Wednesday, May 7, 2025

 

EL YIHADISMO: ENTRE UNA KALASHNIKOV Y EL CORÁN

Por: Javier Fernando Miranda Prieto 

El Yihadismo, ideología radical que preconiza la "yihad" o guerra santa islámica, se ha extendido rápidamente por
diversas regiones de África, en las dos última décadas, financiadas por las monarquías petroleras árabes.  

Mucho antes que las matanzas incriminadas contra civiles inocentes ocurrieran en la región del sahel, a manos de fanáticos terroristas seguidores de la expresión más radical y alucinada del Islam, existió en tierras africanas una tradición muy singular de yihadismo (ideología radical que preconiza la “yihad” o guerra santa islámica). En plena lucha anticolonialista contra el dominio europeo, a principios del siglo XX, aparecieron en el África occidental hermandades sufíes (místicos islámicos) y heréticas que trataban de conciliar espiritualidad con costumbres locales y disciplina militar. Estos grupos intervinieron en el proceso anticolonial e independentista que alcanzó sus frutos en la década de los años 60.

Si bien es cierto que ese yihadismo africano inicial, usó la lucha armada para conseguir sus fines, se diferenció en mucho del accionar y del predicamento del salafismo radical yihadí que padecen en la actualidad varias naciones africanas.

Esta tendencia extremista ha venido creciendo en diversas regiones del continente (sahel, occidente africano, África oriental, golfo de Guinea) desde hace más de veinte años con mucha decisión y constancia. Primero con la Hermandad Musulmana de Egipto en el 2011, luego expandiéndose por todo el Magreb: en Tunez, aprovechándose de su inestabilidad y vacío político luego de su breve Primavera Árabe; en Libia y su Estado fallido; en Argelia y Mauritania, cobijados por gobiernos autoritarios, para después dar el salto a la región del sahel y luego desde Somalia hasta Nigeria, pasando por el norte de Mali y toda la ribera del lago Chad. Incluso las milicias yihadistas han hecho incursiones en las tradicionalmente estables Kenia y Tanzania, en la costa oriental del continente y Benín, Togo y Costa de Marfil en el golfo de Guinea.

              “Este mortal virus armado que se ha inoculado

             en la mente de muchos jóvenes africanos pobres,

            es visto como su último recurso de sobrevivencia”

Desde el año 2017, cuando el Estado Islámico perdió su llamado “califato” en Oriente Medio (Irak y Siria), África fue escenario de los enfrentamientos armados más feroces entre Estados y milicias yihadistas. Las organizaciones islamistas radicales africanas no son nuevas, pero las acciones terroristas vinculadas a diversas franquicias de Al Qaeda y del Estado Islámico o Daesh, es un fenómeno inédito que se ha incrementado en años recientes.

Unos Estados débiles como los africanos, luchan contra grupos de combatientes experimentados en vastas áreas rurales, en las que los gobiernos centrales tienen poca influencia o son inexistentes. En algunas zonas del sahel se ha producido una espiral de violencia debida a los combates entre los ejércitos regulares de la zona y estos grupos fundamentalistas, cuya presencia se ha extendido desde el norte de Mali hasta la capital Bamako, prolongándose a Níger y hasta las áreas rurales de Burkina Faso.

          “El Yihadismo, esa ideología radical que preconiza

          la “yihad” o guerra santa islámica, se ha extendido

                         por diversas regiones de África”

La antigua insurgencia de Boko Haram ha perdido las franjas del noreste de Nigeria, que controlaba algunos años, producto de pugnas internas que a la llevado a su fractura. Pero estos grupos escindidos siguen causando enormes daños en torno al lago Chad. En el este africano, Al Shabab, el grupo rebelde yihadista más antiguo del continente, sique siendo una fuerza potente en la región, a pesar de los intentos de derrotarla de parte a alianzas regionales con participación de potencias occidentales. El grupo controla gran parte del sur rural somalí, gestiona tribunales de justicia alternativos y cobra impuestos por la fuerza en provincias al interior del país y de vez en cuando, organiza ataques armados en los países vecinos (Kenia, Uganda, Etiopía).

