Tuesday, December 2, 2025

 

GUINEA BISSAU: ENTRE EL NARCOTRÁFICO Y LOS GOLPES DE ESTADO

Por: Javier F. Miranda Prieto 

El último golpe de Estado en Guinea Bissau, nos confirma que las Fuerzas Armadas son un factor fáctico en este país. 
Atravesado por la inestabilidad política y la fragilidad económica.

Mientras la población de Guinea Bissau esperaba expectante la publicación de los resultados oficiales de las elecciones del pasado domingo 23 de noviembre,  pocos esperaban acabar el día con la detención del presidente y la consecución de un nuevo golpe de Estado en este pequeño país del occidente africano. Los reportes de esa mañana sobre disparos en las inmediaciones del palacio presidencial, Ministerio del Interior y Comisión Electoral, ya anunciaban que no iba ser un día normal. Como no ha sido normal la historia de esta ex-colonia portuguesa, que ha vivido al borde de una crónica inestabilidad política y la amenaza recurrente de convertirse en un Narco-Estado.

El presidente depuesto Umaro Sissoco Embaló, elegido en 2019, confirmó que había sido derrocado por el Jefe del Ejecito de Tierra. Ya por la tarde, un grupo de militares aparecían en la televisión para informar  que habían tomado “el control del país”. El grupo se ha autodenominado Alto Mando Militar para la Restauración del Orden, y entre sus primeras medidas se encuentran: la instauración del toque de queda, el cierre de todas las fronteras y la suspensión del proceso electoral. Al día siguiente, el general Orta Inta-A juraba al cargo como nuevo presidente para un periodo de, por lo menos, un año.

                   “Como no ha sido normal la historia de

                  esta ex-colonia portuguesa, que ha vivido

               al borde de una crónica inestabilidad política

                    y la amenaza recurrente de convertirse

                                 en un Narco-Estado”

De este modo quedó consumada una nueva toma del poder por los militares, tratándose de un país ya bastante acostumbrado a hablar de golpes de Estado. El día antes de iniciarse la campaña electoral, el gobierno anunció haber desmantelado “un nuevo intento de subvertir el orden constitucional”, deteniendo a varios militares que, presuntamente, estarían planeando un golpe. En 2023, otro intento de golpe fue la excusa utilizada por Embaló para disolver el Parlamento, recientemente constituido con una mayoría de la oposición. A continuación, destituyo al primer ministro y nombró un nuevo gobierno por decreto, lo que la oposición denunció como un “golpe institucional”.

Este antecedente no hace más que acrecentar las dudas sobre la última asonada militar en Guinea Bissau, siendo muchos los que ya lo calificaban de “autogolpe”. Incluso en algunos medios se menciona una reunión de Embaló con algunos militares involucrados en este golpe. A falta de que esto se confirme, lo cierto es que el principal candidato opositor Fernando Dias Da Costa, ya se había proclamado vencedor de las elecciones, lo que hacía prever que la victoria del candidato-presidente no estaba tan asegurada como pretendía.

            “Guinea Bissau se ha consolidado como uno de

             los mayores puntos de transito del narcotráfico

              en el continente, apoyándose en su debilidad  

                     institucional y fragilidad económica”

Lo que si se produjo fue una dura represión, que dura hasta estos días, contra otra figura de la oposición, Domingo Somies Pereira, ex-primer ministro y líder del histórico Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde PAIGCV. A este se le había impedido presentarse a las elecciones aduciendo retrasos en la presentación de su candidatura, por lo que había optado por apoyar a Dias.

Un país con 400 kilómetros de litoral, se ha convertido en
la ruta obligada del trafico de cocaína procedente de 
Latinoamérica con rumbo a Europa.

Para tratar de justificar este último ataque a la voluntad democrática de los guineanos, los militares golpistas argumentaron que el objetivo de la asonada fue frustrar un complot de políticos anónimos que, según aseguraron, contarían con el apoyo de un conocido “barón de la droga”. En Guinea Bissau, la acusación de colaborar con el narcotráfico no es nueva, sino que se utiliza a menudo para desacreditar a adversarios políticos. Con menos de dos millones de habitantes, este pequeño país africano y sus decenas de pequeñas islas e islotes, se han convertido en una escala ideal para el tráfico de cocaína procedente de Latinoamérica y con destino a Europa, lo que ha llevado incluso a organizaciones de las NN.UU a calificarlo de Narcoestado.

Desde principios de siglo, Guinea Bissau se ha ido consolidando como uno de los mayores puntos de tránsito para el narcotráfico de todo el continente, apoyándose en la debilidad institucional y la precariedad económica. Esto ha permeado todas las estructuras del Estado, lo que incluye a políticos, empresarios y miembros del ejército. De este modo, el acceso al poder político se ha convertido en una vía de entrada al lucrativo negocio del narcotráfico, alimentando una dinámica imparable de luchas internas, rivalidades y persecuciones políticas y golpes de Estado.

               “La situación actual del país refleja como

            los intereses económicos, militares y políticos

                    se entremezclan y condicionan las

                                dinámicas de poder”

Embaló llega al poder en 2019 vendiéndose como un reformador, cuyo objetivo era transformar un país marcado por el tráfico de drogas y el intervencionismo militar. Sin embargo, pronto cayó en los mismos patrones que han marcado la historia reciente de este país, concentrando cada vez más poder, purgando la administración de los mejores funcionarios, colocando a personas afines a él e interviniendo el sistema judicial. El año 2023 marcaría un punto de inflexión en la deriva autoritaria de Embaló, gobernando desde entonces de forma unilateral apoyándose en un reducido grupo de incondicionales y manipulando a su antojo el calendario electoral.

Esta nueva crisis política en Guinea Bissau también cabe entenderla en un contexto regional convulso. En los últimos años, han proliferado los golpes de Estado en los países vecinos, con Mali, Burkina Faso, Níger y Guinea Conakry gobernados ya por juntas militares. En todos ellos, la erosión institucional y el descontento social jugaron un papel crucial en el éxito de los golpes. A su vez, la otrora poderosa CEDEAO ha visto enormemente reducida su capacidad de presión y es percibida cada vez más como una herramienta para los intereses neocoloniales, lo que ha contribuido a su falta de legitimidad y ha creado un clima propicio para la toma del poder a través de un discurso nacionalista y panafricanista en los países del sahel.

La situación actual en Guinea Bissau, refleja una vez más como los intereses económicos, militares y políticos se entremezclan y condicionan las dinámicas del poder, exacerbando a su vez la precariedad estatal. En un país en donde el acceso al poder permite la construcción de un sistema clientelar que incluye el control de los recursos estratégicos y el suculento negocio de la drogas, el continuo recurso al golpe de Estado parece un hecho inevitable, sea para tomar el poder o para consolidarlo. Este pequeño país del occidente africano, se encamina ahora a un periodo incierto, donde, de nuevo, las aspiraciones de su pueblo vuelven a ser completamente ajenas a las luchas del poder.

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