sábado, 26 de octubre de 2013

REPÚBLICA  DEMOCRÁTICA  DEL  CONGO

ALCANCES PARA ENTENDER UN CONFLICTO ETERNO

Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto


La ola de refugiados congoleños, provocada por la guerra civil, es de todos los días, pero esta tragedia
permanece invisible a los ojos del mundo. Los congoleños se han acostumbrados a vivir en un estado
constante de guerra. Esa invisibilidad mediática es un escándalo, que nos debería avergonzar a todos.

Cuando un hecho se vuelve reiterativo, casi de todos los días, ya no es noticia, puede continuar sucediendo, pero se pierde interés y se vuelve casi invisible ante la opinión pública y más aún, si estamos hablando de una noticia internacional ocurrida en la inhóspita selva del centro de África.

Eso es precisamente lo que pasa, ante las resientes noticias sobre el conflicto armado en la República Democrática del Congo -RDC-. Los reiterados y cada vez más continuos ataques de los rebeldes del Movimiento 23 -M23- contra objetivos del gobierno congoleño o los abusos contra la población civil, de parte del grupo guerrillero, llueve sobre mojado, un día tras otro, perdiendo ante la opinión pública, la importancia y el valor informativo que estos gravísimos hechos deberían tener.

En una entrada anterior (RDC: Una Guerra Sin Fin) abordamos el conflicto congoleño, desde sus antecedentes históricos y su contexto regional; pero en esta oportunidad, esbozaremos algunos alcances, que tratarán de explicar someramente la actual situación que se vive en el conflicto armado más grave, que se está dando en el momento actual, en el continente africano y que merece la atención constante de la opinión pública internacional.

El grupo armada rebelde M23, el pasado viernes entró a Bukavu, capital de
la estratégica Kivu del Sur, ante la desbandada del ejército congoleño.
El grupo armado M 23, el viernes 25 de este mes entró en la ciudad de Bukavu, capital de la estratégica provincia de Kivu del Sur, al este de la RDC, ante la desbandada del ejército regular, abriendo un nuevo escenario impredecible en la región de los Grandes Lagos. Tras varios días de ataques, varias personas han muerto y miles se han visto obligadas a desplazarse.   

Este ataque puede abrir un nuevo escenario de inestabilidad, en una región en donde la lucha armada se ha vuelto consuetudinaria. Desde el año 1996, momento en que implosionó la crisis de los Grandes Lagos, luego de la matanza entre las etnias de los Hutus y Tutsis en  Ruanda y Burundi, lo que produjo la masiva ola de refugiados que se instalaron al este de la RDC, iniciando un proceso violento e interminable de lucha armada; desde ese año más de cinco millones de personas podrían haber muerto como consecuencia directa e indirecta de esta guerra, otras tantos millones de personas se han convertido en refugiadas o desplazadas internas y miles de mujeres han sido violadas o sufrido violencia sexual.


           “Las Naciones Unidas se han convertido en parte
          del problema y no de la solución, los Cascos Azules
     están implicados en reiterados casos de violación sexual” 


El ejército regular congoleño viene sufriendo continuas derrotas, por su
falta de conducción y el desbande entre sus filas.
A pesar de la tragedia, estos hechos permanecen invisibles a los ojos del conjunto de la opinión pública internacional. El este de la RDC es noticia sólo cuando estalla una crisis como la actual. Pero lo cierto es que la violencia contra la población civil es diaria. La gente se ha acostumbrado a vivir desde entonces en un estado permanente de guerra, en que su cotidianidad transcurre entre los asaltos y violaciones sistemáticas de los diferentes grupos armados y la vida diaria. Una vida diaria caracterizada por la supervivencia del que tiene que comer, trabajar en el campo o garantizar que sus hijas e hijos vayan a la escuela. Es un estado latente, de coma continuo,  en que la gente vive y se organiza, lucha y resiste, pero en que la injusticia y el abuso es la nota predominante. La invisibilidad social y mediática de toda esta realidad viviente y sufriente y a la vez resistente, es un escándalo, que nos interpela a todos nosotros, desde el lugar donde estemos y a toda la comunidad internacional.

Pero, ¿qué está pasando en la República Democrática del Congo desde hace tantos años? En la entrada anterior tratamos de explicarlo desde sus orígenes, pero ahora le daremos un alcance que sintetice la parte más grave y poco conocida de esta realidad. La RD del Congo es la expresión de una guerra regional y globalizada, en el que desde hace décadas participan y se lucran de ello, decenas de grupos armados locales, decenas de países de la región (Angola, Zimbabue, Burundi, Tanzania o Uganda y muy especialmente, la Ruanda del presidente Paul Kagame) y potencias económicas (Francia o Estados Unidos), así como centenares de empresas transnacionales, vinculadas a la extracción de minerales, como el coltán, el estratégico mineral usado en la moderna industria de las comunicaciones.