En la actualidad los frentes yihadistas más recientes de África (el norte de Mozambique, el este de la República Democrática del Congo y el golfo de Guinea) también son motivos de preocupación. Los insurgentes que revindican la creación de una nueva provincia del Estado Islámico en la región de Cabo Delgado en Mozambique, han sufrido derrotas militares contra el ejército, a pesar de ello,  más de un millón de personas han huido de los combates. Los militantes tienen vínculos informales con las redes del Estado Islámico que se extienden tanto por la costa oriental del continente como por el este del Congo, devastado por una larga guerra civil, que se ha agudizado desde enero de este año, con la toma de las ciudades de Goma y Bukavu en la provincia de Kivú, por parte de las milicias del M23 y el ejército ruandés.

África subsahariana se ha convertido en un espacio
fértil para la yihad global. En el mapa países con
diversos  grados de insurgencia activa en escalada.

En esta misma región congoleña, otro grupo rebelde islamista -una fracción de las Fuerzas Democráticas Aliadas FDA, una milicia ugandesa que actúa desde hace décadas en el este del Congo- ha declarado su filiación al Estado Islámico.

Como vemos, las bandas yihadistas africanas se han sumado a las redes internacionales del terrorismo, vía el Daesh y Al Qaeda, con el objetivo de conseguir mayor protagonismo mediático, apoyo financiero, en muchos casos proveniente de las monarquías petroleras de la península arábica y principalmente legitimidad social y política, con el fin último de constituir un califato en la región.

Al Qaeda del Magreb Islámico AQMI, Boko Haram de Nigeria y su fracción disidente, la llamada Provincia del Estado Islámico del África Occidental o ISWAP, el Movimiento para Unicidad de la Yihad en África Occidental MUJAO, Ansar Dine o Los Defensores de la Fe de Mali, Al Shabaab de Somalia, Wilayat que opera en Egipto, así como Al Sunnah wa Jama’ah ASWAJ que actúa en Mozambique, son parte de ese archipiélago de denominaciones fundamentalistas conocidas por la opinión internacional por sus demenciales acciones terroristas contra la población civil en varias naciones del continente. Pero que tienen como denominador común: el uso de la violencia extrema como obligación para “liberar” a la umma (comunidad musulmana) de quienes no aplican su interpretación fanática y rigorista de la ley islámica o sharia.

                “El  Magreb, el sahel, África occidental,

                Golfo de Guinea, costa oriental africana,

            zonas donde impera esta tendencia extremista”

El accionar del yihadismo -donde las víctimas se cuentan por miles y los afectados por millones- está servido en la región gracias a la larga injerencia armada de Francia y los Estados Unidos y por la vigencia de Estados autoritarios en la zona. Sin dejar de mencionar la larga deuda social que tienen estos Estados con su población más desvalida. Pobreza, marginación, exclusión social, son algunas características que todavía sirven para perfilar a un gran sector de la población africana.

Muchos jóvenes africanos pueden sentirse atraídos por el yihadismo, pero muchos más buscarán la alternativa de la migración y, en conjunto, cuando la coyuntura política lo propicie se movilizaran para presionar a los gobiernos y regímenes a favor de cambios. Porque la clave para una eficiente vacuna contra este fanatismo radical, es la apuesta por una mayor inversión en educación, en capacitación técnica y mayor empleo para los jóvenes.

Este mortal virus armado que se ha inoculado en la mente de muchos jóvenes africanos, y que es más letal que el que sufrió el mundo con la pandemia, no se escapó de ningún laboratorio científico. Este virus fanático, fue una extraña mutación que se dio tras el entrecruzamiento del departamento de Estado norteamericano y la monarquía saudita, que consiguió un gran éxito en la guerra antisoviética en Afganistán, y que fue utilizado, más de veinte años después, para exterminar los últimos gobiernos populares del Medio Oriente como Libia y Siria, y que ahora insisten en implantar en tierras africanas a través de su califato fallido.

En esta época de resurgimiento de viejas ideologías ultra-conservadoras y ante la reedición de una nueva guerra fría, que tiene como escenario inicial el este europeo, cunden las teorías conspirativas y los peores pronósticos para el mundo, pero lo que no es una teoría, es constatar que en la actualidad, jóvenes africanos pobres están buscando su destino con una kalashnikov en una mano y el Corán en la otra.  

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