SUDÁN DEL SUR:
PETRÓLEO, HAMBRUNA Y UNA PAZ ESQUIVA
Por: Javier Fernando Miranda Prieto
Transcurrida más de una década de su independencia, Sudán del
Sur está más frágil que nunca. Con un Estado embrionario, constantemente
amenazado por las luchas de poder e incapaz de acabar con la violencia endémica
y la hambruna. El 9 de julio de 2011, resonaban en las calles de la capital,
Juba, las bocinas y los silbidos de júbilo, luego de largas décadas de una
guerra de liberación y luego de haberse emancipado del norte musulmán de su
vecina Sudán. Mayoritariamente cristiana, el sur de Sudán se convertía
oficialmente en Sudán del Sur, el 193° Estado del mundo.
Pero la unidad que prevaleció durante el proceso de independencia
se resquebrajó en luchas de poder caudillista entre los enemigos surgidos de
las dos principales etnias del país: Salva Kiir Mayardit, Presidente de la
Nación, proveniente de la etnia dinka, y Riek Machar, su Vice-Presidente, de la
etnia nuer.
Recordemos, que en diciembre de 2013, el país se precipitó
hacia una sangrienta guerra civil. Desde esa fecha, fueron años de combates,
saqueos y masacres contra población civil, que dejaron más de 400 mil muertos,
2,3 millones de desplazados, más de 500 mil civiles refugiados en hacinados
campamentos de las Naciones Unidas, y 6,1 millones de sursudaneses que
necesitan ayuda alimentaria urgente.
“Cuando Sudán del Sur
se independiza se queda
con el 75% del petróleo de la antigua Sudán.
Pero los oleoductos y refinerías se sitúan en el norte”
En el año 2018, un Acuerdo de Paz estableció un reparto del
poder, y en el 2021 se formó un gobierno de Unidad Nacional, programando para
el 2024 la convocatoria a elecciones generales libres y democráticas, objetivo
que no se cumple hasta hoy. Si bien, en la actualidad la cantidad de víctimas
mortales ha tendido a decrecer, hay el temor que diversos grupos armados reanuden
sus violentas acciones contra la población civil.
Esta espiral de violencia que todavía continúa a pesar de los
fracasados compromisos firmados, se explica por los ricos yacimientos de
petróleo y minerales que se hallan en el subsuelo de Sudán del Sur. En este
país del este africano, los ingresos por las exportaciones petroleras
representan el 98% de sus ingresos. El núcleo petrolero se encuentra ubicado en
la región de Bentiu (provincia de Unidad), además en los Estados de Jongeli y
Warad, que cuentan con reservas petrolíferas todavía no calculadas, pero se
sospecha que serían suficientes como para que las grandes empresas petroleras
se intereses más por este país.
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| Según el Programa Mundial de Alimentos PMA de la ONU, 7 mill de personas atraviesan una inseguridad alimentaria y 108 están amenazados de hambruna. |
Cuando el pequeño Sudán de Sur se desprendió de la República
de Sudán, se quedó con el 75% de las reservas de petróleo del antiguo
territorio sudanés. Sin embargo, los oleoductos que sirven para exportar este
petróleo y sus refinerías se sitúan en el norte, en la actual República de
Sudán. Es decir, un país depende del otro, pero no se lo ponen fácil. Jartum
impuso unas tarifas al transporte del “oro líquido” muy superiores a lo
acordado en el último Acuerdo de Paz del 2018, un hecho que provocó el bloqueo
de la producción y extracción del crudo por parte de Sudán del Sur.
El crudo sursudanés es codiciado a nivel regional, hay una
carrera por quien invierte más en este país. Cuando Sudán del Sur se
independizó, hubo negociaciones sobre los préstamos que había contraído con
anterioridad, unas deudas generadas por el antiguo Estado y adquiridas con el
gobierno de China. Este dinero se usó para la construcción de infraestructura,
dinero que hasta la actualidad se debe al Estado chino. Esta deuda sustenta el
gran interés chino en la región y justifican su intervención en las diversas
negociaciones de paz que han existido.
