Tuesday, February 18, 2025

 

RUANDA Y EL M23: ¿HACIA LA TERCERA  GUERRA DEL CONGO?

Por: Javier Fernando Miranda Prieto 

El grupo armado rebelde M23, el pasado domingo 16 de febrero, entró a Bukavu,
 capital de la provincia de Kivu Sur, ante la desbandada del ejercito regular congoleño. 
 Un avance importante en la invasión ruandesa a la RD del Congo.

Cuando un hecho noticioso se vuelve reiterativo, casi de todos los días, ya no es noticia, puede continuar sucediendo, pero se pierde el interés y se vuelve casi invisible ante la opinión pública y más aún, si estamos hablando de un hecho internacional ocurrido en la lejana e inhóspita región del centro de África.

Eso es, precisamente lo que está pasando, ante las recientes noticias sobre el recrudecimiento del conflicto armado en la República Democrática del Congo -RDC-. La avanzada militar de los rebeldes del Movimiento 23 de Marzo -M23-, un ejército de mercenarios bajo el mando de la vecina Ruanda, que viene tomando las principales ciudades congoleñas del este de la RDC, que el último domingo 16 de febrero, logró ingresar, a sangre y fuego, a la ciudad de Bukavu, capital de la provincia de Kivu Sur, la segunda urbe más importante de la estratégica región oriental congoleña.

La última fase de esta espiral de violencia que padece desde hace más de 30 años la RDC, empezó el pasado 28 de enero, cuando las milicias del M23 entraron a la ciudad de Goma, capital de Kivu Norte, una urbe de más de dos millones de habitantes. No era la primera vez que lo hacían: en el 2012 este grupo de mayoría tutsi, financiado y armado por la Ruanda del dictador Paul Kagame, de la misma etnia, ya había tomado Goma, desatando una crisis regional.

La actual situación es mucho peor y puede derivar en un conflicto continental. La pugna militar entre Ruanda y RDC no es nueva. Ya en 1996, el Gobierno de Kagame invadió junto con la vecina Uganda el este del país vecino en lo que se consideró la Primera Guerra del Congo (1996-1998). Kagame acusaba al dictador congoleño Mobutu Sese Seko de dar cobijo a los milicianos hutu que habían dirigido el genocidio en Ruanda contra la minoría tutsi dos años antes y que acabaron con la vida de más de 800 mil personas y decidió apoyar al guerrillero Laurent-Desiré Kabila.

Luego de la toma de Goma y ahora con la entrada a Bukavu, 
los rebeldes del M23, tienen control de las más estratégicas
ciudades del este congoleño, productoras de minerales.

Estos ayudaron a la insurgencia a derrocar a Mobutu y vencer, pero en 1998, poco más de un año después, Kabila, ya como presidente, quiso desprenderse de la influencia de Ruanda y Uganda y acabó provocando una nueva rebelión que derivó en la Segunda Guerra del Congo (1998-2003), la más mortal que duraría cuatro años, hasta enero de 2003, e involucró a nueve países africanos.

Tras la paz, la tensión ha continuado con la aparición del Movimiento 23 de Marzo, que surgió de las críticas por la falta de integración de los tutsi en el Ejército congoleño liderado por el presidente Joseph Kabila, hijo del primero. En 2012 consiguieron hacerse con Goma, pero la retirada de los más de 270 millones de ayuda internacional al gobierno de Kagame hizo que se forzara a un acuerdo tácito para dejar de financiar al M23, que acabó derrotado.

Nueve años después, el M23 resurgió de sus cenizas en 2021 tras las diferencias con Tshisekedi y ya en 2023 se rumoreaba que podrían hacerse con Goma. Ahora, vuelven a conseguirlo y ya controlan Kivu Norte y Kivu Sur, una de las regiones más estratégicas del país. Al poseer ingentes cantidades de yacimientos de oro, estaño, cobalto, coltan y demás minerales que son vitales para la gran industrial de las comunicaciones.

            “En la Primera Guerra del Congo (1996-1998),

       Kagame acusaba a Mobutu de dar cobijo a los hutus,

         milicias que había dirigido el genocidio ruandés”

La retórica oficial ruandesa para invadir a su vecino está en el miedo a una posible invasión hutu que provoque un segundo genocidio, pero la realidad es el interés económico por los minerales presentes en el este del Congo.

Ruanda no tiene recursos minerales propios, pero su vecino tiene algunos de los minerales más valiosos del mundo como el oro, diamantes y, sobre todo, dos terceras partes del coltán y la mitad de las reservas de cobalto que hay en todo el mundo. Estos son vitales para la transición energética, especialmente para baterías eléctricas y teléfonos móviles y se calcula que el valor de todos los minerales del Congo equivale a la economía de Estados Unidos.

