![]() |
Paul Kagame presidente de Ruanda, se ha consolidado como el dictador más consentido de occidente. |
PAUL KAGAME:
EL SÁTRAPA RUANDÉS
Por: Javier Fernando Miranda Prieto
Con la entrada de los guerrilleros tutsis del Frente Patriótico
Ruandés FPR dirigido por Paul Kagame, a la ciudad de Kigali en 1994, se puso
fin al llamado genocidio de Ruanda.
Con esta acción se catapultó a Kagame, como una figura prominente en la región,
quien logró, durante más de 30 años, estabilizar económica y políticamente a su
país, gracias a sus inocultables ambiciones autoritarias y expansionistas.
Kagame trató y, lo logró, poner punto final al genocidio iniciado
por los hutus contra los tutsis, reescribiendo la historia desde la perspectiva
del vencedor. Impuso a su pueblo un régimen represivo y autoritario a cambio de
estabilidad política y económica. El gobierno ruandés, durante tres décadas, ha
asesinado a una larga lista de opositores, periodistas y activistas pro
derechos humanos, desplegando ingentes recursos humanos y económicos para
imponer una historia oficial que ocultara sus propios crímenes.
En las décadas del 2000 y 2010, se convirtió en el dictador
más admirado y consentido de África, convirtiendo a Ruanda, de un cementerio, a
un caso de estudio en la Escuela de Negocios de Harvard, por sus tasas de
crecimiento más altas del mundo. Quienes señalaban la brutal represión a la
disidencia y el asesinato de opositores por parte de su régimen fueron
ignorados. Para los inversionistas occidentales, Kagame fue el líder que demostró
que la ayuda podría emplearse eficazmente. Para las elites africanas, ávidas de
ejemplos de Estados bien administrados, fue un modelo a seguir.
“Kagame puso fin al genocidio de los hutus
contra los tutsis, reescribiendo la historia
desde la perspectiva del vencedor”
El sátrapa ruandés, ha pasado de
ser el favorito de los inversionistas y banqueros a ser el máximo exponente de
la realpolitik en África. Ha
recurrido a nuevos amigos en el extranjero para apostar por la modernización
liderada por el Estado. En la vecina R. D. del Congo, ha generado y alimentado
un conflicto de larga data. Pero la administración Trump, con la vista puesta
en los ingentes recursos minerales del Congo, afirma que quiere que Kagame deje
de interferir como parte de un acuerdo de paz a cambio de inversión.
Aprovechando los cambios geopolíticos en el mundo, Kagame ha
forjado lazos con las potencias emergentes, adquiriendo armas para su
formidable ejército de nuevos proveedores como China, Rusia y Turquía. Ruanda
admira a Israel, otra pequeña nación con una historia compartida de genocidio y
lucha contra sus vecinos. Exporta oro a Dubái. Catar financia un nuevo aeropuerto.
Como vemos, Kagame ha demostrado desde hace tiempo, como un país pequeño puede
saber transar con una potencia y lograr una mayor influencia. Sus ofertas de
recibir migrantes deportados, exportar minerales críticos o enviar tropas a
lugares a los que occidente no está dispuesto a ir, han ayudado a limitar las críticas
a las violaciones de derechos humanos en Ruanda y su apoyo a los sicarios del M23 en el Congo.
A principios de este año, con la ayuda del ejército ruandés, esta
milicia se apoderó de las ciudades de Goma y Bukavu, capitales de las estratégicas
provincias de Kivú, ubicadas en el este del Congo. En Goma, el M23 ha
establecido una versión sustituta del gobierno de Kagame en Ruanda; ordena la
limpieza de la ciudad o el control del tránsito de vehículos a punta de
pistola. Mientras que en otros lugares los combates continúan. La intervención
armada de Kagame en el Congo tiene varios motivos. Es una oportunidad para crear
una zona de amortiguación para derrotar a las FDLR, un grupo rebelde ruandés
que tiene sus raíces en milicias genocidas y que Kagame aun considera una
amenaza.
“En Goma, el M23 ha establecido una versión
sustituta del gobierno de Kagame en Ruanda,
las ordenes se dan a punta de pistola”
Por otra parte, Ruanda obtiene cientos de millones de dólares
de la exportación de oro y otros metales estratégicos de contrabando del Congo.
Algunos miembros de la elite ruandesa quieren redefinir lo que, según
denuncian, son fronteras impuestas por el colonialismo. La llegada de la
administración Trump, a la que Kagame considera menos preocupada por la
apropiación de territorios, probablemente influyó en su razonamiento.
La lógica podría ser válida. Félix Tshisekedi, presidente del
Congo y enemigo de Kagame, se ha visto debilitado tanto en el frente externo
como interno. La oposición política lo está cercando. Pero los riesgos para
Kagame también aumentan.
“Estados Unidos quiere obtener más reservas
minerales del Congo, lo cual podría otorgar a este
país mayor influencia a expensas de Ruanda”
Los costos de la invasión al Congo y la posible expansión de
esta guerra pondrían de relieve las deficiencias del modelo de desarrollo de
Kagame. El crecimiento ha beneficiado principalmente a la élite urbana. Muchos analistas
han cuestionado las afirmaciones del gobierno sobre la reducción de la pobreza
y la producción agrícola. El partido gobernante y el mismo ejército ruandés poseen
numerosas empresas, lo que desalienta la inversión privada. La proporción de
deuda pública con respecto al PBI se ha cuadruplicado desde el 2012, hasta
alcanzar casi el 80%, la guerra incrementará las presiones fiscales. Cuanto más
se prolongue la guerra, más se dañara la imagen de Ruanda.
Y en un mundo cada vez más competitivo, Kagame podría
descubrir que tiene menos que ofrecer. Se sabe que el presidente Donald Trump,
no es famoso por su conocimiento sobre el continente africano. Pero su
administración quiere que los Estados Unidos obtengan más de las vastas
reservas de cobre, cobalto, coltan y otros minerales del Congo, y que más
empresas norteamericanas se beneficien de la región. Esto podría otorgar al
Congo mayor influencia a expensas de Ruanda y poner en peligro la influencia de
Kagame en el este del Congo.
Lo cierto es que una escalada de la guerra en el Congo podría
ser contraproducente para el objetivo de Ruanda de modernizar el país e
incrementar su crecimiento económico. Paul Kagame tiene 67 años, una edad
mediana para los estándares de los líderes africanos. Pero ya está pensando en
su legado, una herencia oprobiosa y un título bien ganado, ser recordado como
el sátrapa ruandés.
No comments:
Post a Comment