DE ALASKA A WASHINGTON: LA GUERRA
CONTINÚA
Por: Javier Fernando Miranda Prieto
Ya han pasado las dos cumbres. Apenas en un abrir y cerrar de
ojos. En menos de una semana el mundo estuvo con la mirada atenta en
Norteamérica, primero en la fría Alaska
y después en la solemne Washington. La llamada “cumbre que lo cambia todo”
entre Donald Trump y Vladimir Putin en Anchorage, que no cambió nada, y luego
la cumbre en la que “Ucrania decidiría su destino” -en palabras de la inefable Úrsula
Von der Leyen-, en la que Ucrania no decidió nada. Y, tampoco es que sea motivo
de grandes sorpresas el resultado de ambas reuniones.
En un anterior artículo, señalé que las condiciones objetivas
para un acuerdo de paz realista en Ucrania no parecían estar dadas por el
momento. Rusia sigue avanzando rápidamente, por lo que no tiene prisa por
firmar ningún acuerdo y Ucrania sabe que, hoy por hoy, se vería obligada a
aceptar unas condiciones muy desfavorables, y se sigue abrazando a la
posibilidad de una intervención directa de tropas europeas. Lo cual es cada vez
más lejana, si no goza de la bendición norteamericana.
Donald Trump se puso en el centro en ambos eventos y si a
alguien le sorprende, ciertamente no entiende ni un ápice como funciona el
magnate republicano ni la política en Estados Unidos en general. El jefe de la
Casa Blanca -y de la OTAN, valga recordarlo- habló largo y tendido,
autoarrogándose una victoria anunciada antes acaso de iniciar el primer
encuentro con Putin.
“Pero el comportamiento de Trump
es apenas propaganda….y de la mala,
a decir verdad”
El comportamiento de Trump es apenas propaganda…y de la mala, a decir verdad. Solo basta ver lo que está ocasionando en el Mar Caribe, ante el arrebato de mandar tres destructores, submarinos y portaaviones y una dotación de cuatro mil soldados, para exigir la entrega de Nicolás Maduro, acusándolo sin ninguna prueba válida, de dirigir una organización de narcotráfico internacional. Una puesta en escenas más, una rabieta de un bocón sin escrúpulos, y con el agravante de propiciar una escalada belicista sin precedentes en la región latinoamericana.
Trump habla de lo mucho que desea una paz en Ucrania, pero sabe perfectamente que tal cosa está con toda probabilidad -salvo un giro brusco de los acontecimientos- a meses vista, en el mejor de los casos. Sabe incluso que un acuerdo antes de terminar el año 2025 no está en absoluto garantizado.
Sucede que aquí prácticamente nadie tiene incentivos reales
para firmar la paz si no se le hacen grandes concesiones. Los ucranianos que
mueren cada día, las familias destrozadas, y la infraestructura destruida no le
interesan a nadie. No les interesa ni a los que incentivaron la guerra desde el
2014, ni a los que invadieron Ucrania y ni a los que boicotearon un acuerdo de
paz en 2022. A ninguno de ellos. Ni a Zelenski, el que más ganas tiene del
acuerdo, le mueve ante todo sus ansiedades políticas.
Repasemos rápidamente: Kiev no quiere firmar la paz porque,
tal y como están los frentes y las capacidades militares ucranianas, sabe que
hoy tendría que hacer concesiones territoriales y políticas. Desea un alto el
fuego, para poder rearmarse y lograr una estabilización de sus propias
capacidades, pero para reanudar la contienda tarde o temprano. Quiere
contraofensivas, retrocesos rusos y recuperar la iniciativa. ¿Cómo? No lo tiene
claro.
“Un acuerdo de paz hoy si sería
favorable a Rusia. Pero no tiene prisa,
pues sigue avanzando”
Estados Unidos sí quiere una paz, pero no por ningún compromiso ético, sino para poder brindar a Trump la victoria política de haberles ahorrado a los norteamericanos el costo de la “terrible guerra”. Si no tiene la paz, puede simplemente retirarse y dejar vendidos a los ucranianos. Mientras pueda montar propagandas como las de las “cumbres pacificadoras” de las últimas semanas, le conviene.
Rusia hoy sí desea firmar una paz, pero no cualquiera. A
Putin tampoco le mueve ningún sentimiento humanista, sino la compresión de los
frentes: Un acuerdo de paz hoy sería sí o sí favorable a Rusia. Pero no tiene
prisa, pues sigue avanzando. Quieren su paz, y si no se les concede, prefieren
continuar con la guerra, pues confían en el retraimiento estadounidense y en la
eterna duda europea.
Y Europa, claro, no quiere bajarse de su atalaya moral. No
negociar con el maligno del Kremlin es un “activo” político, para casi todos
los líderes europeos desean conservar por mero electoralismo…..y que mueran
todos los ucranianos que tengan que morir en el camino. Al fin y al cabo, a
ellos no les cuesta tanto como a Kiev. Tarde o temprano habrá una paz, pero
cuando más tarde sea, menos Ucrania quedará en pie.
“La guerra sigue porque
sus responsables la encuentran
más aceptable que la paz”
Hoy Zelenski afronta una decisión muy tramposa y de un gran riesgo para el pueblo ucraniano. O acepta la paz “a la rusa”, que tendría sin duda consecuencias políticas para él y toda su camarilla -pues sería leída en Ucrania como una derrota cercana a la capitulación- o prolonga una guerra en la que no deja de retroceder con la vana esperanza que Europa o los Estados Unidos decidan salvarla.
En nada ayuda a los ucranianos la posición europea, que busca
redefinir moralmente la realidad, en lugar de amoldarse a ella y tomar
decisiones serias que aminoren el daño que ya sufren los ucranianos. La guerra
sigue porque sus responsables la encuentran, de una u otra forma, más aceptable
que la “paz” que les ofrecen sus adversarios. De fondo, lo de siempre: la
muerte. No de los que negocian, no, sino de los más débiles….de los pueblos.
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