Tuesday, August 19, 2025

 

EL SAHEL: UNA NUEVA ALIANZA NACE EN EL DESIERTO

Por: Javier Fernando Miranda Prieto

La Alianza de los Estados del Sahel AES, formado por los gobiernos de Níger, Mali y Burkina Faso, 
ha trastocado las dinámicas regionales y la geopolítica africana.

En los últimos años, la región africana del sahel ha protagonizado una de las trasformaciones geopolíticas más audaces del siglo XXI. Bajo el liderazgo de las juntas militares de Mali, Burkina Faso y Níger, lo que comenzó como una alianza defensiva -la Alianza de los Estados del Sahel AES- evolucionó hacia un proyecto integral de soberanía económica, independencia financiera y reconfiguración estratégica. Ahora, con la creación de la Corporación del Sahel, como brazo ejecutor de este proyecto, no solo marca un punto de inflexión para estos tres países, sino que ofrece un innovador modelo inspirador para el concierto de las naciones africanas, atrapadas muchas de ellas, en la dependencia del dólar y la explotación asimétrica de sus recursos naturales.

Este nuevo modelo de desarrollo se asienta en tres pilares: El desarrollo económico con identidad regional, que prioriza la autosuficiencia y la integración. La soberanía financiera, que supone la ruptura con el nefasto franco CFA y la creación de una moneda propia respaldada por recursos estratégicos y el reacomodo geopolítico, donde nuevos socios como China, Rusia, Irán y Turquía remplazan a las antiguas potencias coloniales.

La decisión de abandonar en el año 2004, la añeja e inservible Comunidad Económica de Estados de África Occidental CEDEAO, simbolizó el rechazo al antiguo orden colonial. Las juntas militares de estas tres naciones, lejos de ser meros gobiernos provisionales, se consolidaron como agentes del descontento popular, asumiendo una agenda soberanista que combinaba panafricanismo y pragmatismo económico. Cada medida que impulsaron -desde la expulsión de tropas francesas hasta la nacionalización de minas- sirvieron para reforzar su legitimidad interna y su peso internacional.

               “Las tres juntas militares se consolidaron

                  como agentes del descontento popular,

                   asumiendo una agenda soberanista”

DESARROLLO ECONÓMICO Y RECURSOS NATURALES

Recordemos que durante décadas, el sahel fue un apetecible botín para las corporaciones extranjeras, en especial norteamericanas y europeas: oro, uranio y petróleo se exploraron, extrajeron y dilapidaron sin ningún beneficio para las poblaciones locales. La recién creada Corporación del Sahel, está revirtiendo esta perversa lógica mediante una política de nacionalización de recursos, donde el Estado recupera el control estratégico de sectores clave.

El caso de la empresa canadiense Barrick Gold Corporation, el segundo mayor productor de oro en el mundo que opera en Mali, es emblemático. En 2025, tras una disputa legal, el Estado maliense asumió la administración de la mina Loulo Gounkoto -una de las más ricas de África- al amparo del nuevo código de minería de Mali del 2023, que permite al Estado adquirir hasta una participación del 35% en nuevos proyectos, un aumento significativos respecto a otras legislaciones.

Si la AES logra consolidar su nueva moneda y expandirse 
a Chad y Guinea, su influencia podría redibujar el mapa
africano.

A pesar de las presiones, se confiscaron cargamentos de oro y bloquearon las exportaciones de la mina, la empresa canadiense no abandonó el país: el alza del 70% en el precio del oro hizo insostenible su retirada. 

Este episodio demuestra que, cuando los Estados priorizan sus intereses, las multinacionales mineras no tienen más opción que negociar. Una lección crucial para otras naciones africanas, en donde empresas como Chevron o Glencore operan con márgenes de ganancia abusivos.

La agricultura, que emplea al 80% de la población del sahel, es otro eje central de este nuevo modelo de desarrollo. Mali planea aumentar su producción de cereales en este año 2025, mientras Burkina Faso invierte 170 millones de dólares en insumos para alcanzar la autosuficiencia. La creación de la nueva Alianza de Productores de Semilla del Sahel APSA-Sahel, reduce la dependencia de variedades extranjeras, un modelo replicable en varios países de la región como Ghana y Nigeria, donde el agronegocio está dominado por transgénicos patentizados.