Aun así, si miramos el mapa, llama la atención que un país como Ruanda con un tamaño que representa territorialmente, la quinta parte del Congo y una población de 15 millones de personas pueda invadir sin contestación una región rica en minerales en un país con 100 millones de habitantes y una superficie total que suma la de todos los países de Europa Occidental.

Para poder entenderlo hay que comprender el poder geopolítico que Kagame ha sabido granjearse. Kagame ha sabido explotar la culpa de la comunidad internacional por no evitar el genocidio de 1994 contra los tutsis para obtener el apoyo y la financiación a su régimen.

Una ola de refugiados congoleños ha provocado la invasión
del M23 y del ejercito ruandés a territorio de la RDC. Los
congoleños se han acostumbra a vivir en un estado constante
de guerra.

El 40% del presupuesto anual del Gobierno ruandés viene de los cerca de 1.300 millones de ayuda al desarrollo que recibe de sus socios internacionales, principalmente de Estados Unidos, que aporta 174 millones, casi tres veces más que Japón y Alemania. Francia también es un socio vital tras retomar relaciones diplomáticas en 2019 y dar en cuatro años 500 millones de dólares en ayuda al desarrollo, así como Reino Unido, que más allá de los casi 40 millones de dólares anuales ha tenido una gran relación bajo gobiernos conservadores que han legitimado el país como un lugar seguro con su acuerdo para expatriar inmigrantes irregulares.

           “En la Segunda Guerra del Congo (1998-2003),

      la más mortal y que involucró a nueve países africanos,

       el gobierno congoleño decide expulsar a los ejércitos

                            de Ruanda y Uganda”

Todo ese dinero le ha servido a Kagame para limpiar su imagen bajo la propaganda Visit Rwanda, el lema turístico que se puede ver en todo el mundo en la manga de equipos de fútbol como el Paris Saint-Germain, el Arsenal. El Ejecutivo ha sabido además posicionar Kigali como una capital de eventos internacionales y ha llegado a acuerdos con la NBA para acoger las finales de la máxima competición continental de baloncesto africana, el congreso anual de la FIFA o este año el Mundial de Ciclismo en Ruta. En diciembre, Ruanda confirmó su candidatura para que la F1 volviera a África.

Ahora, todo ello podría estar en jaque. El ministro de Exteriores británico, el laborista David Lammy, ha avisado a Kagame que podría perder los 1.000 millones de dólares en ayuda al desarrollo si no deja de apoyar al M23. Eso ya ocurrió en 2012, pero esta vez Kagame se considera en una posición fuerte.

          “Una Tercera Guerra del Congo, con participación

               continental es posible, ante el incondicional

                        apoyo de occidente a Ruanda”

El presidente ruandés ha calculado que esta vez no le darán la espalda. La llegada de Donald Trump puede haberle alentado. Trump ya criticó al gobierno congoleño en campaña lanzando bulos (noticias falsas) sobre que enviaban a sus presos a Estados Unidos como inmigrantes irregulares. Además, el año pasado el gobierno de Tshisekedi denunció a la tecnológica Apple por robar sus minerales de minas no autorizadas por el Gobierno. Kagame puede haber valorado que Trump, amigo de las grandes empresas tecnológicas, podría preferir asegurarse los minerales con el control del M23 y Ruanda y no del Congo, obviando con ello la integridad territorial congoleña y toda la legislación internacional. Por el momento, el secretario de Estado, Marco Rubio, ha pedido un alto al fuego que evite una escalada de la tensión y que permita una “economía regional próspera”.

Sea como fuere, de los socios internacionales dependerá el futuro escenario regional. La posibilidad de una Tercera Guerra del Congo con participación continental es posible, aunque es difícil pensar en un ataque coordinado contra el Ejército de Kagame. Así pues, tampoco es descabellado pensar que Kagame acabe controlando con el M23 las regiones de Kivu Norte y Kivu Sur de facto como Rusia ha hecho en localizaciones del Donbás o Israel con los territorios ocupados en Palestina.

Aun así, la retirada de la financiación internacional a Ruanda -y por lo tanto también al M23 como ocurrió en 2012- sigue siendo una posibilidad, pero no es de descartar que Kagame use su poder para acordar un alto al fuego que le dé concesiones sobre las zonas mineras a cambio de la retirada del país vecino.

Ante estas negociaciones y cálculos políticos entre Ruanda y las grandes potencias occidentales, lo único real y cotidiano, es la ola de refugiados que está generando la invasión militar del M23 y del ejército ruandés al territorio de la RDC. Una ola de desplazados que se da todos los días y que permanece invisible a los ojos del mundo. Los congoleños se han acostumbrado a vivir, desde hace tres décadas, en un estado constante de guerra. Esa invisibilidad mediática es un escándalo que nos debería avergonzar a todos.  

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