Friday, August 22, 2025

 

EL “GRAN ISRAEL”: ENGENDRO FASCISTA 

Por: Javier Fernando Miranda Prieto

"El Gran Israel" impulsado por la ideología sionista absorbería territorio palestino y extensas zonas de territorios
árabes colindantes: en África: Egipto, Sudán, Etiopía. En en Medio Oriente: Líbano, Siria, 
Jordania, Irak, Irán, y gran parte de la Península Arábica.

En pocas palabras el “Gran Israel” no es un proyecto político, es un delirio fascista e imperial. Benyamin Netanyahu y gran parte de la clase política israelí, lo presenta como una misión “histórica y espiritual”, pero en realidad es el mismo sueño colonial disfrazado con una burda retorica bíblica. En su versión este “Gran Israel” absorbería territorios palestinos y extensas zonas de territorios árabes colindantes (en África: parte de Egipto, la costa de Sudán, el norte de Etiopía. En el Medio Oriente: Líbano, Siria, Jordania, Irak, Irán, y gran parte de la Península Arábica), borrando fronteras y de paso, exterminando pueblos enteros.

Es el equivalente moderno del Lebensraum o “espacio vital” que prometía Adolf Hitler en sus mil años de nazismo, expansión por la fuerza, supremacía étnica y la ilusión de un destino manifiesto grabado en piedra….o mejor dicho en bombas.

Y aquí reside la cruda y aterradora verdad. Como lo mencioné en un artículo anterior: las víctimas del nazismo son en la actualidad más criminales y asesinos que los nazis. No hay un líder mundial más cercano al pensamiento hitleriano en el siglo XXI que Benyamin Netanyahu, un individuo que no duda en equiparar el clamor por la libertad del pueblo palestino (“Free Palestine”) con el genocida lema nazi “Heil Hitler”. Es una bofetada a la historia, un acto de absoluta perversión moral que revela la mentalidad supremacista detrás de su proyecto.

         “El “Gran Israel” y el “Reich de mil años” comparten

       la misma ambición territorial, un nacionalismo fanático,

       un racismo visceral y un desprecio por la vida humana” 

Netanyaju, al igual que los personajes más oscuros de la historia, necesita un enemigo perpetuo. Y en este guión, los palestinos son el perfecto chivo expiatorio. No importa cuántos acuerdos internacionales se rompan, cuántos niños y niñas mueran, cuantos hogares se reduzcan a polvo, todo es “legítima defensa” cuando el objetivo final es agrandar el mapa y achicar la existencia del otro a través de una abierta política de exterminio propia de la solución final de Adolf Eichmann.   

Pero aquí hay un giro digno de una novela política, mientras dibuja su “Gran Israel” sobre ruinas y cadáveres, Netanyahu también está dibujando la ruta para su propia sobrevivencia política. Con causas judiciales abiertas por corrupción, fraude y abuso de poder, sabe muy bien que la paz seria su peor enemigo.

                     “Netanyahu no protege a su pueblo,

              lo toma como rehén en un conflicto perpetuo

          para garantizar su propia sobrevivencia política”

Porque en tiempos de calma y tranquilidad política, el sistema judicial podría hacer su trabajo, en tiempos de guerra la “seguridad nacional” actúa como un escudo que lo mantiene lejos del cadalso que, en cualquier democracia funcional, ya estaría esperando por él.

Este es un liderazgo que no se miden en obras o logros, sino en la cantidad de tierra arrebatada y sangre derramada para sostener una narrativa mesiánica. Netanyahu no protege a su pueblo, lo toma como rehén en un conflicto perpetuo para garantizar que su trono siga ocupado y sus manos, aunque manchadas, sigan libres.

Al final, el “Gran Israel” y el “Reich de mil años” comparten la misma fórmula: una ambición territorial sin límites, un nacionalismo fanático, un racismo visceral, una teocracia inmoral y un desprecio absoluto por la vida humana. La única diferencia es el decorado, ayer eran desfiles con estandartes y antorchas, hoy son conferencias de prensa, gráficos de mapas e impúdicas cumbres de líderes.  

Pero el resultado es el mismo, destrucción, muerte y la arrogancia de creer que el mundo entero debe adaptarse a la visión de un solo hombre y una deleznable ideología: el sionismo, pensamiento fascista que la misma ONU condenara en 1975 en la Resolución 3379 como una forma de racismo, equiparándolo al apartheid sudafricano.

Netanyahu no es un estadista, es un parásito político que se alimenta del conflicto y cuyo perverso objetivo final es la creación de ese engendro fascista llamado el “Gran Israel”.

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