             “La expulsión de Francia, abrió la existencia

               de alianzas inéditas con Rusia, China, Irán

         y Turquía, en mejores términos que con occidente”

En infraestructura, los proyectos solares y ferroviarios -como la conexión Bamako-Uagadugú-Niamey- buscan superar el aislamiento heredado del colonialismo francés. Burkina Faso incluso explora la construcción de una planta nuclear con apoyo ruso, un salto tecnológico impensable bajo la órbita francesa.

SOBERANIA FINANCIERA

Un pilar central del proyecto soberanista de la nueva Alianza de los Estados del Sahel AES es su ambición de liberarse del nefasto franco CFA, una moneda que muchos en la región consideran un símbolo de subyugación económica.

Entre los puntos clave de discordia se encuentran la paridad fija con el euro, la centralización del 50% de las reservas de divisas en el Tesoro francés y la falta de una política monetaria independiente. Los defensores de una nueva moneda argumentan que este sistema actual frena el desarrollo de la industrialización y perpetua un estado de neocolonialismo.

Esta nueva moneda sugiere un sistema monetario de dos niveles: una moneda nacional de cada país y una moneda regional respaldada por una canasta de productos básicos estratégicos. El modelo: Moneda-Recursos, es del estilo de la canasta de monedas de los BRICS, con un respaldo tangible: oro (Mali es el tercer productor de África), uranio (Níger posee el 5% de las reservas mundiales), petróleo y gas (ingentes yacimientos y reservas en Burkina Faso).

Este modelo desafía el dominio del dólar y el euro, mostrando que una moneda común no requiere someterse a potencias externas. Un Banco Confederal para la Inversión y el Desarrollo BCID-AES, que financiará proyectos sin condiciones, como el FMI. Para el resto de naciones africanas, donde el uso del yuan (la moneda china) se discute tímidamente, el sahel prueba que la clave está en respaldar la divisa propia con recursos reales (oro, petróleo, cobre, litio).

REACOMODO GEOPOLÍTICO

La expulsión de las bases militares de Francia en el año 2023, abrió espacio a la existencia de alianzas inéditas, con Rusia: brindando seguridad militar con la milicia del África Corps; con China: proyectos de infraestructura sin las condiciones y clausulas leoninas de occidente; con Irán y Turquía: ofreciendo nuevos mercados, tecnología drones y soft power islámico.

             “Si la AE del Sahel logra consolidar su moneda

                y expandirse a Chad y Guinea, su influencia

                        podría redibujar el mapa africano”

Estos nuevos socios están ofreciendo cooperación sin colonialismo, un contraste con la deuda estranguladora del Banco Mundial, el FMI o los TLC asimétricos con la Unión Europea. Para África, el mensaje es claro: la multipolaridad existe, y puede negociarse desde una posición de fuerza. Este nuevo modelo de integración del sahel nos enseña que la soberanía no es un slogan, sino una cadena de decisiones audaces (recuperar el control de nuestros recursos naturales, crear instrumentos financieros independientes y diversificar alianzas).

Si la Alianza de los Estados del Sahel AES, logra consolidar su moneda y expandirse a países como Chad y Guinea, su influencia podría redibujar el mapa africano. Para el resto de las naciones africanas -presas del extractivismo y la inflación- el sahel es un espejo incómodo pero esperanzador. Hoy una nueva alianza nace en el desierto.

Tuesday, August 12, 2025

 

¿EL MUNDO VA HACIA UNA CONFRONTACIÓN?

Por: Javier Fernando Miranda Prieto

La subida de aranceles impuesta por Trump al mundo, ha sido realmente una arma geopolítica, que evidencia
la decadencia de su poder económico. Lo que podría escalar hacia una confrontación bélica.

Lo que comenzó como una guerra comercial impulsada por el díscolo presidente Donald Trump ha evolucionado hacia un conflicto estructural que va mucho más allá de los simples aranceles. En el fondo, lo que está en juego es el orden mundial, vale decir, la hegemonía norteamericana, el control de los recursos naturales y la disputa por el liderazgo tecnológico y militar. Detrás de las tarifas, sanciones y acuerdos rotos, se esconde una tensión global que, de no manejarse con responsabilidad, podría escalar hacia una confrontación bélica convencional, e incluso nuclear.

