ÁFRICA ANTE EL NUEVO ORDEN MUNDIAL
Por: Javier Fernando Miranda Prieto
África se halla hoy en una encrucijada, atrapada entre crisis
internas, recrudecimiento de la violencia armada y la dinámica cambiante del
poder mundial. De un lado a otro del continente, los partidos gobernantes que
en su día se vieron legitimados por su accionar en el proceso de independencia
están perdiendo terreno, pero la oposición está dividida y no ofrece una
alternativa de recambio político.
CRISIS POLÍTICA INTERNA
Las elecciones del año pasado en Mozambique fueron uno de los
ejemplos más claros de este declive, cuando el partido en el poder, el
histórico FRELIMO, se proclamó vencedor en un proceso plagado de
irregularidades. El líder de la oposición, Venancio Mondlane, candidato del
conservador Podemos, acuso al gobierno de orquestar una manipulación electoral
masiva. El FRELIMO respondió a las protestas multitudinarias desatando una
represión violenta. Con ello daba continuidad a una tendencia clara: la
liquidación de toda disidencia política y el mantenimiento del control con
medios cada vez más autoritarios.
La pérdida de legitimidad de estos gobiernos que seguían
sobreviviendo solo por sus réditos políticos alcanzados durante el proceso de
independencia no se limita al caso de Mozambique. En Sudáfrica, el Congreso
Nacional Africano, el partido fundado por Nelson Mandela, ha perdido su clara
mayoría por primera vez desde 1994,
obteniendo tan solo el 40% de los votos en las elecciones parlamentarias
y presidenciales de 2024. Después de décadas de predominio político, el partido
forma parte ahora de una coalición incomoda y sumamente frágil con la
conservadora Alianza Democrática AD. Esto ha obligado al CNA a gobernar desde
una posición más centrista, limitando su capacidad para desarrollar políticas
que su base tradicional podría esperar.
El incierto declive del CNA en Sudáfrica, se inscribe en una
tendencia más amplia en el sur de África, donde el partido Zanu-FP de Zimbabue,
se atrinchera en el poder con medios represivos más que con apoyo popular,
utilizando indebidamente al poder judicial y a la comisión electoral para
bloquear todo desafío de la oposición.
“El declive del CNA de Sudáfrica, el Zanu de Zimbabue,
el Swapo de Namibia, son partidos políticos que
se atrincheran en el poder con medios represivos
más que con apoyo popular”
Mientras, el Swapo de Namibia, y el PDB de Botsuana se han visto confrontados con reveses electorales sin precedentes, el PDB ha perdido las elecciones por primera vez desde su independencia, lo que indica que incluso partidos gobernantes que durante mucho tiempo se habían mostrado estables ya no tienen garantizada ninguna victoria electoral fácil. La aparición de estos cambios políticos señala que sus credenciales antaño potentes como partidos fundadores de la Nación ya no bastan para asegurar un mandato gubernamental suficiente.
CONFLICTOS ARMADOS
El debilitamiento de estos gobiernos se produce teniendo como
telón de fondo una grave y prolongada incidencia de conflictos armados en todas
partes del continente. Sudán sigue inmerso en una guerra devastadora entre las
Fuerzas Armadas Sudanesas y los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido.
Este conflicto ha desplazado a millones de personas y se ha internacionalizado
progresivamente, ya que Egipto y los Emiratos Árabes Unidos apoyan a bandos
opuestos. La guerra no solo ha profundizado el colapso económico de Sudán, sino
que también supone una amenaza para la estabilidad regional, con efectos de
contagio en Chad, Sudán de Sur y Etiopía.
La República Democrática del Congo RDC sigue combatiendo con
insurgencias armadas, particularmente el reaparecido M23, que cuenta con el
apoyo militar de Ruanda, lo que exacerba las tensiones regionales. Las
reiteradas acusaciones de interferencias transfronterizas contribuyen al
deterioro de las relaciones diplomáticas entre los países de la zona, que
incluyen a Burundi, y Uganda.
Estas crisis armadas no están aisladas, sino que reflejan un fracaso más profundo de la gobernanza en toda África, donde en muchos casos el Estado es incapaz de resolver las limitaciones sociales y las carencias económicas de la población sin recurrir a la violencia.
EL EFECTO TRUMP
En medio de todas estas crisis, África también tiene que
lidiar con el cambio del orden internacional. El retorno de Donald Trump a la
Casa Blanca ya ha empezado a reconfigurar las relaciones de Estados Unidos y
África. Se ha producido un giro a favor de una relación más transaccional
-facilidad para realizar negocios- y un renovado énfasis en la seguridad por
encima del desarrollo. Una de las primeras medidas importantes de Trump en el
ámbito de la política exterior fue la eliminación de la ayuda al desarrollo con
el desmantelamiento de USAID y la retirada del financiamiento de todos los programas
de ayuda al desarrollo.
