sábado, 14 de septiembre de 2013

EL  RASTRO  DE  LA  COCA  TAMBIÉN  LLEGA  AL  ÁFRICA



Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

En los últimos años el territorio africano se ha convertido en una ruta privilegiada para el narcotráfico internacional,
uniendo America Latina, región productora de coca y el sur de Europa.


En la década de los 80, narcotraficantes bolivianos y colombianos se ofrecieron a pagar la deuda externa de sus respectivos países a cambio de su propia impunidad. En esa época, la deuda externa de Bolivia era de 4 mil millones de dólares y la de Colombia de 11 mil millones.

El hecho -que parece extraído de la frondosa tradición del realismo mágico latinoamericano- apenas da una idea aproximada de los poderosos recursos de las organizaciones del narcotráfico.

En la actualidad, esta actividad delictiva tiene un movimiento anual de más de 600,000 millones de dólares, de lejos el más lucrativo negocio en el mundo, mayor que el tráfico de armas o la producción petrolera. La cantidad de dinero que manipula el tráfico de cocaína, sobrepasa la suma del Producto Bruto Interno de los seis países africanos más pobres.

Toda una nefasta organización criminal, que destruye mentes y corrompe conciencias. Como vemos, este poder transnacional no respeta fronteras geográficas, humanas y morales.

Paises como Guinea Bissau y Guinea Conakry son puntos claves de ingreso
del narcotráfico al continente africano.
En los últimos años, lamentablemente el territorio africano también se ha visto infectado por esta lacra criminal, convirtiéndose en una ruta privilegiada para el narcotráfico internacional. Según el informe sobre el Crimen Organizado en África Occidental de Naciones Unidas -ONU- desde hace casi una década los carteles de la droga latinoamericanos han empezado a utilizar a algunos de los gobiernos más débiles del África occidental para establecer nuevas rutas que garanticen, con relativa seguridad, el tráfico de cocaína, cannabis y otras drogas hacia Europa.

Es así como países como Guinea Bissau, Liberia, Guinea Conakry, Sierra Leona o Nigeria se han convertido en puntos claves de esta estrategia. Naciones que por su inestabilidad política, debilidad institucional, corrupción estatal o falta de un estricto control fronterizo, son aprovechadas por los cárteles de la droga.

Según datos de las Naciones Unidas, en los últimos años casi el 60% de toda la cocaína que se vende en los países de Europa, estamos hablando de más de 250 toneladas de cocaína,  pasa a través de alguno de los países del África occidental, para luego atravesar un corredor desértico conformado por los llamados países de tránsito de la droga como: Malí, Níger o Mauritania, para luego desembocar en las costas del Mediterráneo, a tiro de piedra de los países europeos.
                
Pero desde hace más de dos años, con la convulsión política que ha originado la primavera árabe en el Magreb y en especial en países como Libia, Túnez o Egipto, y la presencia, cada vez mayor, de grupos yihadistas e islamistas radicales en los países de tránsito, como es el conflicto desatado en Malí a principios de año, que ocasionó la invasión militar del ejército francés y sumado a la presencia de una base militar norteamericana en Níger, todo ello ha interrumpido, al menos temporalmente, las principales rutas de la cocaína desde África hacia Europa. Pero los traficantes, más versátiles que en cualquier otro negocio, previeron lo que iba ocurrir y adoptaron sus rutas alternas a tiempo, para no perder parte del lucrativo negocio en medio de una guerra.  

La presencia de tropas francesas en Malí ha interrunpido, temporalmente
las principales rutas de la cocaína de África hacia Europa.
Ahora, el tráfico de drogas también ha significado, un lucrativo negocio que ha permitido a los grupos islamistas, instalados en los desiertos de transito, financiarse y sacar grandes beneficios. Principalmente a través del tráfico de armas, el secuestro de turistas occidentales y la trata de personas. La pobreza y la ausencia del poder del Estado en esa zona han favorecido estas actividades delictivas.

En el caso de la droga, normalmente esta llega de los países productores -Perú, Bolivia o Colombia- pasando previamente por Brasil o Venezuela y luego de cruzar el Atlántico –por vía aérea o marítima- llega a las costas de África, en especial a Guinea Bissau o Nigeria. Este ha sido, hasta ahora el eje de este lucrativo negocio de droga que mueve mucho dinero.

Hay que recordar, el incremento geométrico que supone el valor de la cocoína, a medida que el lugar de colocación se aleje del centro de producción. Es decir, en los países productores el kilo de clorhidrato de cocaína vale en promedio de 1,500 a 2,000 dólares, este mismo producto en los Estados Unidos llega a costar más de 55,000 dólares y si se transporta a los países europeos este mismo kilo de cocaína alcanza la cifra de 85,000 dólares, otro es el valor en el mercado asiático, donde el kilogramo puede costar hasta 110,000 dólares.

Como se ve, hay mucho dinero en juego y no parece que en estas organizaciones delictivas haya intención de poner fin a este lucrativo negocio.

Pero como decíamos, la actual inestabilidad política de esta zona, ha deteriorado las redes de tráfico de drogas, armas y migrantes a través de la región. Según el informe de las Naciones Unidas, los traficantes pagaban un 10% del valor de la carga que llevaban a la zona, a los grupos islamistas. Además, algunos de estos grupos radicales islámicos, también hacían trabajo de protección de los convoyes a cambio de un precio adicional.

El 60% de la cocaína que se vende en Europa, más de 250 toneladas,
pasa por la costa occidental de África.
Todos estos inconvenientes, se ha traducido en que los traficantes han tenido que ingeniárselas para encontrar nuevas rutas, porque según diversas fuentes, nunca se ha interrumpido el suministro de droga de Latinoamérica a Europa vía la ruta africana.

Así las cosas, todo apunta a que estas nuevas rutas tienen sus nuevos centros más al sur en las costas africanas, a través de los puertos de Angola, de ahí a la Republica Democrática del Congo en el centro del continente, la Región de los Grandes Lagos y cruzando los desiertos de Libia hasta el Mediterráneo. Esto significa que los costos de transporte son mayores que los que originaban las rutas anteriores, pero parece que los márgenes de beneficio que deja el tráfico de drogas son tan grandes que este pequeño incidente no significa gran cosa.

Los traficantes también se caracterizan por su paciencia y saben que la presencia de tropas francesas y norteamericanas en la zona, pronto empezarán a traspasar responsabilidades a los ejércitos de Malí y Níger, los cuales en el pasado han sido acusados de estar envueltos en el tráfico de cocaína en la región.

Como vemos, si no se decide ahora mismo, enfrentar este problema en serio, hasta aniquilar el comercio ilegal de drogas y erradicar la adicción que está haciendo mella en la población más joven de los países africanos, existe la posibilidad de que en los próximos años, estos países se conviertan en narcoestados y se encuentren bajo el dominio de un nuevo poder transnacional que no respete fronteras geográficas, humanas y morales.





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