Las tarifas impuestas por Trump a productos de China, la Unión Europea, la India, Brasil, Canadá, México y otros países han sido justificadas como presunta protección de la industria local. Sin embargo, su efecto real ha sido el de una arma geopolítica. El verdadero propósito es desacelerar el ascenso de potencias rivales y reforzar la influencia estadounidense en sectores clave como tecnología, energía y seguridad.

A través de estos aranceles, EE.UU busca condicionar el desarrollo tecnológico de China y de otros países, limitar la dependencia de minerales estratégicos provenientes de países en desarrollo y recuperar el control de cadenas de suministros estratégicos.

              “Los aranceles impuestos por Trump al mundo

                  han sido una verdadera arma geopolítica”

El conflicto actual se parece cada vez más a la versión moderna del “Gran Juego”. Esta vez no es por colonias, sino por litio, tierras raras, cereales, agua. Países como China aseguran posiciones en África y América Latina, mientras EE.UU y sus aliados reconfiguran alianzas para proteger sus intereses.

El dominio de estos recursos no solo garantiza riquezas, sino poder: el que controle el litio controlará las baterías; el que domine los chips controlará los ejércitos y las telecomunicaciones; el que asegure alimentos y agua controlará poblaciones enteras.

Desde la Segunda Guerra Mundial, EE.UU ha sido el centro de gravedad del sistema global. Hoy, esa posición está siendo cuestionada. El avance tecnológico de China, el acercamiento entre Rusia e Irán, la consolidación bloques alternativos como los BRICS+ y la crisis interna de las democracias occidentales han debilitado la posición dominante de Washington, encontrándose en una posición cada vez más decadente.

            “Las tensiones en el Mar de China Meridional,

             Ucrania, Asia Sur Central y África son zonas

           calientes que podrían desatar choques militares”

El recurso de los aranceles, es en este sentido, un intento de frenar esa decadencia. Pero también alimenta resentimientos, impulsa represalias y acelera la fragmentación del orden mundial. Muchos países empiezan a tomar distancia de los EE.UU y vuelcan su mirada hacia los BRICS+.

La preocupación no es exagerada: la historia ofrece precedentes donde tensiones económicas desembocaron en conflictos militares. La Gran Depresión de los años treinta en los Estados Unidos, impulsada en parte por medidas proteccionistas como la subida de aranceles, fue antesala de la Segunda Guerra Mundial.

Hoy las tensiones en el Mar de China Meridional, en Ucrania, en Medio Oriente (hegemonía de Israel), en Asia Sur Central (India, Paquistán, Afganistán), en el sahel y el centro de África (milicias yihadistas), son zonas calientes que podrían desatar choques militares. Una cadena de errores de cálculo, provocaciones y sumada a liderazgos agresivos podrían desembocar en un conflicto global. Las doctrinas de uso limitado de armas nucleares ya existen y el umbral de lo impensable podría reducirse.

                “Los aranceles de Trump son solo la superficie

                 de un conflicto más profundo y muy peligroso”

Sin embargo, la clave está en restablecer canales de dialogo, reconstruir instituciones multilaterales eficaces y reequilibrar las relaciones económicas para que sean sostenibles y justas.

El mundo se encuentra ante una escisión histórica: o avanza hacia una cooperación multipolar ordenada, o se adentra en una nueva era de confrontación caótica. Los aranceles de Trump son solo la superficie de un conflicto más profundo y muy peligroso.

La sensación de que “algo grande está por romperse” no es mera paranoia. El mundo está en una fase de transición peligrosa. Si no se actúa con visión y responsabilidad, los conflictos económicos, comerciales, territoriales podrían escalar hacia un choque bélico convencional, o incluso nuclear. La historia aún está por escribirse, pero los síntomas del presente son inequívocos: estamos jugando con fuego, ante los aranceles de Trump y la hegemonía global, el mundo podría estar yendo hacia una confrontación.