“Más de 7 mll de personas se encuentran en situación
de inseguridad alimentaria aguda y 108 sursudaneses
amenazados de hambruna”
A pesar del largo conflicto armado, en Sudán de Sur opera la
empresa la Compañía Nacional China CNPC, quien ha construido un oleoducto que
llega hasta el Mar Rojo y una gran refinería cerca de la ciudad de Jartum,
capital de la vecina República de Sudán. La CNPC se asoció en los últimos años
con la compañía canadiense Talismán y luego se sumó a este Consorcio la compañía
nacional india ONGC Videsh. Esta triple asociación empresarial piloteada por el
gigante asiático, cuenta en Sudán del Sur con 25 mil operarios chinos. Por otra
parte, la compañía sueca Ludin, participa también en la exploración y
explotación de las nuevas reservas descubiertas en el rico yacimiento Block 5ª al
norte del territorio sursudanés.
Por otra parte, Uganda, Kenia, Ruanda y Tanzania, todos
pertenecientes a la Comunidad de Estados de África del Este, tienen los ojos puestos
en el petróleo sursudanés y están buscando una estrategia para la obtención del
crudo. Sin olvidar los intereses de las grandes potencias y sus alfiles en el
conflicto, las transnacionales petroleras.
En el plano geopolítico, habría que tener presente que la
presencia comprobada de la CIA norteamericana y del servicio de inteligencia
militar israelí el Mossad, en territorio de Sudán del Sur, no es solo para
controlar las andanzas de los chinos, que se han vuelto una pesadilla para las
potencias occidentales instaladas en África, sino que tanto norteamericanos
como israelíes quieren terminar con el contrabando de armas, que tras atravesar
la República de Sudán llegan a manos de las milicias de Hamas en territorio
palestino, quienes resisten desde hace dos años el brutal genocidio del ejercito
sionista. Es por ello que Washington y Tel Aviv han establecido una base militar
conjunta en la isla de Dahlak en Eritrea sobre el estratégico Mar Rojo, desde
donde en más de una oportunidad, han
salido fuerzas aéreas israelíes, para bombardear a la valiente resistencia
palestina de Gaza y monitorear las actividades de Irán.
“EE.UU y la RP China
apadrinan indistintamente
al gobierno de Juba como a los grupos armados
opositores, con el único fin de defender sus intereses”
Como vemos, esta compleja situación geopolítica y militar-estratégica
ha generado que tanto los EE.UU como la República Popular China tomen parte en
este largo conflicto armado, apadrinando indistintamente al gobierno de Juba como
a los grupos armados opositores, con el único propósito de defender sus ocultos
intereses económicos.
Este panorama bélico se ve agravado por la crisis humanitaria
que está asolando a la población sursudanesa. El país más joven del mundo registra
los niveles de inseguridad alimentaria y malnutrición más elevados desde su
independencia, según un reporte del Programa Mundial de Alimentos PMA de las
Naciones Unidad. Según este informe, más de 7 millones de personas, un 60% de
la población, se encuentran en situación de inseguridad alimentaria aguda y 108
mil sursudaneses amenazados de hambruna.
Además, se han disparado los enfrentamientos
inter-comunitarios en varias regiones del país. Según la ONU, más del 80% de
víctimas civiles reportados en el 2024 eran resultado de este fenómeno de
violencia. Suelen ser ataques por motivos políticos o para acaparar tierras y
ganado, pero también son blancos de estas hostilidades, las misiones de ayuda
humanitaria, son siete cooperantes humanitarios muertos en lo que va de este
año.
Sudán del Sur ha cumplido catorce años de independencia, pero
no hay mucho que celebrar, porque durante todo este tiempo se han descubierto
muchos intereses ocultos en este conflicto, provenientes principalmente de las
ansias de lucro de las empresas petroleras, que ha generado una violencia
extrema y la precariedad en las condiciones de vida del pueblo sursudanés.


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