lunes, 21 de octubre de 2013

A POCAS MILLAS DE UN SUEÑO

Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

Huyendo de guerras, violencia y miseria, miles de desheredados han transitado por aguas hostiles inexplicablemente
invisibles hasta sus últimos y angustiosos minutos. Ahora esta tragedia averguenza a Europa y pone el acento en
una asignatura pendiente: la inmigración clandestina.


La pequeña isla italiana de Lampedusa, es uno de esos lugares que pone a prueba la indiferencia, entre dos continentes, sus apenas 20 kilómetros cuadrados han estado demasiado cerca de la miseria y demasiado lejos de las noticias. La mayor parte de sus seis mil habitantes viven de la pesca y del turismo, pero desde hace 20 años es imposible trazar una línea infinita en su horizonte, la isla se sabe al otro lado. Guerras, violencia y miseria han puesto su nombre en la dramática meta de una vía de fuga, la llamada: carretera del mar.

Luego de la tragedia del último 3 de octubre; cuando una precaria barcaza que llevaba a cientos de Eritreos, Somalíes, sudaneses y Etíopes a las costas europeas, rumbo a un sueño, un sueño cada vez más extinguible, se hundió muy cerca de las costas de Lampedusa; desde esa fecha el desfile de féretros es constante, como el desembarco que no cesa, un drama cotidiano de enormes dimensiones al que el mundo parece haber despertado, tras este trágico naufragío en el que murieron 376 personas.

Las principales rutas por agua de los inmigrantes ilegales provienen de:
Marruecos hacia España,Tunez y Libia hacia Italia y de Turquía hacia
las islas griegas.
Hasta entonces, miles de desheredados han transitado por aguas hostiles, inexplicablemente invisibles hasta sus últimos y angustiosos minutos. Ahora esta tragedia avergüenza a Europa y pone el acento en una asignatura pendiente: la inmigración clandestina.

Los africanos rescatados del mar, suman más de 170 personas las cuales están
alojados provisionalmente, en precarios centros de acogida. Estrechos e insalubres lugares acondicionados, como máximo para 50 refugiados. En estas condiciones, los acogidos esperan ser trasladados al continente, donde la mayoría tramitará la solicitud de asilo para algún país europeo, aunque la respuesta pueda tardar más de un año.

Los primeros testimonios de esta pobre gente son aterradores, en un reportaje de la elevisión española se recoge las versiones de unos, todavía angustiados muchachos eritreos, quienes recuerdan que por muchas horas, lograron mantenerse a flote mientras la barcaza se precipitaba 47 metros de profundidad. A su alrededor mujeres y niños abrazados tragando agua salada y combustible, agotados hasta que se ahogaban y se hundían en silencio y con los brazos en alto como estatuas, como queriendo, aún en esas condiciones, alcanzar su sueño. A pesar de sus llamadas, muchos barcos pasaban de largo, sin hacerles caso, por eso prendieron fuego para llamar su atención, pero la barcaza ardió y se  volcó, hasta que un barco italiano los recogió y los llevó hasta la costa de la isla.

Se calcula que en las últimas décadas más de ocho mil personas han muerto
ahogadas en el Mediterráneo, convertido ya en un enorme cementerio
de desesperados.
La indiferencia de estas embarcaciones podría explicarse, por la vigencia de la Ley de Inmigración Italiana, esta norma impulsada por los miembros de la Liga Norte, socios del último gobierno de Silvio Berlusconi, considera delito la clandestinidad y establece pena de cárcel y elevadas multas a los dueños de las embarcaciones que ayuden a los inmigrantes ilegales. Esta ley, por su contenido punitivo, es lo opuesto a las normas internacionales sobre marinería mundial, las leyes internacionales dicen, que una persona que pide ayuda en el mar tiene que ser socorrida urgentemente; pero que podemos esperar de un gobierno racista como el de Berlusconi, lo que tendríamos que esperar del actual gobierno centro-izquierdista del primer ministro Enrico Letta, es la derogación de esta impúdica norma.

No es la primera vez que la isla de Lampedusa es testigo de naufragios tan trágicos como el del 3 de octubre, en sus costas han recibido a infinidad de gentes que huyen de la guerra, de la violencia, el hambre y desafían al mar para pisar tierra europea y ofrecer a sus hijos un futuro mejor, pero muy pocos lo han conseguido. Se calcula que en las últimas décadas más de ocho mil personas han muerto ahogadas en el Mediterráneo, convertido ya en un enorme cementerio de desesperados.

Solo este año 34,000 inmigrantes han alcanzado solo las costas de Italia, la última oleada, aún imparable, proceden de Somalia, Eritrea, Sudán del Sur y en menor medida de Níger y Malí, huyen de Estados violentos y fallidos con miles de muertos y prisioneros políticos. Como nómadas que no se resignan al infortunio, los africanos llenan pequeñas barcazas, teniendo que pagar a los traficantes 3,000 dólares por adulto y 1,100 por cada niño.

Según la Organización Internacional de Migraciones -OIM- solo este año
34,000 inmigrantes han alcanzado solo las costas de Italia.
Estas víctimas de los despiadados traficantes, no son solo los más pobres de sus países de origen, hay muchos médicos, abogados, profesores, estudiantes universitarios, la clase media de su país en fuga. A mitad de camino, entre los inmigrantes clandestinos y los refugiados, están en una especie de limbo jurídico por resolver.

Ante esta tragedia, la Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la Unión Europea, ya está hablando de un cambio en su legislación migratoria y más ayuda económica, son 30 millones para el presupuesto de acciones humanitarias y un paquete especial de medidas. Pero lo que en Bruselas son solo cifras, en Lampedusa son féretros.

Pero los europeos, envés de lamentarse porque llegan africanos a sus países, deberían de preocuparse en saber porque están huyendo, ayudémosles a encontrar soluciones a sus problemas en sus propios países, nadie es feliz en dejar su propia tierra e irse a otra parte y más aun a través de travesías infernales, si estas personas pudieran vivir dignamente y con libertades en sus propios países, evitaríamos estas migraciones inhumanas.

Según Naciones Unidas, se debería obligar a Eritrea y Etiopía, así como a la República de Sudán y Sudán del Sur a poner en práctica sus respectivos Tratados de Paz, porque el fantasma de esa guerra fría es la coartada perfecta, de los regímenes sin libertades más militarizados de África. Pero hasta que eso suceda, por estas u otras rutas seguirán llegando otros refugiados, ahora con más seguridad, gracias a los operativos de seguridad militar puestos en práctica en el Mediterráneo. Luego con la llegada del invierno estas barcazas desaparecerán, pero no las razones para huir.


 


No hay comentarios:

Publicar un comentario