sábado, 12 de octubre de 2013

LA REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO:
UNA GUERRA SIN FIN

Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

La República Democrática del Congo, ex colonia de Bélgica hasta 1960 ha tenido una historia de inestabilidad
política, porque sus ingentes riquesas naturales, han sido ambicionadas por empresas transnacionales
y por sus propios países vecinos.



En el año 2003, a las pocas semanas del inicio de los bombardeos de la aviación norteamericana sobre las ciudades iraquíes, ocurrió un hecho que hasta el día de hoy no he podido olvidar. Un reportero de la televisión española entrevistó en un hospital de Bagdad, a una víctima de estos despiadados ataques aéreos, era una niña de ocho años, con el brazo destrozado que ya había sufrido once operaciones, la pequeña le dijo al reportero mirando la cámara: “ojala no tuviéramos petróleo”.

Recordando este impactante hecho, se me ocurre que en el Corán o en la Biblia, podrían estar, aunque no estén, profecías como esta: “Las riquezas naturales serán la maldición de las gentes”. Eso es lo que pienso, cada vez que leo sobre la siempre inestable y conflictiva situación política y humanitaria, que recurrentemente padece la República Democrática del Congo -RDC-.

Un país que atesora en su suelo, una inmensa riqueza de recursos naturales (diamantes, oro, cobre, coltán) pero que a través de su historia, estas riquezas se han convertido en una maldición, en el origen de todos sus males. Porque lejos de ofrecerle estabilidad, desarrollo económico o bienestar a su población, estos recursos naturales fueron el origen de su crónica inestabilidad política, de la cruda violencia vivida, una violencia que trajo muerte, destrucción, invasiones, guerras y el atraso y la pobreza lacerante en que vive su gente.

Tanques del ejército congoleño ingresan a la ciudad de Goma, capital de
Kivu, para tratar de desalojar a la guerrilla del M 23.
La historia de la República Democrática del Congo, desde su independencia del dominio belga en 1960, estuvo signada por esa maldición. El asesinato de Patricio Lumunba,  el único presidente que tuvo una visión nacionalista y defensora de sus recursos naturales y que pagó con su vida la osadía de enfrentarse a las grandes potencias y la Central de Inteligencia Americana -CIA-, marco desde un inicio esa abominación.  Luego vino la larga dictadura de un aliado de los europeos y norteamericanos, el sanguinario Mobutu Sese Seko, quien gobernó por más de 30 años, bajo un régimen de terror y autoritarismo, hasta su destitución en 1997.

El genocidio entre las etnias de los Hutus y Tutsis, en las vecinas Ruanda y Burundi en 1994, produjo una estampida de millones de exiliados hacia el este del territorio de la RDC, una región rica en yacimientos minerales, generando la ambición de las empresas mineras transnacionales y de otros países africanos. Lo cual produjo una larga guerra de cinco años (1998-2003) entre los países de la zona, por el control de esos recursos minerales. Guerra que terminó gracias a las negociaciones de paz auspiciadas por el presidente sudafricano Nelson Mandela y por el mismo presidente Congoleño, de ese entonces, Laurent Kabila.

El presidente Kabila muere asesinado brutalmente, dos años antes que finalice la guerra, en el 2001, por sectores del ejército congoleño empeñados en continuar con el conflicto y vinculados fuertemente con los intereses de la vecina Ruanda.

El presidente Josehk Kabila ha tenido que enfrentar asonadas golpistas,
rebeliones e incursiones en su territorio de los ejércitos de Ruanda y Uganda.
En los últimos diez años, el presidente Josehk Kabila, hijo del ex presidente asesinado, ha tenido que enfrentar insurgencias rebeldes, asonadas golpistas y la presencia, cada vez menos disimuladas, de los ejércitos de sus vecinos Uganda y Ruanda. Así como, continuos enfrentamientos entre los señores de la guerra y el cada vez más débil, ejército congoleño. De estos señores de la guerra, el más importante es Bosco Ntaganda el mandamás de la guerrilla M 23 -Movimiento 23 de marzo- quienes controlan una importante zona en la provincia de Kivu, en la región de los grandes lagos, donde se almacenan ingentes riquezas minerales, al este del país.

