sábado, 19 de octubre de 2013

¿QUÉ PASA EN YIBUTI?


Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

Yibuti es el más pequeño territorio dentro del continente africano, con apenas 23,000 kilómetros cuadrados y una
población de medio millón de habitantes, tiene en su ubicación geográfica, su más preciado valor estratégico.

La grave crisis presupuestal que sumió a los Estados Unidos, las últimas dos semanas, en una parálisis parcial del gobierno federal, no ha sido óbice para el desembolso, de más de 170  millones de dólares destinados al mantenimiento de sus bases militares instaladas en Yibuti. Un pequeño país del África oriental, que es invisible para los radares de la prensa internacional, pero que se ha convertido, en los últimos años, en una pieza clave para los norteamericanos, en su estrategia antiterrorista contra los grupos islamistas que operan en el continente africano.

La República de Yibuti, un país con un paisaje lleno de desiertos, es el más reducido territorio continental del África, con apenas 23,000 kilómetros cuadrados y una población que bordea el medio millón de habitantes, tiene en su ubicación geográfica, su más preciado valor estratégico. Yibuti ocupa territorialmente la punta del Cuerno de África, compartiendo fronteras con tres países claves de la zona, por el sur con la inestable y temida Somalia, por el oeste con la potencia militar de la región: Etiopía, por el norte con la enigmática Eritrea, reciente santuario de grupos yihadistas y por el este Yibuti está situada en la entrada del Mar Rojo, frente al Golfo de Adén, la zona de mayor tráfico petrolífero del mundo.


Desde el atentado del 11S, EE.UU incluye a Yibuti en su estrategia global
contra el terrorismo, aumentando de 30 soldados en el 2002, a 12,500
efectivos destacados para este año.
Con estos pergaminos geoestratégicos, Yibuti se ha convertido en una de las más importantes bases militares de Estados Unidos en todo el mundo. Los norteamericanos, supervisan desde allí, las rutas del petróleo y las acciones de grupos terroristas en el Cuerno de África y el Medio Oriente, ya que está situada solamente a 50 kilómetros de la Península Arábiga y de Yemen.  Yibuti un país estable y pro-occidental, desde que dejó ser colonia francesa en 1977, cuenta también con una gran red de seguridad militar estadounidense en la región. No hay que olvidar, que esta nación también alberga en su territorio, dos bases de despegue de las naves no tripulas, los Drones, los cuales realizan operaciones de reconocimiento (espionaje) y de ataque con misiles de corto alcance, sobre los objetivos terroristas detectados en los países de la región.

La única base militar de los EE.UU en África, reconocida oficialmente por el Pentágono, es Camp Lemonnier, el antiguo campo de la Legión Extranjera instalado por Francia a principios del siglo XX, ubicado en la actual Yibuti, que desde el 2002 se estableció allí el CJTF-HOA, indescifrable conglomerado de siglas -muy al gusto de las Fuerzas Armadas norteamericanas- que esconde el nombre de “Fuerza de Tarea Combinada Conjunta del Cuerno de África”. Su área de operaciones alcanzaba desde las Islas Seychelles, en el Océano Índico, hasta Eritrea, en el Mar Rojo, pasando por Tanzania, Uganda y Etiopía, entre otros países. Pero la llamada área de interés (un subterfugio para ampliar su zona de influencia militar) abarca desde las islas Mauricio y Madagascar, Mozambique, la República Democrática del Congo, hasta alcanzar el Magreb y el centro de África, recientes escenarios de conflictos en vías de agravamiento.


   “Esa es la función de Yibuti, el rol del Estado vigía,
   que por su estratégica ubicación, vigila los intereses
    económicos y geopolíticos de las grandes potencias”


Como vemos, el valor geopolítico y estratégico del pequeño y casi desconocido Yibuti, está más que valorado, por la primera potencia militar del mundo. Pero no siempre fue así, Yibuti tiene una milenaria y rica cultura registrada en la poesía, la tradición oral y los cantos de sus pueblos nómadas, que se remontan miles de años atrás a un tiempo en que los habitantes de estas tierras comerciaban con pieles a base de trueques con perfumes y especias provenientes de China e India. Mientras la antigua Europa no salía de sus fronteras, los africanos yibutís ya surcaban el Océano Índico rumbo a oriente. A través de los contactos estrechos con la Península Arábiga por más de mil años, las tribus somalíes y afar -etnia originaria de Yibuti- se convirtieron en uno de los primeros pueblos del continente africano en aceptar el Islam.

