportaron en el 2011, el 4% del presupuesto total de Ghana y se destinaron a infraestructura y a subvenciones a fertilizantes, entre otras partidas sociales. En este país esta institucionalizado un Comité de Interés Público y Rendición de Cuentas, que supervisa el destino de los ingresos obtenidos por el petróleo.

         “El desafío es conseguir que estos números
            se traduzcan en un mejor bienestar para
                          los ciudadanos de a pie”

En este sentido, en varios países africanos, se han logrado aprobar leyes de control y transparencia en la gestión de las riquezas naturales. Por otra parte, el parlamento de Senegal ha promulgado una ley que exige a las compañías mineras y petroleras hacer público lo que pagan por la explotación de los recursos extraídos. De manera análoga, los mozambiqueños están debatiendo en su parlamento, una ley de Transparencia y Rendición de Cuentas. Como vemos, en muchos países africanos, se está consolidando un esquema legal para fiscalizar y supervisar el buen uso de los dineros provenientes de la explotación de sus ingentes recursos naturales, con el objeto de proteger y beneficiarse, de la mejor manera, de estos ingresos, para que el llamado boom del crecimiento económico de África llegue a todos los africanos.

Siendo positiva la noticia, de los records de crecimiento en muchas de las economías africanas, la cuestión que queda en el aire, es saber si los intereses de los inversionistas en el África, ayudarán a la región a dar el salto que necesita, para lograr la plena satisfacción de las necesidades básicas que requiere la población africana.