      “La invisibilidad social y mediática de esta guerra
            sufriente y la vez resistente, es un escándalo
                         que nos interpela a todos”


La dimensión del conflicto, por lo tanto es global, sus causas son, evidentemente económicas, pues tienen que ver con el control de los recursos. Pero son también, no hay que olvidarlo, geopolíticas: existe un plan ruandés (recordemos que el M 23, la más importante guerrilla que lucha contra el ejército congoleño, está apoyada por Kagame) para dominar las regiones del este de la RD del Congo, como la provincia de Kivu e incluso para ser anexadas por Ruanda. Un plan, que por otra parte, estaría contando con la complicidad de países como Uganda (su presidente, Yoweri Museveni, ha apadrinado históricamente a Kagame) o el mismo Estados Unidos, quien tiene muchos intereses que defender (económicos y de seguridad) en el continente africano.


Se deberían aplicar sanciones a la guerrilla del M23, por sus abusos y
acciones criminales cometidas contra la población civil.
(Rebeldes posando con sus armas en una base de entrenamiento.)
Ante todo este grave escenario, las Naciones Unidas se han convertido en parte del problema y no de la solución y esto hay que decirlo muy claramente; numerosos informes han señalado la implicación de Cascos Azules en casos reiterados de violación sexual. Pero también la ONU ha sido acusada de omisión y de corrupción. La mejor prueba de ello es el terror y el repudio que la población civil tiene hacia los miembros de estas misiones. Esto debería replantear, inmediatamente, un urgente debate sobre el papel de las misiones de paz de Naciones Unidas, en contextos tan difíciles como el de la RD del Congo.

Son muchas las Organizaciones No Gubernamentales –ONGs- humanitarias o defensoras de derechos humanos, así como Misiones Religiosas extranjeras, que desde hace años trabajan por visibilizar el drama que sufren millones de personas, en especial mujeres y niños, en el este de la RDC. Creo que es urgente introducir, ahora mismo, el drama del Congo en las agendas internacionales, contemplando al menos tres vías de actuación:

Negociación inmediata de un alto al fuego, condena internacional de la actual situación armada y aplicación de sanciones a la guerrilla del M 23, el gobierno ruandés y a todos aquellos actores implicados en el conflicto.

      “Existe una vinculación directa entre el conflicto
   en la RDC y nuestros hábitos de consumo, del coltán
          se fabrican: tablets, portátiles y móviles”

Así como el esclarecimiento de la verdad sobre el conflicto y llevar ante los tribunales internacionales a todos los implicados en responsabilidades importantes, algunos “señores de la guerra” ya están siendo encausados por violación a los derechos humanos, como: Thomas Lubanga o Bosco Ntaganda. Pero aquí, no solo estamos hablando de Paul Kagame, el comprometido presidente de Ruanda y epicentro de todo este tablero complejo que son la región de los Grandes Lagos, nos referimos también a multitudes de empresas transnacionales que alimentan el conflicto con sus prácticas comerciales y que están señaladas por numerosos informes de Naciones Unidas, como responsables en el expolio de los recursos mineros de la región, y también de potencias como los Estados Unidos, Bélgica o Francia, países con responsabilidades históricas en todo este entramado.

La zona este de la RDC, llamada región de los Grandes Lagos, es disputada
por los países vecinos por sus ingentes riguezas minerales como el coltán.
Mineral utilizado en la moderna industria de la comunicaciones.
Todo esto es imposible, sin repensar y reconfigurar las reglas del juego internacional, terriblemente asimétricas e injustas. Hasta que no existan mecanismos universales verdaderamente democráticos y representativos, y no al servicio de unos cuantos países, será inviable solucionar los problemas de fondo que tienen que ver con el funcionamiento del planeta.

Aunque parezca ingenuo decirlo,  existe una vinculación directa de nuestros hábitos de consumo con la situación en la República Democrática del Congo. Se sabe que el coltán, es el principal mineral con el que se fabrican las famosas tablets, portátiles, móviles, aparatos tecnológicos que los hemos convertido, en parte de nuestra vida diaria, pero que son fabricados a costa de la vida de millones de congoleños. Las empresas mineras continúan extrayendo este mineral de esta zona, por la gran demanda de estos aparatos de comunicación, que se da en todo el mercado mundial.

Además de lo explicado, son muchos más los alcances o aspectos necesarios para entender este conflicto que se está eternizando en el tiempo y muchas más las posibles soluciones, pero estos alcances descritos en esta entrada, solo quieren llamar la atención sobre el sufrimiento que están padeciendo, desde hace años, millones de personas, la población más pobre y abandonada que se encuentran viviendo o sobreviviendo en el este de la República Democrática del Congo.

La guerra civil en la República Democrática del Congo, es en la actualidad el más grave conflicto armado que se da en el continente africano, desde hace veinte años más de cinco millones de personas podrían haber muerto y otros tantos
millones de personas se han convertido en refugiadas o desplazadas internas.




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