GUINEA BISSAU: ENTRE EL
NARCOTRÁFICO Y LOS GOLPES DE ESTADO
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| El último golpe de Estado en Guinea Bissau, nos confirma que las Fuerzas Armadas son un factor fáctico en este país. Atravesado por la inestabilidad política y la fragilidad económica. |
Mientras la población de Guinea Bissau esperaba expectante la
publicación de los resultados oficiales de las elecciones del pasado domingo 23
de noviembre, pocos esperaban acabar el
día con la detención del presidente y la consecución de un nuevo golpe de
Estado en este pequeño país del occidente africano. Los reportes de esa mañana sobre
disparos en las inmediaciones del palacio presidencial, Ministerio del Interior
y Comisión Electoral, ya anunciaban que no iba ser un día normal. Como no ha
sido normal la historia de esta ex-colonia portuguesa, que ha vivido al borde
de una crónica inestabilidad política y la amenaza recurrente de convertirse en
un Narco-Estado.
El presidente depuesto Umaro Sissoco Embaló, elegido en 2019,
confirmó que había sido derrocado por el Jefe del Ejecito de Tierra. Ya por la
tarde, un grupo de militares aparecían en la televisión para informar que habían tomado “el control del país”. El
grupo se ha autodenominado Alto Mando Militar para la Restauración del Orden, y
entre sus primeras medidas se encuentran: la instauración del toque de queda,
el cierre de todas las fronteras y la suspensión del proceso electoral. Al día
siguiente, el general Orta Inta-A juraba al cargo como nuevo presidente para un
periodo de, por lo menos, un año.
“Como no ha sido normal la historia de
esta ex-colonia portuguesa, que ha vivido
al borde de una crónica inestabilidad política
y la amenaza recurrente de convertirse
en un Narco-Estado”
De este modo quedó consumada una nueva toma del poder por los
militares, tratándose de un país ya bastante acostumbrado a hablar de golpes de
Estado. El día antes de iniciarse la campaña electoral, el gobierno anunció
haber desmantelado “un nuevo intento de subvertir el orden constitucional”,
deteniendo a varios militares que, presuntamente, estarían planeando un golpe. En
2023, otro intento de golpe fue la excusa utilizada por Embaló para disolver el
Parlamento, recientemente constituido con una mayoría de la oposición. A
continuación, destituyo al primer ministro y nombró un nuevo gobierno por decreto,
lo que la oposición denunció como un “golpe institucional”.
Este antecedente no hace más que acrecentar las dudas sobre
la última asonada militar en Guinea Bissau, siendo muchos los que ya lo calificaban
de “autogolpe”. Incluso en algunos medios se menciona una reunión de Embaló con
algunos militares involucrados en este golpe. A falta de que esto se confirme,
lo cierto es que el principal candidato opositor Fernando Dias Da Costa, ya se había
proclamado vencedor de las elecciones, lo que hacía prever que la victoria del
candidato-presidente no estaba tan asegurada como pretendía.
“Guinea Bissau se ha consolidado como uno de
los mayores puntos de transito del narcotráfico
en el continente, apoyándose en su debilidad
institucional y fragilidad económica”
Lo que si se produjo fue una dura represión, que dura hasta estos
días, contra otra figura de la oposición, Domingo Somies Pereira, ex-primer
ministro y líder del histórico Partido Africano para la Independencia de Guinea
y Cabo Verde PAIGCV. A este se le había impedido presentarse a las elecciones
aduciendo retrasos en la presentación de su candidatura, por lo que había optado
por apoyar a Dias.
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| Un país con 400 kilómetros de litoral, se ha convertido en la ruta obligada del trafico de cocaína procedente de Latinoamérica con rumbo a Europa. |
Para tratar de justificar este último ataque a la voluntad democrática
de los guineanos, los militares golpistas argumentaron que el objetivo de la asonada fue frustrar un complot de políticos anónimos que,
según aseguraron, contarían con el apoyo de un conocido “barón de la droga”. En
Guinea Bissau, la acusación de colaborar con el narcotráfico no es nueva, sino
que se utiliza a menudo para desacreditar a adversarios políticos. Con menos de
dos millones de habitantes, este pequeño país africano y sus decenas de
pequeñas islas e islotes, se han convertido en una escala ideal para el tráfico
de cocaína procedente de Latinoamérica y con destino a Europa, lo que ha llevado
incluso a organizaciones de las NN.UU a calificarlo de Narcoestado.
Desde principios de siglo, Guinea Bissau se ha ido
consolidando como uno de los mayores puntos de tránsito para el narcotráfico de
todo el continente, apoyándose en la debilidad institucional y la precariedad
económica. Esto ha permeado todas las estructuras del Estado, lo que incluye a políticos,
empresarios y miembros del ejército. De este modo, el acceso al poder político se
ha convertido en una vía de entrada al lucrativo negocio del narcotráfico,
alimentando una dinámica imparable de luchas internas, rivalidades y persecuciones
políticas y golpes de Estado.
“La situación actual del país refleja como
los intereses económicos, militares y políticos
se entremezclan y condicionan las
dinámicas de poder”
Embaló llega al poder en 2019 vendiéndose como un reformador,
cuyo objetivo era transformar un país marcado por el tráfico de drogas y el
intervencionismo militar. Sin embargo, pronto cayó en los mismos patrones que
han marcado la historia reciente de este país, concentrando cada vez más poder,
purgando la administración de los mejores funcionarios, colocando a personas afines
a él e interviniendo el sistema judicial. El año 2023 marcaría un punto de
inflexión en la deriva autoritaria de Embaló, gobernando desde entonces de
forma unilateral apoyándose en un reducido grupo de incondicionales y
manipulando a su antojo el calendario electoral.
Esta nueva crisis política en Guinea Bissau también cabe
entenderla en un contexto regional convulso. En los últimos años, han
proliferado los golpes de Estado en los países vecinos, con Mali, Burkina Faso,
Níger y Guinea Conakry gobernados ya por juntas militares. En todos ellos, la erosión
institucional y el descontento social jugaron un papel crucial en el éxito de
los golpes. A su vez, la otrora poderosa CEDEAO ha visto enormemente reducida su
capacidad de presión y es percibida cada vez más como una herramienta para los
intereses neocoloniales, lo que ha contribuido a su falta de legitimidad y ha
creado un clima propicio para la toma del poder a través de un discurso nacionalista
y panafricanista en los países del sahel.
La situación actual en Guinea Bissau, refleja una vez más
como los intereses económicos, militares y políticos se entremezclan y
condicionan las dinámicas del poder, exacerbando a su vez la precariedad
estatal. En un país en donde el acceso al poder permite la construcción de un
sistema clientelar que incluye el control de los recursos estratégicos y el
suculento negocio de la drogas, el continuo recurso al golpe de Estado parece
un hecho inevitable, sea para tomar el poder o para consolidarlo. Este pequeño país
del occidente africano, se encamina ahora a un periodo incierto, donde, de nuevo,
las aspiraciones de su pueblo vuelven a ser completamente ajenas a las luchas
del poder.