Configurando una crónica situación de inestabilidad política, la cual ha generado en las últimas décadas, cerca de cinco millones de muertos y desaparecidos, lo que ha significado para la RDC, vivir en una guerra sin fin.

El último capítulo de esta guerra interminable, comenzó a escribirse a principios de este año, cuando el general disidente del ejército congoleño Ntaganda – buscado por la Corte Penal Internacional, acusado por crímenes de lesa humanidad- volvió a iniciar una enésima guerra, después de un tiempo de tensa calma. Este tutsi congoleño fue seguido por sus huestes del M 23, sembrando el terror en la región de Kivu, ante la mirada pasiva de los Cascos Azules de las Naciones Unidas.

El desencadenamiento de esta última guerra fue el intento del presidente Josehk Kabila de restablecer la autoridad del Estado en el este del Congo, convertido, de facto, en un protectorado de Ruanda. El presidente, sin embargo, o no debió calcular bien la capacidad de sus fuerzas armadas o no las conocía realmente para semejante aventura, porque las fuerzas armadas regulares son prácticamente inexistentes. No constituyen más que una “cohabitación” forzosa de diversas milicias, entre las que destaca el Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo -CNDP- un movimiento compuesto por tutsis congoleños, integrado al ejército nacional en el 2009 y que, con cerca de cinco mil hombres bien entrenados, forma un ejército, dentro del ejército.

En la región de los grandes lagos, entre el Congo y Ruanda, está Kivu
provincia congoleña rica en recursos mineros.
El intento del gobierno congoleño en profundizar en la integración del ejército, se ha topado continuamente con la oposición frontal de este grupo, que no quiere que sus miembros se dispersen en todo el país. Exigen que sean destinados únicamente en el este, donde reina la convivencia con los rebeldes pro ruandés. De ahí que se pueda entender porqué, en el último levantamiento de un puñado de rebeldes en esa región, las fuerzas armadas miraran para otro lado. De hecho, son los mismos.

En cuanto a la guerra en la provincia de kivu, la solución está en Ruanda, aunque lo nieguen una y mil veces las autoridades de aquel país. Además, los expertos de la ONU han reiterado en varios informes que los rebeldes que desestabilizan el este del Congo, cuentan definitivamente con el apoyo de Ruanda, que les suministran armamento y apoyo logístico.

Ruanda y su presidente Paul Kagame, actúan de esta manera, por dos evidencias: Una, por la presión demográfica: La densidad de población de Ruanda está entre las más altas del África subsahariana, con 230 hab/km (mientras que la del Congo es 54 hab/km). Y para evitar el colapso, sueña con extenderse hacia las regiones menos pobladas del este del Congo, como es la región de Kivu. Además, los ruandeses creen que desestabilizando esta parte del país vecino, poco a poco Ruanda podría colonizarla.

Paul Kagame presidente de Ruanda, por motivos económicos y demográficos
ambiciona los territorios orientales de la RDC.
La otra evidencia, es el provecho económico: El crecimiento económico, del que a todas luces, disfruta Ruanda en la actualidad se basa en el pillaje de los recursos del Congo. Según reportes de la ONU, Ruanda es el punto nodal del comercio ilegal de las piedras preciosas robadas al país vecino. Llama poderosamente la atención que Ruanda se haya convertido en exportador de minerales como el muy importante coltán que no produce, mineral que es requerido por la pujante y tecnificada industria de las comunicaciones.

Estas serian, entre otras, las razones fundamentales que explican el permanente estado de inestabilidad en la región de los grandes lagos y que ha llevado a la República Democrática del Congo a mantener una guerra sin fin. Asimismo, explicaría el apoyo explicito de Ruanda a las diferentes rebeliones que se suceden periódicamente al este del Congo. Todo ello, desde luego, con la complicidad de muchos congoleños y el apoyo internacional de las transnacionales mineras. Hasta que la comunidad internacional no pare en seco a Paul Kagame, presidente de Ruanda, la paz no volverá nunca a la RDC.


1 comentario:

  1. Y cuantas guerras, también, en nombre de la religión???
    Intereses, intereses, intereses....

    ResponderEliminar