jueves, 19 de septiembre de 2013

APRENDIENDO  DEL  MÁS  POBRE

Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

Malaui es el mejor ejemplo de los países pertenecientes al "club de la miseria", naciones que por distintas
características no solo se mantienen en la pobreza, sino que tiene muy pocas posibilidades de salir de ella.

¿Qué podemos aprender de un país pobre?, ¿Qué nos puede enseñar una sociedad en donde campea el hambre y la miseria? Nada. Lamentablemente, aunque parezca duro y cínico decirlo, esto es lo que siempre han pensado los países que han alcanzado un cierto desarrollo económico -como las naciones de América Latina- de los países pobres, en especial de las naciones del África Subsahariana. Al margen de la diplomacia y de las buenas maneras y lo que es políticamente correcto para una buena y civilizada convivencia internacional, Latinoamérica siempre ha mirado, como por encima del hombro a los países pobres del continente africano.

Claro, América Latina siempre se ha considerado la clase media internacional, en su suelo han surgido los llamados “milagros económicos”: “el milagro brasilero”, “el milagro chileno” y ahora “el milagro peruano”, su clase política ha sido tan torpe, que han confundido desarrollo sostenido, con una simple acumulación por la mejora en los términos de intercambio. 

La clase política de nuestro continente, al margen del protocolo y las políticas de Estado, nunca le interesó, ni se comprometió con términos como: Tercer Mundo, el Grupo de los 77, el Dialogo Sur-Sur y ahora las Cumbres de ASA (América del Sur-África), porque en política internacional estos países, siempre han privilegiado las relaciones bilaterales con las grandes potencias y ahora los TLC con los países emergentes, antes que la construcción de mecanismos de concertación y cooperación económica, política o cultural con otros países en desarrollo, como las naciones africanas.

Este país mediterraneo, cuya economía esta basada en la
agricultura y su población es mayoritariamente rural,
a logrado muchos avances en educación y salud.
Por supuesto, que hay algunos países del continente americano como: Brasil, Cuba, Colombia y Venezuela, que por motivos culturales, históricos y étnicos, en los últimos tiempos, sí han edificado una relación privilegiada con los países africanos. Pero la gran mayoría de las naciones de la región latinoamericana, no valoran, por un mal entendido pragmatismo económico, las relaciones que se puedan construir con los países africanos.

Y no me equivoco en afirmar, que América Latina por ignorancia o prejuicios no entiende lo rápido que esta mutando África, incluyendo los países más pobres de ese continente y lo alejada que está de la tópica mirada occidental, siempre perdida entre la piedad y el miedo o mejor, entre la mitología, la antropología y el convencionalismo persistente de que allí solo se puede producir horror, guerras o hambre y solo existen catástrofes, fieras, tribus y pobreza. Sin entender, que en la actualidad hay mucho que aprender de los logros alcanzados por los países africanos y aún de los países más pobres de ese continente.

Y para comprobar esta afirmación, haremos una comparación entre el país más pobre del África subsahariana y la nación que en los últimos tiempos alcanzado el mayor crecimiento económico en Latinoamérica. Es decir, una comparacion sustentada en cifras entre Malaui y el Perú, un cotejo de guarismos que podría traernos sorpresas.

Según la última edición del Reporte Global de Competitividad 2013-2014, Malaui es la economía más pobre del mundo en términos per cápita: US$ 253 al año. Para tener una dimensión de lo que ello significa, los peruanos producen anualmente US$ 6,530 por persona.

Malaui es el ejemplo perfecto de los país pertenecientes al llamado “club de la miseria”, es decir, el grupo de países que por distintas características no solo se mantienen en la pobreza sino que tiene muy pocas posibilidades de salir de ella. La gran mayoría de estas naciones son mediterráneas -no tienen litoral-; poseen riquezas naturales, las cuales están explotadas por transnacionales que dejan muy pocos ingresos al país; gran parte de su población vive de la agricultura; y además están entrampados en conflictos internos, en corrupción, tienen frágiles instituciones políticas y económicas y están rodeados de países parecidos a ellos.

              “Si a Latinoamérica le faltan
                  Ideas, que le pregunten a
                  Malaui cómo tenerlas. Al
                     menos en eso pueden
                        darnos ejemplo.”