“El debilitamiento de los gobiernos africanos
se produce teniendo como telón de fondo
una grave y prolongada incidencia de conflictos
armados en todo el continente”
Estas medidas han coincidido con el endurecimiento de la política norteamericana en materia migratoria. El gobierno se plantea prohibir la concesión de visados de entrada que podría afectar a docena de países africanos al restringir el acceso de estudiantes, trabajadores y turistas. Anunciando una profundización del aislamiento de los EE.UU con respecto a África, tratando al continente más como un riesgo de seguridad y fuente de inmigrantes que como socio diplomático y económico.
EE.UU, CHINA Y LOS MINERALES
Al mismo tiempo, el gobierno de Trump busca un tipo distinto
de relación con otros países africanos, en particular en lo tocante a los
recursos naturales. Actualmente está negociando un tratado de minerales por seguridad con la RD del
Congo. Ofrecen asistencia militar a cambio de un acceso exclusivo a minerales
críticos, imprescindibles para las industrias avanzadas de EE.UU, sobre todo
del sector tecnológico y de la industria militar. Este acuerdo refleja un
cambio de estrategia de los norteamericanos, al sustituir la ayuda al
desarrollo por la extracción económica directa.
El gobierno de Washington alega que esta nueva colaboración
ayudará a estabilizar a la RD del Congo al prestarle asistencia en materia de
seguridad. Las opiniones críticas señalan que amenaza con intensificar la
dinámica neocolonial, al dar prioridad a la extracción de recursos mineros
sobre el desarrollo económico genuino.
“El gobierno de Trump busca un tipo distinto de
relación con los países africanos.
Ofrece asistencia militar a cambio de acceso
directo a sus recursos minerales”
La política de China con respecto a África, dentro del nuevo
orden mundial que se está configurando, también está cambiando. Durante los dos
últimos decenios, Pekín fue el principal socio económico del continente que
financiaba infraestructuras y que comerciaba a una escala muy superior a la de
cualquier potencia extranjera. Sin embargo, ahora que la economía china cojea
en el interior (menor demanda interna, desaceleración del sector inmobiliario, mayores
tasas de interés), su disposición a conceder cuantiosos préstamos a los
gobiernos africanos se ha visto mermada. Países como Zambia, Kenia y Angola,
endeudadas con China hasta las cejas, ya sienten las presiones de la nueva
estrategia crediticia de la potencia asiática. Parece que los días en que China
ofrecía facilidades de crédito para grandes proyectos de infraestructura están
pasando a la historia.
Esto está dejando a los países africanos en una posición precaria. Muchos gobiernos que han estructurado sus economías alrededor de las continuas inversiones chinas se encuentran ahora ante la dificultad de ajustarse a la nueva realidad. El cambio deja a África con menos opciones de financiación externa, dado que las instituciones financieras occidentales también imponen unas condiciones más estrictas para la concesión de préstamos, en especial con los países más endeudados.
NUEVO ORDEN, NUEVAS POSIBILIDADES
Para los gobiernos africanos, estos cambios plantean
cuestiones difíciles en materia de estrategia política y económica. El declive
de los partidos que encarnaban a los movimientos de liberación nacional no ha
dado lugar todavía a la aparición de alternativas nacionalistas y socialistas
viables. Los partidos de oposición de toda la región preconizan en gran parte
modelos económicos neoliberales en vez de articular nuevos enfoques para la
transformación económica. En lugar de un cambio decidido a favor de una
renovación democrática, buena parte del continente parece desorientada entre el
aumento de la represión estatal y la
fragmentación de la oposición.
“El orden político poscolonial en África se hunde,
pero no está claro, ni mucho menos,
que vendrá después”
Sin embargo, hay indicios que esta situación podría cambiar.
De una punta a otra del continente se oyen cada vez más llamamientos a favor de
la soberanía económica, se revindican programas de protección social y se
manifiesta una creciente resistencia a los dictados financieros del exterior.
El recambio de liderazgo y modelo económico en países como Mali, Burkina Faso y
Níger en la región del sahel, o la llegada de nuevas ideas y figuras políticas
en Senegal y Ghana en el occidente africano, apuntan en ese sentido.
El orden político poscolonial en África se hunde, pero no
está claro, ni mucho menos, que vendrá después. La erosión de la legitimidad de
los partidos gobernantes todavía no se ha traducido en una transformación
significativa del sistema. En este momento de transición, la batalla real no se
limita únicamente al terreno electoral, sino que tiene que ver principalmente
con la naturaleza misma del Estado, con la política económica, con la
administración de sus vastos recursos naturales y con el lugar que África
quiera colocarse en un nuevo orden mundial que cambia rápidamente.