Camp Lemonier, antiguo campo de la Legión Extranjera francesa, convertido
hoy en la única base militar norteamericana en el África, reconocida
por el Pentágono, ubicada en Yibuti.
Ya en el siglo XIX, la antigua Gran Somalia, que dominaba esta región, fue desmembrada por las potencias europeas; ingleses, italianos y franceses se repartieron este extenso territorio, creando artificiales fronteras. Yibuti es uno de los mejores ejemplos de Estados artificiales creados por el colonialismo.

En 1977 los franceses le conceden la independencia, pero Yibuti sigue dependiendo de la ayuda económica de la antigua metrópoli, a cambio de la presencia de bases militares francesas en su territorio, las cuales cuidaban sus intereses económicos reguardando las rutas del petróleo. Durante más de veinte años un solo partido político dirigido por su único líder Hassan Gouled Aptidon, un aliado incondicional de los franceses, gobierna con mano dura este pequeño país. 

Pero durante los años noventa, la estrella de Aptidon empieza apagarse, cuando se inicia una guerra civil entre los issas, de origen somalí los cuales siempre habían detentado el poder y los puestos claves en el gobierno y los afar, tribu oriunda de estas tierras, pero que se consideraban excluidas de toda participación en el poder. Ante la incapacidad del gobierno de poner fin a este conflicto, en 1999 los franceses obligan a Aptidon a renunciar, dejando el poder en manos del actual presidente Ismail Omar Guelleh, quien en el 2001 auspicia un Tratado de Paz entre ambas fracciones, a través de la conformación de un gobierno de coalición entre las dos comunidades tribales.

Luego del atentado del 11 de setiembre del 2001 en los EE.UU, los norteamericanos revalúan las condiciones geoestratégicas de Yibuti, incluyendo a este país en su estrategia global contra el terrorismo islamista. Al año siguiente, empiezan a desplazarse los primeros efectivos militares a este país, y los primeros desembolsos presupuestales para el equipamiento de sus bases militares. Solo habría que comparar, con los 30 soldados norteamericanos que llegaron el 2002 a Yibuti, con la actual dotación de efectivos que sobrepasan los 12,500 soldados. Así como el primer presupuesto del 2002 que no llegaba a los 200 millones de dólares, mientras que para este año, con el último desembolso, excede los 5,600 millones de dólares.

              “Yibuti tiene uno de los más bajos
         Índices de Desarrollo Humano del mundo
       ocupa el puesto 151 de 178 países estudiados”


  Pero esta omnipresente presencia militar norteamericana no parece tener ningún impacto positivo en el país, a pesar de los millones de dólares que los EE.UU destinan a su aliado, Yibuti tiene uno de los más bajos Índices de Desarrollo Humano del mundo, ocupa el puesto 151 de los 178 países estudiados. Más de la mitad de la población está desocupada y cerca de la mitad es analfabeta. La esperanza de vida promedio en Yibuti es de apenas 43 años, es un país con una de las tasas de mortalidad infantil mayores del mundo, donde muchas mujeres todavía sufren el horror de la mutilación genital. Pero a pesar de todos estos espantos, para los EE.UU es el lugar apropiado, es un buen aliado, es un buen Estado Cliente.

Las potencias occidentales desde Yibuti, controlan el Mar Rojo, están
alertas a cualquier acción subversiva en Somalia y Yemen, mantienen
la presión sobre Eritrea y vigilan a Etiopía.
Configurando en Yibuti, un mundo brutal, militarizado, agresivo y a pesar de su pasado cultural, este país no está en paz consigo mismo. Un pequeño país musulmán con poco más de medio millón de habitantes, que ha vivido durante años básicamente, de ser una especie de estación de servicio para legiones extranjeras y tropas de combate regulares. Lo único que le ha dado fama, como lo señalábamos líneas arriba, es que permite que las potencias occidentales controlen el Mar Rojo, que estén alertas a cualquier acción subversiva, ya que están en las puertas de Somalia y Yemen, que ayuda a mantener la presión sobre Eritrea y a vigilar Etiopía.  

Esa es la función de Yibuti, el rol del Estado vigía, que por su estratégica ubicación, vigila los intereses económicos y geopolíticos de las grandes potencias. Pero que a cambio, su población eternamente postergada, no recibe nada para su desarrollo, ni para mejorar sus condiciones de vida. Los EE.UU podrían invertir, tan solo el 0.5% -lo que significa 2,8 millones de dólares- del presupuesto anual que destinan para mantener su presencia militar en Yibuti, en cubrir las necesidades básicas de una población de medio millón de yibutís. 

Pero para los norteamericanos, estos gastos están fuera de sus cálculos presupuestales, porque lo más importante para ellos es defender sus intereses en África, sin pensar en otros gastos secundarios.

   




  

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