Cualquiera imaginaría que, si comparamos las bases estructurales de Malaui y del Perú, evidentemente los peruanos saldrían mejor parados. Por algo el Perú produce 26 veces lo el malauí promedio crea en un año. Pero increíblemente, no es tanto así.

El país africano, esta mejor colocado que el Perú, en diversos aspectos institucionales: en cuanto a independencia del poder judicial, confianza en su clase política, en calidad de educación primaria, cobertura de salud, eficiencia en regulación de los servicios públicos, Malaui está en un puesto más adelantado en el Reporte de Competitividad, es decir, es más competitivo, tiene mayor idoneidad, aptitud y capacidad en estos rubros institucionales que el Perú.

Pero antes de entrar a las cifras en detalle, habría que añadir que Malaui, una antigua colonia británica que se independizó en 1964, no solo es, desde hace más de veinte años, una solida democracia sino que además, es el segundo país del África que está gobernado por una mujer. La señora Joyce Hilda Banda llegó a la presidencia de su país el año pasado, después de la muerte del presidente Bingu Wa Mutharika, ella fue elegida vice-presidenta en las elecciones del 2009 y cumplió meritoriamente su función en el ejecutivo. 

Ahora como Jefa de Estado, su gestión presidencial se ha caracterizado: por defender los derechos humanos de las mujeres y de las minorías sexuales; reforzar la lucha contra la corrupción estatal; robustecer y dar la independencia necesaria al poder judicial; además se ha convertido en una defensora tenaz por el mantenimiento y preservación del medio ambiente.

La presidenta Joyce Hilda Banda es una activista de los derechos de la
mujer y las minorías sexuales, así como impulsora de campañas
 anti-corrupción.
Aunque, la economía de Malaui está basada en la agricultura y tiene una población altamente rural, con la buena administración de la ayuda internacional, a logrado destacados avances en el campo de la economía, educación y salud.

Pero volvamos a las cifras, que nos ofrece el Reporte de Competitividad, en el rubro respeto a los derechos de propiedad, aspecto crucial en el desempeño de una economía, el Perú aparece en el puesto 102, mientras Malaui está en el 95. Suena a mentira, pero no lo es. En cuanto a la independencia del Poder Judicial, por otro lado, los peruanos aparecen en el puesto 126, los malauí en el 59. En el importante rubro peso regulatorio del gobierno Perú en el puesto 113 y Malaui en el 49. Y como para terminar las odiosas comparaciones institucionales, respecto a la confianza en la clase política, el Perú aparece en el puesto 131, Malaui en el 73. 

En resumen, el ambiente institucional de Malaui es más robusto que el peruano. Y si queremos ser multidimensionales, el país africano está mejor que los peruanos en otras variables claves: calidad de educación primaria (el Perú ostenta el puesto 145, Malaui 109), calidad del sistema educativo en general (el Perú, 134; Malaui, 92), cobertura de salud (Perú, 129; Malaui, 66), total de la carga tributaria (el Perú, 81; Malaui, 58), por solo mencionar algunas.

   “Malaui es más competitivo, tiene mayor idoneidad,
    aptitud y capacidad en los aspectos institucionales                                       que el Perú” 

Después de esta comparación, la pregunta es obvia: ¿Cómo así el Perú es más ricos? En principio, al revisar el reporte encontramos aspectos claves del modelo económico que viene aplicando Latinoamérica y que significan, quizás, las principales diferencias entre el Perú y Malaui: tenemos una mejor estructura macroeconómica (gasto público, inflación), mejor desarrollo de la infraestructura local (carreteras, trenes, aeropuertos), y mayor apertura comercial.

Es decir, siendo nuestro modelo uno limitado por instancias institucionales y algunos ítems sociales, nuestro marco económico incentiva la competencia local. Mayor competencia significa mayor productividad, y mayor productividad se traduce en mayores ingresos por persona.

Aunque parezca mentira, el Perú y estoy seguro que varios países de la región latinoamericana, tienen mucho que aprender de Malaui, no solo sobre lo que podemos mejorar, sino también sobre lo que tenemos que proteger. Para empezar, las reformas estructurales que necesitamos (mejores instituciones, mejor calidad educativa, eficiencia en regulaciones) no tienen como prerrequisitos ser ricos.

Por eso, si al Perú o algún otro país de América Latina, le faltan ideas, que le pregunten a Malaui como tenerlas. Al menos en eso pueden darnos una lección, ya que tenemos mucho que aprender de ellos, a pesar de su pobreza.







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