Tuesday, December 10, 2024

 

LA  CAÍDA  DE  DAMASCO: UN ROMBECABEZAS    POR ARMAR

Por: Javier Fernando Miranda Prieto 

La guerra civil iniciada en el 2011, propiciaba la caída del gobierno de Bashar Al Asaad, quien 
logró gobernar, desde el histórico partido Baaz, 23 años bajo un régimen autoritario.

Después de varios años de aparente calma cayó Bashar al-Assad. El 27 de noviembre diversos grupos islamistas armados tomaron por asalto la antigua e importante ciudad de Jalab (Alepo) en un golpe inesperado al gobierno y sus tropas. Inesperado, porque, si bien había combates continuos en varias regiones desde que estalló la guerra civil en 2011, la foto era la de un territorio fragmentado con diversos compartimentos estancos. En menos de dos semanas avanzaron, tomaron más ciudades y la capital Damasco.

La guerra en Siria tiene dos elementos que se entrecruzan. Por un lado, el interno. Se trata de un levantamiento pacífico, que derivó en armado, para derrocar al gobierno de Bashar al-Assad. Por el otro, un entramado de fuerzas regionales e internacionales que tienen sus propios intereses con o sin guerra civil. Además del ejército sirio intervienen en el terreno tropas estadounidenses, rusas, iraníes, turcas, libanesas, un archipiélago de milicias yihadistas y varias facciones kurdas, sin olvidar las fuertes rivalidades religiosas entre, chiitas, sunitas, alauitas, católicos y drusos, un verdadero rompecabezas por armar.   

La guerra civil que estalló en 2011 provocó divisiones profundas en todos los grupos sociales, étnicos, religiosos y nacionales. Por ejemplo, varios grupos palestinos vinculados a la histórica OLP apoyaban a Assad, mientras los seguidores de HAMAS lo combatían. La ofensiva militar de los últimos días de noviembre tuvo como principales actores a varios grupos islámicos que han sumado a sus filas combatientes de numerosas nacionalidades, como turkmenos y chechenos. Estos distan de ser un bloque homogéneo porque entre ellos existen diferencias abismales en su ideología y práctica.  

Asimismo, tuvieron tantas escisiones y cambios de nombres que es difícil seguir sus trayectorias. Para simplificar podemos decir que, por un lado, están los que lucharon para tomar el poder central del país y gestionarlo como cualquier otro partido político. De hecho, algunos de estos grupos ya lo hacen en los territorios que controlan hace unos años. Por el otro, hay varios movimientos con agendas más complejas y globales que exceden el territorio sirio. Uno de éstos es Daesh, acrónimo de Estado Islámico en árabe, y más conocido por la sigla ISIS en inglés. Su objetivo, desde su nacimiento, es crear un Estado regido por la ley islámica en Siria e Irak.         

Siria se ha convertido en un mosaico de etnias, religiones y 
rivalidades regionales, en donde tropas norteamericanas, 
rusas, iraníes, turcas, libanesas, kurdas, drusas, chiitas,
sunnitas, alauitas y demás confesiones conviven en 
un clima de permanente inestabilidad.

Consideran que las fronteras entre ambos países, trazadas por británicos y franceses en 1916 mediante los acuerdos de Sykes-Picot, son artificiales y no deben existir más. Pero Al Qaeda no tiene como objetivo la toma del poder en Siria o Irak, sino en librar una batalla global. También el Hezbolá libanés es un actor importante porque apoyó con combatientes a Bashar al-Assad. Aunque ideológicamente están en las antípodas -nacionalismo árabe laico vs islamismo shiíta- tienen intereses en común. Por otra parte, Hezbolá considera que la caída de Assad le allana el camino a Estados Unidos para destruir la República Islámica de Irán, su principal aliado. Además, no hay que olvidar que Hezbolá y los iraníes son chiitas y siempre combatieron a los sunnitas de Daesh y Al Qaeda.

Otra pieza de este rompecabezas geopolítico es Turquía. El gobierno de Ankara en los últimos años incrementó su presencia regional y le disputa a Irán y Arabia Saudita la influencia en el mundo árabe e islámico. Entre otras razones, su intervención en Siria es para evitar que la minoría nacional kurda intente sumar en un Estado independiente a los kurdos de Turquía. Por otra parte, más de tres millones de sirios son refugiados en Turquía y representan un dolor de cabeza para el presidente Erdogan. 


Como si esto fuera poco interviene Rusia. Desde la época de la Unión Soviética y su apoyo a los nacionalistas árabes en Egipto, Siria e Irak tiene una agenda geoestratégica propia que incluye ahora una presencia militar activa. En el norte, en la ciudad siria de Latakia tiene una base aérea. En el sur, en Tartus, una base naval. Ambas son claves para tener presencia directa en el mar Mediterráneo donde tienen hegemonía las fuerzas de la OTAN. Es más que probable que la caída de Assad los obligue a retirarse de las bases.

Para Estados Unidos e Israel el debilitamiento de Hezbolá, Irán y Siria es fundamental. Pero nadie puede asegurar que después de Assad no se constituya un régimen islámico radical e impredecible con agenda propia, y antiisraelí. Vale la pena recordar el precedente de Afganistán. El ex presidente norteamericano Reagan ayudó a los que denominó “combatientes por la libertad” contra los soviéticos después de la invasión rusa en Afganistán de 1979. Pero aquellos nobles combatientes retratados en la película Rambo III luego se transformaron en los Talibán y Al Qaeda.

Como vemos, en este complejo rompecabezas por armar en el que se ha convertido, hoy por hoy, toda la estratégica región del Medio Oriente, el final es incierto.

 

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